martes, marzo 14, 2006

¿De donde salgo?


¿Estaba escribiendo otro texto cuando esta pregunta ha irrumpido en el teclado; pasa así con las mejores palabras, que se fijan en un espacio imaginario al que nuestro pensamiento tiene acceso. Y vistas y repetidamente vistas, acaban apoderándose de la voluntad. Es como cantar una canción de moda que suena y suena; yo no se si ahora hay canciones de moda porque no las oigo . Pero las palabras suben a la pasarela y desfilan ante nosotros. Debo volver atrás unas horas: estaba en los pasillos de una clínica esperando, sentado en una butaquita de cretona alineada con otras butaquitas de la misma cretona. Llevaba mi bloc de notas de tapas negras que me regalaron mis hijos para mi cumpleaños el pasado 5 de enero, y escribía una nota sobre un párrafo de Hanna Arendt leido horas antes ; el resumen era algo así como "si te acusa el poder de ser algo que no eres, acabarás defendiéndote con la naturaleza de ese algo". Una señora, a mi lado, hablaba con alguien por teléfono mientras otras dos señoras, acompañándola, escuchaban. Sorpresivamente una pregunta al aire: "¿Que año empezó la Segunda Guerra Mundial? Una de ellas responde: 1940. No, no, dice otra, fué el 39. Dudan, levanto la cabeza y casi sin mirarlas, (no negaré haber estudiado el efecto) digo en voz alta "1 de septiembre de 1939, a las 5,45 de la mañana". Sorprendidas me dan las gracias. Dice una: parece que estaba usted allí. No, no, les digo yo. No estaba allí todavía. La que habla por teléfono repite la fecha. Escucha. Pregunta. ¿Alguna miscelánea de 1945? La bomba atómica, digo yo. Ah, si, claro. Y lo dice por teléfono. Y yo añado. Ya estaba allí yo. Una de ellas me pregunta ¿Estaba usted allí? Ya había nacido, señora. En 1944. Ah, claro. Hemos reido un poco y el enfermo a quien esperaban las tres ha llegado y se han ido por el pasillo buscando la cafetería. Yo he seguido esperando. Se trataba de las preguntas de un examen de miscelanea histórica que le habían puesto al hijo de la que hablaba por teléfono. Yo he seguido esperando con la esperanza de que las noticias fueran buenas o relativamente buenas He cerrado el bloc de tapas negras con gomas, he cerrado la pluma cojn la que siempre escribo y me he quedado mirando el techo. La punta del pie iba de un lado a otro en un arco pequeño y nervioso. Los hospitales deprimen cuando no es tu vida la que está en juego.
Al llegar a casa, una pregunta malentendida por correo, una pregunta mía a una persona casi desconocida, "¿de donde sales tú?" ha sido respondida con un automático "¿Y de donde sales tú?" No se de donde salgo, no desde luego de la respuesta seria a las tres peguntas del millón que la filosofía ramplona se empeña en poner en la pizarra, con una sonrisa torva. "Quien soy? ¿De donde vengo? ¿A donde voy? Ahí es nada echando mano de Aristóteles, Platón o Kant o Marx. Ahi es nada tratando de hacerse uno amigo de Spinoza o de Nietsche. ¿Cómo se puede contestar a eso y conseguir no perder los pocos amigos que le van quedando a uno? Claro que ¿de donde sales tú? simplifica la cuestión. ¿Del lugar? ¿Del tiempo? ¿De la ocasión? ¿De la circunstancia? Cualquier respuesta me niega el conocimiento.¿Salgo del amor de mis padres o del encuentro circunstancial de una noche de fin de semana? ¿Salgo de la alegria o de la tristeza? ¿De la miseria? Yo nací el 5 de enero de 1944 y la portada de La Vanguardia (Española) de aquel día es la que está arriba, señora del blog. Había guerra, los rusos atacaban y los alemanes encontraban amargas las victorias de los primeros años. Sembraban la nieve de samgre, odio, miseria y el más repugnante de los fanatismos que haya conocido la historia. No cito al soviético porque ese fué terror y en la guerra, defendiendo su espacio y su vida, esfuerzo y coraje. Salgo no de, sino a, un mundo en guerra, que seguirá en guerra durante toda mi vida, de un mundo de miseria y hambre, que seguirá en misería y hambre durante toda mi vida, salgo al año en que se empieza a experimentar la bomba atómica, (en la que confiaban sus padres creadores que iba a acabar con todas las guerras) y sobrevivo año tras año en un mundo gris en el que el único color esperanzador era el blanco y negro de las películas americanas; recuerdo a mi primera películka vista en el cine Gloria de la GranVía: Ingrid Bergman y Bing Crosby (monja y cura condenados a desamarse) en Las Campanas de Santa María. Salgo de Barcelona, una hermosa ciudad en una esquina del Mediterráneo y paseo años y años por el puerto viendo a los barcos que han llegado: "Excalibur" , procedente de Manchester, lo recuerdo negro con dos chimeneas. El" Independence", gemelo del "Constitution", el más grande trasatlántico de su época, que al amarar en el muelle de la Estación Marítima, sobresalía por ambos extremos, proa y popa. Una réplica de la Santa María flotaba en sus aguas y las golondrinas de gasoil recorren la anchura saliendo de la Puerta de la Paz y llegando al Rompeolas donde flotan las plataformas