sábado, septiembre 30, 2006

El Verano de San Miguel.

Aunque en el prado ha lucido todo el día un sol espléndido, el cielo ha estado dramáticamente adornado de nubes compactas, grises, color de plomo, que iban y venían por este final del verano de San Miguel. Vuelven los días cálidos después de un anuncio de fresco y humedad y San Rafael celebra sus fiestas, que van a continuación de las de El Espinar, que es el pueblo de cabecera, para entendernos. San Rafael es un barrio del anterior, una pedanía, lo que en su tiempo fué una colonia de verano de gente bien, tan bien que los camiones de pescado procedentes de Galicia paraban aquí, en las dos pescaderías, para dejar la pesca fresca y de calidad que iba a parar a los chalés de veraneo.
A Azaña le gustaba mucho la zona, la sierra de Guadarrama y en sus cuadernos anota minuciosamente como cogían el coche del ministerio. con Dolores, su prometida, y subían a la sierra para ver la puesta de sol. Es uno de esos espectáculos que no se olvida.
Cuando yo llegué desde Barcelona, no entendía este vocabulario que se me antojaba no solo extraño sino relamido: sierra, chalés; allí se esas cosas eran montaña y torres y uno llega a creer que en todo el mundo conocido, torre es casita de veraneo y montaña es lugar de esparcimiento; a mi lo de torre me suena a medieval. Llegar a Madrid, que fué mi primer arribo y enfrentarme a un idioma que por conocido no comprendía fué el primer obstáculo a vencer, añadiendo a este el más surrealista que imaginarse pueda: si pedía un café me lo ponían con leche; para tomar cafe sólo debía pedir "café solo", Cuando les hice ver la incongruencia me hicieron reparar en que cuando se pedía un bocadillo en Cataloña iba inevitablemente con tomate, aún cuando eso no se explicitara en la comanda.
Cosas de procincianos que somos todos, los unos en la tierra de los otros.
Vuelvo a esta noche y a las fiestas de San Rafael. Mientras empezaba a escribir el blog, que iba a ir de otra cosa aunque todavía no se de que va a ir este que ahora escribo, ha empezado a sonar la cohetería y Goyerri ha corrido al sofá, aplastando su cuerpecito contra Ana y metiendo la cabeza en la falda, sin querer ver ni oir. Yo he salido a la terraza a tomar unas fotos y una de ellas es la que está en lo alto de esta entrada en el blog.
Mientras veía el estallido de sonido y colores en el cielo negrísimo de una noche sin luna, pensaba en el texto inicial, el que iba a comenzar y para el que no tenía todavía fotografía. Solo una frase estaba en mi voluntad: "yo nunca he querido ser otro". Por alguna razón, desde mediada la tarde, esta frase se repite en mi pensmiento y sé que escribiré sobre ello, porque es verdad.
Las circunstancias de la inspiración son a menudo obra del inconsciente más oscuro y profundo. Esta noche pasada, o mejor, en la madrugada, he tenido un sueño, yo que no sueño apenas, que me ha mantenido atento, medio despierto diría yo, ya que era consciente de mi sueño y de mi. Estaba en el sueño en mi antigua empresa y se diría que con alguien más; cerraba todo lo que se podía cerrar para acabar la actividad, aunque en verdad era más una sensación porque yo no hacía nada; no era una empresa, sino un enorme desorden de papeles apilados, cajas conteniendo quien sabe qué, mesas llenas de cosas de las que nadie podía servirse. Yo estaba allí, en un rincón, mirando el tremendo batiburrillo de cosas y sentía una cierta desazón sin mayores alarmas. Era yo sin ningún lugar a dudas, con mi desazón a cuestas.
Es cierto que yo nunca he querido ser otro, nunca, ni cuando el fracaso me ha hecho sentir la pequeñez y la insignificancia de mi yo. Cuesta salir del agujero, pero saliendo se nota el calor del sol y eso reanima. Una vez se empeñaron en que fuera a una fiesta de disfraces: nada me incomoda más, siento una profunda sensnación de roidículo, desde siempre. Me colgué del cuello una cinta de medir de sastre y de eso fuí a la reunión, para enojo de los que me habían invitado. Fuí de sastre, el más anodino de los disfraces, una de las profesiones más anodinas, dedicada por entero a finjir en tela y puntadas la identidad de los otros.
De los sueños queda una atmósfera, por lo menos a mi, una sensación vívida que casi tiene olor y aroma, y desde luego luz y paisaje; la desazón ha perdurado durante todo el día sin permitir que un equilibrio goloso de bienestar y retorno fugaz de un verano que se va, llegara a tomar posesión de mis sentidos y de mi ánimo. Los fuegos artificiales con los que despide el pueblo su última noche de fiestas han sido más un hecho externo, un hecho objetivo que me ha obligado a salir a la terraza para percibir, con el olor de la pólvora que sube al prado desde las casas de allá abajo, la última sensación de este año de una noche cálida.
Hay un momento, a menudo, sin periodicidad, en que uno se descubre de nuevo solo, como una canción que se repite desde una emisora de radio lejana; la oyes otra vez y te vas acostumbrando a ella. Pues sucede lo mismo, de nuevo te encuentras solo, pero sin pensar en ello que no tiene tanta importancia, sino solamente sientiendo un cierto aislamiento que no se puede describir: solamente estás solo. Dirías que todas las veredas conducen hacia ti pero no están habitadas por nadie; los espacios vacíos y los volúmenes, las arquitecturas del bosque y de sus cielos, solitarios al fin, para encontrarte.
Tienen más hondura estos momentos que aquellos en que te pones a pensar, con palabras, con pensamientos, acerca de ti mismo. En estas desazones que se sienten se sintetiza y sublima un montón de pensares, tiempos de larga reflexión; aquí está todo al alcance de la mano y cabe tener paciencia y esperar a que escampe. En instantes así, de esta guisa, uno puede sentir el espacio alrededor como un tiempo vacío, un lugar sin pulso, donde no late otra presencia que la del propio paisaje allá detenido, un poco separado. Descubres la frontera del aislamiento; estás en el corazón de la campana y suena el tañido que llama a nada en particular.
Yo nunca he querido ser otro, me digo, sino mi encarnadura y mi espacio vital, mi tiempo, el tono de mi sombra y el sonido de mi voz, que nunca podré reconocer porque suena dentro de mi. En estos momentos ni el nombre es relevante y las pocas posesiones de uno se limitan cada vez más a un respirar acompasado y al tiempo detenido en el que vibra el silencio, impaciente por romperse.
Ahora es verdad que acaba el verano y al mismo tiempo los fuegos artificiales y con ellos se va la desazón del sueño y el lugar se rearma acogiéndome.

viernes, septiembre 29, 2006

VII - El Islam que yo se. Final


Me gusta escribir el blog, me gusta haerlo cada día al filo de la medíanoche. Algunas veces se me atreviesa y entonces me demoro dos días. Yo empecé a escribirlo porque me apetecía probar a ver como se me daba trabajar en una "columna" diaría en la que pudiera soltar mis reflexiones. Hace muchos años, desde luego mucho antes de llegar al bosque, cuando era un joven en edad militar, trabajé para el periódico de Pepe Tous en Palma de Mallorca: Última Hora. Tous era un tipo liberal y campechano que iba en Rolls Royce y al que siempre acompañaba un boxer. A través de Toni Serra, a la sazón redactor, me brindó la oportunidad de escribir editoriales, críticas de cine y de hacer entrevista para la doble página central. Todo un lujo. Nunca había vuelto ha escribir en público, o sea para el público, y durante muchos años solamente me preocupó saber que era lo que sabía reamente. Hasta aquí. En el bosque me dije que aprovechando que existe la blogosfera, cabía probar.
Trabajando en este blog, al igual que caminando por el bosque o cuidando el jardín o leyendo, siempre leyendo, única gimnasia de la que me declaro devoto, he aprendido mucho. Pensar es bueno, pensar y escribir es mejor. Uno pone letras y palabras y como es de natural poco dado a magias y encantamientos, procura decir cosas que tengan que ver con los estados del alma y de la inteligencia; dice lo que piensa a raiz de ver o mirar y de leer, siempre de leer. Incluso de leer los otros blogs que nos acompañan, que si bien son decisiones narcisistas de pequeños humanos, son también arrebatos de disimulada timidez. Los blogs, como los diarios personales, son síntomas de soledad mal curada y en ellos cada cual ejerce como lo que pretende parecer y a veces es: narcisos, exhibicionistas, mentirosos, vulnerables, lastimosos, ¿que se yo?
Me conozco y me sé unas cuantas virtudes y otros tantos vicios ocultos. Cuando salgo al bosque salgo con todo ello a cuestas; y cuando allí dejó vagar los pensamientos, ensartados en palabras, no en imágines como cuando divago, sino en palabras para concentrar, me doy cuenta de que todo lo que se es nada, porque no hay nada que saber. Siempre he tenido la sospecha de que al final de una obra, colosal en cualquiera de su naturaleza y estilo, de cualquier decorado y escena magnífico, no hay nada más que una vulgaridad o incluso menos, una bagatela.
Eso me vale para todas las cosas, para cuantas investigaciones comienzo; creo que vivo en un siglo en el que está todo tan claro, tanto sabemos de todo, que no vale la pena armar un pensamiento lógico en torno a algo que cualquier ciudadano de occidente sabe perfectamente: todo es relativo. ¿El arte? Si me gusta a mi es arte. ¿La cultura? Todo es cultura. ¿Los buenos? Relativamente. ¿Los malos? Relativamente. Un reino subjetivo, después de todo somos sujetos, que decía Bergamín y no objetos, porque de ser así si podríamos ser objetivos, se extiende a nuestro alcance y ya no necesitamos a nadie que nos lo explique. Si destilo ironía espero que no manche la pantalla.
Me siento a ver el aire que no se ve salvo por sus efectos, y debo así tratar de adivinar como es, porque es y lo siento. Un impulso. Siento el impulso que me acaricia o atropella y que se abre en jirones en torno a mi cuerpo, y sin tratar de apresarlo porque se por intuición que es imposible, lo siento y lo describo y veo sus efectos. Yo soy el solitario en la isla de Ibn Tufayl o el solitario de Avenpace (Ibn Bayya) que encuentra la verdad en el círculo de sí mismo. Naturalmente no danzo en torno a mí como hace el derviche sobre un pie ni abro mis brazos para hacer de mi equilibrio la plataforma para la exaltación del encuentro con lo superior, el inteligente activo, el mismo creador. Yo no creo en eso, pero algo me une a esos dos solitarios que construyen un mundo justo a partir de su propia visión interior.
Hay un puente, una calzada directa, sin atajos, que une este pensamiento con el de los filósofos de los siglos XI y XII en Al Andalus, cuando el pensamiento se redescubrió, como un nuevo Renacimiento que ha pasado desapercibido a ojos de la historia. No se trataba de encontrar a Dios, que si se trataba, sino tambien de averiguar el lugar del hombre, el alcance de su medida, su parte en esta obra de arquitectura que protagonizamos. Pues nos ha tocado estar, estemos. No seamos tan humildes como para desterrarnos al trasmundo de nuestra propia evolución, del pensamiento que nos ha conducido a encontrarnos a cada uno de nosotros, en libertad, miembros de pleno derecho de una comunidad de seres libres. Cuando pienso que a la sutil y mágica filosofía se le cerró el camino hacia oriente para afirmar allí que todo cuanto se escribió el siglo VII es y será verdad por los siglos de los siglos, siento pena por quienes no han podido seguir el canto del espíritu buscando romper las ligaduras que atan al hombre en su presene con un pasado que fué, pasó y sigue siendo presente por los tiempos de lo tiempos.
¿Veis? Cabe reflexionar para no sentir el peso de la historia como una culpa. ¿Como puedo hablar con un hombre que quiere asesinarme con un alfanje, salido de una mala película del retorno de los tiempos? Si mi vida no le importa nada, ¿porque si me importa a mi la suya? Corren en la tierra que vivimos dos relojes que marcan horas diferentes. Yo y mi bosque vivimos con la misma luz y el mismo latido. Ayer sin ir más lejos subí a por leña y bajé con ella, buena leña, de buen color, cortada en primavera y dejada en las laderas para que alguien la recoja. La que pase allí arriba el invierno acabará secándose en primavera y siendo serrín. Yo tengo mi tiempo.
Pocas magias quedan por descubrirnos sus secretos: "Home so i es humana ma mesura" escribía Maragall en el Cant Espiritual. Este versito siempre me ha llevado a Calderón: a Dios hay que hablarle claro para que no nos envuelva con su magnifiencia atronadora y nos aniquile. Y pienso en el islam y repito: a Dios alguien tendría que hablarle claro para que los hombres que le siguen lo entendieran.

