Esta cita diaria del blog puede iniciarse de maneras diferentes y yo lo hago: puedo tratar de encadenar con algo del blog anterior, o puedo relacionar el texto con algo leído en otro blog ajeno o puedo partir de cero y en ese caso mirar a mis libros alrededor y tratar de encontrar en un título la chispa de arranque, o recordar, dejar que la mente en blanco vaya pasando imágenes como se pasan las hojas de un álbum, al buen tun tun. Pudiera ser que con todo ello no aflorara algo a la intención y las yemas de los dedos no encontraran manera de entrar en el teclado. Entonces, la experiencia lo prueba, conviene tratar de escribir sobre la impotencia del "no sé que escribir" como hiciera en su día Federico Fellini cuando rodó "Otto i mezzo" y nos quedamos muchos pensando que la impotencia no podía ser más profunda y bella, o bella y profunda, el orden viene a ser lo mismo.
La impotencia es una emoción esencial en el ser humano; quien no ha sentido nunca la impotencia no es capaz de idetificar la felicidad más allá del bienestar, pero descubre de manera cabal y descarnada que la voluntad y el saber son limitados en sus alcances No basta la voluntad sencilla sino la desmesurada, la titánica, para romper una circunstancia de impotencia, y el saber es una simple ayuda. Cuando la impotencia surge reduce la cantidad de ánimo creador al mínimo e incluso a cero, se lo bebe, lo digiere, lo arroja al vacío como un vaho o un vapor a través de los poros y te deja colgando de la roca sin poder seguir, mirando la página en blanco sin poder ver una sola palabra, mirando a la muerte del otro sin capacidad para la resurrección. Incluso, pienso, de tener el ánimo despierto, en el mismo momento de la muerte, la impotencia sería la imposibilidad de vivir un segundo más. Una vez me preguntaron en una charla informal entre amigos (todas esas charlas son, gracias a los dioses misericordiosos, informales) que es lo que haría yo si me quedara un segundo de vida y contesté sin pensar: morirme. ¿Qué más se puede hacer en tan corto espacio de tiempo sino lo que se debe?
Me atrevo a pensar que todos, ese inmenso concepto que abarca a todos los que queremos que entren en nuestro "todos" despreciando a todos los demás, que ni son ni interesan, hemos vivido impotentes acontecimientos que nos han arrollado. En ocasiones una rotura de un plato de cerámica vulgar nos ha hecho sentir la nadiedad que somos (acabo de improvisar esta palabra) frente a nosotros mismos: es la impotencia. Uno de la pareja que se va y es inevitable: es la impotencia. Pedir en una cafetería una consumición que no tienen al fin del día farragoso y agotador: es la impotencia. Perder el libro que se está leyendo: es la impotencia. No poder detener el genocidio: es la impotencia. No ser amado: es la impotencia. No poder encontrar la voz de la razón, el diálogo abierto y la flor del respeto entre las palabras: es la impotencia.
Suele acontecer que nos acostumbramos y metemos en nuestro equipaje a la impotencia como una herramienta de la que podemos hechar mano de vez en cuando; incluso podemos encontrar placer en la impotencia, un murmullo placentero que es un gemido, un sollozo para nosotros mismos: "oh, dios mío, ¿que he hecho yo?" Segismundo, en la vida es sueño, gime: "Pues si los demás nacieron, ¿que privilegios tuvieron que yo no gocé jamas?" Donde la pregunta, la impotencia y en esto Calderón, que fué aquí el gran pensador del XVII, a la altura de los Pascal o Descartes y cuya impotencia es tal vez que solo recordemos sus autos sacramentales y "La Vida es sueño" sin comprenderla ni a fondo ni en superficie, nos dió una lección de impotencia envuelta en preguntas capciosas,
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos,
dejando a una parte, cielos
el delito de nacer
¿que más os pude ofender
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron
¿que privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?
Dejar a Calderón como una bifurcación en esta entrada del blog es prerrogativa de quien esto escribe, pero volveré a él, porque le admiro demasiado para dejarlo solo en sus preguntas a las que Dios, su enorme Dios majestuoso, nunca ha de contestar en la tragedia, aunque el final del autor apunte a un final feliz, dictado por un código moral que de no ser así podría haber dado con el autor en el Santo Oficio.
