martes, marzo 07, 2006

A Cioran.


Cuando se quiere sintetizarla personalidad de Cioran se le muestra como el hombre lúcido y a la par cínico que trata de responder a una inquietud: ¿cómo se puede vivir en un mundo desquiciado? ¿Se puede? Pienso que se puede vivir en cualquier parte y de cualquier manera. El mundo desquiciado debe ser, lo pienso, bastante confortable la mayor parte del tiempo.

Cito a Cioran: sorprendido en la calle por el misterio" del Tiempo", me dije que San Agustín hizo bien en abordar semejante tema dirigiéndose a Dios: ¿con quien debatirlo si no?

Cioran es así. No sabes si reir o llorar aunque la evidencia es que algo tienes que hacer. Ante él no existe otra indiferencia que la de los indiferentes. La lucidez en Cioran es perversión benéfica. Si esto que nos rodea y en lo que estamos y lo que somos es lo que es, mejor será verlo de otra manera. Ganar la lucidez paso a paso. Las religiones, al igual que las ideologías, no son más que cruzadas contra el humor. Observar cerca o lejos importa poco, porque la realidad es demasiado cercana. No deberíamos molestar a nuestros amigo más que para nuestro entierro. Y aun así.

Un mundo desquiciado es, francamente, para la generalidad, un punto de vista. Probablemente no sea para tanto y si lo es, ¿que le vamos a hacer? Se acepta el desquiciamente aceptando la naturaleza humana. "Nadie es perfecto" es la frase final de la película "Con faldas y a lo loco" y nada se podía haber dicho de mejor manera. Fellini, en "Ocho y medio" le hace decir al protagonista, que se dirige a su mujer y cogiéndola de la mano la introduce en el corro que gira y gira en la playa al compás de la música de Rotta: "La vida es una fiesta, Luisa, vivámosla juntos". Para Dostoiewsky "el miedo a la estética es un signo evidente de la impotencia" y Ana Karina en "Pierrot le fou", de Godard (hay que redescubrir tantas cosas que se han tirado al cajón de los recuerdos) pasea por la playa preguntando en alta voz, "¿Qué hacer? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué voy a hacer?" porque ha llegado a un punto de la improvisación en el rodaje que su propio personaje se le antoja bloqueado en un playa, sin acción siguiente. La vida misma, mientras, Belmondo, repitiendo la carrera de Al final de la escapada, en lugar de morir de un tiro desde la policia, se pinta la cara de azul y envolviéndola en un manojo de cartuchos de dinamita se vuela. Peter Sellers cabalga una bomba atómica en Dr. Strangelove y Donald Siegel, en los últimos diez minutos de The Killers, recrea el asesinato de Kenedy en la muerte por disparo de arma de fuego de un asesino a sueldo; de tal mamnera les había afectado meses antes, a la gente del cine, la realidad cinematográfica de un magnicidio. Vimos Viet Nam día a día hasta el resumen final de Coppola redescubriendo la música de Wagner con mácabro sentido del humor. El desquiciamento del mundo es el escenario en el cual sucede todo. Se necesita la lucidez de Cioran y un tremendo sentido del humor para mezclar los datos que nos envían los periódicos al seleccionar la noticia que debe conmovernos. Desengañémonos: en nuestra base de datos no cabe todo. El 11-S y el 11-M, además de los muertos alevosamente en las torres gemelas o en los trenes de Madrid, morían en el mundo más de cien mil niños de hambre por los que nunca hemos llorado ni hemos plantado un bosque ni les hemos dedicado un bocadillo de sardinas.

Este conjunto humano que comparte trozos de la tierra a los que llama países, se conmueve solamente por lo que está reglamentado que debe conmovernos. La lucidez es de corto recorrido y se limita al hecho convulso que debe afectarnos por cercanía geográfica o de intereses. A cualquiera de ambas acabaremos dándoles un tratamiento emocional, porque determinadas razones entran mejor apelando al sentimiendo de bondad y simpatia. ¿Solamente somos buenos? Cabe leer a Cioran: Si casi siempre somos desconcertados por los acontencimientos, es porque basta esperar pàra darse cuenta de que hemos pecado de ingenuidad. ¿Porqué preocuparnos por lo terrible si lo desconocemos? En este mundo desquiciado, multitud de seres intuyen que algo no está bien y siguen adelante. Me direis: ¡no van a pegarse un tiro! No, claro. Ya escribe Camus que el único problema filosófico que queda por resolver es el suicidio. Para añadir al poco que en cualquier caso la gente se suicida por causas concretas: el desamor, un enfermedad, por ejemplo. Nunca por causas filosóficas tales como el absurdo existencial.

