jueves, septiembre 14, 2006

Esta vez la política

Una de las cosas que más me llama la atención es la imposibilidad de saber. No hay mejor manera de enunciarlo: la imposibilidad de saber, sobre todo y esto es lo importante, cuando llega la hora del telediario o cuando se enfrenta, a primera hora de la mañana, cuando abre el periódico. En ambos casos, la imposibilidad de saber queda paliada por dos hechos fisiólogicos de agradable transición: la cena y el desayuno; dicho esto para quien cene y desayune en paz, sin prisas y con un gusto mínimo por lo que hace e incluso por la presentación en la mesa de la vianda.
La razón es además de compleja -lo imposible siempre es de compleja solución e incluso comprensión- desagradable, porque está determinado por la audiencia, que es una divinidad etérea que no tiene templo público pero si virtual, que en ese no saber, la mitad no sabrá una cosa y la otra mitad ignorará todo lo contrario. Mecanismo este que no debería escapar a la sutileza de un pensador: ante las noticias y ante los comentarios de prensa, todo ser humano está predeterminado, por si mismo y por los demás. Y para cerrar esta entrada, debo decir que los demás son siempre los otros, la mitad del universo y la mitad de cada una de las capas en que el universo, en una tendencia reduccionista tiende a concentrarse cada vez más cerca del individuo que es cada uno, del yo mínimo y abandonado que se es, también a la hora de cenar y también a la hora de desayunar.
En el bosque en que vivo, vengo diciéndolo hace unos pocos días para que nadie pìense en la Arcadia feliz, que desconozco, llega la televisión de la misma manera que llega la prensa, por las vías normales por las que estos medios llegan a cada uno: el pago de los servicios, el abono a los mismos, la dependencia de acudir a ellos varias veces al día para, repetidamente, convencernos de que lo que hemos leído por la mañana, seguido en el telediario al mediodia (tal vez más de uno como también más de un periódico) es lo mismo que se nos repite por la noche para garantizar a los emisores ocultos que nos hemos enterado de la verdad. Vivimos en casas rurales, en invierno nos sobrecoge la nieve y la ventisca y la quitanieves nos deja en ocasiones aislados de tal manera que solamente la televisión nos une al resto de esperanzas que pasan frío en la zona geográfica que sufre la ola de vientos polares. Vivimos en postales navideñas y hacemos de la vida un monumento a la serenidad hasta que, en este rincón casi apartado, el lider del partido del gobierno y el líder del partido de la oposición, rotundos y soberbios, en pantalla, se muestran una vez más en desacuerdo de manera radical y rotunda. A lo largo del día, antes de ese momento crucial, hemos estado disfrutando del sol escaso del invierno o del pleno sol luminoso de las horas de un día de verano. Ha llovido un poco o han sido solamente nubes, hemos pensado en los escasos amigos y en los hijos, siempre tan lejos aunque no está de más que se mantengan un poco en la distancia: esa perspectiva en familia es buena porque genera el deseo de verse de nuevo con los suyos; hemos leído un poco y escrito otro tanto y hemos acudido al blog, a los blogs de los suaves amigos desconocidos, y dejado en algunos de ellos la huella del comentario. Hemos paseado por el pueblo en que vivimos y descubrimos (entre ayer u hoy he pregumntado a 30 personas conocidas superficialmente o simplemente encontradas al azar en los comercios) que solo 3 de ellas sabían con seguridad el nombre de nuestro alcalde. Además del nose, del nosabenocontesta, o del lotengoenlapuntadelalengua, me han dado siete nombres y cuatro de ellas no se correspondían ni de cerca ni de lejos ni por aproximación. Escaso conocimiento es ese para un alcalde y pienso si no será esa una garantía de reelección en un futuro próximo: tal vez la causa mayor de confianza hacia un político por sus conciudadanos sea el desconocimiento.
La historia es sencilla, porque la conocemos todos. Hace dos años y un poco más, el 11 de marzo, estaba yo de visita en el despacho de un cliente y alguien entró en la sala en que nos encontrábamos para anunciarnos un horrible atentado con, se dijo entonces, más de 200 muertos, en las estaciones de Atocha y otras cercanas. Ya estaba en el bosque y recuerdo con claridad que aquella mañana tenía solamente una cita y pensaba volver temprano a casa, pero nos quedamos pegados al televisor reconociendo la realidad que nos tocaba en la misma epidermis de la ciudad en la que estábamos. Lo que sucedió a continuación todos lo recordamos, de una manera u otra, pero todos lo recordamos. Creo, y este es mi punto de vista, que en un principio había una general idea de lo que estaba sucediendo y una indignación moral y política; así lo viví y así lo constaté en amigos de diferentes posiciones ideológicas. Aquella mañana, por estar avencidado en la provincia de Madrid recibí llamadas telefónicas de amigos de otros lugares y en una de llas, una sobrima querida, casada con un navarro de Etxarri me decía: "no ha sido Eta, no puede haberlo sido"; y pensaba en mi sobrino añadido (no escribo político por la connotación): yo le dije convencido, "dicen que si, lo aseguran, es un disparate esto que ha pasado, pro dicen que ha sido ETA". Ahora, aunque íntimamente se que dije la verdad, porque creí a los que nos govenrnaban, ahora, repito, no se si dije la verdad o la mentira y aunque tengo mi certeza puede que sea solamente la de la mitad de los que lo vivimos, y como la dije por mi boca pero oída de boca de otro, quiero que alguien me lo aclare.
