domingo, enero 25, 2009

Tormenta

El prado está desierto, solamente el vendaval de ayer, la lluvia de estas semanas últimas y la nieve intermitente, que hoy mismo ha estado cayendo, lo han visitado. Ocasionalmente se podía entrever entre esos elementos una silueta lejana que cruzaba por la linde del bosque. El hombre entre los elementos hostiles muestra toda la imagen de la soledad. ¿Quien y a donde va? ¿Qué piensa entre esa desatada naturaleza que le envuelve?

Cuando arrecia el mal tiempo, siente el Hombre del Prado la necesidad de refugiarse en el hogar, que lo es porque es su refugio. Durante su niñez se encandilaba con cualquier imagen de tormenta en la que una ventana con los postigos abiertos dejaba salir la luz amarillenta de un interior que siempre se adivinaba cálido. Sería cosa de los cuentos infantiles, de las viejas películas, de las ensoñaciones que una felicitación navideña de Ferrándiz podían evocar. Toda luz desparramando un halo de acogida refería al niño que era el hombre que ahora es, la imagen del puerto de acogida. Donde hay luz, debía pensar con una lógica mucho más simple que esta que ahora se escribe, vive y aguartda una porción de humanidad que debe ser feliz. ¿Porqué la felicidad se identificaba con la luz aislada en medio del terrible huracán?

La luz se ha convertido en refugio que llama y anuncia la acogida, pues es lo que se ve y guía los pasos hacia ella. Eso debía pensar el niño cuando imaginaba senderos de nieve entre ventisca. Con la luz, probablemente el humo que fluía de una chimenea apenas visible, venía a componer la imagen de un tiempo en que el fuego representaba un centro de reunión más cálido, no solamente por razones de física, que el televisor. Podría ser, no está seguro de esto el Hombre del Prado, que los hogares de hoy no han creado puntos de referencia que emitan las señales del refugio o de la felicidad. Es difícil saberlo, pero ¿cómo adivinar un mundo feliz tras las ventanas iluminadas de un bloque de apartamentos? Quedan todas tan lejos...

Por eso el prado, cuando le sacude la tormenta y lo avasalla, queda como la imagen más diáfana de la desolación. Ni una sola luz, pues nadie lo habita hoy, salvo el hombre del Prado, con Ana y Goyerri. Unas cuantas linternas de faroles ofrecen resplandores inmóviles por los que ninguna sombra se aventura. Hace unos meses, alguien le dijo, que un zorro visitaba el prado por las noches, pero quien esto escribe no ha tenido la suerte de verlo, no se le ha hecho presente y le hubiera gustado, mucho, para sentir menos lacerante esta soledad de los elementos.

6 comentarios:

  1. No estáis solos, Luis, será que no nos sientes.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Hombre, gracias, querido amigo. Ahora bien, si estás por aquí, no dejes de entrar.

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  3. es cierto Luís, la luz en la noche de una casa en el campo és como un faro que invita a refugiarse en ella.

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  4. se me olvido. ¿De donde es la foto?
    es inquietante....

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  5. Si, Francresc. No es solamente inquietante. SE trata de un conjunto escultórico que está en el Cementerio Judio de Berlín, junto al antiguo bariio judio, en lo que era zona oriental. Los nazis vaciaron las tumbas con la idea de hacer un edificio, pero la guerra lo impidió. Es una parcela pequeña que no funciona como cementerio sino como recordatorio. Está vallada y la rodean algunos árboles. En el frontal, que da a una calle muy estrecha han situado este conjunto, que representa como puedes ver un grupo de expulsados, que quiero considerar que son de cualquier sitio y hacia ningún lugar. Me impresionó muchísimo, y todavía lo hace.

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  6. gràcias por la información, realmente, impresiona profundamente.

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