martes, agosto 28, 2007

Palabras, criaturas, palabras...

La última entrada describía algunas de las criaturas imaginadas que a lo largo de la vida ha ido creando de la nada, el que escribe, del aire y del subconsciente, que no son sino bolsas de despojos en suspensión y que más tarde las ha plasmado en un papel, escribiendo con su letra irregular y francamente fea rasgos, caracteres, movimientos, hábitos y actitudes.

La fascinación de moldear a una criatura y dejarla parada, detenida en el prado, o hacerla caminar por una colina, sendero acechado por indios imposibles, no tiene comparación con otra mientras se crea la situación: lo más cercano a dios es narrar una invención, matar a una criatura, devolverle la vida, jugar con su destino ignorantes que al final ese destino afectará al que escribe porque le dejará una huella. Las criaturas convivirán con él. Lo dijo Flaubert: "Madame Bovary soy yo" y la llevó siempre consigo. Todavía hoy la lleva al extremo que la buena Emma es a un tiempo del señor Bovary y de Gustave Flaubert.

¿Qué haces? le decían en la infancia y él trataba de colocar encima de las hojas con líneas escritas los ejercicios de la aritmética o el álgebra suspendidas. Inútilmente: la falacia descubierta por un simple gesto de la mano autoritaria del padre que investigaba el corazón de la mentira en el mismo lugar en que se producía. ¿Quien podía entender en aquel tiempo que escribir era una pulsión contra la que no cabía rebelión alguna? ¿Cómo renunciar a la felicidad que nos viene dada por algo tan simple como sentarnos, pluma en mano, frente a una página en blanco? ¿De donde brota ese caudal inagotable de momentos, cosas, personas, absurdas imágenes imposibles que empiezan a formar indios y quimeras para terminar encerrando a todo el universo en un bosque serrano?

Pulsión, pura pulsión. Estudia, le decían, acaba una carrera, y después estudia. Con cuanta facilidad tienen los padres la solución determinada a partir de una sentencia: palabras, palabras, palabras. Dos tipos de palabras se encuentran en el espacio imaginario de la mente del niño: las que él quiere escribir y las que pronuncia el padre, serio y determinado al extremo de esconder las libretas escritas. Hay que, en esta cosa de la deconstrucción, buscar en el almacén de los hechos, no de la memoria que es cosa que parece más lejana, sino de los hechos, las razones fundamentales por las que uno ha salido de una manera determinada. Las memorias son cosas que han pasado: personas, personas, personas.

El Hombre que escribe que es el Hombre del Prado, cuando recrea una criatura desde, un nombre y una imagen, por ejemplo Julius que salía de la mezcla de César y Arthur Miller, no comprende la seguridad de los demás y cree que mienten. Por eso las criaturas son mentiras, y esto escrito le lleva a recordar aquello que le decían cuando no debía escribir, a fin de cuentas suspendía: todo lo que escribes no dejan de ser mentiras, la aritmética es lo que es verdad, en septiembre. Vivimos en dos territorios, piensa, en las palabras y en los hábitos. Sin las primeras no podemos crear lo imaginario y dotarlo de verismo, ternura o crueldad; sin lo segundo no somos más que el desnudo esqueleto que habiendo nacido creció envuelto de carne y latidos, pálpitos de la sangre.

Los hábitos nos acunan, nos mecen con el cariño de la autoprotección de tal manera que perdemos de vista la única realidad cierta que podemos abarcar y alcanzar: estamos vivos en un momento y en un lugar. Cada célula que se regenera, cada neurona que guarda una carga de energía que es un trozo de un recuerdo, es hija de un tiempo y un lugar y nada más, un tiempo diferente cada una, otra fracción infinitesimal de segundo, y un lugar que cambia y muda con el paso de los segundos o de sus fracciones. Proyectados al futuro con la libertad en la mano para decidir que hacer o donde ir, aún cuando estemos sujetos por los afectos, perdemos la ocasión de ejercer la libertad mecidos por los h´çabitos. Bien se vive en ellos, es verdad, y en la nostalgia. Palabras, palabras, palabras de un Hamlet descreído en pos de la libertad a la que se apela para guardar en el cajón de la cocina, el más recóndito. Se dice que el pasado debe ser permanentemente desterrado y la memoria aislada y derruida. Debe y Haber, criaturas o silencio, bosque o mundo.