Creo que después se fueron creando trincheras a partir del conocimiento que los medios brindaron a la audiencia, que muchos fueron recordando quienes eran y cuales eran sus ideas y simpatias y se fueron circunscribiendo a dos historias y que en el tiempo que ha transcurrido estas historias, amparadas en las versiones de los medios y en el posicionamiento de los partidos, dos historias, totalmente divergentes, exculpatorias del bueno e inculpatorias del malo, en cada caso, se cerraron en fuertes monolíticos e inexpugnables, en muchos casos y en ambas mitades más allá de la razón y encima de la pasión, que en esto del no saber es mala cosa.
Estuve con Ana en la manifestcaión inmensa de un Madrid vibrante y estuvimos diría yo que todos. Algún día habrá que hacer justicia a este Madrid tan maltratado por la periferia, tan vibrante y sediento de libertades como explica su pequeña historia. Lloviznaba en la hermosa primavera madrileña y estuvimos quietos, sin poder camin ar, en un hueco que encontramos frente al viejo Banesto de la calle Alcalá, inmóviles, suponiendo por nuestro conocimiento de las calles, que no cabía un alma, y nunca podré usar esa expresión con mejor acomodo.
Hoy ha pasado el tiempo y han cambiado las cosas y aquella masa en la calle se ha fragmentado por obra y gracias de los gestores delegados para administrarnos: los políticos. Somos dos manifestaciones que cuando hablamos del tema nos enseñamos los dientes, y para no enseñarnos los dientes preferimos no sacar el asunto en las cenas del viernes o las barbacoas del domingo: así pues, por mor de la amistad, hemos llegado al silencio y al disimulo y no por causa nuestra. Aunque el tema esté judicializado, aunque ya se ha celebrado un juicio y se han dictado sentencias claras en un sentido, ya se ha determinado que el resultado del hecho judicial va ser falso y conspiratorio, para una de las partes.
Aquí en el bosque, en la paz de este prado, la verdad es imposible como en cualquier otro sitio. ¿De qué me sirve ser ciudadano y exigirla? ¿Cual es el hombre bueno, el juez delegado para trazar el veredicto? ¿Quien pedirá después perdón? ¿No será este juez arrojado a los leones? ¿Castigado más tarde en su carrera? Esta noche veía el telediario y escuchaba acusaciones repetidas desde hace dos años hasta la saciedad. Si alguien se propone mentir, ¿quien va a detenerlo? ¿Qué defiende al ciudadano de esa mentira? Y lo que es peor, ¿que responsabilidad se va a exigir a quien, con su mentira pública y autorizada, enfrenta a la ciudadanía lejana?
Porque si se acepta que se miente, ese o esos políticos, de donde sean, deberían ser condenados al ostracismo, expulsados del seno de la sociedad. Si mienten son canallas; si han mentido son indignos. Si son canallas e indignos debe saberse, por todos, con certeza y convicción, con pruebas, con evidencia.
Aunque tengo mi certeza, quisiera que mi verdad, o la otra porque acepto estar equivocado aún con todo el dolor de mi confianza perdida seguramente ya para siempre jamás, surgiera a la luz para todos, la misma verdad, confiada en certidumbre por el garante, que no es otro que las instituciones. Pero va a ser dificil porque esta noche ante las imágenes en televisión, con comentarios diferentes en el canal autonómico o en la primera, esta noche mi indignación ha llegado al extremo del silencio y a la rebelión posterior más íntima: el blog; sea, voy a hablar de política, aunque no quiero que nadie se moleste y seré muy cauto, pondré mi certeza en el platillo de una balanza esperando a la otra, y una respuesta que nos uniera a los dos en la desesperanza del engañado. Quisiera un examen de conciencia, porque si abandono mi propósito de no meterme en temas que no pueda solventar, asuntos públicos, se entiende, es para que me escuchen, me hagan caso y me contesten.
No se donde leí que los autómatas imitando a los hombres no eran cómicos, pero los hombres imitando a los autómatas si hacian reir. Pues bien, cuando los hombres pierden el comportamiento moral que les corresponde, se comportan como autómatas repitiendo un discurso no sentido en lo íntimo, en el yo de la conciencia y entonces harían reir, pero en un tema como este, más bien es llorar, lo que provocan.
Vuelvo al bosque: lleva lloviendo toda la noche.

