Me pasa siempre con los textos que cuando empiezo a escribir no se exactamente como hacerlo: Por eso acudo a las imágenes de mi vida en este deambular que es cada día. Vivir tan rodeado de naturaleza, siendo ella misma por osmosis, entrando por mis poros el fresco del otoño o el calor abrasador del verano, tiene la ventaja de hacerme sentir en la carne, en el cuerpo mismo, aquello que en la coimunidad de una ciudad no se siente con tanta intensidad. Aquí el clima no es exactamente la lluvia tras los cristales, sino la lluvia que viene y nos acompaña y escampa yéndose hacia el sur o el norte, mientras tu la ves irse dejando su mojadura en forma de charcos o brillos. No hay alcantarillas en el campo que beban, desde sus registros de metal los excedentes líquidos y los regatos se animan ligeramente y dejan en su centro caer un hilillo de agua que dura poco.
Es el tiempo lo que debe apresar aquel que quiere narrar lo que fué: todo lo que contiene el tiempo que se convierte en un baul inmenso. Los sonidos y olores, los paisajes, las voces de las lenguas diferentes, la risa de entonces y su delicadeza, la misma violencia desatada o la violencia de cada día, nada se puede explicar sin el tiempo en la mano, dejándolo encima de la mesa y del escrito para que como una pantalla de cine pueda mostrarnos que el poder es vioneto, se alía con la fe religiosa, que se busca un solo dios a la manera de los judios que conviven en los oasis o de los cristianos de las ciudades cristianas más al norte: ¿porqué buscar una fe? Años después Ibn Tufayl nos explicará que la marca de dios la llevamos dentro de nosotros, en ese álito real que es la vida, pero aquí, entre los árabes, ¿porqué buscar una fe? Se diría que porque la pulsión interna de esa masa de nómadas o de habitantes de las ciudades, llama a la formación de una nación que pueda desprenderse de la amenaza bizantina y de la amenaza sasánida; una nación necesita ideas concretas compartidas por todos: ¿sería entonces el islam la respuesta a una pulsión nacionalista?
Con Mahoma el Islam renuncia a crear una iglesia institucionalizada y a formar un magisterio dogmático a la manera del cristianismo; en su lugar da paso a una comunidad de creyentes. Esto se podría considerar como un paso hacia la modernidad, teniendo en cuenta que la estructura social de la Arabia de entonces: tribal, asentada en el nomadismo del desierto y las agrupaciones en las ciudades. Para que la comunidad de creyentes se asentara en un proyecto consistente debía cimentarse primero ideológicamente y luego en la práctica de la vida de cada día. "Así se instituyó el consenso como regla social y el regreso a la tradición como referencia ideológica obligada" explica y escribe Ikram Antaki en "La cultura de los árabes".
A la muerte del Profeta sus hechos y palabras se convierten en la Sunna, en la fuente de la tradición. Ante las circunstancias variables que agitan a la comunidad de los creyentes, la pregunta es siempre "¿que hubiera hecho el Profeta en esta circunstancia?" y la respuesta aparece revisando sus actos y sus palabras, el testimonio que él diera. Unida al Corán, la Sunna forma el gran fresco dogmático del Islam de la gente sunní, de la gente de la Sunna y se redacta cabalmente buscando todas las referencias posibles, ordenando los hechos. En el Islam todo sucede a una velocidad de vértigo; en el cristianismo se necesitan doscientos años para disponer de Evangelios organizados y el principal cuerpo dogmático son las cartas y escritos de Pablo a la largo de su deambular. Es el testimonio vivo de alguien que ni siquiera conoció a Jesús. En el Islam todo se organiza en medio de discusiones violentas, cismas y rupturas, pero con celeridad se redacta el canon dogmático que deberá servir para contener y controlar los actos y creencias de la masa de árabes y de las poblaciones que por conquista caen bajo el nuevo orden orden.
