jueves, septiembre 21, 2006

II - El islam que yo sé: El filosofo autodidáctico

Aquí en el bosque, en lo que es el bosque, es decir, la espesura, somos muy pocos. Ya he dicho que se suele uno encontrar con corzos, que hay y he visto los rastros, jabalies que aquí se les dice jabalinas, y zorros, además de rapaces, cornejas, cuervos, mirlos y otros más pequeño que no distingo bien. Vuelan de vez en cuando sobre el prado un par majestuoso de aguilas pescadoras. Naturaleza en estado de esplendor. Podría ser este bosque el escenario de la obra filosófica de Ibn Tufayl, aunque él lo hace suceder todo en una isla en el Índico. Mientras pienso como encarar esta entrada y analizo el contenido de la que escribí ayer, porque no quiero perder el hilo y he decidido alternar mi visión del islam con las obras y textos de autores creo, deberíamos conocer en mayor profundidad y maravilla, imagino esa isla y miro las estampas, tal y como se las llamaba, del ejemplar que tengo editado por Trotta. esta isla, que yo llamaría la Isla de las Maravillas, se me antoja en mi imaginario cercana a la Isla del Tesoro, que es un lugar al que todavía a mis años, vuelvo de vez en cuando.
Ibn Tufayl nació el siglo XII en Guadix y convivió con almohades y almorávides, lo que de por si era difícil para cualquiera que hubiera vivido el califato o el desmembramiento en taifas. Fué médico, participó en la administración y parece que gobernó en Ceuta. Forma parte de ese racimo de pensadores y escritores que en Al Andalus, es decir, toda la porción de Hispania ocupada o habitada por el Islam, ejercieron un magisterio en el pensamiento y en la propagación de la filosofía y la búsqueda de la verdad, que en muchos casos de estos que me estoy refiriendo, más que buscar la verdad era explicar la verdad que contenía el Corán.
Pongámonos en situación, porque la historia que narra el libro, es además de profunda, maravillosa. Recomiendo su lectura, sin duda alguna: 113 páginas incluyendo notas y una amplia Introducción muy ajustada y bien escrita.
Una princesa, enamorada de un príncipe con el que no puede desposarse por designio paterno, queda embarazada y tiene a un niño al que conoceremos como Hayyi. Desesperada por que su padre el sultán no se enterara y ejecutara al amante, (ya vemos aquí cómo los sultanes eran ya padres terribles para los mismos árabes) decide introducir al niño después de amamantarlo en una caja de madera y lo lanza al mar.
Llega la caja a una isla y la propia arena forma en torno a ella un pequeño dique para evitar que las aguas de nuevo se la lleven mar adentro. Una gacela acude a la playa y al ver la caja la olisquea, percibe dentro la vida, el llanto del niño, y con la pata, delicadamente, rompe la tapa,. aparta las tablas y al descubrir al recién nacido, hambriento, le pone a la altura de su boca los pezones y le alimenta. (La evidente semblanza con Moisés salta a la vista, con los gemelos romanos amamantados por la loba comparten el paisaje y el mamífero amigo).
Criado por la gacela Hayyi empieza a ver el mundo exterior y en él a los demás animales. Comprende que es inferior a ellos.Descubre las ramas de los árboles como herramientas defensivas y las hojas para vestirse hasta que se hace un traje con las plumas y la piel de un águila, símbolo cristiano de la sabiduría en los evangelistas. Muere su amiga la gacela y Hayyi no comprende la muerte. Este momento está narrado con untono sensiblemente emocionado.
Imagina que en su interior hay un mal terrible y decide buscarlo: la disecciona y llega al corazón. Comprende que en los espacios vacios del mismo debía estar el eter, el vapor de la vida y que se ha ido. Comprende que está sin su amiga, que este stado es definitivo y es la muerte; el cuerpo empieza a corromperse. la visión de un cuervo enterrando a otro le da la idea de enterrar a la gacela. La visión del cuerpo corrompido le permite comprender que el cuerpo no es nada y que lo que realmente importa es el álito interior que ha abandonado a la gacela.
Hace amistad con las otras gacelas. Conoce la isla y comprende que nadie hay más como él. Aprende a diferenciar los animales, a comprender lo que es la unidad de cada especie y el conjunto de las mismas. Comprende que el reino animal es uno y de la misma manera el vegetal y el mineral. Aprende el movimiento al observar los cuerpos y conoce la pesadez o la ligereza de los mismos, y la corporeidad.
Deduce la existencia de las almas, la animal y la vegetativa; y profundiza en la naturaleza de los seres inanimados. Deducida la existencia del alma se dedica a su estudio. La observación del agua en movimiento le sugiere el principio de la forma y repara de nuevo en la forma de los cuerpos y ello le lleva a comprender que toda esa creación de formas y animación no puede haberse producido desde esa misma isla en que coexiste. Hay un creador de la forma. Se dedica a contemplar el espacio y llega a la conclusión de que es esférico, igual que los astros celestes y la esfera le sugiere la perfección.