16 comentarios:

  1. No sé si conoces esta página donde se desmonta exhaustivamente la burda versión conspirativa del 11-M.

    Para una teoria de la conspiración minimamente aceptable, habría que tener una versión alternativa "amb cara i ulls". Y la actual podría hacerla añicos un estudiante de 2º de ESO (que estudiase, claro está).

    Seguramente es difícil saber lo que pasó, ahora bien, en este caso, es bastante fácil desmentir lo que no pasó.

    Lo peor de todo es el concepto que debe tener de los españoles (que somos todos imbéciles, quiero decir) quien ha montado este tinglado sin pies ni cabeza. Aunque quizá tenga razón.

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  2. Yo pensé inmediatamente lo mismo que tu sobrina, que no podía ser... no podía haber sido ETA. Pensé que el atentado, si era de ETA, beneficiaba rotundamente al PP, y no podía comprender que a ETA le hiciese ninguna falta beneficiar al PP a tres días de las elecciones con tanto descaro y menos podía comprender que necesitase perpetrar un atentado tan descomunal, tan potente, tan mediático, tan criminal... Porque aunque un solo muerto-ASESINATO sea ya un crimen horrible... colocar cinco bombas en vagones de metro repletos de gente... sabiendo que se pueden causar centenares de muertes... pues no me cabía en la cabeza. No tenía explicación.
    Si fueron ellos, los de ETA, o fueron otros, es una cuestión importante, sin ninguna duda. Pero lo que hizo el gobierno de Aznar es imperdonable: a sabiendas de que si el atentado hubiese sido perpretrado por ETA saldrían beneficiados en unas elecciones en las que no las tenían todas consigo, se lo jugaron todo a esa carta, se empecinaron en hacernos creer lo que a ellos les interesaba, se trataba de mentir para ganar tiempo y alcanzar al domingo, eran sólo dos días que con la confusión generada hubieran podido sacarles las castañas del fuego y ganar unas elecciones que ya digo no las tenían del todo consigo. Lo inesperado fue la reacción de la ciudadanía, la salud mental del ciudadano, con eso no contaron. Las urnas dijeron lo que dijeron, y lo que dijeron fue esencialmente que los ciudadanos no son ni tan tontos ni tan manipulables.

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  3. Si, Roma, pero yo no quiero hacer pública la actitud partidaria, que la tengo: partidaría de mi. ¿Porqué? Porque defender mi verdad a remacha martillo no me va a permitir derribar las barreras que están creando los que mienten. Yo creo saber lo que pasó y levantó mi indignación, pero la evidencia de la verdad debe levantarla la parte institucional y el sistema de partidos, que se distribuye todo el poder, institución a institución, no lo va a permitir.
    Los ciudadanos somos rehenes de los malos, sean quienes sean y la verdad no les importa nada. Tu tienes sus nombres y yo tengo sus nombres y otro tiene sus nombres y no coinciden: y ese es el deber de las instituciones: darnos la coincidencia, hacernos creer en lo mismo, en la moral de la verdad. Son canallas sin nombre y no les importa. Yo no puedo escribir sus nombres porque no tengo el aval de quien debiera dármelo. Un poeriódico paga a un delincuente sus declaraciones, probablemente falsas, y no pasa nada, no se hunde el mundo, no se rompen los critales de la limpieza moral de esta sociedad. ese periódico está bajo sospecha y el simple hecho de que no pase nada incita a la sospecha, ¿dice la verdad? ¿Que le proteje? Estamos inermes ante la canallada de la mentira.
    Yo no quiero tener mi verdad, Roma, quiero tener "la verdad". Para cenar tranquilo con cualquier amigo el viernes por la noche sin tener que evadir la conversación, ese es para mi el problema.

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  4. No tengo ni el menor asomo de idea de quién puede estar detrás de los atentados del 11-M (ahora mismo estoy escuchando la radio, hablan del asunto). En cualquier caso, me parece innegable que fue concebido y ejecutado para influir en las elecciones.

