martes, marzo 21, 2006

Los buenos y los Malos


Los buenos y los malos eran adjetivos del cine de mi infancia; como el chico y la chica. Hoy, en tiempos de sociología para torpes y de antropología de mesa de noche, no queda bien decir buenos o malos o bonito o feo. Esos adjetivos quedan ramplones y se prefieren las complejidades linguísticas. Está bien así, pero puesto que existe el mal y lo sabemos y el bien también o lo imaginamos, por una vez escribiré sobre los buenos y los malos.
¿Cómo saberlos? ¿Cómo identificar a unos y a otros? ¿Cómo separarlos? Himmler entraba de puntillas en su casa para no despertar al gato. El entorno de los tiranos les aprecia; creen que saben más de ellos que el grueso de la gente que soporta la tiranía. Hablan de sus ternuras o de sus gestos humanos. Se tiende a exculparlos: la maldad está en el entorno; al malo le ocultan la verdad. Si por el malo fuera todo iría mejor, los sinverguenzas son los otros.Todo es una conspiración. Los buenos es otra cosa, lo son casi siempre y hay cosas que los buenos no harían nunca hasta que las hacen. Tirar napalm o agente naranja sobre una población de seres humanos que corren despavoridos por una carretera; vaciar un banco del dinero de los otros, apropiarse de un terreno, recalificar una parcela; envenenar el entorno. ¿Que sabe uno cuantas cosas puede hacer un malo sin serlo o un bueno que hace de malo? Jugar a dioses y matar o perdonar la vida. Traicionar. Mentir. Estafar. Torturar. Mentir otra vez. Los buenos de una pieza no hacen esas cosas, son enteros, sanos, bondadosos. Los malos si. Cuando era niño, en el cine, el malo estaba siempre identificado; era malo porque quería a la chica que no le quería, mataba a quien no debía y trataba de acabar con el bueno. Para ser bueno bastaba con actuar como negativo, a la inversa en todo. Por eso jugábamos a buenos y malos. También jugábamos a polis y ladrones o a indios y americanos. Existía una clara ambiguedad: si nos tocaba ser malos dignificábamos el papel y tratábamos de ganar la batalla. En realidad practicábamos un transformismo que nos debía preparar para la vida: asignado el papel de malo lo asumíamos y con fervor. Pasar de bueno a malo es un paso, el cruce de una línea. Que poco es. Esos juegos fueron aprendizaje de banalidades, preparación para el mañana. Mucha gente nos cuenta que tuvo que fusilar y lo pasó mal y otra mucha no cuenta que tuvo que fusilar y no le pasó nada, en su conciencia quiero decir. ¿Qué iba a hacer? Da un motivo y nacerán los malos. En la Roma republicana, las proscripciones de los enemigos del triunvirato podían ser denunciados por ley, por cualquiera que así obtenía la mitad de sus propiedades; el resto pasaba al estado. Centenares de buenas personas encontraron motivo para denunciar a sus vecimos. A veces para identificar al malo basta con hacer un ejercicio: en la escala de maldades vamos a identificar al ejemplo de todo, aquel que concreta enm si la maldad pública. Cuando no quiero identificar al malo empiezo por centrarme en culpable de todo. Se sabe que siempre hay un culpable, o es un don nadie o es el todopoderoso mandamás, El Teniente Calley en Viet Nam o Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Y ya está. Cuando el insignificante hace algo malo y le pescan, sive para dar un escarmiento., Que no se diga nunca que no se castiga al malo. A Calley le tocó aunque sospecho que poco y que deberá haber vivido una vida cómoda pensando en la maldita conspiración que descubrió que habia violado y permitido que su patrulla violara y asesinara a una pobre muchacha vietnamita, (pobre aunque fuera combatiente del viet cong). Los insignificantes están de carceleros, hoy, distribuidos por todo el mundo y a veces bromean y se divierten con su maldad, como el que tiene una pelota de goma y la bota en el pasillo de casa; se hacen fotos con cámaras digitales torturando, o haciendo que torturan o con cadáveres torturados y las reparten entre ellos. Es lógico que los chicos graben una paliza a un compañero, ¿no se divierten así los mayores? Y todo el mundo sabe que los mayores hacen las cosas bien.
Otros han cumplidos las órdenes del todopoderoso. Esos insignificantes han llenado el mundo de tragedias, han desgraciado a la humanidad amparados en la inconsciencia, exactamente esa es la palabra, y en anestesiante cumplimiento de la orden. "Las órdenes de Hitler eran leyes, aunque no se escribieran" dijo Eichman en su juicio en Jerusalen. Hacer bien el trabajo fué para él trasladar a millones de judios al este, a los campos de exterminio. Buena persona, indiscutiblemente, con método y rigor, aplicado, puso en marcha un sistema de transportes que funcionó a las mil maravillas. El presidente de un banco se vistió arrogante la toga ante los jueces que trataban de entender como toda aquella arrogancia chulesca escondía a un ladrón vulgar. Malo también, Y dosctor honoris causa y modelo para la juventud. Una conspiración para que no llegara al poder, él que iba a arreglar los problemas de todos. Y el alcalde de una ciudad turística, rica entre las ricas, lujosa entre las lujosas, a la que se le quedan en las manos