cangrejeras. Salgo de ver a emigrantes despidiéndose de sus familiares en la cubierta del Cabo de Hornos o el Cabo de Buena Esperanza rumbo a la Argentina. Cantaban El Emigrante, pero no la de Juanito Valderrama, que compuso para los exilados republicanos y que Franco confundió dedicada a los emigrantes de la miseria hacia Europa; tanto le gustaba al dictador aquella canción que no vió el sentido de la letra. Salgo de unos guardapolvos que se llamaban babys, a rayas blancas y azules, salgo de sweters tejidos a manos y destejidos y vueltos a tejer por la maternal economía familiar, salgo de la presencia del silencio nimio y banal, "Lo que se habla en casa no lo comenteis en la calle", salgo de las excursiones dominicales por la montaña, entre rosales y árboles, con estanques y parterres de flores de la antigua Exposición, salgo de la dignidad de la pobreza, del latín mal aprendido, de la literatura bien aprendida, y de la historia maravillosa, de la aritmética hostil, de las redacciones de los jueves, territorio íntimo y propio de cada semana. Salgo de las noches de San Juan en la que las hogueras encendidas en medio de la calle devolvían a la ciudad el fulgor pagano que no debió perderse nunca y en la que adolescentes empezábamos a admirar la morbidez en los cuerpos cubiertos de verano de nuestras compañeras de juego. ¡Cómo huelen las noches de San Juan! Salgo de una academia cutre y de un instituto con movimiento nacional y gimnasia en bombachos sobre adoquines. Salgo de un estante con libros, con todos los libros que opudiera soñar. Salgo de Mark Twain, de Julio Verne, de Zane Grey, de Robert Louis Stvenson, de las Aventuras de Bufalo Bill en ocho tomas encuadernados, y a su lado, enigmáticos y crípticos, Utopia de Tomás Moro, Ella y Ayesha de Ryder Hagard, Crimen y Castigo, Cuerpos y Almas, Mientras la ciudad duerme. "Esos no debeis leerlos todavía". Salgo de Pulgarcito, del TBO. De Life, de Paris March, de mecánica Popular, de Selecciones del Readerst Digest, de La Gaceta Ilustrada, de la revista Destino, cuando ya no era falangista o cuando el falangismo ya no era lo que había sido, salgo de escuchar teatro por la radio, y retransmisiones de películas, salgo de de mirar por la ventana y de leer, leer, leer y siempre leer. Salgo y sobrevivo y me acompañan los libros. Conocí el aburrimiento en implacables Semanas Santas en las que todo cerraba menos churrerías ambulante e iglesias. A visitar monumentos y a caminar entre muros de cirios encendidos que luego he visto en el cine de Visconti. En la radio El Sermón de las Siete Palabras y música religiosa. Amén. La rabia viene ahora, de adulto, que los niños sobreviven felices.
A los niños de mi época no nos robaron la felicidad, sí las oportunidades de integrar la libertad, la alegría y la espontaneidad. Para los niños no hay mundo gris, pero una tela que lo difulmina todo acaba produciendo en la vida un decorado que falta a la realidad. Miramos en un espejo de medidas concretas pero si movemos nuestra vista a derecha e izquierda vemos espejos mucho más amplios y definidos que nos atraen más. Creemos unas palabras que nos repiten pero oimos en la lejanía otras palabras que nos gustan. Nos dicen que no necesitamos ser libres pero oímos ecos de palabras de libertad en las que querríamos habitar. Toda nuestra sociedad tuvo, en su momento que desaprender lo que ya sabían que era, de dejar de disimular y aceptar que el espejo en que nos mirábamos era viejo y no reflejaba nada, mantenía una foto fija. El mundo de la infancia no fue infeliz, fue falso. Y los falsarios se han disuelto con su propio cristal; aquel tiempo, como escribiría Cervantes en su soneto a Felipe II "fuese y no hubo nada".
Ahora, en el bosque, estoy trabajando gracias a este blog, en contestar a la pregunta "¿de donde sales?" vaciándola de sin sentido y llenándola de claridad. Para eso escribo estas columnas y vuelco en ellas lo que he aprendido que vale la pena y me olvido de lo que no. Y ahora puedo contestar a las tres preguntas primordiales. Soy Luis Rivera. Vengo del 5 de enero de 1944. Voy a morir (citando al poeta) en un día de lluvia del que ya tengo recuerdo, aunque lo mismo dará que luzca el sol.

3 comentarios:

  1. "Yo sé quien soy", dijo Don Quijote hace ahora cuatrocientos años, pero eso ya apenas lo puede decir la gente hoy. Afortunadamente siempre hay excepciones: Luis Rivera, nacido la víspera de Reyes de 1944. Leer lo que escribes desde El Bosque es una de las alegrías diarias. Gracias.

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  2. Gracias a ti. Es la verdad.
    Pero algo tengo que decir. Yo creo que se quien soy: la acumulación de formación, aprendizaje y experiencia. Lo que pretendo es ponerlo todo sobre la mesa como sacado del armario y decir: esto si y esto no. Volver a reconocer las cosas. Decidir. Y por otra pàrte, el Quijote que decía "yo se quien soy" es el que no lo sabía aunque creía saberlo.

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