martes, septiembre 26, 2006

VI - El islam que yo se: Un mecanismo encallado

Asomándome al oeste desde la ventana de la cocina, al caer la tarde, mientras sorbo un te, me pregunto si cuando creemos saberlo todo llegamos a saber algo. Los árboles no dejan ver el bosque y a su vez el bosque, tan lleno y rebosante, no permiten que la vista se detenga en un solo árbol. Nuestra limitación está en la perspectiva, la imagen escogida como el mejor punto de vista y su fijación en el tiempo y en el conocimiento. A veces hablamos de alguien al que no vemos hace años y hacemos de su presente lo que ya es pasado; dialogamos con él como lo hicimos y probablemente haya muerto o haya cambiado de pensamiento. ¿A que viene esto?
He visto ponerse el sol desde esta ventana que es amplia y hace ángulo en dos fachadas de la casa y siempre ha estado un viejo y algo achacoso pino en medio de la vista, dividiendo en dos el espacio, creando con su copa una mancha oscura en el centro mismo del cielo que cambia del azul al púrpura. Me doy cuenta de que no he visto nunca, desde esta posición que ahora ocupo, lo que hay detrás de su copa redonda y amplia; si lo he visto, claro, desde los dos laterales, o dejándolo atrás al caminar por la calle paseando con Goyerri, pero no desde la cocina, cuando tomo el te o recojo los platos y pongo en marcha el lavavajillas. Nunca he visto lo que hay detrás y me sorprende que no haber reparado en ello. Está claro que no aspiro a cortar el pino, o a podar su copa aunque fuera solamente para darle una mayor fuerza. Mis principios conservacionistas me impiden sacar el pino de su lugar, pero es que además, el pino no es mío, en de un propietario que no soy yo y eso lo hace inalcanzable. Siendo así como es, tendré que aceptar que nunca veré ese trozo de cielo que me falta contemplar desde la ventana de la cocina. Soy pues impotente para mirar en esa dirección y ver otra cosa que aquella que me ha sido dada.
La luz de la revelación me alcanza, de manera casera y por supuesto nada espectacular; es simplemente que he encontrado el ejemplo para aplicar a cuanto intento narrar, aportar de mi conocimiento y reflexión. Lo reconozco, soy lector de mi mismo, me preocupa el fondo y la forma y aquellos lectores ocasionales que me visitan (muy pocos y ya es mucho), deben perdonarme mi manía de narrar peripecias personales: no tengo otras.
Cada vez que recorro con mi mirada los libros sobre el islam y los paises de su influencia, que hay en mi biblioteca, y son una buena cantidad, o cuando reflexiono sobre los paises que conozco, que con mayor o menor premura he recorrido y conocido tratando de hablar con gentes y de ver con mis ojos las imágenes que deben ser después explicadas a mi cerebro, me detengo ante un obstáculo: la carencia de modernidad. Es como una mecanismo que se encalla inexorablemente en el mismo sitio y allí zumba y zumba esforzándose en seguir por el vástago que ha de recorrer, pero incapaz de hacerlo. Durante un tiempo, el marxismo pensó que él era la modernidad en el mundo intelectual árabe, pero fué un espejismo producido por el comportamiento dogmático y doctrinal de la teoría. Y aún así, hay que reconocer que hubo un marxismo que se esforzó incluso en trazar su aporte de materialismo dialéctico respetando a la ideología religiosa en el centro del escenario. Espejismo: el sistema rechazó lo doctrinal y de quedarse con algo, fué con el concepto de socialismo práctico que, cercano a la Internacional Socialista trató de enconmtrar caminos hacia la modernidad. Las curiosas fotos de Gamal Abdel Nasser o de Sadam Hussein los muestra de hinojos en el suelo de la mezquita, alzadas las manos. La sociedad no se transforma, sí los líderes. Dios es grande.
La búsqueda del obstáculo que detiene al mecanismo en su marcha hacia el individuo acaba mostrando una escala de valores, que unidos y conjugados impiden la evolución de las sociedades árabes hacia lo que en Occidente entendemos por una sociedad de libertades.
1 - El primer elemento salta a la vista: el individuo no es el elemento primordial de la sociedad islámica; lo es la umma, la comunidad. Los derechos son de la umma, las libertades son para la umma. El escalón individuo desaparece en el seno de esa masa que se mueve según la jerarquía de líderes determine.
2 - Los derechos y las libertades vienen determinados por el Libro y la tradición. El Libro es increado, dictado por Dios. La tradición es el espejo de los hechos del profeta, el elegido de Dios. ¿Quien podría atreverse a modificar una coma, solamente una coma, de los textos?
3 - El idioma es increado. ¿Cómo modificarlo de aquel idioma medieval que era útil para desenvolverse en unas circunstancias que han desaparecido?
4 - El poder salvaguarda los textos con vocación de eternidad. El poder es religioso y si el dirigente político se enfrenta a él, es probable que, a pesar del propio martiriro del ejecutor, aparezca un voluntario que asesine al servidor de Satán: Annuar el Sadat, sin ir más lejos.
Abdallah Larui escribe acerca de los intelectuales en Islam:
El intelectual se forma por una cultura; esta nace de una conciencia y de una política. Digamos aquí algunas palabras sobre dos tipos de alienación: una evidente y abiertamente criticada, la otra tanto más insidiosa que se niega por principio. La occidentalización significa desde luego una alienación, una manera de ser otro, de desdoblarse (aunque el juicio sobre esta transformación pueda ser positivo o negativo según la ideología que se adopte); pero hay otra forma de alienación, habitual aunque oculta en la cultura árabe contemporánea: es la medievalización insensata a la que se llega por identificación casi mágica con la gran época de la cultura clásica. En efecto, la política cultural de todos los Estados árabes combate la alienación occidentalizante por dos medios: la santificación de la lengua en su forma arcaica y la divulgación de las obras del pasado (la resurección del legado cultural) Ahora bien, ¿como no ver que la fosilización del lenguaje y la elección de la cultura tradicional como signo distintivo de la nacionalidad son el medio más decisivo de mantener vivo el pensamiento medieval, así como una eficaz artimaña para borrar de las conciencias la experiencia misma de la positividad histórica.
Ikram Antaki sostiene que mientras el idioma siga siendo intocable, el pensamiento árabe estará imposibilitado para acceder a la modernidad. El radical religioso, en el islam, cree que piensa por si mismo, pero al rescatar el idioma de la tradición y proyectarlo al exterior, es la medievalización la que habla usándole a él como portavoz.
Cuando me siento a escribir esta entrada en mi blog ya es noche cerrada y yo pienso que el mecanismo está obligado a zumbar y zumbar hasta desgastarse su energía, tratando de vencer el obstáculo, fijado ahí de manera permanente desde el mismo inicio de sus tiempos.

V - El Islam que yo se.. Excusa non petita, acusatio manifesta


T y M eran dos buenos amigos marroquies educados en Bélgica; hermanos, hijos de un imán en una pequeña ciudad, practicaban una vida a caballo de sus convicciones musulmanas y su occidentalismo europeo. Eran ambos universitarios, médico el uno y licenaciado en económicas el otro. Nuestra relación era laboral se convirtió en un diálogo lalrgo (de casi tres años) que contaba a su favor el hecho de que ellos bebían occidentalismo y yo conocía bastante la naturaleza del Islam; el hecho de que en una converscación yo pudiera esgrimir argumentos extraídos del Corán o de la tradición les empujaba a verme como una rara avis con la que se podían franquear.
Su madre, en Bélgica, había formado una especie de curso de acomodación para las emigrantes marroquies que pudieran llegar a Bégica: allí las preparaba para que pudieran encajar en la vida occidental, en sus costumbres y dificultades. Su padre como imán era una persona querida y respetada por su comunidad (ambas, la umma y la europea).
Ser emigrante es difícil: lo intuyo porque es un ejercicio que trato de practicar cada día. Desengañado como estoy de las reivindicaciones nacionales, he decidido ser anacional políticamente, y entender que lo nacional es un ámbito cultural que toca los sentimientos; nada que decir a esto último, nada que oponer. Por eso escribo que practico la profesión de emigrante o si se prefiere de exilado y por esa razón creo que comprendo al extranjero; al que habita en cada uno de nosotros y que es hijo de la timidez entre otras cosas; y al que tengo delante de mi, al que veo cada día en una u otra acera. Todo hombre, repito, es un extranjero ávido de hogar, pero un grupo de hombres ávidos de hogar pueden convertirse en una nación con apetencia de poder; basta con encontrar las diferencias y sus causas, y a partir de ello lo más perentorio es identificar al enemigo secular.
T y M eran iguales en casi todos, iguales a todos. Quiero decir que a la hora de charlar de cosas trascendentes o intrascendentes, eran iguales y tenían sus opiniones; no había nada que les diferenciara de todos los demás, hasta que se llegaba a temas relativos a las diferencias culturales entre los musulmanes y el mundo occidental; la realidad era que cualquier tema cultural acababa reducido al ámbito de la religión y al ámbito de la idea de religión de dos personas musulmanas creyentes con un ligero matiz de escepticismo frente a un grupo de cristianos descreidos. "Yo respeto las costumbres de los míos y sigo El Corán, pero no es para mi algo que no se pueda criticar o modernizar" me decía Taieb
Hasta ahora he intentado sintetizar una línea de hechos históricos en una afirmación:
"El islam nace como el abandono de una situación politeista en una población en la península arábiga, que vive on una pulsión interna en busca de encontrarse en nación. Influenciados por el monoteismo cristiano bizantino y judío, resume una ideología religiosa en ideario nacional, lo que en si representa un paso hacia la modernidad. La nueva religión funciona como elemento de cohesión del cuerpo social, que no se basa en los individuos sino en la comunidad, la umma.
La nueva nación sufre en 100 años violentos sucesos de acomodación y se divide en dos grandes corrientes: la que aspira al estado y usa el Corán y la tradición como modelo para el comportamiento, y que escoge el camino de la expansión y la conquista; y la que aspira al espiritualismo y entre el profeta y la comunidad sitúa al imán que con el Libro es la Guía de los fieles para santificar la vida".
Las conversaciones con T y M me los muestran como individuos en el sentido que tiene este concepto en Occidente. Poco a poco voy comprendiendo que los hijos del buen imán de la pequeña capital de provincias en Bélgica, viven una doble vida: son por un lado hombres europeos, modernos, occidentales, que comprenden y disfrutan del régimen constitucional y democrático que se respira en esta Europa. Ocasionalmente incluso, me lanzan a la cara críticas por la manera pasionada que tenemos en España de comprender el mundo liberal y moderno en que nos movemos: ellos han asimilado una manera belga menos impulsiva, de enfrentarse a los hechos. Este es el mundo exterior en que viven y en que se relacionan.
El otro mundo es el de la umma familiar, el de la comunidad, cuando visitan la casa de sus padres en Bégica, o cuando van a visitar a sus familiares en Marruecos, o cuando se reúne la familia en el Ramadán, que cunplen celosamente, o en el seno de las celebraciones familiares. Sus hijos no van a colegios islámicos sino a institunciones de enseñanza españolas, de pago, privadas, hasta cierto punto elitistas. Los sábados acuden a una escuela coránica para familiarizarles con los textos, algó así como las clases de catequesis para un niño cristiano. Cuando se encuentran con familiares, les explican las excelencias de este sistema de vida. Pero cuando surje un tema crítico en el acontecer internacional, siempre encuentran, dentro del general acuerdo con nosotros, un pero que colocar en la converrsación conmigo, un elemento diferenciador que muestra la divergencia. Ellos, los dos hermanos, viven tranquilamente la divergencia.
Cuando florece la filosofía en el islam, lo hace en dos sentidos. En Oriente floreció la mística a partir de Avicena. En Occidente el aristotelismo gracias a Ibn Tufayl, a Avenpace y sobre todo a Ibn Rushd.
Cito de nuevo a Ikram Antaki:
"Y es sorprendente ver hasta que punto las tendencias del incosciente y del consciente antropológico decidieron los caminos de la filosofía islámica. Su desarrollo en el sentido aviceniano no se detuvo. Siguió adelante en Oriente mientras que la obra de ibn Rushd -su gran comentario de Aristóteles- apenas tuvo eco allí. Pasó a Occidente gracias a las traducciones latinas, y causó una revolución en el pensamiento científico de la cual ningún árabe participó. Al contrario, floreció la mísiica. Tanto la contemplación sufista de Dios como el peso de los juristas ahogaron la filosofía y mientras que de Toledo iban hacía el norte los eruditos, mientras que los judios traducían los originales árabes al romance y que los cristianos los pasaban al latín, mientras que penetraba en Europa el sistema numérico indo-árabe por medio del álgebra del persa Al Jawarizmi, el Oriente árabe dejó de leer, de traducir y hasta de contar."
El florecimiento de la filosofía en Al Andalus durante el tiempo de las taifas, dentro del ambiente de refinamiento y relativa libertad de pensamiento y discusión, actuó como un engarce entre los descubrimientos árabes y la Europa que a partir de ellos iría lentamente a preparar su Renacimiento.
Cuando a finales del siglo XIX el Imperio Turco canceló la figura del Califa como jefe espiritual de todos los musulmanes, el tren de la modernidad estaba irremediablemente perdido para los Estados árabes o islámicos que se estaban forjando y que irían forjándose hasta mediados del siglo pasado.
Hablando con T y M sobre los atentados del 11 S en USA y sus consecuencias, notaba yo que una enorme incomodidad se apoderaba de ambos. No defendían a Al Qaeda, todo lo contrario, ni justificaban los atentados: antes bien execraban de ellos y sentían piedad profuinda por las víctimas. Pero tenían el corazón dividido entre un Occidente que no se merecía aquello y un Oriente que alegrándose por lo que estaba sucediendo, les ponía a ellos en la situación dificil del que no quiere ni aplaudir ni culpar. Ese desgajamiento era tan evidente, que se ponían de malhumor. Querían ante mi, disculpar la ignorancia de la población que aplaudía el derrumbe de las torres como ahora gritan airados sin saber porque frente a la clase académica del papa Benedicto. Y algo, repentinamente, apareció ante mi: econtraban en Europa, ambos, las convincentes razones para echarnos en cara la provocación; no les hacía falta acudir a los movimientos radicales en Oriente, sino que encontraban suficiente munición crítica en la prensa europea. Y sentía, posiblemente, la satisfacción de ser así, incluso, más europeos. Si la propia Europa pensaba que tal vez merecía esa inquina y ese trato, ¿cómo no iban ellos a estar en desacuerdo?