Los tiempos no pueden verse en la distancia más que por los testimonios escritos, por las tradiciones y por las ruínas que dejan. Por muchas evidencias que tengamos, por la misma evidencia de los textos que se mantienen intocados desde el primer día (¿quien se atrevería a cambiar una coma del Evangelio de Juan, pongamos por ejemplo?) intentamos mirar los tiempos y vemos una agitación nerviosa, una violencioa exarcerbada. Los tres primeros califas mueren asesinados: hombres que conocieron al profeta los tres primeros son discutidos por una parte de la comunidad que cree que es el sobrino y amigo Alí quien debe sucederle, pero los poderosos de la Meca, que perdieron la guerra civil siguen en su lugar como siguen siempre lo poderosos en el suyo defendiendo sus intereses, ahora sumisos, ahora hostiles. Es lo que tiene el poder, que permanece inalterable aún pasadas las revoluciones. El asesinato es la forma expeditiva de mover la historia.
El Islam no es solamente la religión monoteista más joven de entre las tres del libro, es además una religión que nace a la luz del día y dentro de un suceder natural que no encuentra rivales, en su principio, por temas ideológicos, sino por temas económicos y de control comercial. Y escribo que nace a la luz del día porque no es el resultado de una encarnación divina en el vientre de una mujer humilde, ni del caminar taumatúrgico del hijo de un carpintero modesto. Ni las conversaciones e imposiciones de un Dios desabrido al pueblo escogido a lo largo de siglos. Mahoma se retiró a meditar a una cueva y al salir relató que se le había aparecido un arcángel y había empezado a dictarle una religión completa, un sistema cerrado de creencias y comportamientos, un manual de instrucciones: un Libro. Mahoma no hizo milagros, se limitó a repetir a los demás lo que el Arcángel le dictaba a él, y luego, con ayuda, lo transcribía en soporte escrito. El Corán es la revelación, es la verdad desvelada, a la que se han sacado los velos para que resulte evidente en su presencia desnuda; es la palabra de Dios inspirada por Dios, dictada en el árabe, la lengua de Dios que había depositado en los árabes para que pudieran recoger su enseñanza. Y puesto que el Coran es el dictado de Dios y el árabe es su lengua, increados ambos como Alá mismo es increado, y puesto que todo ello había llegado a Mahoma por designio de Dios, este se convirtió en su enviado, el Profeta, el transmisor.
Mientras las nubes cargadas de agua, restos de una tormenta tropical que ha atravesado el Atlántico y se nos ha metido en nuestra geografía, amenazanm descargar sobre el prado, repaso libros, los ojeo, busco notas tomadas tiempo atrás; debo decir que no sé por donde empezar porque no tengo un objetivo demasiado concreto salvo mostrar algo de lo que se sobre el islam, sobre su historia. Y todo ello porque me impresiona ver cuanto se habla sobre un tema tan complejo y cuan poco se sabe. Aunque en realidad se sabe muy poco de casi todo.
Va a llover, me digo, y cierro las puertas del invernadero, cierro los grifos que gotean y meto dentro las sillas de lona que han aguantado al sol durante el verano. Con una bandeja de caléndulas ya secas, me quedo dentro del recinto de cristal separando semillas y metiéndolas en un frasco de crital. de todas las operaciones al acabar el verano, esta es de las que más me gustan: separar las semillas, enfrascarlas y etiquetarlas para c uando llegue la próxima primavera. Y mientras hago todo esto me pregunto ¿cual es el tema? ¿Quie es lo que quieres desvelar?
Si el Profeta, que nunca dijo que fuera el último, tan sólo se denominó asimismo "el enviado de Alá" renunció a la creación de una iglesia y lo dejó todo escrito en un Libro que le había sido dictado por Dios, sus razones tendría. Seguramente pensaba que la palabra de Dios sería el dique capaz de contener los actos del hombres. Había descrito pormenorizadamente una regla para vivir con un cielo protector sobre la cabeza. Lo que nunca dijo es que sus hechos y decisiones deberían de ser para siempre jamás (la palabra jamás, con toda su expresividad de rotunda negación eterna, es de procedencia árabe) jueces de comportamientos.