Tiene que decidir en una cuestión : si el mundo es eterno "a parte ante" debe de existir un motor. Si es producido debe de existir un creador. Se decanta por la idea de un Autor incorpóreo.. Este Autor será la causa de los demás seres. Hayyi ve huellas de este Autor en cuanto observa a su alrededor. lo reconoce perfecto, carente de imperfección. Tiene 35 años de edad y ha llegado al Creador, solo y aislado en la isla.
Miro hacia el bosque mío y me pregunto por mi propia capacidad para llegar a alguna conclusión. Se, sobradamente, que estoy ante una lección que lleva a una moraleja final, pero me sorprende el ritmo de la narración, la seguridad en los conceptos. Ibn Tufayr no escribió más obra fiolosófica que esta; si escribió otras cosas y actuó, por ejemplo, como presentador de Ibn Rush a los almohades, al que él, según declara, animó personalmente a traducir a Aristóteles al árabe. Habrá pues que agradecerle algo más que este magnífico librito cuyo guión trato de sintetizar para no aburrir a nadie.
Habiendo llegado al connvencimiento de la existencia del Autor, del Creador, trata de entender la causa por la cual ha llegado a reconocerlo y se dice a si mismo que es porque está impreso en su alma. El alma, esa esencia que abandonó a la gacela, será por tal razón, incorpórea e incorruptible. Ahora Hayyi comprende que los anímales y los cuerpos celestes son de diferente naturaleza y que estos últimos son incorruptibles y están más cercanos al Autor. Se ve asimismo diferente a los animales y se separa del reino animal. Los cuerpos celestes y las almas se asemejan, se dice, y tratando él de asemejarse a ellos se acercará al Ser necesario que está impreso en su alma.
Para alcanzar ciuerto grado de incorporeidad y asemejarse a los cuerpos celestes, forma suprema, debe tratar de varias sus costumbres, su dieta, debe ser más frugal, sus pènsamientos deben concentrarse en su objetivo y descubre que, al igual que los cuerpos celestes, el movimiento rotatorio sobre sus pies, ora lento ora acelerado, le abstrae y si decae debe parar para alimentarse lo justo y volver a circular en torno a si mismo, pensando, buscando, la unión con el Ser Creador.
Hayyi alcanza la visión intuitiva del ser necesario. Conoce la luna. Conoce los astros. Conoce su esencia. Conoce la Verdad. Alcanza el éxtasis. Cuando sale del éxtasis comprende que el nivel superior de conocimiento solamente se alcanza en el éxtasis, en el abandono del yo, y trata de repetir la experiencia de manera habitual.
Es cierto que estamos ante el sufismo, ante una mística que antecede en trescientos años a la mística cristiana de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, y a los fenómenos de alumbramiento que proliferarán por Castilla durante el siglo XVI. Pienso que Ibn Tufayl, que era un intelectual ocupado en su medicina o en sus cargos administraticos o políticos, escribió solamente este libro de filosofía (o de mística, si se prefiera) porque dedicó mucho tiempo a irlo produciendo, creando lentamente. Estamos ante una enciclopedia del saber natural de su tiempo, ante un repaso a los tres reinos, al alma, a la esencia y a la existencia, a la disquisición entre eternidad o finitud: todo en 113 páginas apretadas escritas por un hombre que se me antoja meticuloso, extremadamente meticuloso. Y pienso en la gacela: Ikraim Akati escribe en su magnífico libro "La cultura de los árabes" que los ojos de las gacelas son bellísimos y de ahí la habitual comparación entre los ojos de las mujeres y los de ese animal. Esta gacela de la isla, es además de bellísima, entrañable. En la lámina arriba vemos a Hayyi en el proceso de disección, impresionante literatura en pleno siglo XII.
Llegamos al final: Hayy recibe una visita, se trata de un sabio: Absal. Llega a la isla y al ver a Hayyi piensa que está ante un hombre desgraciado; le enseña a hablar y ambos empiezan a desgranar sus conocimientos. Hayyi no comprende que lo que él ha aprendido de tan sencilla manera deba enseñarse a los hombres con alegorías. Él sabe coimo llegar al éxtasis y Absal acepta llevarle con los hombres. Vuelven a la realidad del mundo exterior y el fracaso es notorio, los hombres desprecian su saber, son incapaces de comprender lo sublime. Cansado vuelve con Absal a la isla, los dos solos, a reunirse con el Creador.
Daniel de Foe, después de leer este libro escribió a su vez Robinson Crusoe, donde irónicamente cantó las habilidades del hombre blanco ayudado por la tecnología y por su capacidad de esclavizar a un negro, al que incluso le pone nombre, es decir identidad. Y el arranque de la historia es el mismo de la historia de Tarzán, amamantado y criado por una gorila, hombre blanco también al fin, llamado a gobernar a todos los monos del universo. Es el mismo ser soberbio que arrancará a King Kong, seducido por una rubia tonta y cazado por un depredador de la fauna, para acabar en lo alto del Empire State Building, fusilado al amanecer por los aviones de la nueva tecnología del siglo XX.
Acabando de escribir esta entrada al blog de hoy, me viene a la cabeza el poema de Lucrecio y me digo a mi mismo, estoy solo y es madrugada, con cuanto esfuerzo los hombres de bien han tratado de dejarnos su conocimiento.

