Lee el periódico, pero descubre que no le interesa; ni el digital. Simplemente ya la actualidad deja de ser un hecho paralelo a su propia vida. Ha detenido el tiempo en un momento en que la luz refulge, se funden los tonos pálidos en un inmenso pastel de dominante azul: está mirando al cielo que se extiende como una cubierta protectora. La luz, el silencio, el bosque, un solo instante que va tomando intensidad de eternidad, un tempo lento, un movimiento musical continuo, inacabable, inabarcable. Hay un punto del tiempo en que es él, solo él. Nada se puede narrar entonces, porque no pasa nada, nada es un hecho, nada es un acto, nada y nadie, ninguno, toda negación es poca y en sí misma la sola negación de una palabra corta, no, tendría que ser suficiente. Existe el retorno, el vacío, una campana hueca, un tañido de bronce del que quedan solamente unas sordas vibraciones que llegan por el aire, un aire que no es. El vacío es la forma, leyó en clave zen, años atrás. O la forma es el vacío. Llenando el vacío se constituye un mundo, inadvertidamente, llenando el vacío en un intento vano por llenarlo, porque no hay manera de conseguir hacer realidad idea tan peregrina. El vacío está dentro y es a su vez lo lleno, completo, rebosante cosa que ni se puede describir, menos definir, explicar, matizar.
Son cosas que suceden cuando lo que no se advierte conquista el todo. No es un juego de palabras porque palabras no hay, ni una forma metafórica, ¿de que podría serlo? Por la mañana una figura pequeña bajaba por el camino con el bastón en la mano temblona de Parkinson. Reconocerlo es fácil, la silueta enjuta, insegura, breve, no menuda sino con una brevedad de vejez mística, diríamos que de poesía castellana. Los ojos encerrados tras dos rejillas, los ojos intensamente azules apenas vislumbrados, escondidos tras un pliegue que el tiempo ha dibujado, alejando de la mirada el resto de las cosas. J... camina cada día por esta calle hacia el bosque y rodea por él el prado, siguiendo por el sur la cerca de piedras que encierra el lugar de las yeguas y los potros. En la mitad de su longitud, sobre una roca, J... se detiene a mirar a los animales, magníficos en su naturalidad, que se acercan curiosos hasta el límite y sacan los belfos temblorosos acercándolos a la mano que trata de acariciar las cabezas, huidizas. Curiosidad y miedo, de tan humana combinación presumen las yeguas y los potros. J... los contempla en pie, diríase que un viejo indio añorando la pradera. Con su cáncer a cuestas resiste, en los viejos la enfermedad avanza menos le han dicho, y sigue yendo a dar la vuelta al prado, una vuelta mayor que llega hasta el borde del pueblo, en las escuelas cerradas ahora por vacación de verano. Después de estar un rato, J... vuelve a tomar el camino, rodea la cerca y baja por una senda que se empina, estrecha y un poco abrupta que sigue a lo largo del gran jardín de Eduardo A, que no es sino una pradera de hierba verde por la que corren siempre furiosos, eso parece, dos perrazos. El viejo del Parkinson desciende ahora la senda y se adentra en una franja de árboles, estrecha, que dan con el camino un giro de moca entidad para encarar la entrada al prado. Allí está el viejo pajar de piedra y teja que es almacén del ayuntamiento, y rodeándolo se desemboca ya en el claro, por donde arranca la calle del norte que pasa entre las pocas casas que allí hay. Pasará al poco por delante del Hombre del Prado que pasea a su perro nuestro de cada día, amigo del alma, y se detendrán los dos como de común acuerdo, al tiempo, el uno frente al otro. Importan los silencios porque J... es un viejo de pocas palabras. ¿Como le va, J...? pregunta el Hombre del Prado y el viejo contesta con dos palabras: Aquí estamos, le dice y al poco, como de haberlo pensado mejor: muriéndome.
Bueno, despedirse es sencillo, a dios, hasta luego, eso, hasta luego. Desde el otro lado, mientras el viejo entra en su casa, una construcción antigua, blanca, enfoscada, de ventanas verdes y tejado a dos aguas, llega el relincho de una yegua que envía dos tarascadas al potrillo que la apremia. La casa del anciano tiene a su alrededor un hermoso jardín, grande, umbrío, con árboles de muchos años, corpulentos y altos: castaños y cedros. El piso del jardín es de tierra. El desnivel entre la calle de arriba y la Nacional, entre las que se extiende su terreno, se salva con unas escaleras que se pegan a las cercas laterales. Mientras ve al J... bajando por ellas para entrar en la casa por la parte delantera, recuerda que en ella vivió, hace más de cincuenta años una muchacha que se enamoró de un hombre al que ve a menudo paseando a sus perros por el lugar: un tipo educado de porte erguido. Se prometieron el tiempo por delante y él la dejó. Ella se colgó del piso alto, en un suicidio que conmovió alo pueblo. El amante dejó el pueblo y se metió a restaurador en Madrid. Volvió mucho tiempo después, cuando la historia se ha ido en el tiempo llevada por el mismo tiempo. La gente que ha muerto desde entonces. J..., que era persona modesta, compró la casa por cuatro cuartos porque nadie quería hacerse con ella y en cuanto aparecía un comprador, siempre había alguien que corría a contarle la historia de la muchacha colgando de la buhardilla por el cuello.