Inermes ante las pequeñas cosas, la pobreza, la subsistencia, el aburrimiento, el desamor, la soledad, la enfermedad, no somos capaces de alentar un vuelo de dolor o un tacto de ternura más állé del compungido funeral por lo cercano. Nuestro caudal de dolor se aplica ordenadamente a lo que corresponde. Las mayores audiencias televisivas corresponden invariablemente a un evento deportivo, a la boda de una princesa o a un atentado terrorista. ¿Pecar de ingenuidad? No quiero agotar al pensador rumano, pero quisiera acabar con esto: Todo es saludable, salvo interrogarse constantemente sobre el sentido de nuestros actos, todo es preferible a la única cuestión que importa.

Que tenga razón no quiere decir que debamos aceptarlo.

7 comentarios:

  1. Me resulta muy interesante lo que escribes. Y te estoy leyendo, quiero decir: te vengo leyendo todos los días. Me gusta.
    No sé qué más decir.

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  2. Escribo el blog cada día como disciplina para tratar de poner en orden las cosas que pienso que pienso.Y te agradezco que lo leas. Yo miro tu pintura. Ah, en el desquiziamiento de hoy caben perfectamente las fotos de China.

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  3. Estoy con Roma. Se me ocurre decir una cosa más: creo que, quienes se suicidan, tienen más miedo a vivir que a morir, aunque como aprendí ayer ¿para qué tener miedo a algo que está cuando ya no estamos? Si pudiéramos poner en una balanza todos los dolores de los seres humanos que habitamos ahora mismo en la tierra y todas las alegrías, ¿qué parte pesaría más?

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  4. Las alegrías, sin duda. La memoria es selectiva y borra el dolor. El dolor anestesia. Te acostumbras a él. Un nivel de dolor puede llegar a ser un nivel de estabilidad. Los que nos aterramos del sufrimiento somos los que sufrimos menos o no sufrimos o lo hacemos por cosas nimias. Hay pueblos que sufren y sufren y viven y entre el sufrimiento perciben la alegría.

    Creo que el problema es ético. No es lo que se puede hacer frente al dolor sino el saber de su existencia y asimilarla. Hubo un tiempo en que se decía que un enorme problema ético en España era acostumbrarnos al terrorismo y a su capacidad de victimar.

    En cuanto a la muerte por el suicidio, es obvio que se produce por desesperación y por desesperanza. Vida y muerte no están en la balanza. Lo que está en un platillo es la desesperación y en el otro la esperanza. ¿Para qué? Para seguir. Según pese una u otra valdrá la pena. El suicidio no tiene que ver con la vida y con la muerte, insisto en que lo creo así. Tiene que ver con "yo no sigo", "me apeo", "hasta aquí he llegado".

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  5. He recrodado algo: se acaba de publicar de nuevo la trilogía (creo que es) de Primo Levi, un sobreviviente de los campos de conceptración nazis. Narra de manera magistral su experiencia y muestra como en aquel pantano de crueldad y sufrimiento, amalgamados, se repite el microcosmos de una sociedad, con las dependencias, valores, beneficios, castigos y plusvalías, así como los rastros mínimos pero activos de minúsculas felicidades.

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  6. Gracias por tu respuesta. La esperanza y la alegría, incluso en momentos extremos, o justo entonces, en esos momentos, es lo que nos salva. Y sí, acabo de cambiar de opinión, el suicidio no tienen nada que ver con la vida y la muerte, ni siquiera con el miedo. Buenas noches.

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  7. Hola, saludos a todos! a mi me enacnta Cioran como ustedes, si quieren visiten mis blogs o agregenme al msn albertomariocarlos, un saludo!

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