Cada día, cuando se pone el sol, sigue esperando una noticia y piensa que llegará al día siguiente. Cada día, al empezarlo, abre las páginas de los periódicos y la noticia no está allí. Como en el poema de Kavafis, los bárbaros no llegan y corresponde aceptar el vacío de lo inesperado. Como todo el mundo, un todo que es relativo y se refiere a una idea de la humanidad simplificada en la que todos son cuantos como él sienten o piensan, y así lo cree él, sabe que llegarán los bárbaros un día u otro y se acabará la espera. La noticia, como el rayo, vendrá a violentar la cotidianeidad tranquila. Espera pues una noticia que de al traste con la simple marcha de las cosas que suceden en el mundo que le contiene. El hombre habita en la quietud, en el sosiego, en el mismo amor que le transforma y en el desasosiego; el hombre habita y es al tiempo habitado por sus sentimientos y anhelos de la misma manera que por sus pesimismos. Incluso el mismo escepticismo le habita, cada día ocupando un trozo más de su realidad. Si por tantas vehemencias no estuviera habitado, se dice, sería un hombre vacío. Y si fuera un hombre vacío, ¿no sería feliz? Ah, se lamenta, la felicidad no tiene sino un mundo silencioso donde lo que sucede no tiene voz, lo que aterra no está presente, lo que horroriza carece de lugar.
Ciertamente esa noticia que retrasa su llegada, ocupa un lugar en su morada. Sabe que sucede, un día, repentinamente, empiezan algunos hombres en lugares del mundo, a sospechar, que lo terrible está por llegar, y en su lucidez, saben que nada está en su mano para detener la avalancha de desesperanza que se irá alimentando: la noticia toma cuerpo en el salón de casa, en el dormitorio, en las conversaciones con los vecinos. Un día fue en su tierra, cuando llegó una guerra. Otro en Alemania cuando los vecinos judíos fueron señalados con el dedo de la animalidad. Otro en Ruanda donde las piernas cercenadas igualaban la altura de todos y con ello acallaban un odio secular. Otro fue en Yugoeslavia, cuando aquellos que nada tenían contra los otros, conocieron repentinamente que existían y fueron lanzados a exterminarse. La noticia contiene lo inevitable: este mundo se acaba y ha de empezar otro, sangrientamente, con vesanía.
La noticia viene siempre, se dice de mano de los otros. La noticia no es un accidente, el número de muertos en carretera, la llegada de un fármaco para un dolor del cuerpo: la noticia es un crimen. ¿Quien es ese desconocido que en un santiamén levanta su bandera. ¿Cómo no seguirle en lo irremediable? ¿De donde sacar el valor para, más que la queja y el dolor, levantar un muro de contención, eficaz, definitivo. Si él, si cualquier él, aislado, pudiera levantar un muro, lo haría, pero la acción, no exenta de riegos, es insignificante. ¿Que quiere decir negarse? Decir no, es cuestión de hombres rebeldes, teoriza Camus. Ortega decidió guardar silencio en los años catastróficos de 1936 y 1937. Eran actitudes frente a la arrasadora devastación de la noticia. ¿Que voz queda del gulag soviético, que no sea un mero testimonio impotente? ¿Quien, en el asesinato de la mitad del pueblo camboyano, pudo no solo decir no, sino detener con su no aquel espanto? Nos queda la noticia, la lenta penetración de esta en las conciencias, de la misma manera que va penetrando la evidencia de Darfur y al tiempo, la constatación de lo que es la impotencia. Este hombre que espera que llegue la noticia, sabe a un tiempo, que nada podrá contra los hechos que llegan de repente. Cuanto más lejanos, más etéreos. Toda realidad lejana es al fin una evanescencia. Si nada se puede hacer queda en el escenario la recreación de lo que pudo ser y ya no es, ni será. Tiene el espanto la capacidad de marcar, como al ganado, de manera indeleble, el paso de los hechos, la marcha de la historia, la razón comprende que lo que ha sucedido tiene su lógica y que esta se cumple: todo acto significa, tiene su logos; ningún acto es i-lógico, carente de significado. Los actos preceden a la noticia, los significados se explican y en cada acto hay una razón, una desmesura, un encuentro enyt5re el amor y el odio: el afecto. ¿Qué es el odio sino el amor con vocación destructiva? ¿No es una emoción? Amo et odi dijo el poeta Cátulo expresando el sentimiento que impele desde la ternura a la violencia. El horror, visto de lejos, sirve para poco más que para angustiar la conciencia de cada uno.