La víctima, lo escribi hace unos días, siente la impotencia. Basta con que te acusen para que seas culpable. Mañana puede ser signo de culpabilidad el color del cabello y no vale teñirse, o sonreir a destiempo. Una simple ley lo cambia todo y convierte en impotentes a los seres felices que han sobrevivido hastá ahí, justo hasta ese punto de no retorno, con el miedo y la angustia a cuestas. Cuando Fray Bartolomé de las Casas concluye en su polémica con Fray Bernardino de Sahagún, que las almas de los indios deben salvarse, pues son hombres como nosotros, y que deben poblarse las Yndias de negros del África, que no son humanos, para el trabajo esclavo que se requiere hacer, está condenando a las masas de la negritud a la esclavitud, y por ende objetos de impotencia. Esclavitud de la que justamente España sería uno de los últimos países en abolir pese a los intentos de políticos como Cánovas del Castillo: es bueno saber que cuando Cuba se liberó del colonialismo español, soportaba en su territorio máyor númemro de esclavos viviendo en condiciones infrahumanas, que de población criolla o española de origen.
El hombre impotente es desgraciado, durante el tiempo en que, igual que sale el rayo de sol entre las nubes de la tormenta, unos segundos, la impotencia le descubre su ser más vulnerable y en su auxilio llama a la propia compasión para si mismo. Bastará un cambio en la fortuna o el esfuerzo aplicado a correr un velo en el pensamiento razonado, en la reflexión sincera, para dejar de lado aquel momento de humanidad sensible que es el estado de impotencia, cuando mejor descubre que es nada menos que nada, el solo, el mismo.
He escrito más arriba que quien no se ha sentido impotente es aquel que dificilmente se va a sentir feliz, con el júbilo propio de la felicidad. Creo que fué Montaigne quien dijo "pienso que soy feliz, luego lo soy" El hombre feliz es el que tiene suerte, porque sin ella se es desgraciado e incluso desdichado. La suerte del hombre feliz es pues haber dejado de lado la impotencia, vencida o desactivada. A veces se es muy feliz cuando se recuerda lo desdichado que se ha sido.
Es sábado, luce un sol espléndido y he vencido a la pantalla en blanco escribiendo sobre mi estado de ánimo inicial: la impotencia para escribir algo que me llegara a interesar. Así pues, habiéndolo hecho, me siento deliz.
¿No será la impotencia el acogedor refugio donde escondemos la cobardía de enfrentarnos a lo más dificíl y, una vez acostumbrados a su calorcito, a lo más fácil?
ResponderEliminarMe parece a mí que cuando no se puede hacer nada siempre se puede hacer algo.
ResponderEliminarpues yo cada día me siento que ya no puedo más...fabricar letras no es nada fácil, al menos para mi.
ResponderEliminarpero leerte, es un privilegio que me dan mis dioses.
así que sigan las impotencias, los muros para desarmar letras.
abrazo
Javier: no lo creo, cuando uno se siente impotente, sinceramente impotente, es decir, no poder más, no está para disimular cobardías. Creoq ue la impotencia tiene en si una enorme dosis de sinceridad.
ResponderEliminarRoma: eso es sobrevivir, la línea más allá. Estoy de acuerdo que siempre se puede resisitir un poco más, hasta que ya no, creo.
ResponderEliminarNo se Clarice, salvo que seguramente estás en una crisis, y como dice Roma, siempre hay algo más más allá.
ResponderEliminarLuis, lo que dije lo dije sin ánimo de sentenciar, lo dije llevada por la idea de la ironía, porque pensaba "fíjate, está hablando de la impotencia porque se encuenta impotente y la acción y el resultado le desmiente", y pensando eso te comenté de esa manera, lo pensé como ironía y no como sentencia.
ResponderEliminarLa cuestión de la supervivencia, de la resistencia, pues también diría yo que seguramente todos resistiríamos un poco más y un poco más y otro poco más... hasta más ya no poder, y sería siempre, creo yo, a nuestro pesar.
Siempre consigues llegar a temas y cuestiones interesantes de pensar y de comentar.
No sé que decir, así que te lo digo.
ResponderEliminarRoma, así lo he entendido, con o sin ironía.
ResponderEliminarGregorio: no se hable más.
ResponderEliminarJajaaaaa, Gregorio y Luis, que gracia tienen esas últimas frases que habéis cruzado.
ResponderEliminary me ha gustado ese blanco arco convertido en colores... tras ese gris que hoy aquì se està despidiendo. llega la primavera en este lado del planeta
ResponderEliminarBeatroiz, a nosotros se nos va el verano. gracias por tu visita
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