Ha sido por la tarde, sentado en el jardín con el periódico en la mano cuando ha caído en el vacío donde luz y silencio se adueñan de cualquier forma y acto. Solamente, lejano, llegaba el piafar de las yeguas, muy de vez en cuando y era el único cordón que le unía con el tiempo que pasa hoy, ininterrumpidamente. Antes de caer en él, recreaba la figura de J... caminando con su bastón, muriéndose.
Muriéndome es una expresión exacta, viviendo tamién lo sería (claro), si esa persona diese valor al hecho mismo de estar vivo
ResponderEliminarPero ese valor solo se percibe en la forma de un sentimiento; la mente no vale para eso, ni ella ni sus incesantes palabras
Sabe que tiene un cáncer de próstata y cerca de noventa años. Está muriéndose, también lo sabe. A mi me sorprende la lucidez de un viejo que se aferra a vivir mientras está muriendo. Todo es lucidez, de la que carecemos. No se trata de que J... no cante a la vida, sino de que mientras pasea y mira los caballos en el prado, es consciente de su muerte inminente.
ResponderEliminarLa mente, reikiaduo, no debe valorar el sentimiento sinoi el conocimiento. ¿Es que no es sentimiento el conocimiento de la propia muerte?
Je, je, la mente debe hacer pues lo que la mente debe de hacer, aquello para lo que está diseñada y preparada, y no aquello para lo que no lo está
ResponderEliminar¿No es sentimiento el conocimiento de la propia muete?, pues no, no lo es; pensar es una cosa y sentir es otra como dos capacidades diferentes (ver y oir), (correr y escribir), (hablar y saltar)...
Si la autoconciencia de la inevitabilidad de nuestra propia muerte, actuara sobre más sentido común, otro gallo nos cantaría a todos; lástima que pueda ser en el mismo final, en la agonía, cuando se aprecie el verdadero valor que tiene (y siempre tuvo) un aliento más, aunque solo sea uno más
El caso es que antes de sentir uno piensa, aunque parezca que no, sí. Lo interesante...que en función de lo que se piensa, se siente. Es fácil de comprobar. En cuanto a la muerte...es una partida de ajedrez, ella siempre tiene nos da el jaque (mate, claro) J... es lo suficientemente lúcido como para seguir moviendo ficha, aunque sólo sea una, él la mueve y no hace caso de zarandajas, pues que viva en paz lo que le queda, lo merece.
ResponderEliminarHola, ¿en función de lo que se piensa se siente?, ¿es fácil comprobarlo?, ¿pensar va antes de sentir...?. Mucha información "de libro" y mucho cerebro dándose sus consabidas razones a si mismo en un bucle de repetición.
ResponderEliminarSentir es otra cosa pero eso no hay cerebro que lo acepte, hay que experimentarlo; por cierto, cuando te sientes bien eso influye en tus pensamientos y cuando te sientes mal pues también
Y para que no haya malos entendidos, lo digo desde la perspectiva de un "menda" que utiliza muy mucho la capacidad de pensar, por la que me siento inmensamente agradecido (básicamente para pagarle a este mundo el "alquiler" que nos cobra por el uso de sus instalaciones y bla-bla-bla)
Ana: ese es el sentido del post, que no trata de ser triste, aunque debe haber salido así. Yo admiro a j... y a su lucidez. Tiene noventa años y sabe que el cancer le mata. Coge su gorra y su garrota y se baja al pueblo paseando a ver la partida de mus: él no juega porque con el parkinson todo el mundo ve sus cartas. Como no es hombre literario, habla poco, de lo que siente, que tiene que ver con lo que siente y de lo que siente, que provoca pensamientos. Es un tipo casi prehistórico en ese amarre a la vida y a su prado, del que es vecino, como yo.
ResponderEliminarReiki: es que, como le digo a Ana, J... no es un tipo triste. Taciturno si, pero debe ser la castellanidad y la edad, todo junto. Pero es un tipo que se rie en voz baja y que se me ofrece para cortar la madera y apilarla.