Pero 25 años después de la muerte del Profeta, sus únicos descendientes directos, su sobrino y yerno Alí, y sus dos nietos hijos del anterior, Huseis y Hasan, habían sido muertos, asesinados, borrados de la faz del mapa; ellos y sus seguidores habían sido traicionados, vendidos, engañados y finalmente masacrados en Kerbala donde los cuerpos de los 72 últimos seguidores, mujeres y niños incluídos, fueron paseados en la punta de las lanzas de los que pretendían construir un estado, pasado ya el tiempo de hacer religión. El islam ortodoxo, mártir, había desaparecido dejando el terreno al islam que, disponiendo ya de una nación ambicionaba un estado. De ellos dice Antaki: "habían conocido los fastos de Levante y habían entendido el valor de sus conquistas" y a la pulsión conquistadora se añadía la necesidad de dirigir y administrar. En esta nueva situación aparecen los seguidores de la Sunna, de la sagrada tradición: la manera de concebir la religión como un asunto de estado, en la que el Califa, como un "lugarteniente del enviado de Alá" junta en la misma mano todo el poder, ideológico y administrador. Por el contrario, sobre los despojos de los derrotados nace la Chi'a, que hace del martirio su propósito de fe. Si la Sunna es la ideología de los gobernantes y de los administrados, dentro del orden, la Chi'a será la ideología de los desposeídos, de los derrotados, de los humillados. De la Sunna nacerá el conocimiento, las escuelas, el camino del futuro. De la Chi'a nacerán los cismas y las revueltas. Cito a Antaki: en el mes de diciembre de 1978, cuatro millones de iranís salieron a la calle gritando "muera el Sha", muera Yazid. Sha Huseyn, Sha Jomeini" Un acto político tomó base sobre la historia, esta se hizo memoria y se transformó en acción colectiva y en conciencia".
Con la Sunna se sucederán los califas como soberanos temporales del estado que se expande. Siendo el islam una cultura de ciudades, segmentadas en arrabales, resulta más sencillo acumular en ellas cuanto de bello y extraordinario se conoce o sucede en el mundo. La Chi'a se desarrolla en torno a sus ciudades santas y bajo el manto absoluto de la infalibilidad del imán. En dos geografias separadas, el tiempo pasa por las ciudades del poder y por las ciudades del martirio de manera diferente. En la Sunna se agrupan los musulmanes de la primera hora, los dueños, los conquistadores, los llamados a la conquista. En la Chi'a los que llegaron tarde, los compañeros de viaje, los maulas. La Chi'a es mesiánica y al final del ciclo aparecerá el Mahdi, el doceavo imán, aquel que ha de traer la perfección al mundo. Todos los imanes son uno, todos forman en su cadena una sola persona. Los ciclos de doce imanes se suceden en la historia: Jesús tuvo doce apóstoles: el profeta fué seguido de doce imanes, los seis primeros asesinados, el séptimo dará lugar a la escisión de los ismailies. No es lo mismo ser imán que califa: el imán es puro e infalible; el califa es poder temporal, administración y orden. En el primero no hay corrupción, no hay tradición, está el Corán y la palabra del guía espiritual. El califa nunca alcanzará tan alto nivel ni lo pretende: lo suyo es el poder.
Empieza a llover. Goyerri corre a meterse en casa y desde la cristalera del salón me mira. Yo me he quedado en el invernadero, tras los cristales por los que caen goterones que siguen caminos sin curso, deambulantes, nerviosos trazos de gotas de agua que parecen células siguiendo una dirección hacia la tierra.
Esta entrada cita y usa mucho de lo que contiene el magnífico libro de Ikram Antaki "La cultura de los árabes".
El otro día le escuchaba al gran Josep Montserrat (se acaba de reeditar "La sinagoga cristiana") que el cristianismo actual no es sino el resultado de una de las muchas evoluciones posibles del cristianismo primitivo. Los caminos que nos han cnducido del pasad al presente están más sujetos al azar, al capricho, a la obcecación, a la debilidad, al compadreo.... que a los designios divinos.
ResponderEliminar¿Conoces la historia del rabino que encuentra el ateismo pero sigue celebrando los ritos de su religión? Cuando otro rabino le pregunta ¿porqué lo hace si no cree en Dios? el le contesta: "Y que tiene que ver Dios con esto?"
ResponderEliminar¡Ay, Luis, ese es mi caso!: cada vez soy más un fiel cristiano ateo.
ResponderEliminarmmm: lo que sabemos es que hay muchos que alli no quieren estar
ResponderEliminarBeatris, supongo que te refieres a musulmanes cercanos a nuestra modernidad. Si es así, llegaré a ellos enseguida.
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