El futuro no existe, es una irrealidad. El pasado tampoco existe. Fué presente durante el tiempo en que estuvo, en que duró el presente. En lugar de ser una irrealidad, podríamos decir que es memoria. A fin de cuentas los hechos que tuvieron su tiempo, fueron y estuvimos en ellos; o estuvieron otros y nos lo han contado. Diga lo que diga quien quiera, el futuro no existe y no existirá. Llegarán acontecimientos en presente, en nuestro presente y tendremos que vivirlos. Al que dice que le asusta el futuro habría que decirle que lo que le asusta es un presente que está por llegar. El tiempo, en sentido de eternidad, tampoco existe. Existe nuestro tiempo, la duración de nuestra vida, de las categorias, de las cosas. Cuando alguien dice que quisiera vivir eternamente habría que preguntarle: ¿en que tiempo? La historia se ha escrito casi siempre con los ojos puestos en una eternidad inexistente: la divina, que además de eternidad es infinitud y la del poder. Las dos son vanidosas y prepotentes, la divina tiene una osadía por demás sorprendente: es increada. Recomiendo leer sobre el Islam para ver hasta que extremos este concepto de increación genera problemas de modernidad. También en las otras dos religiones del Libro, pero la modernidad ya está aquí, así que habrá que conformarse; la religión calla o se inventa "la evolución inteligente" que es el círculo cuadrado hecho chapuza. La soberbia del poder se traduce en anhelos de perduración: la guardia personal de Darío la componían 4.000 jinetes a la que se llamaba "Los Inmortales". Vestidos igual y vistos en la distancia, eran todos el mismo y cuando moría alguno la reposición confería al conjunto siempre el mismo aspecto. Superchería del poderoso, superstición del humilde; ambas bebiendo de la misma mentira. A los hombres de la guardia de Al Hakem, uno de los Omeyas, se les llamaba Los Mudos; no sabían hablar la lengua de los cordobeses y no les hablaban; se conformaban con aterrorizarles. Esto era psicología casera al margen de inmortalidades fastuosas. La soberbia del poder es el Reich de los Mil Años o el Celeste Imperio o la Sublime Puerta o La unidad de destino en lo Universal. El hombre, vanidoso, se atreve a definir lo eterno sin entender lo absurdo del significado. Ciro, a punto de invadir Grecia, para atravesar el estrecho, construyó un puente de barcos y el mar, con una simple tempestad, lo destrozó; el emperador castigó al Mediterráneo azotándolo; sentado en un trono contempló el castigo ante un millón de hombres, que resignadamente, tuvieron que esperar a una bonanza mejor para cruzar. Cuando uno de nosotros dice "te amaré toda la vida" es algo más modesto, ciertamente porque no promete una eternidad sino una larga duración, que es la personal. Aún así exagera y mejor sería que dijera "te querré toda la vida" si las cosas no se estropean, porque se tiene la tendencia a unir amor con pasión y esa unión es de dudosa duración eterna. Amor y cariño si forman, o deberían aunque solemos estropearlo con demandas impropias, un continúo en las vidas de aquellos que ambicionan envejecer juntos.Tiempo y muerte forman los dos vectores de la tragedia convertida en folletín. La muerte podría ser tomada también como una irrealidad si consideramos que es el fin natural de la vida. El problema no está en que la muerte nos sorprenda cualquier día y eso constituya la excusa para bajar los brazos; el problema está en no tener proyecto, de uno mismo en su continuidad, de uno mismo en su construcción de la persona que es hasta que la vida dure todo lo que tiene que durar y llegue a su fin de manera natural. Aquí no hay metafísicas, como casi en ninguna cosa, y no lo siento porque soy poco dado a ellas. Prefiero las hermosas físicas en que habitamos que componen el paisaje, el entorno y otras buenas químicas que componen las relaciones entre nosotros. Insisto en el proyecto: si no se tiene los días serán largos.
Hoy, los filósofos van de la mano de los físicos porque ya sabemos que no sabemos un montón de cosas, con nombres y apellidos y categorización, pero tenemos hipótesis acerca de ello y nuestra ignorancia es menor. No tenemos dogmas de fe ni irrealidades etéreas. Para los romanos el alma moría con el cuerpo, para nosotros el alma es una irrealidad poética: tenemos conciencia, inteligencia y percepción y un endiablado sistema multifuncional de neuronas aplicadas a diversas funciones, programadas en diversos subsistemas de los que se empieza a suponer que ninguno de ellos ostenta el liderazgo. Somos una máquina de vida y de su propia conservación; la persona no es sino la reunión de experiencias, la compilación de memoria, el ejercicio experimental de tomar decisiones. El ciclo que nos explican en Atapuerca es sencillo, experimentar, socializar el conocimiento, aprender, aplicar y progresar. Desde la primera herramienta ajena ajena a nuestros dedos, sorpresivamente encarados todos ellos con los pulgares. Desnudos nos podemos reir de nosotros mismos, pero estamos obligados a amarnos porque somos lo único que tenemos. No somos el fundamento del universo, nuestra vida en la tierra se reduce a pocos años comparada con las de las bacterías. En caso de catástrofe (nuclear o no), de nosotros no sobreviviría el menor rastro: las bacterías permanecerían, mutarían a otro organismo dada su simplicidad. Ellas son las reinas de la supervivencia y nosotros no somos sino esclavos del equilibrio medio ambiental. Nuestra cultura es simplemente nuestra, nadie la comparte. Lo bello, lo sublime, lo excepcional, el éxtasis, todos los conceptos enaltecedores tienen solamente valor para nosotros. Lo bello, si no existieramos nosotros estaría condenado a lo que Sartre llama "la permanencia oscura".