ResponderEliminarYo, tal vez no lo parezca, escribo sobre lam lucidez y nesa no es triste, pero tampoco es un jolgorio. Es lo que es.
Por ciertop, reiki, que tomo de tu primer comentario algo que en segunda lectura me hace mostrarme disconforme con él.
ResponderEliminar"Muriéndome es una expresión exacta, viviendo tamién lo sería (claro), si esa persona diese valor al hecho mismo de estar vivo"
¿Quienm dice que no le da valor a la vida? Lo que pasa que "es lo que hay". Se resigna y vive en lugar de endilgar un rollo tremendo con las circunstancias de su enfermedad, que nunca menciona.
Yo diria que J... más bien apura la vida, da su paseo por el prado cada dia con su bastón como si fuera a ser el último, quizás despidiéndome seria el termino más adecuado,sabe a su edad que no le matarà el cancer de prostata, le matarà la vida,y es por eso que la apura..
ResponderEliminarFrancesc, es exactamente eso. No hay que darle más vueltas.
ResponderEliminarÉs que la vida mata, ya lo sabemos pero siempre sorprende y cuando tienes noventa años supongo que no te consuela que la sociedad viva tu muerte como una cosa 'normal', incluso deseable.
ResponderEliminar¿Qué es lo primero que le sale al hablar?, ¿en qué se centra mayoritariamente su enfoque vital?.
ResponderEliminarNo hablo de esa persona concreta y real (que también lo sería en este caso), sino solo de un personaje tal como se describe
Muriéndome es correcto, eso sin duda, y además lo estás perfilando como un individuo inteligente hasta el punto de no enrrollarse, comentas, con su propia enfermedad terminal
Pero en realidad está vivo. Esa es la verdadera noticia, ese es otro foco alternativo de centramiento prioritario
Reiki, el bucle va así: pienso-siento-actúo y el resultado es coherente o incoherente...como la vida misma. ¿Información de libro? haber estado 17 años (diecisiete) entre técnicos en psicología aplicada para la salud :p tiene sus consecuencias, qué le vamos a hacer. Lógicamente lo que sientes (la emoción)pesa más a priori, indagando puedes tener claro qué (pensamientos y/o hechos)te hacen sentir así...; Serrat lo canta muy bien: "hoy puede ser un gran día, plantéatelo así". Sigue pensando y sintiendo :-)es la mejor manera de vivir.
ResponderEliminarHola "Anna"
ResponderEliminarQue esté escrito en los libros no implica que sea verdad. Obvio. Todos hemos pasados larguísimos periodos de estudio a lo largo de los cuales (y desde luego a lo largo de la hisoria) las cosas han ido evolucionando y evolucionando
Una persona enamorada ¿modifica eso o no su forma de pensar?. ¿El enamoramiento resulta de un proceso mental?
Julia: es que yo no se si J... quiere consolarse o no con lo que la sociedad piense. Yo lo veo como un hombre de campo, albañil ocasionalmente, padre de tres hijos y abuelo, con su mujer, la abnegada A... que le sigue a todas partes. Yo creo que J... sabe que se muere y vive, y ese es el elemento vital para mí, el vital, el realmente vital, aquel que se alcanza viviendo y no intelectualizando la vida y su progreso hacia la muerte hasta que percibe que es inevitable, no por la vejez sino por una enfermedad que hace algunos años le lleva al hospital y vuelta a casa. Él sabe, es obvio, y por eso dice con normalidad cuando alguien le pregunta por como le va, con ese "muriendome" en lugar de decir "muy bien, aquí andamos, etc." que no son sino sentidos. Tal vez sienta morirse, tal vez esté asustado, pero se está muriendo. Creo que eso es lucidez y comportamiento ético.
ResponderEliminarEsa es la razón del post: una actitud ejemplar.
Ana, empezamos a pensar por sentir. El mecanismo es así: el sentimiento, la emoción asalta. Luego viene interiorizarlo e intelectualizarlo, es decir: pensar a partir de la instalación. Ahí surgen los frenos para lka acción, cuando se piensa, no por la emoción que impulsa el acto. El amor, del que Reiki pone el ejemplo es emoción e intelecto, por este orden.
ResponderEliminarLa psicología puede explicar todos los procesos que se producen a partir de la emoción o del inconsciente (pasiones gauraddas, emociones escondidas), pero el acto del impulso pasa al tamiz de pensar: se es en esto más o menos prudente.
