Cuando estás en el bosque, estás solo. Cuando paseas a pie travesías inútiles, estás solo. Cuando bebes los años como días, estás solo. Cuando vives, estás solo. El tiempo es tu caja para guardar tus cosas: tu vida. Es elástico, a veces correr desvergonzadamente te resulta corto y a veces lento, deseas que pase, despreocupado y absurdo, y sientes la inquietud del aburrimiento. Miro a mi alrededor y me preocupo, no por los demás sino por mi; encerrado en la cápsula de mi tiempo trato de sentirlo tictac a tictac. Un día descubrí que cuando no tienes que hacer y estás esperando que algo suceda, en vez de desear que el tiempo pase, lo mejor es disfrutar de su espaciosidad, no hacer nada pensando hacia dentro o mirado hacia fuera, sabiendo lo que se piensa o lo que se mira. Años atrás dejé pasar el tiempo, lo perdí, escurridizo entre las manos; todos los jóvenes lo hacen y no hay nada que objetar; en la abundancia se derrocha el caudal y se empieza a ahorrar cuando la bolsa se ve medio vacía.
Vuelvo a la soledad. estamos solos con nuestra propia vida, dejando a un lado compañías felices, complicidades y amistades profundas. En la vida, estamos solos, viviendo solos, caminando solos con nuestra conciencia en diálogo con nosotros mismos; nuestra conciencia reflejo que es la única que nos habla en cualquier momento, que tiene licencia para interrumpir los pensamientos y acceso libre. Que nadie se equivoque, estamos solos y eso es tan cierto como que la sociedad que nos prepara para afrontar el mañana con juici, pretende cubrir nuestra soledad con preceptos y normas que nos ahorren la decisión individual y por ende peligrosa. Todos quieren ahorranos el descubrimiento de la angustia, como si supieran como hacerlo. Nacimos, vivimos y morimos en soledad y en su ámbito descubrimos el valor de una o varias compañías. Nuestra soledad no es una tragedia, es una evidencia. ¿Quien puede sentir por nosotros? Sólo aconsejarnos. ¿Quien puede ahorarnos el dolor? Sólo acariciarnos. ¿Quien puede evitarnos el desconsuelo? Sólo sonreirnos. La mano que nos tiende el amigo y que cogemos ávidos de su tacto es un asidero para amarrar la barca: una anestesia. Pero el dolor y la tormenta siguen su curso, están y son. ¿Quien puede negarlo? ¿Quien puede evitarlos?
En un relato cuya lectura hiere, de Camus, un pintor se encierra en un altillo para pintar en soledad y allí pasa los días olvidando a familia y amigos y al fin, de sustentarse con lo esencial; no baja pese a las súplicas de los suyos, no prueba comida ni bebida y acaba expirando. Cuando suben y le encuentran, todo es oscuridad en el espacio y al mirar el lienzo que intentaba cubrir de pintura, una palabra torpemente escrita desde la oscuridad, revela un dilema que no pueden descifrar, ya que no saben leer con claridad si ha escrito "solitaire" o "solidaire".
El absurdo de la existencia, que es la imposibilidad de unir destino y vocación, realidad y aspiración, se muestra con una dramática claridad a quien quiere mirarlo frente a frente. El círculo protector no existe más que en una proyección de nosotros mismos. En los más íntimos momentos de compañía, cuando no puedes discernir tu existencia y la del otro, como actos individuales y singulares, late una ápice de soledad que no reconoces: el miedo a perderlo, al desgajarte. Estamos solos porque sentimos lo que sentimos desde nuestra esencialidad y desde nuestra conciencia y eso se puede narrar pero no compartir. Somos uña y carne, pero sentimos la carne nuestra y la uña es el otro, y él lo mismo. Quien dice "nosotros" en su cotidianeidad formando grupo, dice un yo acobardado: ha perdido su singularidad como referencia, ya nunca má será. Cuando eso sucede aperece el miedo a la soledad, olvidando que la soledad es la esencia primera de la existencia. Cuando más usamos el plural como desidentificación de nuestra singularidad, más anestesiamos en vano la soledad. ¿porque la soledad duele o porque tememos que la soledad nos duela? Cuando llegue el momento de morir les va a doler a los otros que nos aman en su propia soledad; perderán una molécula de su compañía. Nuestra muerte a quien no va a doler es a nosotros salvo en la forma, y esa es breve y física. Lo irónico es que morir, como acto esencial, debería importarnos nada. Que les importe a los demás que van a descubnrir un poco má su soledad sin nuestra compañía.
