miércoles, enero 28, 2009

De los cielos descendió sobre el prado...

No se trata de un encapotamiento general, sino de una masa de nubes que forman una sola desde el oeste, que se abre hacia la meseta castellana vieja, hasta el este en el que las montañas forman la línea del cielo. Todo es gris, plomo, apenas la vaga reflectancia de un lechoso brillo, como si detrás de todo ello alentara una luz. Otra vez la luz. Si traspasas, parece decir, esta barrera que nos separa, llegarás a mi. ¿No es esa la llamada de Dios?

Hacia el mediodía, entre las doce y la una de la mañana, Goyerri avisa de que ha llegado su tiempo de pasear. Sube la escalera y se acerca al Hombre del Prado que teclea frente a la pantalla del ordenador el post, o algunos correos, o lee el periódico o trata de trabajar en su novela. Es una hora bruja, que se dice, porque todo el tiempo está detenido en las notas de música, que hoy es Mozart pero ayer era Charlie Parker y mañana Dios dirá. Sea, Goyerri se encarga de romper la brujería, pues se queda inmóvil junto al hombre en su prado y le mira, nada hay más intenso piensa este que la mirada de un perro que quiere algo. La incomunicación, pues solamente ladran entre ellos o en momentos de exaltación en que pierden el sentido de la razón y del lenguaje, les ha enseñado a mirar con el deseo a flor de mirada y poner en ella su intensidad. Solo queda adivinar, pero esto es, fruto de la convivencia de trece años, relativamente sencillo.

Una vez en el exterior de la casa, dejando a un lado el frío intenso de este invierno, el más hostil que recuerda el Hombre del Prado, aunque sabe que si le pregunta a la gente del pueblo le dirán inexorablemente que hubo uno mucho más duro y difícil, aunque no se pondrán de acuerdo en el año que fue. Hay una pregunta que late en la mente de quien esto escribe y que le hace particularmente desgraciado. ¿Porqué esta gente del pueblo tienen siempre un ejemplo lejano con el que negar su realidad presente? ¿Porqué no dejan nunca que el habitante recién llegado pueda entrar en la convivencia de las experiencias y huyen a lugares del pasado que son inaccesibles para aquel? Nunca dicen "si, cierto que hace dos o tres años vivimos un invierno difícil", lo que permitiría integrar al recién llegado, que lleva ya casi diez años en el lugar, en sino que salen al paso de cualquier afirmación con un "eso no es nada, hace veinte años..."; pues en medio de este invierno hostil salió con Goyerri a dar el paseo de la mañana, y contra la voluntad del perrillo que envejece acrecentando su despotismo y malhumor antes de la comida y su ansía de ternura al caer la tarde, cruzó Arroyo Mayor por el nuevo puentecillo de madera que parece sacado del libro de Thoureau y subieron ambos la senda que lleva a Prado Largo, donde las ruinas de una vieja casa muestran unos muros abiertos al cielo por las dentelladas de los vanos de ventanas que han desaparecido. Allí, ante lo vasto, ancho y largo, despejado, de un prado encontrado en el corazón del bosque, el Hombre del Prado suele detenerse un rato para seguir con la mirada los regatos de agua que descendiendo por Aguas Vertientes vienen a desembocar aquí, tomar un ligero remansamiento, perder velocidad y deslizarse hacia la parte baja donde encontraran una hendidura en el terreno que se convierte en cauce que a todos recoge y conduce hacia el arroyo.

El momento es hermoso, Goyerri se pierde en sus olores y el caminante en sus ensoñaciones. ¿Que mejor puede convertir este tiempo breve en eterno? Pero, en este paseo la eternidad se ve interrumpida por un zumbido de película, el de las aspas de los helicópteros que zumban, zumban, zumban. están encima de su cabeza y descienden sobre la hierba húmeda. Es cosa de un momento ver a una multitud de siluetas vestidas de negro que ponen el pie en el suelo y se abren en círculo rodeando al hombre y al perrillo, se despliegan en dos círculos, uno interior y otro más amplio, dejando a los aparatos detrás de ello, y otro helicóptero, mayor, esplendoroso, toma tierra en el centro, se abre su puerta y desciende otro hombre alto y elegante, delgado, una figura vagamente familiar que al tomar suelo camina directamente hacia el paseante. Es reconocible, pero no se atreve a creer lo que está viendo, así que espera. A pocos pasos se detiene para llegar luego, despacio, extendiendo la mano hasta estar tan próximo como para estrechar la suya, seguido por las siluetas negras que se convierten en más que siluetas, visten todas traje oscuro, camisa blanca y corbatas de colores apagados, lisas. El hombre alto a sonríe con una mirada llena de afecto y ternura, de franqueza, directamente a los ojos, y en inglés de América le dice: "¿qué puedo hacer por usted?"

Conviene imaginar el momento, el sonido de las aspas de los helicópteros, el rumor de los regatos, la bruma que se levanta y la sonrisa de aquel que tendiéndole la mano le ofrece ayuda. No espera a que el Hombre del Prado le contesto, sino que sigue hablando: usted sabe, amigo mío, que podemos, juntos podemos... Y después del apretón de manos da media vuelta y todos se repliegan hacia los aparatos que de inmediato toman aire y se van hacia lo alto de las montañas para perderse detrás de ella. De nuevo el silencio, de nuevo el tiempo en su eternidad de un instante que se demora en pasar. El Hombre del Prado mira a Goyerri y este al Hombre del Prado. De nuevo la intensidad de la mirada del perro que es una pregunta fácilmente adivinable: ¿Qué quería? Le contesta que no lo sabe, y Goyerri, esta vez totalmente audible: ¡Joder! ¡Que cosas pasan en este pueblo! Y de inmediato: no le has pedido nada. No contesto y él, para sí, no muy convencido: bueno,lástima.

Hay que volver a casa para dejar constancia de esta experiencia única, el día, la hora, el momento en que Obama descendió de los cielos en Prado Largo y estrechó la mano del Hombre del Prado.

3 comentarios:

  1. Todo ocurre en nosotros dentro de un cierto orden, y con nosotros se desbarata. No és mio es de Edmon Jabes.

    Por cierto echa un vistazo pausado por aquí:

    http://llast.blogspot.com

    a mi me tiene fascinado

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  2. Unos dicen que Mr. Obana viene de los altos rascacielos que habitan los medios de comunicación americanos,yo creo que es la personificación de una ilusión y como todas las ilusiones son destelleos de la infancia.

    Un abrazo

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  3. Francesc, Petrusdom, yo digo que es una ilusión que vive en cada uno y como tal desciende de los cielos. Como en San Rafael no ha sido un hecho colectivo, nadie ha pensado en convertir el Prado en lugar de milagros. Sólo yo guardo el secreto de este advenimiento, que bebe de la ironía. Además de ello, mis respetos por él y mis mejores deseos.

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