martes, agosto 08, 2006

El Corazón de las tinieblas

"Mientras estábamos jugando a los naipes y bebiendo un whisky, surgió la idea de ir a una casa iraquí, violar a una mujer y matar a su familia". Lo hiceron. Eran tres muchachos, uno ni siquiera, un chico de 19 años; los otros dos de 23. Uno era ya sargento, es decir, responsable de algo más que de si mismo, de la moral con que se adorna un colectivo militar, de la íntima ética que se supone que lleva personalmente en su equipaje humano. La muchacha violada tenía 14 años. Después de la violación la quemaron con keroseno de cintura para arriba. A su padres y hermana pequeña de 6 años los acribillaron a tiros. Después del juego se fueron a asar y comer alas de pollo. No es terror de pantalla, lo he leído en El País de hoy y no he enfermado, ni he vomitado, ni he sollozado o me han aflorado lágrimas a los ojos. Es, sencillamente, porque estamos hecho a todo. Sabemos lo que es el horror porque reconocemos las variables que lo componen.Leemos y comprendemos en base a reglas: el titular contiene la norma del espanto; él nos prepara incluso nos informa de nuestra actitud recomendable si no queremos seguir; y el horror, cuando viene en un titular es menos horror interior y es más una actitud escénica. A cuentas del artículo de ayer en este blog, todo lo inhumano, con el tiempo, se convierte en humano; o como dice Luri, parodiando a Terencio "puesto que soy un hombre, nada inhumano me es ajeno". Terencio vivió en una época de inocencia, si se quiere y compara con la nuestra, que de nos ser así su frase hubiera sido la conversión aludida.
No se trata esto de un alegato anti USA, ni ante guerra, ni ante invasión de Irak. Mejor sería dejar de leer si alguien espera leer algo parecido en las líneas que siguen. Se trata sencilla y llanamente de un alegato anti nosotros, la gente común. No me importa Bush, ni Blair, ni Aznar, ni la enorme lista de visionarios que confunden la responsabilidad política con una misión sagrada ante el futuro. Me importo yo, Porque he perdido la capacidad de horrorizarme y solamente me queda la de escandalizarme con aspavientos de contricíón. Yo, nosotros por si alguien quiere unirse a este alegato, somos los destinatarios de la noticia y en ese papel de espectadores poco podemos hacer salvo horrorizarnos en una actitud ética y con un comportamiento estético. Leer es un acto de razonable albedrío; conviene estar informado de todo, de absolutamente todo lo que pasa en el mundo nuestro para poder opinar acerca de las infamías que alguien, documentadamente y con una torva profesionalidad nos saca a primer plano. Llegando a desconfiar de cualquiera que quiera jugar con mis sentimientos, invierto los papeles y pregunto al periodista, ¿que derecho tiene a sacudir mi ánimo con tal violencia en su noticia? Pido anestesia porque los hechos del presente, cuanto más de hoy son, cuanto más pertenecen al instante en que vivo, me ensucian más intensamente, me guste o no. Si fuera honrado, en realidad honrado, algo tendría que hacer. Yo no voy, no debo expiar ningún crimen, hoy, en este presente en que lo único evidente es mi impotencia.
Lo que nunca se nos pasa por la cabeza, pienso, es que somos los que hemos de cargar con el pecado y la culpa de esos tres post escolares que estaban jugando en una ciudad iraquí y decidieron protagonizar un juego de rol, en vivo y en directo. Nosotros llevaremos el pecado, cada uno de nosotros, como la carga insoportable que nos ha de hacer torcer el paso de la dignidad que nos quede. No se trata, pienso, de levantar la voz que no llega a ninguna parte, sino que se trata de no estar, de cruzar los brazos y no estar en ningún sitio sino en nuestro propio horror, para saborear la catarsis de alcanzar la inocencia.
Si el anverso de la noticia es el que he explicado, el revés es que a estos chicos miserables les espera, con seguridad, la muerte ejecutoria, la ejemplar del paredón o la horca. Es así en su país, y en Irak, y así lo demanda una sociedad harta de ser la víctima del salvador y la del asesino, de su propio salvador y de su propio asesino. También su sociedad, ansiosa de ejemplarizar sus actos actuando en consecuencia; matando a los chicos conseguiremos ver el mundo más limpio y ejemplar, o conseguirán, porque me temo que me bajo del carro de la ejecución con el mismo bdesprecio con el que me niego a subir al de la canallada.
Este mundo es mejor sin estos chicos que no deben morir por nuestra mano, aunque creo que no debieran haber nacido, o por lo menos no haber crecido así, y me pregunto ¿quien puso en sus bocas y en su mente la idea, de que era posible salir a divertirse violando a una chica y fusilando a sus padres y hermanos?
Alcanzaremos la comprensión de lo ocurrido en base a explicaciones científicas, pero me llega el recuerdo la novela de Conrad El corazón de las tinieblas donde el autor creía denunciar el todo del horror: Las memorias de Stanley en África, que tuvo mucho que ver con lo terrible, hablan de caminos ribeteados por cadáveres de esclavos muertos en las largas marchas de la ignomía. Después fué Coppola quien se embarco en aquel Apocalypsis Now vietnamita que era la misma historia ambientada en un presente tan lleno de obsecenidad como el libro de Conrad. Al igual que leí el libro, ví varias veces la película. reconozco que la escena que más me impresionó, no fué el famoso ataque del escuadrón de helicópteros sonando la música de Wagner, sino aquella escena en la que el personaje que interpreta Martin Sheen, en calzoncillos y borracho gesticula y baila una danza sin sentido ante el espejo de su dormitorio, mientras espera que le asignen una misión.El actor, leí en algun comentario sobre la película, rodó la escena borracho y la realidad llena la ficción de verismo: un hombre ensaya ridículamente posturas ridículas mientras borracho se prepara para aslir en busca de un asesino que antes no lo era. Kurt era un hombre brillante, como el comerciante de Conrad, fué la guerra la que le convirtió en el déspota enloquecido creador del reino del horror. Todo es locura, todo es ebriedad, incluso durante la tregua momentánea en que un hombre debiera aspirar el bálsamo de la paz , en la habitación de su hotel. O mientras otro piensa en sus nuevos crímenes, realmente sus nuevos actos de afirmación humana. Porque el horror es contagioso e iguala a la víctima con el asesino, pone al uno en manos de la otra. Para ser reconocido el asesino necesita a su víctima y así consigue representar con propiedad su papel ante la sociedad entera, cuando aparecece en los noticiarios o en las planas del periódico. Sin sus víctimas estos chicos no serían nadie, ni nada.
La realidad ofrece coartadas silenciosas e incluso remansos de paz como son el bosque y el prado. Durante la tarde han venido visitas y hemos tomado unas copas disfrutando del último sol, cuando ya el fresco desequilibra el bienestar. No hemos hablado de nada trascendente porque los sucesos lejanos son lejanos y en esa distancia han ido quedando en relatos de terror; cuando se han ido ha vuelto al jardín a recoger las copas y mientras volvía a casa, con la bandeja entre las manos, me he dicho que esas cosas terribles pasan cada día. Hay que ser fuertes para conseguir que estas cosas terribles se conviertan en la normalidad. ¿Cómo sobrevivir si no?