Reiki: tu comentario anterior al que diriges a Ana me parece correcto, formalmente correcto. Pero ¿no es una cosa vital morirse, o morir, que no es sino acabar el tiempo de vida?. Porque la muerte es parte de la vida, el último aliento de la vida. Morir es dejar de vivir y cuando hay una causa, en ter´minos vitalkes, el individuo podría decir dos cosas:
ResponderEliminar"Viviendo" con toda la carga irónica que eso puede llevar. O la emocional ya que está feliz por no haber muerto todavía.
"Muriendo" como respuesta exacta a la pregunta que se le hace. ¿Como estás? Muriéndome, es decir, en la última fase de mi vida.
Luis, Reiki... en este caso el orden de los factores sí puede alterar el producto; lógicamente cada uno puede hacer lo que estime más conveniente, faltaría más. Enamorarse...¿qué es el amor? una vez escribí que hay tantas definiciones de amor como personas, cada uno elabora su propia descripción y receta. Uno se enamora queriendo, o sin querer, siendo correspondido, o no; en principio "sentimos" una atracción irresistible...pero ¿por qué surge esa atracción? Afortunadamente no hay respuesta. Hace mucho tiempo yo creía firmemente que los sentimientos no podían controlarse, surgían y no se podía hacer nada más (así me ha ido, claro) un torbellino de emociones que, con suerte, acaba bien y, a menudo, es fatal.
ResponderEliminar(le dí al botón sin querer...en qué estaría yo pensando?) En cuanto a la suerte...esa gran desconocida, mal repartida y ociosa, lo mejor no es sentirla o pensarla, lo mejor es tenerla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué fenómenos estais, así da gusto, y es que el tema de la autoconciencia de la seguridad de nuestra propia muerte es, además de un tabú social, un peso pesado de los temas de la vida
ResponderEliminar¿Decir que estas viviendo es ironía?, ¿ironía de veras?, ¿a qué llamas tu ironía?
La agonía es desde luego parte de la vida; ese último aliento cuando ya no volverá ninguno más es parte de ella, de hecho, aun es vida propiamente dicha (y un momento verdaderamente solemne si habeis asistido a alguna)
¿Se puede controlar un sentimiento?. Como se plantea muy correctamente hay tres capacidades humanas correspondientes a tres funciones: Sentir - Pensar -Actuar; y existe una interacción entre ellas, en estadística serían "parcialmente dependientes" unas de otras. Por ello es posible actuar aunque solo sea
parcialmente sobre nuestro sentir a base de aplicar una voluntad consistente en la selección de nuesros pensamientos e incluso de comportamientos: actua permanetemente "como si" estuvieras muy triste, y terminarás estando mucho más triste (esopor ejemplo)
Pero hay un hecho rotundo, cuando tú te sientes bien tu propio comporamiento se vuelve más afable y, por decirlo así, más bondadoso, y tus pensamientos por supuesto. Cuando tú te sientes mal ocurre justo lo contrario
Nuestro sentir de cada momento es clave
Precisamente Reiki...si cuando te sientes mal tienes pensamientos positivos y haces cosas que te gustan....es muy probable que te sientas bien; por el contrario si cuando te sientes mal te centras en todo tipo de pensamientos negativos y no haces nada... es muy difícil, por no decir imposible, sentirse bien.
ResponderEliminarLa capacidad humana de adaptación y supervivencia es casi infinita; el sentirse más o menos feliz es una cadena de eslabones, muchos no dependen de nosotros, pero sí los más importantes. De ahí la importancia de tener una espacio íntimo y personal (mejor si no se comparte con nadie) en el que acumular los recuerdos de los buenos pensamientos-sentimientos, para echar mano de ellos en el momento oportuno y necesario.
Así, tontín-tonteando, el blog de un pensador nato con fudamentos bien puestos como realmente es Luis Rivera, genera antes o después temáticas de éste calado
ResponderEliminarEnhorabuena Luis, y enhorabuena Ana por la parte que también te corresponde
Actuar sobre el sentir desde los pensamientos y desde las acciones está muy bien, por ejemplo toda la afamada New-Age se basó en eso
Pero también hay un sentir que se percibe desde el propio sentir. Un sentir que está ahí por el mero hecho de ser un ser humano que está vivo en este preciso momento; y eso tanto cuando lo percibes como cuando no, e ndependientemente de lo que estás haciendo, estás pensando, o te está sucediendo
Según mi experiencia, es correcto decir que somos unos imponentes dispositivos de sentir, que tenemos añadida (además) una ventajosísima y muy desarrollada capacidad de pensar, y por supuesto de actuar
Somos "más estupendos" de lo que en realidad y en el fondo nos creemos
Más y más abrazos (mira, el abrazar es otra capacidad de esas)
Gracias por tu comentario, reiki, y quiero hacer constar que tu tienes parte importante en este hacer y deshacer.
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