viernes, abril 28, 2006

La soledad en el espejo (3)



Cada mañana me miro en el espejo, o tal vez me veo sin acto de voluntad. Soy yo, es indudable. Estamos solos mi reflejo y yo en el baño. Hay vaho de humedad, cálido ambiente, olor a dentrífico y nada más. Me veo pero no me miro, soy pero no me reconozco. Es un enfrentamiento que antecede al desayuno de café con leche, a la mirada confiada hacia el bosque, hacia las laderas de Cueva Valiente cubiertas de pinares. He hablado de esas laderas: Aguas Vertientes. En la mañana, a las nueve, una corona de niebla y jirones de nubes sobrevivientes de la noche, ocultan el sol las más de las veces. Lo que llamamos buen tiempo aparece más tarde, al filo de las once. Cuando me veo por vez primera es en una hora de intimidad absoluta, arrancado de un sueño colmado de silencios (aquí se duerme entre los crujidos de la techumbre de madera que ya no se oyen y son todo el silencio que nos ha de envolver). Si no reparo en mi imagen me visto de indiferencia, pero si lo hago será por causa de algún descubrimiento que no me ha de agradar: desmayo, desmadejamiento, inelegancia, un poco de vejez, un mucho de abandono. Tendrías, pienso, tendrías que cortarte el pelo y recortarte la barba; lo primero lo hago dos o tres veces al año con un corte al dos, lo hago yo mismo porque me resulta inaguantable ir a la peluquería. Lo segundo lo hago cada mes, aproximadamente. Llevo barba desde que acabé el servicio militar. En mi generación algunos llevábamos barba y otros corbata. La estética y la ética encontraban acomodo de la mano por entonces. Un día, hace años, escribí un aforismo desalentador: "¿cómo puede ser bueno un día que empieza viéndote desnudo en el espejo del cuarto de baño?" La desnudez que menos soportamos es la propia porque no debe seducirnos, no puede. Entre el espejo y yo existe una complicidad cotidiana, diaria. El me ofrece mi reflejo y yo lo percibo con dificultad. No hay en mi cuerpo nada que me averguence, salvo que mis propios defectos me ofenden, aún y siendo de poca entidad. Por la ventana de mi cuarto de baño entra la luz del día y la imagen de los montes recortados al oeste. Columnas de humo suben al cielo desde el valle. Hay un trasiego de pensamientos que empiezan a tomar forma, reanudan el inmediato ayer, ajustan el tiempo a los planes, organizan una agenda mínima en tanto que el vaho cubre el espejo y al borrar mi imagen empieza, ya si, de manera rotunda, el nuevo día. Un milano asciende en círculosEl vaho cubre la forma humana de la misma manera que la niebla cubría el reflejo en el río del cromagnon que nos antecedió. Bebía agua en el cuenco de la mano o directamente del arroyo, atento el oído a los ruidos del bosque. Hay días en que un desánimo me invade y no se porque: exceso de vida, pienso. Otros me invade el desasoego: necesito vivir con más intensidad, pienso igualmente. No soy constante. Un hombre que piensa a menudo, que pretende pensar como principal ocupación, no puede ser constante. Cada día, cada mañana, pasamos por el espejo en una metáfora de las parábolas del evangelio. En el espejo nos vemos y nos reconocemos, debemos aceptarnos tal cual somos. La ducha después deberá purificarnos para afrontar el día. Una vez más miraré a través de los cristales de la ventana y veré el día en círculos por los que tendré que deambular. Una idea se abre camino entre otros pensamientos y apunta ya a proyectar mi actividad: bajaré al pueblo, a la farmacia. iré andando, entre ir y volver solamente un kilómetro. Ordenaré el invernadero, leeré un periódico (solo los titulares y algún editorial si el encabezmaiento me inspira), quiero releer someramente a Cavafis y tengo que pensar en el blog. Así es, decidido al fin y sin ningúnn triunfalismo, saldré a la vida de cada día olvidando que me he visto, una vez más, desnudo en el espejo.

3 comentarios:

  1. Muy íntimo, muy verdadero, sincero. Veo claridad y reflejo en las letras, veo el día y la vida intensa en el bosque...¡qué suerte!

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  2. ¿Qué pensará el que está al otro lado del espejo? ¿espera, pacientemente, a que vuelvas a asomarte la siguiente mañana? ¿se camufla como tu sombra cuando te das la vuelta? ¿se parece nuestro reflejo a la realidad?¿cómo nos vemos, cómo nos ven, cómo somos de verdad, cuánto somos de mentira?

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  3. Ana C. De mentira somos lo que mentimos. Esa pregunta es fácil. El otro en el espejo se va con nosotros a su virtualidad. Y nuestro reflejo en el espejo es esa exacta realidad en el bien entendido que el espejo sea fiable. Cómo decía Valle Inclán (o escribió), el esperpento es la realidad reflejada en los espejos deformantes del Callejón del Gato, que por cierto existen todavía. La pregunta entonces sería ¿cuando y cómo nos convertimos en un esperpento? Y en cuanto a como nos ven... ¿chi lo sa? Hay quien te lo dice, hay quien lo calla, hay quien te ama, hay quien te sonrie, hay quien te desprecia.

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