algunos millones comisionandos para él. Son malos que aprovecharon la oportunidad; las oportunidades existen y esperan a su malo. A toda opoprtunidad le corresponde uno. ¿Es ser malo aprovechar los millones que pasan por tus manos? ¿Es ser malo poner tu firma, un garabato ininteligible para poseer más triunfo? ¿Para dorar el aura? La respuesta está clara: si, pero... Un paranoico alcanza el poder y los demás le siguen, lúcidamente, y justifican sus pasos con racionalidad absoluta. ¿Es eso malo? Si, pero...La línea trazada en el espacio invisible que separa al bueno del malo, al bien del mal, es también invisible. Y el mal no es tan malo, todos podemos serlo. Tenemos ela rgumento salvador, el que nos regenera cuando llegan los tiempos de expiación de la culpa: si, pero... Lo terrorífico es la banalidad del mal, su insignificancia, su habitualidad. Por eso es difícil ser malo de verdad, que malo circunstancial es muy sencillo. Si consigues recalificar una zona rústica no eres malo, listo si. No importa que se enfaden los veinte vecinos afectados, porque ellos harían lo mismo. Y si eres malo, eres poco malo que también existe la gradación. Y si arrojas un bebé a la basura, parido en la oscuridad de la tragedia, misería y soledad se juntan muchas veces, no eres malo, horrorizas, pero no eres malo porque las circunstancias son las circunstancias. La verdad es que vivimos rodeados de banales actos de maldad y el bueno es áquel que no está dispuesto a ser banal, nunca, pero ¿cómo saber cuando ese nunca es ahora? Los malos son inductores, actores y cómplices. Un conocido mío, del pueblo en que vivo, franquista de pro, amante del orden en los otros, me definía el otro día al presidente del gobierno con el apelativo de "carnicero sanguinanrio" y se fué tan ancho. Yo no hablo de política con quien no conzco y esta pincelada de ahora es por pura ejemplaridad. ¿Porqué dices eso? le pregunté y me contestó que porque era así. Los malos definen las cosas, les ponen nombres y calificatiivos, se los aprenden, los repiten y acaban haciendo realidad una falacia. Libertad sobre libertinaje, orden sobre caos, unidad sobre disentimiento, beneficio sobre solidaridad, dios sobre la nada, dioses sobre toda la nada que se pueda imaginar. El mal banal es individual, social, colectivo, político. El médico que recomienda el dopaje al deportista es malo y el que se deja dopar es cómplice y entonces ¿que es? Los cómplices lo llenan todo, repiten insistentemente que la guerra fué justa, que la pena de muerte es a veces necesaria, que la fuerza es la ley, que somos ingorbenables, que la miseria es necesaria, que los otros son los malos y los señala, que siempre ha habido vesanía, que siempre ha habido indecencia. Estos cómplices siempre saben donde está la maldad y a veces te perdonan, por voluble y ligero, que les lleves la contraria: ya saben que tu eres así. Convencidos del bien practican el mal, que lo confunden uno con el otro. Hay un párrafo de castellano limpio de Dionisio Ridruejo, contenido en "Las muertes del Rey don Pedro del Canciller López de Ayala", en que el prologuista y seleccionandor de los textos, escribe: Es la vida del hombre, en su aspecto más crudamente humano, lo que principalmente nos ha interesado: los rasgos de su vesanía homicida, de su veleidad erótica, de su incurable rencor. Rasgos todos ellos contrastantes con su pronta sentimentalidad, el cálculo racional de su empresa, su ambición levantada, que hacen el drama más patente" Olvida uno que añado yo: la banalidad, el sentido de lo mínimo, el sin sentido. Con ese equipaje, poco camino se puede hacer para no ser el malo o el cómplice, si fervientemente uno no se lo propone. Camus define al hombre rebelde como aquel que sabe decir no. Es el mismo no que necesita aquel que quiere no ser malo.

4 comentarios:

  1. ¿Quién es más malo, el que engaña o el que se deja engañar? Cuando algún tirano reconocido o anónimo asesino cometen fechorías, al segundo le califican de loco psicópata, al primero de patriota. Los calificativos diagnósticos o ideológicos no resuelven el problema, el fin no justifica los medios. La sinrazón de quienes se creen con la posesión de la verdad, una única grande y libre, asusta hasta que te das cuenta de la gran mentira: su verdad. Respecto a quienes basan su discurso en la ofensa: el insulto es la razón del que no la tiene.

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  2. Claro. El malo existe, como cuando éramos niños y es relativamente fácil señalarlo. Otra cosa son sus razones o principios, pero el malo es el malo en la película y en la vida real, y estamos llegando a relativizarlo. Disculpamos por sus motivos, por su irrelevancia.Los malos hacen el mal por irrelevancia, por pura burocracia. Los torturadores argentinos adoptaban los hijos de las madres a las que arrojaban desde los aviones después de dar a luz. Los niños kmers en Camboya mataron a dos millones de seres. Los malos son malos y muchas veces lo olvidamos.

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  3. That's a great story. Waiting for more. » »

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