viernes, septiembre 22, 2006

III - El Islam que yo sé: Todo empieza emigrando


Hace muchos años,cuando este bosque no existía para mí, estaba yo visitando en primavera La Alhambra y vi llorar a un magrebí, vestido con propiedad y elegancia, muy a la europea. Era un hombre de unos 40 años, o tal vez menos, porque su físico enjuto podría envejecerlo; le acompañaba una mujer vestida como él, a la europea y lo mismo la niña, que no tenía diez años todavía. Paseaban por el Patio de los Arrayanes y allí coincidimos; desde siempre es ese patio con sus dos macizos rectangulares, largos y bien trazados de arrayán oloroso, sobre una fachada prodigiosa de ventanas y aberturas como puertas, el lugar que prefiero de todo el conjunto. Reparé en el hombre que explicaba a sus dos acompañantes, con pasión traducida en ademanes algo a lo que ellas prestaban extasiada atención, y entonces él se detuvo, se quedó en silencio, bajó la cabeza para mirar la lámina de agua que cruza el patio, límpida y calma y reparé en que lloraba porque llevó su mano derecha a los ojos y los restregó con el gesto de quien detiene y seca lágrimas. Lloraba, lo pensé de inmediato, por el esplendor perdido de su pasado, en pais extranjero. La mujer, de la que no recuerdo el rostro, pero si que llevaba una falda por debajo de la rodilla y una blusa blanca, y que su cabello era una melena corta, ella, al verlo llorar apoyó una de sus manos en la espalda, sobre la tela de la chaqueta azul que él llevaba y frotó la superficie, en una tosca caricia emocionada. Pasé por el lado del grupo y les miré como por casualidad: creo que incluso sonreí.
El problema de nuestra historia en que nos la cuentan a trozos sin casar, y a veces con agujeros. Nuestra historia no es nuestra sino que es de los otros que a base de narrarla nos la dejan sobre la corteza del cerebro, más que en el lado de la razón en el de la emoción. Yo la llamo "Historia de la Cocina" y es la que se transmite de padres a hijos en el silencio de la casa familiar, con aroma de confidencia. Hay cosas que no se escriben, pero se dicen al oído: suelen ser derrotas, huidas, humillaciones. Nuestra historia es entonces la historia del otro, del enemigo que nos venció un día tal de tal mes de tal año. No importa que en los trescientos o cuatrocientos años siguientes la historia, a trancas y barrancas, haya soldado y cicatrizado heridas y haya creado nuevos tejidos que viven y funcionan con acierto y eficacia; viejas rivalidades se arrastran convertidas en bromas o cabreos o campos de futbol de cualquier división. Pero en un cajón de la cocina, junto a los albumes del recuerdo se guarda el odio encadenado al cuchillo del desengaño.
Ahora oigo decir que Al Andalus deberá volver al seno del Islam y no me sorprende, porque vi llorar a un magrebí en La Alhambra y porque no sé lo que mis vecinos magrebies que viven en la otra punta del prado piensan de esta tierra en la que están asentados, peor que mejor seguramente. ¿Pensarán que les pertenece Al Andalus? ¿Pensarán que este duro y fatigoso caminoso del emigrante es solo el primer paso de un proceso de recuperación? ¿Lo soñarán y hablaran de ello en las cenas del Ramadán?
Una lenta y tozuda línea de magrebiés y subsaharianos cruzan el mar en una emigración que parece la de los pájaros o la de los peces. Llegan y llegan y llegan, a la tierra de promisión que les muestra una pantalla de plasma o un tubo catódico. Cuando yo era niño esa misma línea de hormigas salía de España por los Pirineos en busca del paraiso del trabajo y las divisas que estaba más allá de las montañas. Para hacer la vendimia en Francia, o para trabajar en el vino, o para la reindustrializada Alemania, o la industriosa Suiza, allí iban nuestros pueblos despoblados de Castilla, Murcia, Andalucía, Aragón, después de haber hecho el camino a Cataluña. ¿Que hubiera sido de España y de su economía si dos millones de españoles no hubieran decidido abandonar su hogar y coger la maleta de cartón?