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  5. Joaquín, lo que nos parece a cada uno de nosotros, debe ser avalado por las instituciones. No es la prensa quien debe hacer el juicio. Tu ahora escuchas la radio y yo leo El Pais (ahora mismo). Se que tú y yo no pensamos lo mismo, pero nos merecemos ambos un ración de la misma verdad y que quien mienta pague.
    Es probable que fuera pensado para influir en las elecciones, pero no es lo mismo desde donde, porque esa intencionalidad, siendo culpable, no tiene porque manchar o si tiene que manchar.
    El problema Joaquín, es que seguimos nadando entre dos versiones, y si una hace agua (la que sea) señala a un culpable, no de conspiración para cambiar el gobirtno (gravísimo hecho si se prueba y cuyo castigo deberá caer en los culpables) sino de tratar de engañar a la ciudadanía con medias verdades y acusaciones soterradas.
    Y vuelvo a insistir: por respeto a mis amigos no levanto mi bandera. Quiero una verdad avalada por lo único en que al ciudadano le cabe creer: las instituciones. Es que si no es así, la conspiración es total, del 50% frente al 50% y no se donde debo apuntarme.
    Deseo que entiendas mi comentario y mis respuestas. Aunque como tu dices y como yo creo, ambos tenemos verdades ciertas, no somos nosotros los que debmos manifestarlas: esta no es una cuestión de fe, sino de certeza.

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  6. Te entiendo.
    Otros medios de prensa dicen: 50+50=100
    Yo tampoco puedo hablar. Deben ser las instituciones, como tú dices.

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  7. Y nosotros a charlar de Fedón, lo he empezado por tu consejo, confiados en ello.
    Mira, si 50 + 50, ambas partes deben irse al puñetero ostracismo, que lo inventaron nuestros queridos griegos. Y si solo es un 100, pues un 100.

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  8. Hay que enlazar con la anécdota de hipnotismo que cuentas en el Café de Ocata... mejor hablar del tráfico.

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  9. No me negarás que la anecdota es buena, y creo que cierta. No se si conoces a Llorenç Villaonga. Es autor de Mort de Dama (muerte de señora) y de Bearn. Esta última está considerada como el reflejo español de El Gatorpardo, tantas son las similitudes, escritas más o menos en la misma fecha. Villalonga era un moderno decadente mallorquín. Las dos novelas estñan traducidas al español.

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  10. Disiento en que uno de los objetos centrales de las instituciones deba ser, pueda ser, el llegar a la verdad de los hechos (de éstos que hablamos o de cualesquiera otros). Éste es el objetivo de algunas personas, pocas diría yo.

    El objetivo de las instituciones debe ser la paz social y el mantenimiento de cierto equilibrio en la consecución de las aspiraciones de cada grupo; si quieres el 50+50, para que nadie se sienta lo suficientemente resentido como para que todo acabe mal. Porque en último término la verdad es solo palabras y la estabilidad es un bien superior, desde una óptica política.

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  11. RMF: mi pregunta sería estúpida entonces. ¿Desde un punto de vista moral?

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  12. Creo que quizás también, por otras razones, pero habría que preguntarselo a Gregorio Luri, que es filósofo y debe saber más de estas cosas.

    En mi opinión, la obsesión por encontrar la verdad es el mayor vicio occidental, que unos practicamos de manera diria que frívola (por el mero "placer" de buscarla), y otros sufrís como una adicción íntima e incluso trágica (perdona que te incluya en este grupo, pero es la impresión que tengo).

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  13. Haces bien en incluirme. Probablemente hace años tuviera una mayor capacidad de relativizar determinadas virtudes, en función del relatrivo bien común.
    Aunque pienso que no se trata tanto de saber la vferdad, como el desprecio más absoluto por el que miente a aquellos a quienes demanda su confianza.

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  14. Entro por primera vez en tu blog y, quizá atraído por la palabra política, leo este post que me impresiona por su honestidad. No puedo estar más de acuerdo en que necesitamos saber la verdad, no nuestras verdades. Las discusiones deberían ser sobre opiniones, pero ya me he acostumbrado a discutir fundamentalmente sobre hechos. Deberíamos, por ejemplo, discutir sobre si es bueno o malo pagar por obtener una información y no, sobre si "El mundo" pagó, o no, por obtener una entrevista del principal implicado. Esto último debería ser un hecho probado o reconocido.
    La verdad que creo que necesitamos no es un verdad filosófica o religiosa, sino algo mucho más pedestre: ¿Cuál era el explosivo que estalló en los trenes? ¿Estaba en los trenes la llamada mochila de Vallecas?... etc. No puede haber respuestas distintas a estas preguntas según se vote al PSOE o al PP.
    Un saludo.

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  15. Malambruno, veo tu comentario varios días pasados y estoy totalmente de acuerdo, esa es la realidad. Necesitamos algo cierto asumido por todos, procedentes de una fuente imparcial aceptada por todos. Y me preocupa desacreditar permenentemente a la Institución del Estado, porque entonces el polítidco que la desacredita la reconoce corrompible.

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