domingo, julio 23, 2006

Creación - 5 Creador autor versus creador observador

Al caer la tarde, sentado en el jardín, con los últimos rayos del sol entrando por el oeste, uno se relaja y piensa en nada, o en cosas.

He escrito repetidas veces en esta serie de artículos, que el creador hace su función para sí y desde sí y que el ansia que siente de crear, la necesidad última de llenar un papel de palabras o un lienzo de color y forma, es personal, de nadie más: es cierto, de la misma manera y con la misma certeza como que sabe que necesita mostrar el resultado de su obra para que la creación alcance un el final de un ciclo, poniéndola en manos del espectador. Sin esa transferencia, el autor no ha terminado su trabajo, no ha llegado a su meta, está sin público y por lo tanto ignora el recorrido real de su obra, de su arte.
La creación es cosa de dos, doble, en dos fases; una primera que procede del creador en la que el acto de crear carece del placer estético, ya que el creador no puede resumirlo, conocerlo, descubrirlo, porque ese placer no le pertenece. Ese placer estético al que Sartre prefiere llamar "alegria estética" y que no es sino la emoción que al manifestarse en el espectador señala que la obra está lograda. Esta alegría, cita Sartre, en efecto, que está negada al creador mientras crea, se identifica con la conciencia estética del espectador.
Tmbién he escrito y trataré de explicarme mejor ahora, que el espectador es tan creador como el propio creador de la obra, puesto que la obra sin espectador está en la fase de permanencia oscura, solamente existe para quien la ha creado y podría decirse que salvo el goce ilusionado de su producción, ignora todo de ella. Cuando el creador transfiere la obra al espectador, obligado como está a ser honesto, ha respetado la libertad del lector o del observador, de realizar su propio recorrido con el libro y las palabras en las manos. El creador mantiene un cuidado (insisto en la honestidad necesaria) exquisito en dejar al lector libertad absoluta y no trazar trampas que condicionen su capacidad de emocionarse, ni siquiera la dirección de las mismas. Puede engañarse el creador durante el acto de crear pues su propio conocimiento del trabajo que realiza es subjetivo, pero no debe engañar al lector proponiéndole atajos y caminos tramposos, durante el acto de creación de este.
El lector descubrirá en el texto un acto de creación desde el mismo momento en que lo abra por la prímera página y lea la primera palabra. Cuando el lector se asoma a la frase "Fuí a Comala porque me dijeron que allí podía encontrar a mi padre Pedro Páramo" arrebata el poder de la creación al autor que queda relegado a un vigilante desde la portada, un nombre en cuerpo de letra destacado. Ya es el lector quien adentrándose en el mundo de Comala lo va a hacer suyo y a llenarlo de su propio contenido moral, tomándose la libertad de poner imagen, sentimiento y emoción a un guión escrito por otro, creador también, aislado de las emociones de la lectura de su propia obra. Si en un principio el autor debe, moralmente, respetar la libertad del lector sin falsificar el fluir de la obra en busca de emociones prestadas, de obligado cumplimiento, ahora es el lector quien deberá respetar íntegramente la libertad del creador, al adentrarse en sus párrafos sin que sus propios horizontes de prejuicios le encaminen por terrenos ajenos a la emoción naturalmente emanada. En pintura y escritura no existen imperativos categóricos y si absoluta libertad.
El acto de leer, el acto de mirar una pintura, es un acto gozoso de creación (creación, no se piense en recreaciones) y debe entenderse como el derecho del lector o del observador a dar rienda suelta a su potencial creador, que le absorve devorando palabras, frases, formas. Vuelvo a citar a Sartre "Porque ya que quien escribe reconoce, por el hecho mismo de que se tome el trabajo de escribir, la libertad de sus lectores y ya que quien lee, por el solo hecho de abrir el libro, reconoce la libertad del escritor, la obra de arte, tomésela por donde se la tome, es un acto de confianza en la libertad de los hombres".
El creador es generoso, pues un sentimiento generoso es el que tiene la libertad por principio y fin. Por lo mismo es generoso el lector. El primero apela a la conciencia del segundo, a su periplo emocionado a través de las páginas, o incluso al rechazo frontal, a la incomprensión (emociones también). La obra de arte, llamésmola así pues ya ha despertado emociones y por ende ya existe, permanecerá ahora abierta a cada una de las creaciones que observador, espectador, lector, cada individuo que la tome desde su propia esencialidad, desde su postura moral, su obligación ética, desde su horizonte de certezas y prejuicios en el vasto tiempo en que pueda seguir existiendo un espectador que a ella se acerque. El acto creador segundo, caminará con el tiempo por territorios que el mismo autor desconoció, por terrenos de futuro en los que ni se llegó a pensar. Nuevas estéticas transformarán la obra de arte en las nuevas creaciones que el futuro depare. O esto o la permanencia oscura, la condena a la inexistencia.
Igual que existe vocación de creador-autor, existe vocación de creador-espectador y la libertad de este debería exigirle a él, si es que la libertad puede desde la ética propia exigir algo, que se asome a la obra desde su propio prejuicio si lo tiene, con la menor información ajena, virgen de parámetros o paradigmas que le anticipen la emoción a encontrar. Es causa dificil permanecer en esta virginidad, en un paisaje social en el que parece obligado saber de un libro antes de haberse publicado, todo. El horizonte de los prejuicios de cada uno puede llevarle a la definición por principio: "es un autor de tal tipo, o de tal otro", "es un pintor academicista o vanguardista". El diccionario interior va cerrando entradas a la libertad de conocer y juzgar, que es al fin lo que en base a sus propias emociones hace el lector.
Una vez más cito a Sartre: "la lectura es un sueño libre"

9 comentarios:

  1. A mí, la palabra que me viene a la boca después de leer esto que has dicho aquí, es la palabra "salvaje".
    Salvajemente bueno.
    No sé qué querré decir diciéndolo así, empleando esa palabra, pero es la que ocupa mi boca.

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  2. Pues la verdad es que nunca la han empleado con mi intelecto, así que te la agradezco...

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  3. Me llama la atención en que en todo estos últimos escritos acerca de la creación se refiera casi nada a la música, escultura, cine y teatro...

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  4. Vb: creo que no he sabido responder bien a tu comentario. Yo he escrito una serie de 5 articulos, falta uno, sobre el impulso creador y su ciclo. Las artes en que se produce son indiferentes, en mi secuencia. Los ejemplos que pongo lo son a modo de ejemplos, pero no he escrito sobre literatura, pintura, etc. Her escrito sobre el impulso creador. Perdona pero mi comentario anterior parecía otra cosa, según lo veo. Un abrazo.

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  5. Hola Luis, el mediterráneo te envía besos salados.Andrea y yo un abrazo desde Sitges. El fin de semana estuvimos en tu ciudad, preciosa, recorriendo las calles del barrio gótico y pasando calor. Es un gusto leerte de nuevo en vacaciones.

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  6. Ana C. Bienvenida, benvinguda desde Sitges. Un abrazo a las dos desde el bosque. De día un enorme calor, por la noche refresca.

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  7. Me declaro creadora-espectadora de principio a fin. Cuando se lee o se contempla o se escucha, lo leído, contemplado y escuchado entra a formar parte de mí (de cada uno de nosotros) de una manera singular y única, es ya nuestro. Saludos cordiales.

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  8. Isabel: el día que comprendí que el lector forma parte de la creación, me volví tremendamente exigente. Igualmente saludos.

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