sábado, septiembre 23, 2006

IV . El Islam que yo sé. . El nacimiento de una nación

Me pasa siempre con los textos que cuando empiezo a escribir no se exactamente como hacerlo: Por eso acudo a las imágenes de mi vida en este deambular que es cada día. Vivir tan rodeado de naturaleza, siendo ella misma por osmosis, entrando por mis poros el fresco del otoño o el calor abrasador del verano, tiene la ventaja de hacerme sentir en la carne, en el cuerpo mismo, aquello que en la coimunidad de una ciudad no se siente con tanta intensidad. Aquí el clima no es exactamente la lluvia tras los cristales, sino la lluvia que viene y nos acompaña y escampa yéndose hacia el sur o el norte, mientras tu la ves irse dejando su mojadura en forma de charcos o brillos. No hay alcantarillas en el campo que beban, desde sus registros de metal los excedentes líquidos y los regatos se animan ligeramente y dejan en su centro caer un hilillo de agua que dura poco.
Es el tiempo lo que debe apresar aquel que quiere narrar lo que fué: todo lo que contiene el tiempo que se convierte en un baul inmenso. Los sonidos y olores, los paisajes, las voces de las lenguas diferentes, la risa de entonces y su delicadeza, la misma violencia desatada o la violencia de cada día, nada se puede explicar sin el tiempo en la mano, dejándolo encima de la mesa y del escrito para que como una pantalla de cine pueda mostrarnos que el poder es vioneto, se alía con la fe religiosa, que se busca un solo dios a la manera de los judios que conviven en los oasis o de los cristianos de las ciudades cristianas más al norte: ¿porqué buscar una fe? Años después Ibn Tufayl nos explicará que la marca de dios la llevamos dentro de nosotros, en ese álito real que es la vida, pero aquí, entre los árabes, ¿porqué buscar una fe? Se diría que porque la pulsión interna de esa masa de nómadas o de habitantes de las ciudades, llama a la formación de una nación que pueda desprenderse de la amenaza bizantina y de la amenaza sasánida; una nación necesita ideas concretas compartidas por todos: ¿sería entonces el islam la respuesta a una pulsión nacionalista?
Con Mahoma el Islam renuncia a crear una iglesia institucionalizada y a formar un magisterio dogmático a la manera del cristianismo; en su lugar da paso a una comunidad de creyentes. Esto se podría considerar como un paso hacia la modernidad, teniendo en cuenta que la estructura social de la Arabia de entonces: tribal, asentada en el nomadismo del desierto y las agrupaciones en las ciudades. Para que la comunidad de creyentes se asentara en un proyecto consistente debía cimentarse primero ideológicamente y luego en la práctica de la vida de cada día. "Así se instituyó el consenso como regla social y el regreso a la tradición como referencia ideológica obligada" explica y escribe Ikram Antaki en "La cultura de los árabes".
A la muerte del Profeta sus hechos y palabras se convierten en la Sunna, en la fuente de la tradición. Ante las circunstancias variables que agitan a la comunidad de los creyentes, la pregunta es siempre "¿que hubiera hecho el Profeta en esta circunstancia?" y la respuesta aparece revisando sus actos y sus palabras, el testimonio que él diera. Unida al Corán, la Sunna forma el gran fresco dogmático del Islam de la gente sunní, de la gente de la Sunna y se redacta cabalmente buscando todas las referencias posibles, ordenando los hechos. En el Islam todo sucede a una velocidad de vértigo; en el cristianismo se necesitan doscientos años para disponer de Evangelios organizados y el principal cuerpo dogmático son las cartas y escritos de Pablo a la largo de su deambular. Es el testimonio vivo de alguien que ni siquiera conoció a Jesús. En el Islam todo se organiza en medio de discusiones violentas, cismas y rupturas, pero con celeridad se redacta el canon dogmático que deberá servir para contener y controlar los actos y creencias de la masa de árabes y de las poblaciones que por conquista caen bajo el nuevo orden orden.
Los tiempos no pueden verse en la distancia más que por los testimonios escritos, por las tradiciones y por las ruínas que dejan. Por muchas evidencias que tengamos, por la misma evidencia de los textos que se mantienen intocados desde el primer día (¿quien se atrevería a cambiar una coma del Evangelio de Juan, pongamos por ejemplo?) intentamos mirar los tiempos y vemos una agitación nerviosa, una violencioa exarcerbada. Los tres primeros califas mueren asesinados: hombres que conocieron al profeta los tres primeros son discutidos por una parte de la comunidad que cree que es el sobrino y amigo Alí quien debe sucederle, pero los poderosos de la Meca, que perdieron la guerra civil siguen en su lugar como siguen siempre lo poderosos en el suyo defendiendo sus intereses, ahora sumisos, ahora hostiles. Es lo que tiene el poder, que permanece inalterable aún pasadas las revoluciones. El asesinato es la forma expeditiva de mover la historia.
El Islam no es solamente la religión monoteista más joven de entre las tres del libro, es además una religión que nace a la luz del día y dentro de un suceder natural que no encuentra rivales, en su principio, por temas ideológicos, sino por temas económicos y de control comercial. Y escribo que nace a la luz del día porque no es el resultado de una encarnación divina en el vientre de una mujer humilde, ni del caminar taumatúrgico del hijo de un carpintero modesto. Ni las conversaciones e imposiciones de un Dios desabrido al pueblo escogido a lo largo de siglos. Mahoma se retiró a meditar a una cueva y al salir relató que se le había aparecido un arcángel y había empezado a dictarle una religión completa, un sistema cerrado de creencias y comportamientos, un manual de instrucciones: un Libro. Mahoma no hizo milagros, se limitó a repetir a los demás lo que el Arcángel le dictaba a él, y luego, con ayuda, lo transcribía en soporte escrito. El Corán es la revelación, es la verdad desvelada, a la que se han sacado los velos para que resulte evidente en su presencia desnuda; es la palabra de Dios inspirada por Dios, dictada en el árabe, la lengua de Dios que había depositado en los árabes para que pudieran recoger su enseñanza. Y puesto que el Coran es el dictado de Dios y el árabe es su lengua, increados ambos como Alá mismo es increado, y puesto que todo ello había llegado a Mahoma por designio de Dios, este se convirtió en su enviado, el Profeta, el transmisor.
Mientras las nubes cargadas de agua, restos de una tormenta tropical que ha atravesado el Atlántico y se nos ha metido en nuestra geografía, amenazanm descargar sobre el prado, repaso libros, los ojeo, busco notas tomadas tiempo atrás; debo decir que no sé por donde empezar porque no tengo un objetivo demasiado concreto salvo mostrar algo de lo que se sobre el islam, sobre su historia. Y todo ello porque me impresiona ver cuanto se habla sobre un tema tan complejo y cuan poco se sabe. Aunque en realidad se sabe muy poco de casi todo.
Va a llover, me digo, y cierro las puertas del invernadero, cierro los grifos que gotean y meto dentro las sillas de lona que han aguantado al sol durante el verano. Con una bandeja de caléndulas ya secas, me quedo dentro del recinto de cristal separando semillas y metiéndolas en un frasco de crital. de todas las operaciones al acabar el verano, esta es de las que más me gustan: separar las semillas, enfrascarlas y etiquetarlas para c uando llegue la próxima primavera. Y mientras hago todo esto me pregunto ¿cual es el tema? ¿Quie es lo que quieres desvelar?
Si el Profeta, que nunca dijo que fuera el último, tan sólo se denominó asimismo "el enviado de Alá" renunció a la creación de una iglesia y lo dejó todo escrito en un Libro que le había sido dictado por Dios, sus razones tendría. Seguramente pensaba que la palabra de Dios sería el dique capaz de contener los actos del hombres. Había descrito pormenorizadamente una regla para vivir con un cielo protector sobre la cabeza. Lo que nunca dijo es que sus hechos y decisiones deberían de ser para siempre jamás (la palabra jamás, con toda su expresividad de rotunda negación eterna, es de procedencia árabe) jueces de comportamientos.
Pero 25 años después de la muerte del Profeta, sus únicos descendientes directos, su sobrino y yerno Alí, y sus dos nietos hijos del anterior, Huseis y Hasan, habían sido muertos, asesinados, borrados de la faz del mapa; ellos y sus seguidores habían sido traicionados, vendidos, engañados y finalmente masacrados en Kerbala donde los cuerpos de los 72 últimos seguidores, mujeres y niños incluídos, fueron paseados en la punta de las lanzas de los que pretendían construir un estado, pasado ya el tiempo de hacer religión. El islam ortodoxo, mártir, había desaparecido dejando el terreno al islam que, disponiendo ya de una nación ambicionaba un estado. De ellos dice Antaki: "habían conocido los fastos de Levante y habían entendido el valor de sus conquistas" y a la pulsión conquistadora se añadía la necesidad de dirigir y administrar. En esta nueva situación aparecen los seguidores de la Sunna, de la sagrada tradición: la manera de concebir la religión como un asunto de estado, en la que el Califa, como un "lugarteniente del enviado de Alá" junta en la misma mano todo el poder, ideológico y administrador. Por el contrario, sobre los despojos de los derrotados nace la Chi'a, que hace del martirio su propósito de fe. Si la Sunna es la ideología de los gobernantes y de los administrados, dentro del orden, la Chi'a será la ideología de los desposeídos, de los derrotados, de los humillados. De la Sunna nacerá el conocimiento, las escuelas, el camino del futuro. De la Chi'a nacerán los cismas y las revueltas. Cito a Antaki: en el mes de diciembre de 1978, cuatro millones de iranís salieron a la calle gritando "muera el Sha", muera Yazid. Sha Huseyn, Sha Jomeini" Un acto político tomó base sobre la historia, esta se hizo memoria y se transformó en acción colectiva y en conciencia".
Con la Sunna se sucederán los califas como soberanos temporales del estado que se expande. Siendo el islam una cultura de ciudades, segmentadas en arrabales, resulta más sencillo acumular en ellas cuanto de bello y extraordinario se conoce o sucede en el mundo. La Chi'a se desarrolla en torno a sus ciudades santas y bajo el manto absoluto de la infalibilidad del imán. En dos geografias separadas, el tiempo pasa por las ciudades del poder y por las ciudades del martirio de manera diferente. En la Sunna se agrupan los musulmanes de la primera hora, los dueños, los conquistadores, los llamados a la conquista. En la Chi'a los que llegaron tarde, los compañeros de viaje, los maulas. La Chi'a es mesiánica y al final del ciclo aparecerá el Mahdi, el doceavo imán, aquel que ha de traer la perfección al mundo. Todos los imanes son uno, todos forman en su cadena una sola persona. Los ciclos de doce imanes se suceden en la historia: Jesús tuvo doce apóstoles: el profeta fué seguido de doce imanes, los seis primeros asesinados, el séptimo dará lugar a la escisión de los ismailies. No es lo mismo ser imán que califa: el imán es puro e infalible; el califa es poder temporal, administración y orden. En el primero no hay corrupción, no hay tradición, está el Corán y la palabra del guía espiritual. El califa nunca alcanzará tan alto nivel ni lo pretende: lo suyo es el poder.
Empieza a llover. Goyerri corre a meterse en casa y desde la cristalera del salón me mira. Yo me he quedado en el invernadero, tras los cristales por los que caen goterones que siguen caminos sin curso, deambulantes, nerviosos trazos de gotas de agua que parecen células siguiendo una dirección hacia la tierra.
Esta entrada cita y usa mucho de lo que contiene el magnífico libro de Ikram Antaki "La cultura de los árabes".