En esta soledad confundimos el amar con el querer: lo primero es dar y lo segundo poseer. Lo primero es sentir desde la soledad hacia la solidaridad; lo segundo es ambicionar desde la soledad a la voluntad de tener, a la propiedad. Te quiero equivale a cautivar. Te amo equivale a liberar. Te quiero no resuelve las soledades del alma pero anestesia llenando del objeto deseado la pirámide de la existencia; cómo los antiguos egipcios atesoramos para el viaje largo y en soledad objetos preciados y necesarios, se supone. El cruce pagano de la laguna Estigia es más sincero y democrático. Uno, en su soledad y desnudez (ligero de equipaje en machadiana expresión) , no sabe a quien va a encontrar en la barca de Caronte: asesinos y virtuosos le acompañarán en nueva singladura; muchas veces he pensando en dramatizar ese viaje en un relato y sigo pensando en ello, no se si sabré.
Anestesiados como estamos, contra la soledad, no percibimos su realidad que es gozosa. Desde su trágica singularidad percibimos un entorno de amistades, compañías y fraternidades, que motivan nuestra actitud y activan el comportamiento. Buscamos al amigo y al amado (en términos del Cantar de los Cantares) con místico deseo y carnal envoltura. Amigo y amiga, amado y amada y el círculo de la solidaridad, en capas de cebolla de luminosa transparencia. No estamos solos porque están los hijos, no estamos solos porque están los amigos, no estamos solos porque está la pareja, el otro, el complementario, las parejas, los otros, los complementarios... Es tan cierto como descubrir que el miedo a la ausencia de uno de ellos nos va a herir, vulnerables cual somos, hasta la propia médula de nuestra soledad. En la misma medida en que no estamos solos la ausencia de una compañía nos reconvierte de nuevo en solitarios, mermados del otro. ¿Cuanto tiempo ha durado el espejismo de la compañía? Lo cantaba Becaud en una balada, L'absent, que siempre me ha impresionado y considero su mejor poema. Intentaré versionar una traducción parcial:
"Que dura es de llevar
la ausencia del amigo;
aquel que cada noche
volvía a esta mesa.
Ya no volverá más:
la muerte es miserable,
apuñala en el corazón
y te deconstuye.
El dejó dicho una día,
"cuando me haya de ir,
hacia el lejano pais
más allá de la tierra,
no lloreis más vosotros,
levantad vuestros vasos
y bebed por, por mi eternidad"
Sigue la canción y es una hermosa lección de filosofía que recomiendo buscar en Emule o en discografías viejas. A mi, con veinte años, me hirió y todavía me acompaña. Al compás de Becaud dulcifiqué soledades juveniles y con Et Maintenant , Le jour de la pluie, Natalie y tantas otras hermosas canciones, besé a quien me besó. "La solitude" fué para mi un manifieston existencial, con sus cuatro primeros versos repitiendo airadamente "la solitude, ça n'existe pas". Luego descubres que es una canción a la anestesia y un manifiesto de afirmación personal. Sí existe la soledad y es nuestro bien más preciado.
En la cuarteta 20 de las Robbaiyat, Jayyan escribe:
"Aunque sea tu vida feliz junto a tu amada
y disfrutes de todos los placeres del mundo,
lo cierto es que al final te tendrás que marchar:
todo habrá sido un sueño, duró toda la vida.
y disfrutes de todos los placeres del mundo,
lo cierto es que al final te tendrás que marchar:
todo habrá sido un sueño, duró toda la vida.
En la 38:
Sin excepción perdemos a los amigos íntimos,
uno a uno la muerte los cubrió de desprecio;
la fiesta de la vida nos brindó el mismo vino,
ellos se emborracharon algo antes que nosotros.
Y en la 106:
Ya que no es cuanto existe sino viento en la mano,
ya que hay en cuanto existe defectos y fracasos,
supón que cuanto no existe en el mundo, existe,
cree que cuanto existe en el mundo, no existe.
Recomendación: después de leer esta columna, brindar con una copa de vino, a la manera de Jayyan, por nuestra soledad y esperar amena y grata compañía sin olvidar que el sueño duró toda la vida..
Sustituyo el vino por una taza de leche (prescripción facultativa me obliga a huir del alcohol) y brindo por todas las soledades ajenas y la mía propia, mi soledad y yo os damos los buenos días.
ResponderEliminarEl higado es un reducto de la soledad mal entendida, así que cuidado con él. Tiene, como los pecadores, la virtud de regenerarse. No solamente el alcohol sino el chocolate le sienta mal, muy mal. Conozco casos.
ResponderEliminarIgualmente aunque cae una lluvia torrencial. Eso no nos a impedir gozar de ellos.
Me voy a brindar, ahora mismo.
ResponderEliminarMe ha encantado.
acabo de leer tu post de "la soledad herida". me ha imprsionado muchísimo. me dejas poner el link en un post en mi blog?. gracias
ResponderEliminarpor cierto, no sé cómo he llegado aquí, creo que buscando algo de galeano he ido saltando.
ciao ciao
Claro que si. Y gracias por venir a leer este post. Luis Rivera
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