Todo tiene un sentido. Trato de escribir sobre los árabes y sobre el islam, de escribir lo que sé y lo que pienso, y voy a tomar algún tiempo. La historia, como el universo, o tiene un principio o no lo tiene; no se puede cortar por un lugar y decir "yo empiezo aquí" porque es una largo hilo de sucesos que son causa los unos de los otros, entrecruzándose y tejiendo urdimbres de dibujo apretado donde la trama dificilmente se descubre. Pero sabemos, que el profeta emigró de La Meca a Medina porque en la primera, en su ciudad, le hacían la vida imposible, no solamente a él sino a sus seguidores. Ahí tenemos a la primera hilera de hormigas que huyen de su casa en la oscuridad de la noche para salvar vidas, que no haciendas que no tenían. El profeta sale el último, en la última noche que es la primera de la Hegira. Va a Medina porque se lo han ofrecido desde allí, va a poner orden en los enfrentamientos entre comunidades árabaes y judias que en su oasis conviven.
La explosión conquistadora que se inicia con la muerte del profeta no es fruto de la casualidad. Los hechos históricos no suceden porque alguien chasquee los dedos; sucede porque la dinámica de la pequeña historia, y la dinámica de la gran historia, van tejiendo la narración de los hechos que se van causando porque tiene que ser así. Existen precedentes: nadie hubiera podido unir a los árabes de las ciudades de Arabia, de las ciudades de los oasis y de los caminos caravanares con las tribus árabes del desierto, los nómadas y los habitantes del Yemen más al sur, si no hubiera en aquella época y en aquel lugar del mundo la tendencia dinámica a buscarse en nación, como salida al estado dependiente de los imperios de Bizancio y sansánida. Flotaba en el ambiente, se tendía a una unión que dimana de acuerdos de vasallaje, centrados en la costumbre de aplicarlos a relaciones entre las tribus y un señor natural y respetado, acuerdo que obligaba hasta que la muerte o la indignidad del señor lo rompia. El Sayyid (el jeque) no lo era por herencia sino por respeto y riqueza. Y Mahoma, con sus hechos fué emergiendo con las virtudes de un sayyid que aportaba un ámbito de encuentro y entendimiento más allá de la tribu. Mahoma ofrece la umma, la comunidad de los creyentes (al principio en Medina abarcaba también a los no creyentes, pero esto decayó) que se construye sobre elementos tradicionales de la tribu pre islámica, pero se cohesiona con un contenido religioso que emana del Corán, de la palabra del profeta y de sus hechos. La umma sustituye los lazos de parentesco por los de la religión y sobre ella establece la organización política.
Muerto Mahoma en 630, los árabes, que han encontrado jefes militares entre los más cercanos al profeta, se encuentran capaces de salir a dirimir sus problemas con bizantinos y persas: han superado el tribalismo y son una masa que necesita espacio vital. Y emigra como un ejército; primero la conquista; luego las leyes, luego los colonos que toman la propiedad de las tierras de los poderes anteriores o de su nobleza. Desbordan el espacio natural de Arabia y emigran por el fuego, la sangre y los pactos. El 711 llegan aquí, vencen y se quedan. Grandes oleadas de emigrantes buscaban su futuro y su riqueza, o en muchos casos el pan de cada día.
Cuenta Ibn Al-Kardabus:
Señaladamente Al Andalus y el Magrib estaban en manos de los cristianos y de los bereberes, más la costa del mar la tenían los cristianos y el mar abierto interior los berebeberes. De ellos hubo a quien le llegó la exhortación y se huizo musulmán, y otros a quienes la llamada no les llegó por lo que permanecieron en la ignorancia espiritual.
Y estaba en Tanya (Tanger) un cristiano llamado Yulian, un jefe de Rodrigo, rey de Al Andalux.