viernes, septiembre 22, 2006

III - El Islam que yo sé: Todo empieza emigrando


Hace muchos años,cuando este bosque no existía para mí, estaba yo visitando en primavera La Alhambra y vi llorar a un magrebí, vestido con propiedad y elegancia, muy a la europea. Era un hombre de unos 40 años, o tal vez menos, porque su físico enjuto podría envejecerlo; le acompañaba una mujer vestida como él, a la europea y lo mismo la niña, que no tenía diez años todavía. Paseaban por el Patio de los Arrayanes y allí coincidimos; desde siempre es ese patio con sus dos macizos rectangulares, largos y bien trazados de arrayán oloroso, sobre una fachada prodigiosa de ventanas y aberturas como puertas, el lugar que prefiero de todo el conjunto. Reparé en el hombre que explicaba a sus dos acompañantes, con pasión traducida en ademanes algo a lo que ellas prestaban extasiada atención, y entonces él se detuvo, se quedó en silencio, bajó la cabeza para mirar la lámina de agua que cruza el patio, límpida y calma y reparé en que lloraba porque llevó su mano derecha a los ojos y los restregó con el gesto de quien detiene y seca lágrimas. Lloraba, lo pensé de inmediato, por el esplendor perdido de su pasado, en pais extranjero. La mujer, de la que no recuerdo el rostro, pero si que llevaba una falda por debajo de la rodilla y una blusa blanca, y que su cabello era una melena corta, ella, al verlo llorar apoyó una de sus manos en la espalda, sobre la tela de la chaqueta azul que él llevaba y frotó la superficie, en una tosca caricia emocionada. Pasé por el lado del grupo y les miré como por casualidad: creo que incluso sonreí.
El problema de nuestra historia en que nos la cuentan a trozos sin casar, y a veces con agujeros. Nuestra historia no es nuestra sino que es de los otros que a base de narrarla nos la dejan sobre la corteza del cerebro, más que en el lado de la razón en el de la emoción. Yo la llamo "Historia de la Cocina" y es la que se transmite de padres a hijos en el silencio de la casa familiar, con aroma de confidencia. Hay cosas que no se escriben, pero se dicen al oído: suelen ser derrotas, huidas, humillaciones. Nuestra historia es entonces la historia del otro, del enemigo que nos venció un día tal de tal mes de tal año. No importa que en los trescientos o cuatrocientos años siguientes la historia, a trancas y barrancas, haya soldado y cicatrizado heridas y haya creado nuevos tejidos que viven y funcionan con acierto y eficacia; viejas rivalidades se arrastran convertidas en bromas o cabreos o campos de futbol de cualquier división. Pero en un cajón de la cocina, junto a los albumes del recuerdo se guarda el odio encadenado al cuchillo del desengaño.
Ahora oigo decir que Al Andalus deberá volver al seno del Islam y no me sorprende, porque vi llorar a un magrebí en La Alhambra y porque no sé lo que mis vecinos magrebies que viven en la otra punta del prado piensan de esta tierra en la que están asentados, peor que mejor seguramente. ¿Pensarán que les pertenece Al Andalus? ¿Pensarán que este duro y fatigoso caminoso del emigrante es solo el primer paso de un proceso de recuperación? ¿Lo soñarán y hablaran de ello en las cenas del Ramadán?
Una lenta y tozuda línea de magrebiés y subsaharianos cruzan el mar en una emigración que parece la de los pájaros o la de los peces. Llegan y llegan y llegan, a la tierra de promisión que les muestra una pantalla de plasma o un tubo catódico. Cuando yo era niño esa misma línea de hormigas salía de España por los Pirineos en busca del paraiso del trabajo y las divisas que estaba más allá de las montañas. Para hacer la vendimia en Francia, o para trabajar en el vino, o para la reindustrializada Alemania, o la industriosa Suiza, allí iban nuestros pueblos despoblados de Castilla, Murcia, Andalucía, Aragón, después de haber hecho el camino a Cataluña. ¿Que hubiera sido de España y de su economía si dos millones de españoles no hubieran decidido abandonar su hogar y coger la maleta de cartón?
Todo tiene un sentido. Trato de escribir sobre los árabes y sobre el islam, de escribir lo que sé y lo que pienso, y voy a tomar algún tiempo. La historia, como el universo, o tiene un principio o no lo tiene; no se puede cortar por un lugar y decir "yo empiezo aquí" porque es una largo hilo de sucesos que son causa los unos de los otros, entrecruzándose y tejiendo urdimbres de dibujo apretado donde la trama dificilmente se descubre. Pero sabemos, que el profeta emigró de La Meca a Medina porque en la primera, en su ciudad, le hacían la vida imposible, no solamente a él sino a sus seguidores. Ahí tenemos a la primera hilera de hormigas que huyen de su casa en la oscuridad de la noche para salvar vidas, que no haciendas que no tenían. El profeta sale el último, en la última noche que es la primera de la Hegira. Va a Medina porque se lo han ofrecido desde allí, va a poner orden en los enfrentamientos entre comunidades árabaes y judias que en su oasis conviven.
La explosión conquistadora que se inicia con la muerte del profeta no es fruto de la casualidad. Los hechos históricos no suceden porque alguien chasquee los dedos; sucede porque la dinámica de la pequeña historia, y la dinámica de la gran historia, van tejiendo la narración de los hechos que se van causando porque tiene que ser así. Existen precedentes: nadie hubiera podido unir a los árabes de las ciudades de Arabia, de las ciudades de los oasis y de los caminos caravanares con las tribus árabes del desierto, los nómadas y los habitantes del Yemen más al sur, si no hubiera en aquella época y en aquel lugar del mundo la tendencia dinámica a buscarse en nación, como salida al estado dependiente de los imperios de Bizancio y sansánida. Flotaba en el ambiente, se tendía a una unión que dimana de acuerdos de vasallaje, centrados en la costumbre de aplicarlos a relaciones entre las tribus y un señor natural y respetado, acuerdo que obligaba hasta que la muerte o la indignidad del señor lo rompia. El Sayyid (el jeque) no lo era por herencia sino por respeto y riqueza. Y Mahoma, con sus hechos fué emergiendo con las virtudes de un sayyid que aportaba un ámbito de encuentro y entendimiento más allá de la tribu. Mahoma ofrece la umma, la comunidad de los creyentes (al principio en Medina abarcaba también a los no creyentes, pero esto decayó) que se construye sobre elementos tradicionales de la tribu pre islámica, pero se cohesiona con un contenido religioso que emana del Corán, de la palabra del profeta y de sus hechos. La umma sustituye los lazos de parentesco por los de la religión y sobre ella establece la organización política.
Muerto Mahoma en 630, los árabes, que han encontrado jefes militares entre los más cercanos al profeta, se encuentran capaces de salir a dirimir sus problemas con bizantinos y persas: han superado el tribalismo y son una masa que necesita espacio vital. Y emigra como un ejército; primero la conquista; luego las leyes, luego los colonos que toman la propiedad de las tierras de los poderes anteriores o de su nobleza. Desbordan el espacio natural de Arabia y emigran por el fuego, la sangre y los pactos. El 711 llegan aquí, vencen y se quedan. Grandes oleadas de emigrantes buscaban su futuro y su riqueza, o en muchos casos el pan de cada día.
Cuenta Ibn Al-Kardabus:
Señaladamente Al Andalus y el Magrib estaban en manos de los cristianos y de los bereberes, más la costa del mar la tenían los cristianos y el mar abierto interior los berebeberes. De ellos hubo a quien le llegó la exhortación y se huizo musulmán, y otros a quienes la llamada no les llegó por lo que permanecieron en la ignorancia espiritual.
Y estaba en Tanya (Tanger) un cristiano llamado Yulian, un jefe de Rodrigo, rey de Al Andalux.

