martes, julio 17, 2007

Y toca estar

Todo lo que el hombre puede imaginar ya ha sido imaginado antes; todas las emociones se han repetido hasta la saciedad. Y todo lo que es sentir ya se ha sentido. La risa de hoy ha venido sonando día tras día y las lágrimas o el temor, igualmente, han acompañado al ser viviente, sintiente, pensante. Como cosas del ser no son, que son del estar, diría el caminante en el bosque. Esta amistad con Goyerri, el perrillo amigo, ya la han hecho millones de seres solitarios a los que les ha bastado sentir un afecto de medidas anchísimas por quien siente adoración por él y le sigue, vaya adonde vaya, con un enorme sentido del derecho, de la afirmación a estar, de la propiedad de su espacio y su sitio.

Estar no es ser, es lo que el ser enfrenta cada día en cuanto a humanidad y le relaciona con el todo que le envuelve. Y este todo ha sido ya todo, viene siendo todo, viene repitiéndose en todo para cada criatura que abre los ojos y gatea por las cosas de la vida. Estar es gatear como criatura y seguramente, no alza la estatura sobre dos pies hasta el momento de morir, hasta convertirse en memoria y ser, como cosa pasada, un ser entero expuesto a la vista de las demás criaturas, sumergido el recuerdo en una foto capaz de ser explicada de principio a final: en ello han de quedar voluntad, inacción, actos y proyecto. La criatura que está se realiza finalmente cuando ya nada puede hacer para seguir estando por sí mismo y está en los demás hasta la disolución de la memoria, el licuarse de las emociones.

Así, piensa, estar es hacer o no hacer, irremediablemente empujado a vivir sobre una tierra que le acuna y rechaza con igual intensidad y a la que él ama y odia a un tiempo. Si el hombre no es vivo, ágil de mente, acaba perteneciendo a una tierra y a la idea de esa tierra que han forjado los otros: será mejor entonces que la ame sin sombra de duda. No es posible predecir lo que será de la criatura cuando esté ya definitivamente acabada en las mentes dispersas; ¿cómo podría el hombre imaginarse a salvo en este estar de lo inevitable e inesperado? La ilusión incapacita para el conocimiento y empuja a la acción, es fuente de voluntad, viene a decir Nietzsche refiriéndose al hombre dionísiaco: debe de ser cierto. El hombre que aspira al conocimiento debe rechazar la ilusión que puede cegarle la visión del estar. Conviene conocer, aún sin saber el qué, y el para qué.

El misterio de las cosas es la fuente de toda crueldad para con los hombres, escribe Levinas, desvelando con su propia crueldad a la misma crueldad. Cada hombre es en si un misterio y lo olvida; actúa como se conociera, obra como se supiera; henchido de la vanidad de su auto complacencia solo se mira en los espejos deformantes, falsos, que ha construido a su alrededor. Cuentan de Domiciano que colocaba espejos en las c´´amaras de palacio en el Palatino para poder ver con certeza desde que ángulos de la oscuridad llegarían los que habían de asesinarlos. Ningún espejo evita el magnicidio que la vida hace de cada uno, ese uno al que se le da el estar para acabar arrebatándole el ser. Como si apagando las luces del escenario, acabada la representación, ya nada quedara en pie de aquella realidad en que se había creído mientras duró el tiempo de la farsa. Ese vacío escénico tras el telón caído es también una ilusión de falsedades, que en la memoria quedan las palabras y gestos de los que siendo actores, fueron. Toda representación se basa en reconstruirnos en la piel de los otros, espectadores sintiendo al fin, sin voz, especie de coro mudo que gesticula para sus adentros. Muchos años atrás, en el Gloria, un cine de barrio de la Gran Vía barcelonesa, hoy desaparecido, ante una película del oeste, en una escena final en que el protagonista, con su revolver Colt y sus puños, creaba la ilusión de la justicia, una voz muy cercana gritó sin poder contenerse "yo soy así" convertido en coro, receptor único del enfrentamiento de los héroes y los hombres.

En una de sus mejores canciones, Becaud, poeta, afirma que cuando un niño nace el mundo comienza de nuevo. Cierto es, aunque al niño se le van a dar los materiales de la eterna construcción, que viene haciendo el hombre y su todo será el remedo del todo que le precedió. El niño que nace no puede ver al mundo con los ojos del lobo o de la coneja o de la mariposa. Mucha más amplitud, mucha más universalidad en la mirada alcanza el ser humano en su vivir y duda, sabe, que nadie puede tener una imagen que le englobe a él también como cosa. En uno de sus paseos, el hombre del prado, se inventó a un dios menor olvidado entre los pinos y robles, incapaz de reencontrar el camino del retorno a sus tiempos. La eternidad es solo imaginación, pero al construir una figura insignificante viviendo una eternidad como condena, no hizo sino repetir la azarosa existencia de ángeles y dioses. El el bosque en que vive existe una leyenda de una loba azul a la que un caza lobos nunca pudo matar. En su carrera ilusionada, dicen que mató en su vida más cuatrocientos lobos dejando al bosque deshabitado. Sin esa ilusión es hombre no hubiera podido matar a tanta criatura, y condenado a conocer su presencia amenazada, hubiera acabada por refugiarse en el miedo.

Estar es danzar liberados a las fuerzas de la naturaleza, en el claro del bosque. Perseguir a la loba azul armados de la ilusión destructiva; perderse en un bosque para toda la eternidad; escribir palabras tratando de llegar a concluir aunque solo sea una convicción. Pero ¿quien puede tenerlas? Solo hay convicciones renunciando a conocer, tomando la ilusión como alimento. Lo otro es una representación en un escenario sin luces.

4 comentarios:

  1. Lo que son las construcciones semánticas...aquí somos o estamos, en la Gran Bretaña lo tienen más claro, utilizan to be...or not to be.

    Yo el ser se lo dejo a Don Quijote y el estar a Sancho Panza, que cuando dejamos de ser (por ilusiones, convicciones o lo que sea) llega la melancolía; de eso debe saber mucho el dios menor de tu bosque, es algo eterno, no sé si divino. La próxima vez que le veas pregúntale de mi parte.

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  2. Le preguntaré también por ti, y si lo crees convenioente te lo enviaré a León. Es un buen tipo.

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  3. No viene mal la intercesión divina, además estos dioses menores cogen un cirro y se plantan en un santiamén en cualquier lugar. No tengo bosque en casa pero sí frutos secos, algo es algo.

    Un abrazo

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  4. El eco de Ortega: El ser del hombre es un gerundio: es un siendo. El estar es siempre un estar de paso, claro. Pero nuestro estar de paso es sólo nuestro, Luis, y, en el fondo, tan intransferible como inefable. Creo...

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