No es el mundo un lugar de agrado de quien se refugia en un paisaje en el que, cuando más desierto, más en paz se vive. Algunas cosas terribles han de acontecer y se las ve venir. Aislarse no excluye los hechos, pero si el lento conocimiento de lo irremediable. Los hechos, para ser, deben de ser noticia y cuanto más terribles, más potente ella nos ofrece el conocimiento y con él la razón de su ser.
En "Las Coéforas" dice el criado: "debes saber, los muertos matan a los vivos" Cabe entender lo cierto de tal aseveración en este lugar en que los vivos no son sin los muertos, más que sombras de si mismos. Todo conocimiento es independiente, si se quiere, de la comprensión. De la noticia que espera le interesa tan solo la inevitabilidad del horror. Lo que aguarda es que alguien le comunique que en su plácido mundo, los amigos se matan entre sí o una riada caída del cielo arrasara su tierra y cuanto ella contenga. Piensa en Lucrecio y en su poema "La Naturaleza", donde todo cuanto existe tiene significado y razón, ordenadamente, cúmulo de ciencias, hasta que la peste en Atenas llega, como el rayo, y termina con todo. La peste arrasadora significa cuanto puede significar el poema: lo inevitable.
No siempre los crímenes individuales o colectivos llegar a ser 'noticia', muchos no tienen ni ese privilegio.
ResponderEliminarTines razón, a Lucrecio hay que leerlo teniendo presente, en su canto a Venus, el capítulo postrero. Por cierto, ¿quién es esa Venus de Lucrecio? No la diosa, evidentemente, puesto que es epicúreo. ¿Es, entonces, el nombre del deseo? Si es así, entonces Lucrecio nos habla de Eros y Tánatos.
ResponderEliminarClaro, Julia. No obstante lo que el hombre espera copn ligera impaciencia no es en sí la noticia, la que sea, sino el desastre que todo lo gobierna y desmadeja: el inesperado desastre en que todo ha de acabar y volver a empezar.
ResponderEliminarLa verdad, Luri, es que creo que algo tan debatido como esa invocación hay que resolverla de manera voluntariosa y por cada cual. Yo pienso que Lucrecio:
ResponderEliminar- se ciñe a la costumbre
- honra a la familia de Memio a quien dedica el libro
- reúne en Venus una variada simbología "placer de hombres y dioses,engendradora de Enéadas".
En cualquier caso, en la misma invocación, 42 46, se refiere al ser de los dioses como algo alejado de los hombres.
la noticia no llega si donde està la masacre no hay petróleo o diamantes, como en Darfur, queda diluida detràs de otras noticias mas imperantes. Y en cuanto a la naturaleza, esta és basicamente lucha, supervivència y muerte y esto lo hemos olvidado instalados en una relativa y olvidadiza opuléncia. La vida no es más que una espera, hasta que llega la nada infinita.
ResponderEliminarPero Francesc, hasta que llega la nada, hay que temer el desastre, el enfrentamiento, el cambio repentino, el odio. Ese es el miedo. La noticia no es la que llega, en este post, tal y como lo veo, sino lo que se espera.
ResponderEliminarsi, supongo que si, el miedo no es mas que la ausencia de felicidad, y la noticia que no llega, la que se teme, casi nunca llega y si lo hace es ya demasiado tarde. Entonces no hay que tener miedo, solo tomar precauciones ante lo imprevisto.
ResponderEliminarEn mi experiencia personal está la espera de una terrible noticia durante años. Tantos, que llegó a formar parte de mí, como levantarme por la mañana, o comer o reirme. Y, una vez producida la mala noticia, la noticia odiosa y sabida y temida, me ha llevado muchos años deshacerme de esa actitud o ánimo de espera, no aplicarla a otros asuntos. Esperar una mala noticia es tan malo y destructivo, a veces, como el propio mal que se espera.
ResponderEliminarBesos, querido amigo.
Si, Isabel, eso es justamente lo que trato de reflejar. Muchos besos.
ResponderEliminarA este caleidoscopio nunca le faltarán noticias (agradables y desagradables), alternándose y sucediéndose sin solución de continuidad. Así fue y así será. Seguro.
ResponderEliminarPero hay otra noticia, relevante pardiez, muy relevante; y es que yo estoy vivo (por ahora)
Rekiaduo: eso no es noticia, por bueno que pueda parecer.
ResponderEliminarNo, no es una noticia, es "la" noticia. Y esta mañana al despetarme me he encontrado conque seguía de rabiosa actualidad
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