jueves, septiembre 21, 2006

II - El islam que yo sé: El filosofo autodidáctico

Aquí en el bosque, en lo que es el bosque, es decir, la espesura, somos muy pocos. Ya he dicho que se suele uno encontrar con corzos, que hay y he visto los rastros, jabalies que aquí se les dice jabalinas, y zorros, además de rapaces, cornejas, cuervos, mirlos y otros más pequeño que no distingo bien. Vuelan de vez en cuando sobre el prado un par majestuoso de aguilas pescadoras. Naturaleza en estado de esplendor. Podría ser este bosque el escenario de la obra filosófica de Ibn Tufayl, aunque él lo hace suceder todo en una isla en el Índico. Mientras pienso como encarar esta entrada y analizo el contenido de la que escribí ayer, porque no quiero perder el hilo y he decidido alternar mi visión del islam con las obras y textos de autores creo, deberíamos conocer en mayor profundidad y maravilla, imagino esa isla y miro las estampas, tal y como se las llamaba, del ejemplar que tengo editado por Trotta. esta isla, que yo llamaría la Isla de las Maravillas, se me antoja en mi imaginario cercana a la Isla del Tesoro, que es un lugar al que todavía a mis años, vuelvo de vez en cuando.
Ibn Tufayl nació el siglo XII en Guadix y convivió con almohades y almorávides, lo que de por si era difícil para cualquiera que hubiera vivido el califato o el desmembramiento en taifas. Fué médico, participó en la administración y parece que gobernó en Ceuta. Forma parte de ese racimo de pensadores y escritores que en Al Andalus, es decir, toda la porción de Hispania ocupada o habitada por el Islam, ejercieron un magisterio en el pensamiento y en la propagación de la filosofía y la búsqueda de la verdad, que en muchos casos de estos que me estoy refiriendo, más que buscar la verdad era explicar la verdad que contenía el Corán.
Pongámonos en situación, porque la historia que narra el libro, es además de profunda, maravillosa. Recomiendo su lectura, sin duda alguna: 113 páginas incluyendo notas y una amplia Introducción muy ajustada y bien escrita.
Una princesa, enamorada de un príncipe con el que no puede desposarse por designio paterno, queda embarazada y tiene a un niño al que conoceremos como Hayyi. Desesperada por que su padre el sultán no se enterara y ejecutara al amante, (ya vemos aquí cómo los sultanes eran ya padres terribles para los mismos árabes) decide introducir al niño después de amamantarlo en una caja de madera y lo lanza al mar.
Llega la caja a una isla y la propia arena forma en torno a ella un pequeño dique para evitar que las aguas de nuevo se la lleven mar adentro. Una gacela acude a la playa y al ver la caja la olisquea, percibe dentro la vida, el llanto del niño, y con la pata, delicadamente, rompe la tapa,. aparta las tablas y al descubrir al recién nacido, hambriento, le pone a la altura de su boca los pezones y le alimenta. (La evidente semblanza con Moisés salta a la vista, con los gemelos romanos amamantados por la loba comparten el paisaje y el mamífero amigo).
Criado por la gacela Hayyi empieza a ver el mundo exterior y en él a los demás animales. Comprende que es inferior a ellos.Descubre las ramas de los árboles como herramientas defensivas y las hojas para vestirse hasta que se hace un traje con las plumas y la piel de un águila, símbolo cristiano de la sabiduría en los evangelistas. Muere su amiga la gacela y Hayyi no comprende la muerte. Este momento está narrado con untono sensiblemente emocionado.
Imagina que en su interior hay un mal terrible y decide buscarlo: la disecciona y llega al corazón. Comprende que en los espacios vacios del mismo debía estar el eter, el vapor de la vida y que se ha ido. Comprende que está sin su amiga, que este stado es definitivo y es la muerte; el cuerpo empieza a corromperse. la visión de un cuervo enterrando a otro le da la idea de enterrar a la gacela. La visión del cuerpo corrompido le permite comprender que el cuerpo no es nada y que lo que realmente importa es el álito interior que ha abandonado a la gacela.
Hace amistad con las otras gacelas. Conoce la isla y comprende que nadie hay más como él. Aprende a diferenciar los animales, a comprender lo que es la unidad de cada especie y el conjunto de las mismas. Comprende que el reino animal es uno y de la misma manera el vegetal y el mineral. Aprende el movimiento al observar los cuerpos y conoce la pesadez o la ligereza de los mismos, y la corporeidad.
Deduce la existencia de las almas, la animal y la vegetativa; y profundiza en la naturaleza de los seres inanimados. Deducida la existencia del alma se dedica a su estudio. La observación del agua en movimiento le sugiere el principio de la forma y repara de nuevo en la forma de los cuerpos y ello le lleva a comprender que toda esa creación de formas y animación no puede haberse producido desde esa misma isla en que coexiste. Hay un creador de la forma. Se dedica a contemplar el espacio y llega a la conclusión de que es esférico, igual que los astros celestes y la esfera le sugiere la perfección.
Tiene que decidir en una cuestión : si el mundo es eterno "a parte ante" debe de existir un motor. Si es producido debe de existir un creador. Se decanta por la idea de un Autor incorpóreo.. Este Autor será la causa de los demás seres. Hayyi ve huellas de este Autor en cuanto observa a su alrededor. lo reconoce perfecto, carente de imperfección. Tiene 35 años de edad y ha llegado al Creador, solo y aislado en la isla.
Miro hacia el bosque mío y me pregunto por mi propia capacidad para llegar a alguna conclusión. Se, sobradamente, que estoy ante una lección que lleva a una moraleja final, pero me sorprende el ritmo de la narración, la seguridad en los conceptos. Ibn Tufayr no escribió más obra fiolosófica que esta; si escribió otras cosas y actuó, por ejemplo, como presentador de Ibn Rush a los almohades, al que él, según declara, animó personalmente a traducir a Aristóteles al árabe. Habrá pues que agradecerle algo más que este magnífico librito cuyo guión trato de sintetizar para no aburrir a nadie.
Habiendo llegado al connvencimiento de la existencia del Autor, del Creador, trata de entender la causa por la cual ha llegado a reconocerlo y se dice a si mismo que es porque está impreso en su alma. El alma, esa esencia que abandonó a la gacela, será por tal razón, incorpórea e incorruptible. Ahora Hayyi comprende que los anímales y los cuerpos celestes son de diferente naturaleza y que estos últimos son incorruptibles y están más cercanos al Autor. Se ve asimismo diferente a los animales y se separa del reino animal. Los cuerpos celestes y las almas se asemejan, se dice, y tratando él de asemejarse a ellos se acercará al Ser necesario que está impreso en su alma.
Para alcanzar ciuerto grado de incorporeidad y asemejarse a los cuerpos celestes, forma suprema, debe tratar de varias sus costumbres, su dieta, debe ser más frugal, sus pènsamientos deben concentrarse en su objetivo y descubre que, al igual que los cuerpos celestes, el movimiento rotatorio sobre sus pies, ora lento ora acelerado, le abstrae y si decae debe parar para alimentarse lo justo y volver a circular en torno a si mismo, pensando, buscando, la unión con el Ser Creador.
Hayyi alcanza la visión intuitiva del ser necesario. Conoce la luna. Conoce los astros. Conoce su esencia. Conoce la Verdad. Alcanza el éxtasis. Cuando sale del éxtasis comprende que el nivel superior de conocimiento solamente se alcanza en el éxtasis, en el abandono del yo, y trata de repetir la experiencia de manera habitual.
Es cierto que estamos ante el sufismo, ante una mística que antecede en trescientos años a la mística cristiana de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, y a los fenómenos de alumbramiento que proliferarán por Castilla durante el siglo XVI. Pienso que Ibn Tufayl, que era un intelectual ocupado en su medicina o en sus cargos administraticos o políticos, escribió solamente este libro de filosofía (o de mística, si se prefiera) porque dedicó mucho tiempo a irlo produciendo, creando lentamente. Estamos ante una enciclopedia del saber natural de su tiempo, ante un repaso a los tres reinos, al alma, a la esencia y a la existencia, a la disquisición entre eternidad o finitud: todo en 113 páginas apretadas escritas por un hombre que se me antoja meticuloso, extremadamente meticuloso. Y pienso en la gacela: Ikraim Akati escribe en su magnífico libro "La cultura de los árabes" que los ojos de las gacelas son bellísimos y de ahí la habitual comparación entre los ojos de las mujeres y los de ese animal. Esta gacela de la isla, es además de bellísima, entrañable. En la lámina arriba vemos a Hayyi en el proceso de disección, impresionante literatura en pleno siglo XII.
Llegamos al final: Hayy recibe una visita, se trata de un sabio: Absal. Llega a la isla y al ver a Hayyi piensa que está ante un hombre desgraciado; le enseña a hablar y ambos empiezan a desgranar sus conocimientos. Hayyi no comprende que lo que él ha aprendido de tan sencilla manera deba enseñarse a los hombres con alegorías. Él sabe coimo llegar al éxtasis y Absal acepta llevarle con los hombres. Vuelven a la realidad del mundo exterior y el fracaso es notorio, los hombres desprecian su saber, son incapaces de comprender lo sublime. Cansado vuelve con Absal a la isla, los dos solos, a reunirse con el Creador.
Daniel de Foe, después de leer este libro escribió a su vez Robinson Crusoe, donde irónicamente cantó las habilidades del hombre blanco ayudado por la tecnología y por su capacidad de esclavizar a un negro, al que incluso le pone nombre, es decir identidad. Y el arranque de la historia es el mismo de la historia de Tarzán, amamantado y criado por una gorila, hombre blanco también al fin, llamado a gobernar a todos los monos del universo. Es el mismo ser soberbio que arrancará a King Kong, seducido por una rubia tonta y cazado por un depredador de la fauna, para acabar en lo alto del Empire State Building, fusilado al amanecer por los aviones de la nueva tecnología del siglo XX.
Acabando de escribir esta entrada al blog de hoy, me viene a la cabeza el poema de Lucrecio y me digo a mi mismo, estoy solo y es madrugada, con cuanto esfuerzo los hombres de bien han tratado de dejarnos su conocimiento.

