Al final de todas las palabras, agotadas en su significación, ya todas conocidas y comprendido todo el deambular del lenguaje construido desde la razón o desde la palsión, queda el silencio. Parece lógico comenzar por el silencio, él debía ser el principio de todas las cosas aunque tal vez no podía denominarse silencio, pero era nada en perpetuo mutismo. Elk siulencio y la luz van siempre unidos, y el tiempo. Hasta que se rompe el silencio, y el ser humano es arrojado al mundo y en él dejado. Desde el silencio a una libertad que dura apenas segundos, incluso menos. Abrir los ojos y ver ya es coindicionante, la misma curiosidad lo es, y perverso. Quien quiere saber acaba prisionero de las cosas encadenas, que como cerezas se prenden las unas a las otras. Perop esa curiosidad no es acto de la voluntad sino del instinto y con ella se poierde la libertad para ser prisionero de las cosas que existen, están en el exterior y hacen suyo. La libertad primera dura apenas el tiempo de ser un muñeco que llora.
Se pueden entonces aprender todas las palabras y lo que significan. Cuanto más se conoce más profunda y laberíntica la prisión. Encaminado por una senda de certezas, no hay sino que creer que cuanto viene de fuera aporta conocimiento. Entre nacer y morir se abre, como una pista de vértigo, el tiempo, propio de cada uno, su condena a estar para no estar. Pero las palabras ayudan a olvidar que lo que resume al ser humano es un trayecto vital que, independiente del contenido, consiste en nacer, vivir y morir. Cabe decirlo de otra manera: empezar a vivir y dejar de vivir, que es el ser aquí y ahora. Es más coroto el presente de lo que parece, empeñado el hombre en dividir su experiencia en la memoria y la experiencia, el conocimiento y el futuro.
La libertad perdida, de la que no se tuvo conocimiento, es ahora la meta final y en ello puede verse, si se quiere, la condena de vivir. En el Mediterráneo nacer y vivir son actos sulpables que necesitan ser perdonados. Desaparecido el Paraiso, quedan el apartamento y la angustia. Es ahora cuando conviene conocer, adoptar la experiencia acumulada como línea de fe y de copnvicción en uno mismo. Es verdad que en la vida se aprende
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