13 comentarios:

  1. Me resulta sorprendente que haya gente (siglos después) que todavía conserva las llaves de su casa en Granada, de donde expulsaron a sus antepasados. ¿Cómo no llorar cuando vuelven?

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  2. AnaC: es una leyenda urbana. También se decía de los sefardiés. pero no es cierto. La memoria de los expulsados moriscos está en el norte de Africa, en Xauen y en Fez, donde construyeron un barrio. Hoy es muy débil, no hay prácticamente rastro. En cuanto a los sefardies, queda el lenguaje y una parte de cultura paralela, totalmente integrados en las comunidades judias. De hecho, los hebreos se dividen en sefardies y askenazis según procedan del la emigración desde España o desde el centyro de Europa.
    Las leyendas urbanas tienen un problema: nadie las puede demostrar y esta es indemostrable.
    Lloran por el esplendor perdido y por su presente rabioso. Acabñe havlando con el magrebí, que era médico. La sensación no es voilver, sino que esto era suyo y ellos eran muy importantes. De eso trata esta mini serie.

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  3. ¿Pero cómo volver a algún lugar del que no haya sido expulsado nadie previamente? ¿A partir de qué poseedor la tierra se convierte en propiedad genética? El problema de la historia, es que lejos de ser "magistra vitae" es una señora bastante fondona y aún más pendón que se va con cualquiera que le diga cuatro palabras al oído.

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  4. Guardaré esa definición de historia especialmente para diálogos formales.
    En cuanto a lo de la posesión genética, si creo que existe: las donacuiones de tierra por parte de la realieza a los Alba, medinasidonia, etc. A partir del conquistador y por donación real, lo cual de´spués de medio siglo es mucha propiedad.

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  5. Gregorio: la relatividad del tiempo es tan amplia para los sexagenarios que he escrito "medio siglo" en lugar de "cinco siglos".

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  6. Luis, muy interesante todo lo que explicas estos días en tu blog. Respecto a las leyendas (urbanas o no) ya sabes que, junto con los cuentos, me acompañan :-)

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  7. En cualquier caso -y me imagino que estás conmigo- los proyectos de futuro deberían defenderse con argumentos racionales, no con hipotéticos títulos de propiedad arrancados a una porción del pasado que se hace pasar por absoluta. Pero me temo que no hay política sin mitología. Y no hay mitología sin una Madre Tierra capaz de soportar todos nuestros atracos a la historia.

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  8. Claro que estoy de acuerdo contigo. Sobre todo con tu última frase. No se si has reparado en mi parte en esta entrada sobre la Historia de Cocina. Siempre hay una historia que se convierte en leyenda urbana, Las fechas de las derrotas, las humillaciones, las deudas históricas. Son bombas retardadas y fuera de la realidad.

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  9. AnaC: se cuanto te gustan los cuentos granadinos. Siempre embelesan y a veces funcionan muy bien.

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  10. Ya que Mahoma parece que no puede ir a la montaña, la montaña viene a Mahoma gustosa.
    Muy buenas las tres entradas. La segunda magistral. Me he quedado embobada, como cuando era niña, con la historia. Y ese abrir el cadáver para encontrar el mal... explica el origen de la pulsión médica y, también, de la filosófica. No merece la pena (!) ninguna filosofía (parte del siglo XX, lo intenta) que haga como si la muerte no existiese. Tampooco, al final, merece la pena, aquélla que hace como si sólo existiese la muerte. Al fin y al cabo, ese médico y ese filósofo pueden devenir en psicópata.

    ¿Sigues sin poder comentar en mi blog? Yo no sé qué hacer, pero sí te prometo venir a comentarte por aquí; me vale como sitio de encuentro.

    Lola

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  11. Hola, Lola: sigo yendo y viniendo sin más. Pero lo intento, a lo mejor es un problema mío.
    Tienes razón con lo que dices de El Filosófo Autodidáctico. El día que descubrí el libro me sentí afortunado. Y en cuanto a la muerte, todo el proceso de reflexión arranca desde la muerte de la gacela y el descubrimiento de que la persona no es el cuerpo.

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