martes, septiembre 19, 2006

I - El Islam que yo sé: Dios lo quiere


En 711, noiventa y dos años depués de que el profeta saliera huyendo de La Meca en dirección a Medina, los árabes y sus compeñeros de aventura, estaban en Hispania, la cruzaban como una exhalación y llegaban a Narbona: punto final por occidente a una aventura de conquista de una celeridad pasmosa; pocos años después llegaban a la frontera china. Ese enorme imperio tenía una columna vertebral en la familia del profeta y sus maulas, clientes y amigos. Después de 150 años de tensiones, el imperio se había fragmentado en provincias autónomas y unícamente restaba un potente elemento integrador, que salvando las diferencias dirimidas en guerras civiles o inciviles, mantenía una fraternidad de consecuencias imcalculables: el islam.
Hoy, solventando las últimas horas de mi catarro, he dedicado la mañana a preparar el jardín para lo que llamo en términos comerciales "cierre por hivernización" y que consiste es trasplantar especies para entrarlas en el vivero, en sacar todo lo que después de florecido se agota, en limpiar el invernadero, sacar y airear los muebles del mismo paea evitar plagas, insectos y todo eso y , en fin, un montón de tareas que suelen ocupar más tiempo del que uno deseara.
Cabe añadir que he pedido permiso al Ayuntamiento para subir al bosque a recojer madera talada y abandonada (hay mucha en forma de troncos de tamaño regular) que después del verano estará seca y aprovechablen, y que de pasar un invierno con lluvias y nieve se pudrirá. Me ha ilusionado hacerlo; hasta ahora subía en la época de la tala, pero he visto coches cargados de madera bajando de Aguas Vertientes y he preguntado si es que estaba permitido: con un permiso del Ayuntamiento si. Ya lo tengo. La próxima semana me equiparé de leñador.
Hay que tener en cuenta que el islam es la más joven religión monoteista de la historia y cuando se gesta en la mente del profeta, las otras dos imperan en un universo de pequeñas religiones cargadas de ídolos que llegan a La Meca en la ruta de las caravanas. Mahoma, que es como llamamos a Mohamad en Occidente, en sus viajes en las caravanas de su mujer, en los caravansares que visita, conoce de esas religiones y de sus palabras; debe de conocerlo porque de lo contrario convendrá aceptar que todo lo que en el Corán aparece como común al judaismo o al cristianismo fueron revelaciones de boca del Arcagel, quien habló en árabe porque esa era la lengua increada de Dios, a su vez increado.
Durante la mañana, entre tarea y tarea, me he planteado si no sería bueno poner al día y en orden mis libros y conocimientos (todo es casi uno) sobre el Islam. Entre invernadero y macetas, iba repasando autores y contenidos pensando en la necesidad, no solamente de releer, sino de tratar de homogeneizar una línea que se traza en mi mente desde las primeras revelaciones al profeta hasta el oculto intento de golpe de estado en el Marruecos vecino por parte de un grupo de oficiales religiosamente fanatizados, lo que ha hecho que en el país vecino se haya instalado una ley sorprendente: la anulación del servicio militar obligatorio, o lo que es lo mismo: las clases dominantes temen a los soldaditos fanatizados de las quintas. ¡Que Dios nos asista. Ya no es el comunismo su enemigo!
Escribí hace unos días que el bosque no es un lugar en el que no suceda nada. Sucede lo que sucede en todas partes. En un extremo del prado, en el inicio de la salida a la carretera de la Forestal desde la nacional hay unas casitas blancas y en una de ellas viven algunos magrebies con los que no es fácil trabar conversación. Un día apareció un niño en la puerta de mi casa y empezó a jugar con Goyerri: "como se llama" me pregunto; su acento era inequívoco. "Sabahal Hir" le contesté sacando una de la treintena de frases que conozco del árabe y que me permiten , cuando viajo por el norte de África, dado mi aspecto de cabello entrecano, rasgos semíticos y barba corta, obtener la libertad de la chiquillería vocinglera y agobiante. "No hablo árabe, me dijo, el muchacho que no tendría más de 10 años. MI hermano vive en Valladolid y yo soy de Valladolid". No he sabido mucho más de él salvo que me saluda sonriente con sus hermanos, cuando paso por delante de su casa. Las mujeres que allí viven, veladas, responden al saludo en un murmullo inteligible: yo no las miro a los ojos; los hombres contestan con más franqueza, pero retraídos siempre, "hola" dicen y nada más. No facilitan al pararte allí a charlar. Son pocos, pero cuando se produce la tala aperecen muchos, deben avisarse y como la recogida es libre suben en grupos, amontonan leños y siempre quedan algunos guardándo los los montones; la verdad es que es innecesario esa guardia vigilante, porque no es lo normal que alguien recoja leña de un amontonamiento hecho por otros: aquí todo el mundo respeta las maneras y esta es una tradicional, pero seguramente aquellos no lo saben y los que guardan el montón, llevan por precaución innecesaria, un palo en la mano extraído de la misma leña. Tendrán tal vez miedo.
En 629, antes del retorno del profeta triunfante a la Meca, la victoria sobre la población del oasis judío de Jaybar, produjo el primer ensayo de negociación con un vencido y sentó las bases para la creación de aliados que posibilitaran la tremenda expansión que se iniciaría enseguida, Los judios conservaban su tierra pero pagaban un tributo del cincuenta por ciento. Después, la alternativa añadida era mejor: convertirse al Islam y participar en la rapiña, o sea en la conquista del cada vez más lejano vecino.
Hay una frontera entre ellos y nosotros, está clara y delimitada. Viven pobremente y se auxilian; viven en sus costumbres y se recogen: el niño de diez años no habla árabe y me dice que es de Valladolid pero reconoce el saludo, que quiere decir "buenos días". Debe de ser muy duro y complejo, complicado, agobiante, no tengo un calificativo apropiado, vivir apartado. En este pèqueño pueblo serrano de unos mil quinientos habitantes hay emigrantes honduremos, ecuatorianos, rumanos, polacos. Nunca he oído en público una expresión hacia ellos, en privado no se, en público nunca. Trabajan en todo y están en todas partes. Las gasolineras son rumanas. Las camareras del Restaurante Volvoreta son rumanas. Una camarera de La Braseria es colombiana... Chema, el jardinero, que es de Carabanchel contrató a un magrebí e intentó hacerle los papeles, pero fué imposible, porque cuando quiso que firmara un documento para llevarlo al lugar que correspondiera, el magrebí, que no hablaba nada de castellano, desapareció. Me consta que Chema no miente y me consta su honradez. Puedo seguir citando pero no se donde trabajan los magrebies. En las obras de la autovía seguramente, de peones seguramente. Es duro.
El islam nace con una guerra civil en el seno de La Meca entre los más favorecidos y los menos; podemos pensar que nace como una religión de la fraternidad, que en el inicio algo tiene que ver con el amor cristiano; al Profeta le siguen los más especialmente pobres, hay esclavos entre los suyos; pero alcanza su posición de liderazgo por la espada inicialmente entre los suyos, entre los familiares y vecinos y posteriormente en círculos concéntricos, buscando siempre la conversión y la riqueza. No cabe olvidar este hecho, con toda invasión se produce el impuesto solo salvable por quien se convierte. El islam fué tolerante con la vida, ciertamente, pero no con la hacienda ni con la fe propia.
Tengo varios autores por los que profeso admiración absoluta; por quienes fueron, entendiendo que el hombre es el autor de su propio destino y fortuna: Ibn Battuta, Ibn Arabí, Ibn Tufayl, Ibn Jaldún, Ibn Hzn, Ibn Jafaya, Omar Jayan y Al Wassa. De Ikram Antaki, intelectual siria que vive en Méjico aprendí mucho en su "La cultura de los árabes" y de Hichem Djaït tomo una frase que merece ser considerada: en la esfera en la que nos movemos lo que prevalece no es ya la confrontación de las civilizaciones estre sí, sino la de cada una de ellas con la modernidad". Cuando esta frase fué escrita, antes de 1990 no se habían producidos los hechos que nos preoupan tanto hoy, pero se anunciaban. Por poner un ejemplo: en la década de los 50, la edición del interesantísimo libro de Bernard Lewis "Los árabes en la historia" , fué prohibida en Pakistán porque contiene una alusión al profeta despectiva, entresacada de la obra de Dante y que el autor cita como ejemplo de intolerancia religiosa en la Edad Media. Baste decir además que Lewis fué el primer autor de la famosa expresión "choque de civilizaciones". El suyo, debidamente corregido, es un libro que vale la pena leer.
Mañana escribiré sobre Ibn Tufayl y como él inspiró a Daniel de Foe su Robinson Crusoe.

lunes, septiembre 18, 2006

Menos es nada o la fuerza de un catarro.

Un enorme catarro ha dado conmigo en la sima profunda de la desgracia; cuando alguien se siente como yo, me consta, se considera nada y nadie y gime, a cada paso gime con la voz o con el sentimiento. Lleva en las manos, de forma permanente, cuatro o cinco frascos de píldoras y una botella poequeña de agua de mar para inyectarla a presión por la nariz y destapar, aliviar, descongestionar, los conductos que unen la nariz con la inteligencia, y no es una broma lo que escribo: cualquier atisbo de inteligencia desaparece en estas circunstancias.
El día es epléndido y el sol radiante. La temperatura, habiendo caído un poco es todavía veraniega. En el pueblo han convocado una concentración pidiendo una variante para la N VI, que lo cruza inmisericortde, aproximadamente un tráfico de 50.000 vehículos días. Curiosamente esta concentraci´pn la convoca el alcalde, cabeza de un consistorio que no se ha preocupado lo más mnínimo del tema durante años y años. ¿Porqué lo ha hecho ahora? Probablemente porque se ha formado una asociación de vecinos y han empezadoa llamar a la televisión de Segovia; es posible pues que eso le haya puesto las pilar al alcalde. Votos son votos e intenciones también.
Me viuene a la memoria una anécdota de tiempos de nieve en un pueblo cercano, Cerezo de Arriba. Hará cosa de 5 ó 6 años, nevaba, era por la Epifanía y yo aguardaba a un grupo de amigos que habían entrado en un bar a tomar unas cervezas. Goyerri y yo, impertérritos bajo una ligera nevada que dejaba huella en cabello y barba, estábamos sentados, ambos, en el bando de piedra de la plaza. Un hombre viejo, pequeño y enconvado, de esos hombres de nudos como los sarmientos, se dirigía al bar acompañado de su perro, que le seguía pocos pasos atrás. Pasó frente a mi y se detuvo, se me quedó mirando y al cabo, levantando un dedo señalizador me dijo. "Déjeme que le diga una cosa. Se parece usted mucho a su perrito" Tenía razón, ambos alternábamos el cabello blanco con el negro y nos adronábamos de nieve. Pensé que debería haber hecho la comparación al reves, pero deseché el pensamiento enseguida: cada cual pone el orden donde le parece.
Poco es este texto, pero menos es nada.

domingo, septiembre 17, 2006

Soy el rey que sobresale entre los reyes


Más allá de la cima no hay nada sino aire: los límites son accesibles; más allá un espacio vacío en el que vuelan los pájaros y se deslizan las nubes; fuente de todo bien cuando luce el sol en la temperatura apropiada y de los desastres cuando se abate lo torrencial sobre los llanos. Los limites son líneas dibujadas como en una pintura expuesta en un museo. Desde mis ventanas los veo y en su inmovilidad pétrea cubierta por una mata de pinar que permanece inmóvil, engañando a la vista con la uniformidad de la distancia, parecen ser siempre las mismas líneas, la misma inaccesibilidad. El prado en que vivo adopta la forma de un circo entre montañas, menos por el norte en que abre a la llanura: kilómetros más allá el cereal castellano; desde el prado la vista es un reclamo para que las cumbres nos miren y muestren su tranquilo estar, indiferentes a las cosas de los hombres: al igual que los dioses no se ocupan de nosotros según Epicuro.
Estas cimas están a dos o tres horas de distancia de mi jardín, encaramadas en rampas de dura y sostenida pendiente suavizadas a ratos por senderos que ascienden o bajan con suavidad, cruzando arroyos. No es mucha distancia ni es demasiado dura la subida: puede hacerse con esfuerzo dosificado, prescindiendo a ratos de disfrutar de los pinares e incluso de pensar en otra cosa que no sea el la voluntad para respirar más aliviado. En invierno se agradece el sol y en verano se arranca uno a subir con las horas tempranas para aprovechar la sombra y que el calor de la mañana nos coja arriba. A veces te cruzas con alguien al que conoces y haces una parada para cambiar dos palabras. Unos van y otros vuelven, pero nunca sabrás desde donde hacia donde. Se desoyen las razones para quedarse en casa y en el zurrón al costado, un bocadillo, un poco de agua, unos prismáticos y el teléfono móvil, aguardan la orden de marcha. En la mano el bastón con punta de hierro y buen calzado para evitar las llagas. Hay quien te recuerda que ya has estado allí, el año anterior sin ir más lejos, aunque sabes que también el anterior y el otro. Vas a subir, como poseído por la determinación de encontrar un silencio que pueda amoldarse a la necesidad del mismo que llevas dentro, subir porque dejarte llevar por la pereza una vez más es la agonía. En estas subidas hay algo de religioso emanado de uno mismo para propio alimento.
Cualquier excusa es mala, pero convertida en buena con poco que te empeñes, justifica abandonar el camino y dar media vuelta; todas las trochas conducen hacia el prado, todas; caminos para volver atrás nunca faltan en el hacer de cada día, y con ellos la tentación. Una sola nube anuncia una tempestad y a fin de cuentas, cuando llegues arriba, ¿qué? ¿Qué habrá cambiado que justifique el mínimo –escribo el mínimo con toda la intención- esfuerzo? El saber que lo que vas a encontrar no vale la pena, o por lo menos, no vale lo bastante para tanto esfuerzo.
Cuando llegues arriba descubrirás el límite, se acabará el camino y la aventura y comprenderás que estás limitado a tu metro con setenta centímetros por encima de cualquier suelo que alcances. Siempre serás un metro con setenta centímetros más alto que el suelo y eso, bien dosificado, presentado con suficiente parafernalia, conceptualizado como “oportunidad” y “certeza” te ha de servir para ocupar tu espacio soberano. Un hombre es el aire que ocupa y la superficie de sus pies sobre la tierra, por ejemplo. Allí arriba, solo entre los pinos, no te importa asumir que los árboles solamente son más altos que tú: sin cerebro ni sistema motor están condenados a la inmovilidad. Tu no. Tampoco yo, que es lo mismo. No los miremos con desprecio, pero no conviene sacar de quicio las realidades que vamos asumiendo. Mis ojos y mis pensamientos están en la altura mayor que alcanzar puedan. Tal vez, atinas a comprender, tal vez era ese el objetivo.
En el Código de Hammurabi se lee en Epílogo 80 “Soy el rey que sobresale entre los reyes, mis palabras son de lo más escogido, mi inteligencia no tiene igual”. Y aislado de todos y de todo, en tu altura humana de un metro con setenta centímetros, sobre los límites de toda la tierra alrededor, tienes la tentación de alzar la voz y coronarte. Pues has llegado eres el héroe; pues eres el héroe eres el rey. Cabe añadir que todo el poder depende de la inmensa soledad que te rodea, hombre al fin conoces también tus límites y esta ensoñación no has de contarla a nadie, pero sabes que pasó. Tiempos corrieron, o vidas acotadas en tiempos de historia, en que al descender de la cima, has clamado a los tuyos “He tenido una visión: yo soy el rey que sobresale entre los reyes...” ¿A que subir a la cima si no es para tener una visión y proclamarla, para afirmar haber sido, uncido por el dedo del único más poderoso que tú? Sentido el vértigo de la aclamación, encerrado en la soledad de la tienda de piel de cabra u oveja, llega el insomnio: difícil es creer que el ungido por el señor no conozca su impostura. Pero al día siguiente, al salir a la luz del alba, encuentra una guardia de hombres que le han creído. El poder son los otros cuando ponen sus garrotes a tu disposición, y eso es embriagador; así pues no lo soñaste ni te lo inventaste. Era cierto y eres el ungido de Dios.
Tal vez sea tiempo todavía para reflexionar porque has tomado el sendero equivocado, el del éxtasis, el del acceso al héroe y todavía te reconoces, te quedan restos del de ayer cuando subía sufriendo; pero en pocos minutos ya no. Las oportunidades son de doble sentido y hay que tomarlas, de lo contrario se disuelven en el pasado. En muchos seres, en muchos individuos, hay un momento en que el cruce de caminos te ofrece tomar el de la ensoñación para alcanzar la cima. Se sale de la nada y como por lo mismo y un cúmulo de circunstancias casuales pone en tus manos el poder de elegir y ves, muy cerca, entre los árboles y sus ramas, la silueta gloriosa de ti mismo. Hay quien sueña con ello, y quien lo dice en la confianza y sinceridad de una buena cena: “pues chico, yo estoy seguro que si en aquel momento, llego a tomar el camino que se me ofrecía...” Esos caminos no vuelven a presentarse nunca, existen solo una vez, se transforman en bosque cerrado o en miserable desierto en que no puedes ni apagar la sed de la vulgaridad que retorna a ti. Uno mismo es su causa victoriosa, y si tuviera dos dedos de frente, la mínima modestia para usar su inteligencia, sabría que no existe el dios dentro de su encarnadura, ni el héroe de Homero detrás de su mirada. Y sin embargo, nostalgia de no ser, sabedor de la historia, te das cuenta de que innumerables ejemplos están entre las líneas de los libros: es que los tiempos han cambiado. Toda la heroicidad que necesitas ahora es no perder el camino de vuelta al prado y llegar a tiempo de comer. No es mucha, pero es la suficiente si le añades un poco de pensamiento y la certeza de que has estado pensando en tonterías. Este héroe de ahora es consciente de que al llegar al prado y proclamar el dedo de los dioses sobre su frente, va a empezar como por nada un aventura de muerte y vesanía.
La pugna que enfrenta a Aquiles y Agamenón es el enfado del primero porque el segundo le ha arrebatado una esclava, un ente vivo sin libertad ni voluntad, forzada y violada por ambos. ¿Tu podrías? Porque para ser un héroe, tendrías que estar dispuesto a ello, sin aprensión. Uno puede enamorarse de una esclava, pero para hacer ese hermoso acto de desapego y desdén por los convencionalismos, debe estar dispuesto a esclavizar primero. Bajando por el sendero, la figura del héroe se te antoja patética, cubierta de la sangre de los otros: Homero describe con absoluta sonoridad como las lanzas rompen huesos y músculos, cuando clavadas en el enemigo agonizante, se las gira para desgarrar arrastrando hacia dentro las correas de las corazas y sacando al exterior pingajos de víscera y carne.
George Schehadé, un autor de teatro libanés, escribió en una soberbia obra de teatro, “Historia de Vasco” un mínimo diálogo que transcribo en su brevedad.
-“¿Qué hace un general cuando llueve?
-Se moja, ¿no?
-No, el ridículo.”
Me viene el diálogo a la memoria, porque justo en el momento en que estoy acabando de escribir estas líneas, una enorme tormenta de agua, truenos y relámpagos, cae sobre el prado y las montañas que lo rodean, y pienso que el pobre caminante que subió a la cima debe correr empapándose sin misericordia, para llegar a casa a tiempo de comer. ¿En que estaría pensando para subir con este tiempo, en que nunca se sabe...?