8 comentarios:

  1. Este es uno de los libros que más aprecio de mi bilioteca. Su descubrimiento me puso en contacto con varios mundos. En primer lugar, con el aristotelismo musulmán (y su subterráneo ateísmo), en segundo lugar con el sufismo (y su afirmada creencia en un Dios qe se identifica con la nada) y en tercer lugar con la figura del solitario, el "mutawahid" y, por lo tanto con Avempace ("El régimen del solitario" y "La carta dela diós").

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  2. Descubrirlo para mi fué un hallazgo maravilloso.

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  3. Un texto precioso, luis. Hay días en que desearía estar en una isla desierta y pensar de una manera tan hermosa, pero ni hay isla ni hay capacidad para pensar esas maravillas. Besos.

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  4. Gracias, Isabel. Yo creo que la isla la vamos haciendo poco a poco y le ponemos los puertos justos para las arribadas de mis amigos. Ese es mi bosque, que es real pero yo lo extremo y lo convierto en una Arcadia silenciosa

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  5. Entre los "autodidactos", yo no pasaría por alto el "Criticón", del jesuíta Gracián (nos asombraría reconstruir su descendencia intelectual).

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  6. Desde luego, Joaquín, pero en este momento y en lo que estoy escribiendo para poner en el blog, me refiero sobre todo a una nómina enorme de filósofos y poetas árabes, islámicos fervorosos, místicos muchos de ellos, de Al Andalus, o sea de una porción de la Hispania, que representan una explosión brillante de pensamiento. Si te fijas, ya que casi todos ellos están entre los siglos XII y XIII, muestran un adelanto considerable con respecto a sus colegas del otro lado, por decirlo de alguna manera.
    Yo creo, estoy convencido, de que si m iramos hacia atrás nos asombramos muchos más que si miramos alrededor.

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  7. "No, no fueron los aviones los que mataron a la bestia. Fue el amor."

    KING KONG (1933)

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  8. Bueno, pero le hicieron daño, y la intención era matar,

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