7 comentarios:

  1. Estoy con un hueco en el estómago. Me duele. Duele la realidad. Infierno. Sin sensibilidad.

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  2. Parece que el único comentaro cabal sea el silencio. Pero, por tra parte, ¿por que ser cabal ante acontecimientos de este tipo? Gesticulemos, mostremos claramente nuestra indignación, rasguémonos las vestiduras. Y hagamos todo esto en la plaza pública. ¿Cómo no reconocer que hay cierto cinismo en nuestra distante, pulcra, burguesa indignación? ¿Y cómo estar callado sin sentirte un poco cómplice?

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  3. Esa es justamente a un tiempo la actitud y la contradicción. La globalización en el conocimiento y el descenso al detalle resalta más si cabe nuestra impotencia.

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  4. Hemos caído en una insensibilidad increíble sin la cual no podríamos permanecer en este mundo. La muerte y los desastres, tanto humanos como naturales, nos sorprenden menos que nada así como sus consecuencias. Por cierto, que hace diez años del desastre en Biescas y los damnificados están próximos a cobrar, o eso creen.

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  5. Así es, Francesco, tyodo lo que sucede se ordena en una secuencia temporal y deja de ser importante cuando abandona la primera página. El problema es que el horror también desaparece, se digiere. Aunque a lo mejor no es el problema.

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  6. Camus encontró una salida a este dilema que a mi me ha parecido siempre falsa (incluso un poco cínica), pero que vista la actual revitalización de este pensador me da cierto temor confesar. Según él había que estar siempre con la víctima, porque más valía equivocarse tomando partido por la víctima que acertar tomando partido por el verdugo (los monaguillos de Sartre hicieron suya esta sentencia con aquel infame "más vale equivocarse con Sartre que tener razón con Aron"). Este es un buen ejemplo de beatería moral. ¡Ojala se redujera nuestro compromiso a tomar partido moral por uno o por otro! La cuestión crucial, la que pica, y para la que yo al menos no tengo respuestas éticas, es la de cómo comprometerse en la defensa efectiva de una razón justa -cómo defender a las víctimas- sin provocar dolor a nigún inocente.

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  7. Es que creo que p0odemos tomar posturas diversas: hay que elegir a la víctima. Yo, que he sido camusiano sin abandono ni desfallecer durante muchos años, por su pasión y honradez (no hay que olvidar cuales fueron sus tiempos y los conflictos en los que actuó) creo que la identificación de la víctima depende del nivel en que se sitúe el observador. No podemos saber cual sería la víctima identificada por Camus pero si suponer que en su tiempo era relativamente fácil esa identificación: frente al nazismo, frente al comunismo soviético, frente a la España de Franco, frente a la Francia colonial frente al terrorismo del FLNA (por la convivencia) argelino. Este último escenario nos da una pista. Su "yo estoy con las víctimas" procede de sus primeros escritos de alrededor de los años 40, si mal no me equivoco. Los estados victimaban. La opinión pública no existía y el papel del intelectual francés era modelo. El mundo es más complejo hoy y Camús no era capaz de imaginar a un Irán (un GIS en ARgeliz) con bomba atómica. Yo sigo apostando por su honradez y de Sartre tomo mucho, poero no todo.
    Creo que mi postura en este post es la de patentizar la pérdida del sentido del horror ante el hecho y su digestión. Se trata de una cuestión no general sino concreta y puntual (multiplicada cuanto se quiera) que no pretende ser crítica con el sistema de invasión de Irak; eso es otra cosa. Se trata de comprender que cualquiera puede pensar como esos chicos y nosotros aceptarlo. Camús no lo haría. Yo tampoco. Ignoro lo que pensaría sobre la invasión, pero la víctima evidente es una muchacha y su familia.
    Creo que sería bueno releer a Camus, como un referente moral, sin beatería de ningún tipo, y tratar de hacer una lectura que fuera útil para hoy. Por ejemplo, en la "Carta a un amigo alemás" de 1940, yo encuentro mucho de útil y ejemplar para el día de hoy.

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