La libertad fluye hacia el futuro, escribía ayer en un correo recordando haber leído esa frase en Compte Sponville. Sin deconstruir no puede correr hacia el futuro, porque el peso de las cosas almacenadas, de los hábitos inamovibles, del pan nuestro de cada día no le permiten sino intuir lo que podría ser. "¿Hay algo ahí?" podría preguntarse ante el vacío la criatura creadora de criaturas dirigiendo su voz al mundo, desnudo de objetos inservibles. Le llegará el silencio, su apelación no será contestada o de serlo alguien, una voz del ayer le dirá que tome su puesto en la fila y espere: llegará el tiempo del cumplimiento de las cosas, alcanzarás la felicidad, estudia aritmética, deja de escribir: criaturas, criaturas, criaturas.

7 comentarios:

  1. Seguro que aprobaste aritmética, me alegra que siguieras escribiendo criaturas, siento un especial cariño por el dios menor, habitante del bosque. He pasado por un montón de bosques en un viaje peregrino hacia el oeste, me dediqué a recoger estrellas para repartir, aquí te dejo tres, para ti, Ana y Goyerri.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Nunca se me dieron bien los números y me empeñé en las palabras, Ana. Unos, dos y tres besos, por cada uno de nosotros. Y otro, insincero e hipocritón del dios menor, que por ahí anda.

    ResponderEliminar
  3. Otra vez me has hecho pensar Luis, ¿cual es mi vocación en la vida, cual sería mi personaje?

    Sería un gozador, alguien muy especializado en descubrir, maravillarse y apreciar

    ResponderEliminar
  4. Descubrir, maravillarse y apreciar, y con todo gozar. No es mala vocación aunque supongo que requerirá un cierto aprendizaje.

    ResponderEliminar
  5. Un "desaprendizaje" diría yo

    Gozar así lo sabe hacer perfectamente cualquier chiquillo (en condiciones normales de vida)

    Ya sabes que estadísticamente ellos sonríen de forma exponánea una media de 400 veces / día

    Una vez convenienemente "adulterados" sonreirán (ojo, de forma expontánea), una docenica escasa de veces

    Claro que semejante proceso no es en absoluto "inevitable"

    ResponderEliminar
  6. Hijo, lo tuyo hay que digerirlo. Vamos por partes, abajo como ya entiendes te dejo un poemita sobre madame Bovary; somos dios cuando creamos, no hay tanta diferencia entre una criatura literaria o una real ien cuanto al futuro, a deconstruir el pasado ya sabes que para mi, solo hay un presente permanente, que como en el dia de la marmota, se repite incansable.

    Reflexió:

    No he acabat d'entendre mai,
    la frase a Flaubert atribuïda.
    "Madame Bovary c'est moi."
    Em temo que ens enganyava,
    o jo vaig molt errat, puig
    l'Emma a part de manyaga,
    és el símbol de la vulgaritat

    *

    ResponderEliminar
  7. Francesc: hay que entender a Flaubert. El decía que cuando escribió Madame Bovary, en los pueblos de Francia (en toda Francia en realidad) había miles de Madame Bovary sufriendo por ese encarcelamiento sentimental, de ambiente e incluso legal al que su enamoramiento la condenaba. Flaubert se metió dentro de ella y comprendió el sufrimiento de esa criatura que evidentemente era vulgar, como todas las heroinas anónimas, pero sufría una situación ante la que nada podía hacer.

    Yo también creo que el único tiempo real es el presente. Pero en él se acumula toda la construcción que tiene a convertir a un niño en una persona "de provecho" acorde con unos valores religiosos, cívicos, etc. Deconstruir es replantearse esa formación dada en cuanto a valores de una manera minuciosa y seria.

    ¿De cuantas frustraciones venimos? No creo que nadie, insisto, nadie, no sea hijo de las suyas. ¿Cuantas pulsiones se dejan de lado por obligación, deber o autoconvencimiento? Yo creo que es ser humano es más hijo de las frustraciones que de las felicidades, y esto, que no considero terrible, si creo que debe ser considerado (valga la doble consideración)

    En cuanto a lo de digerirme, ya lo sé y nada puedo hacer al respecto. escribo, como digo en el post, por pulsión. Nada me empuja a publicar una sola línea de lo que escribo pero todo me obliga a escribir: el tiempo libre, la funesta manía de pensar y una tendencia a mirar las cosas como si tuviera un microscopio en los ojos: a mi mismo, por ejemplo.

    ResponderEliminar