sábado, septiembre 16, 2006

De la impotencia y las divagaciones que suscita



Esta cita diaria del blog puede iniciarse de maneras diferentes y yo lo hago: puedo tratar de encadenar con algo del blog anterior, o puedo relacionar el texto con algo leído en otro blog ajeno o puedo partir de cero y en ese caso mirar a mis libros alrededor y tratar de encontrar en un título la chispa de arranque, o recordar, dejar que la mente en blanco vaya pasando imágenes como se pasan las hojas de un álbum, al buen tun tun. Pudiera ser que con todo ello no aflorara algo a la intención y las yemas de los dedos no encontraran manera de entrar en el teclado. Entonces, la experiencia lo prueba, conviene tratar de escribir sobre la impotencia del "no sé que escribir" como hiciera en su día Federico Fellini cuando rodó "Otto i mezzo" y nos quedamos muchos pensando que la impotencia no podía ser más profunda y bella, o bella y profunda, el orden viene a ser lo mismo.

La impotencia es una emoción esencial en el ser humano; quien no ha sentido nunca la impotencia no es capaz de idetificar la felicidad más allá del bienestar, pero descubre de manera cabal y descarnada que la voluntad y el saber son limitados en sus alcances No basta la voluntad sencilla sino la desmesurada, la titánica, para romper una circunstancia de impotencia, y el saber es una simple ayuda. Cuando la impotencia surge reduce la cantidad de ánimo creador al mínimo e incluso a cero, se lo bebe, lo digiere, lo arroja al vacío como un vaho o un vapor a través de los poros y te deja colgando de la roca sin poder seguir, mirando la página en blanco sin poder ver una sola palabra, mirando a la muerte del otro sin capacidad para la resurrección. Incluso, pienso, de tener el ánimo despierto, en el mismo momento de la muerte, la impotencia sería la imposibilidad de vivir un segundo más. Una vez me preguntaron en una charla informal entre amigos (todas esas charlas son, gracias a los dioses misericordiosos, informales) que es lo que haría yo si me quedara un segundo de vida y contesté sin pensar: morirme. ¿Qué más se puede hacer en tan corto espacio de tiempo sino lo que se debe?

Me atrevo a pensar que todos, ese inmenso concepto que abarca a todos los que queremos que entren en nuestro "todos" despreciando a todos los demás, que ni son ni interesan, hemos vivido impotentes acontecimientos que nos han arrollado. En ocasiones una rotura de un plato de cerámica vulgar nos ha hecho sentir la nadiedad que somos (acabo de improvisar esta palabra) frente a nosotros mismos: es la impotencia. Uno de la pareja que se va y es inevitable: es la impotencia. Pedir en una cafetería una consumición que no tienen al fin del día farragoso y agotador: es la impotencia. Perder el libro que se está leyendo: es la impotencia. No poder detener el genocidio: es la impotencia. No ser amado: es la impotencia. No poder encontrar la voz de la razón, el diálogo abierto y la flor del respeto entre las palabras: es la impotencia.

Suele acontecer que nos acostumbramos y metemos en nuestro equipaje a la impotencia como una herramienta de la que podemos hechar mano de vez en cuando; incluso podemos encontrar placer en la impotencia, un murmullo placentero que es un gemido, un sollozo para nosotros mismos: "oh, dios mío, ¿que he hecho yo?" Segismundo, en la vida es sueño, gime: "Pues si los demás nacieron, ¿que privilegios tuvieron que yo no gocé jamas?" Donde la pregunta, la impotencia y en esto Calderón, que fué aquí el gran pensador del XVII, a la altura de los Pascal o Descartes y cuya impotencia es tal vez que solo recordemos sus autos sacramentales y "La Vida es sueño" sin comprenderla ni a fondo ni en superficie, nos dió una lección de impotencia envuelta en preguntas capciosas,

Sólo quisiera saber

para apurar mis desvelos,

dejando a una parte, cielos

el delito de nacer

¿que más os pude ofender

para castigarme más?

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron

¿que privilegios tuvieron

que yo no gocé jamás?

Dejar a Calderón como una bifurcación en esta entrada del blog es prerrogativa de quien esto escribe, pero volveré a él, porque le admiro demasiado para dejarlo solo en sus preguntas a las que Dios, su enorme Dios majestuoso, nunca ha de contestar en la tragedia, aunque el final del autor apunte a un final feliz, dictado por un código moral que de no ser así podría haber dado con el autor en el Santo Oficio.

La víctima, lo escribi hace unos días, siente la impotencia. Basta con que te acusen para que seas culpable. Mañana puede ser signo de culpabilidad el color del cabello y no vale teñirse, o sonreir a destiempo. Una simple ley lo cambia todo y convierte en impotentes a los seres felices que han sobrevivido hastá ahí, justo hasta ese punto de no retorno, con el miedo y la angustia a cuestas. Cuando Fray Bartolomé de las Casas concluye en su polémica con Fray Bernardino de Sahagún, que las almas de los indios deben salvarse, pues son hombres como nosotros, y que deben poblarse las Yndias de negros del África, que no son humanos, para el trabajo esclavo que se requiere hacer, está condenando a las masas de la negritud a la esclavitud, y por ende objetos de impotencia. Esclavitud de la que justamente España sería uno de los últimos países en abolir pese a los intentos de políticos como Cánovas del Castillo: es bueno saber que cuando Cuba se liberó del colonialismo español, soportaba en su territorio máyor númemro de esclavos viviendo en condiciones infrahumanas, que de población criolla o española de origen.

El hombre impotente es desgraciado, durante el tiempo en que, igual que sale el rayo de sol entre las nubes de la tormenta, unos segundos, la impotencia le descubre su ser más vulnerable y en su auxilio llama a la propia compasión para si mismo. Bastará un cambio en la fortuna o el esfuerzo aplicado a correr un velo en el pensamiento razonado, en la reflexión sincera, para dejar de lado aquel momento de humanidad sensible que es el estado de impotencia, cuando mejor descubre que es nada menos que nada, el solo, el mismo.

He escrito más arriba que quien no se ha sentido impotente es aquel que dificilmente se va a sentir feliz, con el júbilo propio de la felicidad. Creo que fué Montaigne quien dijo "pienso que soy feliz, luego lo soy" El hombre feliz es el que tiene suerte, porque sin ella se es desgraciado e incluso desdichado. La suerte del hombre feliz es pues haber dejado de lado la impotencia, vencida o desactivada. A veces se es muy feliz cuando se recuerda lo desdichado que se ha sido.

Es sábado, luce un sol espléndido y he vencido a la pantalla en blanco escribiendo sobre mi estado de ánimo inicial: la impotencia para escribir algo que me llegara a interesar. Así pues, habiéndolo hecho, me siento deliz.

viernes, septiembre 15, 2006

El cambio del tiempo

Amanece sombrío, nublado, con espesas capas de niebla en los pinares; aquí, cuando llega el otoño el paisaje real parece una acuarela y el vientre de las nubles adquiere transparencias de aguas coloreadas, desvaídas capas de grises apenas sostenidas por otros grises aún más transparentes. Y llega el frío, de la noche a la mañana, sin ningún intermedio; caía la tarde en el jardín sorprendiéndome en manga corta y hoy, para salir a la calle y bajar al pueblo hay que ponerse una prenda de abrigo. Claro que está por llegar el veranillo de San Miguel que es como un fuego fatuo, prende y te deja prontamente, un ver y no ver. Ya desde aquí llegamos al invierno: es lo que tiene esta sierra, que el otoño pasa sin detenerse. En el pueblo han aparecido las chaquetas de lana, las cazadoras, todo ese abrigo de entretiempo que trata de remediar, desordenadamente, este frío repentino. Claro está que si sale el sol, por poco tiempo que sea, se nota en el cuerpo el calorcillo y parece que todo vuelve a ser como debe de ser. Los 12 grados de esta mañana son una realidad que no admite enmienda alguna.

En la gasolinera, al dejar el coche frente al surtidor, le digo a un empleado a que no conozco, mientras pone la manguera en el depósito, "ha cambiado el tiempo". Hay ruido de coches y camiones que cruzan el pueblo y está claro que no me ha entendido bien, seguramente solo la palabra tiempo, porque me contesta "más de un año y medio" y sin apenas dejar pausa, la justa para ver que yo le he oído, añade, "es que me operaron" Iba a volver a hacer la pregunta original, pero desisto, porque mi experiencia trabajando en comunicación me ha enseñado que todos acabamos hablando de lo que nos interesa. "Ah, caramba, le digo, ¿y ya está bien?". Hemos iniciado una de esas conversaciones que se producen en dos columnas separadas del papel, dos diálogos de Samuel Becket, con un sonido de fondo de camiones, coches y el ruido sostenido de la bomba de gasoil llenando el depósito de mi coche.

- Me han sacado un tumor

- ¿Y ahora ya está dado de alta?

- No, no era benigno aunque tampoco era del todo maligno

- Pues ha tenido suerte

- Porque no me han puesto terapia aunque cada día me estoy tomando una pastilla

- Y ¿cómo está de ánimo?

- Si, las cosas ya se sabe...

Respeto la pausa que hace.

- Porque igual podía haber sido una cosa que otra.

- Pero es que año y medio es mucho tiempo...

- Nadie sabe lo que es eso

Ahora parece que si, que hemos conseguido conectar los dos monóloogos y por un momento pienso en decirle que a Ana también la han operado, pero recuerdo una vez más mi principio: dejar hablar porque solamente habla la gente de lo que le interesa y solamente escucha lo que es de su interés; estamos programados, se llama audición selectiva. Este hombre quiere explicar lo que nadie sabe lo que es: talñ vez sea su derecho al protagonismo al estilo Warhol en una gasolinera de la N VII a su paso por San Rafael: le oigo, pero ya no le escucho, soy para él y acepto el papel un espectador y me tiene prisionero mientras en mi depósito siga quedando espacio para el gasoil. No hay conexión, me digo, cada cual en su papel instalados confortablemente: yo podría explicarle, por aprovechar el tiempo, cualquier dolencia mía, del cuerpo o del alma, pero no me viene ninguna a la cabeza, así que cuando veo que se dispone a retirar la manguera, le digo "Pago dentro, claro", "¿Con tarjeta? me pregunta. Claro que si, con tarjeta, como hago cada semana o diez días, desde hace dos años, más o menos desde que le detectaron un tumor.

No se debe interrumpir a quien quiere contarnos algo, porque acabará haciéndolo, tal es el nivel de desintonía que nos aqueja, como una enfermedad del alma. Después de todo, yo tengo un blog.


Gregorio Luri está en un seminario sobre arquitecturas celestiales y recuerdo repentinamente haber visto esta pila bautismal en Redecilla, La Rioja. Voy a buscar entre mis fotos y no doy con ella, así que acudo a la guía y allí si está, la escaneo, la reduzco y aquí la tenemos: dicen, se supone que es, la imagen en piedra de la Jerusalén celestial, cuyas ventanas al interior están cerradas y tapiadas, porque la visión es del mundo desde dentro de la ciudad, para los bienaventurados, y aquel que se acerca al agua bendecida podrá tener la posibilidad de acceder al mundo de los bienaventurados.

Recuerdo que me impresionó esta pila de piedra, esta manera de ver, esta forma de situar el punto de vista y el trabajo tenaz de labrar, ventana a ventana y torre a torre, una ciudad que solamente existe en el más lejano de los paraísos que se pueda imaginar: el mismo cielo.

jueves, septiembre 14, 2006

Esta vez la política

Una de las cosas que más me llama la atención es la imposibilidad de saber. No hay mejor manera de enunciarlo: la imposibilidad de saber, sobre todo y esto es lo importante, cuando llega la hora del telediario o cuando se enfrenta, a primera hora de la mañana, cuando abre el periódico. En ambos casos, la imposibilidad de saber queda paliada por dos hechos fisiólogicos de agradable transición: la cena y el desayuno; dicho esto para quien cene y desayune en paz, sin prisas y con un gusto mínimo por lo que hace e incluso por la presentación en la mesa de la vianda.
La razón es además de compleja -lo imposible siempre es de compleja solución e incluso comprensión- desagradable, porque está determinado por la audiencia, que es una divinidad etérea que no tiene templo público pero si virtual, que en ese no saber, la mitad no sabrá una cosa y la otra mitad ignorará todo lo contrario. Mecanismo este que no debería escapar a la sutileza de un pensador: ante las noticias y ante los comentarios de prensa, todo ser humano está predeterminado, por si mismo y por los demás. Y para cerrar esta entrada, debo decir que los demás son siempre los otros, la mitad del universo y la mitad de cada una de las capas en que el universo, en una tendencia reduccionista tiende a concentrarse cada vez más cerca del individuo que es cada uno, del yo mínimo y abandonado que se es, también a la hora de cenar y también a la hora de desayunar.
En el bosque en que vivo, vengo diciéndolo hace unos pocos días para que nadie pìense en la Arcadia feliz, que desconozco, llega la televisión de la misma manera que llega la prensa, por las vías normales por las que estos medios llegan a cada uno: el pago de los servicios, el abono a los mismos, la dependencia de acudir a ellos varias veces al día para, repetidamente, convencernos de que lo que hemos leído por la mañana, seguido en el telediario al mediodia (tal vez más de uno como también más de un periódico) es lo mismo que se nos repite por la noche para garantizar a los emisores ocultos que nos hemos enterado de la verdad. Vivimos en casas rurales, en invierno nos sobrecoge la nieve y la ventisca y la quitanieves nos deja en ocasiones aislados de tal manera que solamente la televisión nos une al resto de esperanzas que pasan frío en la zona geográfica que sufre la ola de vientos polares. Vivimos en postales navideñas y hacemos de la vida un monumento a la serenidad hasta que, en este rincón casi apartado, el lider del partido del gobierno y el líder del partido de la oposición, rotundos y soberbios, en pantalla, se muestran una vez más en desacuerdo de manera radical y rotunda. A lo largo del día, antes de ese momento crucial, hemos estado disfrutando del sol escaso del invierno o del pleno sol luminoso de las horas de un día de verano. Ha llovido un poco o han sido solamente nubes, hemos pensado en los escasos amigos y en los hijos, siempre tan lejos aunque no está de más que se mantengan un poco en la distancia: esa perspectiva en familia es buena porque genera el deseo de verse de nuevo con los suyos; hemos leído un poco y escrito otro tanto y hemos acudido al blog, a los blogs de los suaves amigos desconocidos, y dejado en algunos de ellos la huella del comentario. Hemos paseado por el pueblo en que vivimos y descubrimos (entre ayer u hoy he pregumntado a 30 personas conocidas superficialmente o simplemente encontradas al azar en los comercios) que solo 3 de ellas sabían con seguridad el nombre de nuestro alcalde. Además del nose, del nosabenocontesta, o del lotengoenlapuntadelalengua, me han dado siete nombres y cuatro de ellas no se correspondían ni de cerca ni de lejos ni por aproximación. Escaso conocimiento es ese para un alcalde y pienso si no será esa una garantía de reelección en un futuro próximo: tal vez la causa mayor de confianza hacia un político por sus conciudadanos sea el desconocimiento.
La historia es sencilla, porque la conocemos todos. Hace dos años y un poco más, el 11 de marzo, estaba yo de visita en el despacho de un cliente y alguien entró en la sala en que nos encontrábamos para anunciarnos un horrible atentado con, se dijo entonces, más de 200 muertos, en las estaciones de Atocha y otras cercanas. Ya estaba en el bosque y recuerdo con claridad que aquella mañana tenía solamente una cita y pensaba volver temprano a casa, pero nos quedamos pegados al televisor reconociendo la realidad que nos tocaba en la misma epidermis de la ciudad en la que estábamos. Lo que sucedió a continuación todos lo recordamos, de una manera u otra, pero todos lo recordamos. Creo, y este es mi punto de vista, que en un principio había una general idea de lo que estaba sucediendo y una indignación moral y política; así lo viví y así lo constaté en amigos de diferentes posiciones ideológicas. Aquella mañana, por estar avencidado en la provincia de Madrid recibí llamadas telefónicas de amigos de otros lugares y en una de llas, una sobrima querida, casada con un navarro de Etxarri me decía: "no ha sido Eta, no puede haberlo sido"; y pensaba en mi sobrino añadido (no escribo político por la connotación): yo le dije convencido, "dicen que si, lo aseguran, es un disparate esto que ha pasado, pro dicen que ha sido ETA". Ahora, aunque íntimamente se que dije la verdad, porque creí a los que nos govenrnaban, ahora, repito, no se si dije la verdad o la mentira y aunque tengo mi certeza puede que sea solamente la de la mitad de los que lo vivimos, y como la dije por mi boca pero oída de boca de otro, quiero que alguien me lo aclare.
Creo que después se fueron creando trincheras a partir del conocimiento que los medios brindaron a la audiencia, que muchos fueron recordando quienes eran y cuales eran sus ideas y simpatias y se fueron circunscribiendo a dos historias y que en el tiempo que ha transcurrido estas historias, amparadas en las versiones de los medios y en el posicionamiento de los partidos, dos historias, totalmente divergentes, exculpatorias del bueno e inculpatorias del malo, en cada caso, se cerraron en fuertes monolíticos e inexpugnables, en muchos casos y en ambas mitades más allá de la razón y encima de la pasión, que en esto del no saber es mala cosa.
Estuve con Ana en la manifestcaión inmensa de un Madrid vibrante y estuvimos diría yo que todos. Algún día habrá que hacer justicia a este Madrid tan maltratado por la periferia, tan vibrante y sediento de libertades como explica su pequeña historia. Lloviznaba en la hermosa primavera madrileña y estuvimos quietos, sin poder camin ar, en un hueco que encontramos frente al viejo Banesto de la calle Alcalá, inmóviles, suponiendo por nuestro conocimiento de las calles, que no cabía un alma, y nunca podré usar esa expresión con mejor acomodo.
Hoy ha pasado el tiempo y han cambiado las cosas y aquella masa en la calle se ha fragmentado por obra y gracias de los gestores delegados para administrarnos: los políticos. Somos dos manifestaciones que cuando hablamos del tema nos enseñamos los dientes, y para no enseñarnos los dientes preferimos no sacar el asunto en las cenas del viernes o las barbacoas del domingo: así pues, por mor de la amistad, hemos llegado al silencio y al disimulo y no por causa nuestra. Aunque el tema esté judicializado, aunque ya se ha celebrado un juicio y se han dictado sentencias claras en un sentido, ya se ha determinado que el resultado del hecho judicial va ser falso y conspiratorio, para una de las partes.
Aquí en el bosque, en la paz de este prado, la verdad es imposible como en cualquier otro sitio. ¿De qué me sirve ser ciudadano y exigirla? ¿Cual es el hombre bueno, el juez delegado para trazar el veredicto? ¿Quien pedirá después perdón? ¿No será este juez arrojado a los leones? ¿Castigado más tarde en su carrera? Esta noche veía el telediario y escuchaba acusaciones repetidas desde hace dos años hasta la saciedad. Si alguien se propone mentir, ¿quien va a detenerlo? ¿Qué defiende al ciudadano de esa mentira? Y lo que es peor, ¿que responsabilidad se va a exigir a quien, con su mentira pública y autorizada, enfrenta a la ciudadanía lejana?
Porque si se acepta que se miente, ese o esos políticos, de donde sean, deberían ser condenados al ostracismo, expulsados del seno de la sociedad. Si mienten son canallas; si han mentido son indignos. Si son canallas e indignos debe saberse, por todos, con certeza y convicción, con pruebas, con evidencia.
Aunque tengo mi certeza, quisiera que mi verdad, o la otra porque acepto estar equivocado aún con todo el dolor de mi confianza perdida seguramente ya para siempre jamás, surgiera a la luz para todos, la misma verdad, confiada en certidumbre por el garante, que no es otro que las instituciones. Pero va a ser dificil porque esta noche ante las imágenes en televisión, con comentarios diferentes en el canal autonómico o en la primera, esta noche mi indignación ha llegado al extremo del silencio y a la rebelión posterior más íntima: el blog; sea, voy a hablar de política, aunque no quiero que nadie se moleste y seré muy cauto, pondré mi certeza en el platillo de una balanza esperando a la otra, y una respuesta que nos uniera a los dos en la desesperanza del engañado. Quisiera un examen de conciencia, porque si abandono mi propósito de no meterme en temas que no pueda solventar, asuntos públicos, se entiende, es para que me escuchen, me hagan caso y me contesten.
No se donde leí que los autómatas imitando a los hombres no eran cómicos, pero los hombres imitando a los autómatas si hacian reir. Pues bien, cuando los hombres pierden el comportamiento moral que les corresponde, se comportan como autómatas repitiendo un discurso no sentido en lo íntimo, en el yo de la conciencia y entonces harían reir, pero en un tema como este, más bien es llorar, lo que provocan.
Vuelvo al bosque: lleva lloviendo toda la noche.