sábado, diciembre 22, 2007

Una mirada a la agenda por Navidad.

Arrecia la Navidad, aunque en realidad hubiera querido decir que arreciaba el mal tiempo; no es cierto tampoco, que la temperatura ha subido aunque el sol se esconda y la poca nieve se deshace entre manchas de agua sucia. Asoma una hierba rala y una tierra como esponja, preñada de aguas y humedad, dura por el hielo. Hay que podar, es tiempo aunque por delante otro tanto de él: los frutales esperan un corte en copa, que dicen los libros escritos por expertos; la gente de aquí, que sabe de poda, no dice "copa" sino que saca tres dedo de la mano hacia arriba, separados, pulgar, índice y corazón, y dice señalándolos, que hay que dejar tres ramas principales y quitar lo que sobre.

El Hombre del Prado ha estado limpiando la agenda del teléfono móvil, que otra no tiene. Esta vez, junto al fuego, después de comer, ha decidido, borrar aquellos nombres que ya no son, escrito claramente, que ya no son o están, presentes en su vida. Le asombra ver la cantidad de identidades que se es desvanecen con el acto tan simple de "eliminar-aceptar" porque simplemente ya no representan nada. Conservar las agendas, cosa que hace años decidió no hacer y acabó con ellas en la basura, no es sino conservar raicillas secas que anclan en un pasado que perdió vida, frutalidad, capacidad de renovarse con savia en llamadas. Hay en la lista nombres que cuesta identificar y otros de los que se sabe que se han ido para siempre, no porque hayan muerto, ¡diosnoloquiera! sino que se han desvanecido en las necesidades perdidas. Trata de reconocerlos al leer sus nombres y se encuentra con vagas sombras: este se estaba haciendo una casa, este otro cambiaba de trabajo, esta iba a viajar a otro lugar y otro ni siquiera tiene presencia, era, como se dice ahora, un simple contacto; y aún así trata de ver sus caras y recuerda gestos desvaídos, seguridades orgullosas, vanidades del presente.

Una agenda es la sombra del triunfo y él, rememorando a Parménides, diría que cada uno de ellos no es sino que "la sombra de un sueño" y en ese acabaron disolviendo una esencia que no era la propia de ellos sino la de su imagen ante el Hombre del Prado que fué, que ya no es, que ya no les necesita. Media vida, o más, se pierde en las agendas que año tras año se cierran y despueblan. Se dice: "vamos a suponer que descuelgo un teléfono y llamo a cualquiera de estas identidades para encontrar a otro presente, una realidad distinta y lo que tal vez sea más certero, un olvido que mida el valor del encuentro pasado. No es bueno retornar al pasado con la acción, sí con el pensamiento si a esa nostalgia se le encuentra agrado, pero no con la acción: ¿cómo volver a ella años después, o a él, para decirles, ¿me recuerdas? Yo nunca te he olvidado?"

Si uno es listo, se dice, si trata de llegar a la serenidad, abandonará de buen grado todo lo que fué en el pasado superfluo, pasión de un día, ocupación de un tiempo; pero entonces llegará al presente desprovisto, vacío, con un equipaje somero que será de él mismo cuatro cosas que le alimentan cuando anochece o cuando pasea con Goyerri y pensando en el perrillo piensa en todos los que fueron y amó, y al fin se han ido porque se ha ido uno de ellos. Una mañana, en el aeropuerto de Barajas, posado en una cinta que le llevaba d una terminal a otra, alcanzó a adelantar a una muchacha hermosa, no una belleza de cine, sino una muchacha natural y lozana y volvió la cabeza para verla, subyugado por tanta luz que ella portaba. La chica se detuvo de repente, soltó el equipaje que llevaba en la mano y sacó del bolsillo un móvil; la cinta se le llevó a él dejándola atrás, parada en su presente. Pensó entonces en la imagen, en la metáfora de la muerte, pero guardada por tiempo en la memkoria, la ve ahora como imagen de la vida, cuando uno se aleja incapaz de parar a la cinta que le transporta y ella atiende a una voz que llega desde su realidad, desde su tiempo. Piensa que un día, por Navidad también, se encontrará con un listín de identidades mínimo, apenas ocho o diez personas en su agenda, que llaman tan poco, que tan poco le necesitan, y comprenderá que está por llegar el desencuentro, el olvido, la muerte.

No puede creer que hayan personas que en esto de envejecer, que es cosa que se inicia tan pronto aunque se ignore, no reparen en esa pérdida de sintonía con la vida de los demás. Su cinta transportadora no le permite, por vanidad o abuso de una vanagloria pasada, aceptar que muchas de las pérdidas de los otros, que es en suma el Otro que le ha animado en la vida, las sombras de los sueños que acarició, acaben encerradas, inservibles, en un listín de un móvil, revisable por Navidad. Algo habría que hacer, piensa, pero ¿qué? Y ¿no es tarde? Y más todavía, ¿hubiera valido la pena?

No se entristece, ¿cómo puede la realidad entristecer? Mirando atento en el río, oscuro, de nuevo la oscuridad de la tarde anochecida le envuelve, trata de ver el movimiento de Goyerri, le llama, se preocupa de él, podría resbalar, caer a la corriente de agua que ahora es torrencial y una cierta angustia le invade. Ante sus ojos solo la oscuridad, algunas siluetas de maleza y unos brillos que provienen del agua que salta por las rocas. Comprende que que debe ocuparse de los pocos que quedan en su agenda, la de la vida, que no le vale anotarla en un móvil. Se acongoja y llama en alta voz, primero por su nombre, luego por apelativos cariñosos, incluso suelta algún exabrupto, y nada. Sigue la oscuridad cerrada. Un leve roce en la pierna, mientras llama, le hace bajar la cabeza y ahí está el perrillo, pegado a él, obediente a su llamada. Comprende que no todos, todos los otros que son uno mismo, están dispuestos a irse sin sonido alguno.

Bien, se dice: llega la Navidad. Felicidades, donde quiera que estéis. Sed felices..

18 comentarios:

  1. Delicado, duro y desgraciado es que en la agenda de alguien, después de unos maravillosos 20 años en pareja, pases a ser simple y llanamente "un amigo". No sé qué es peor, Don Luis, si la degradación o el olvido. Una supone la nada inmediata, la otra supone sufrir un poco más. Saludos cordiales. Un abrazo. FELIZ NAVIDAD!.

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  2. Me ha pasado una cosa curiosa. Mientras iba leyendo el texto he ido bajando la voz interior con que lo leía. Hasta convertirla en un susurro para mí mismo. Y entonces he salido de puntillas. Me he sentido un poco un intruso.

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  3. Pedra Lletraferida: no lo dudes, pero creo que es ley de vida. Este Hombre del Prado tiene amigos por encima incluso de la devastación de la agenda. Gente que están ahí. Pero una agenda, si uno es consciente y racional, (tal vez me equivoque) es una muestra de la devastación de la vida y de las relaciones que va creando y perdiendo. Es eso que yo llamo "Paisaje sin figuras" donde gran parte de la humanidad que a uno le ha hecho, se disuelve en la nada del tiempo. Tal vez sea mi edad, o mi manera de ver, o de comprender... Pero no es, quiero dejarlo claro, una cuestión de soledad, que doy por evidente. ¿Quien no está solo?

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  4. Pero Luri, no serás un intruso en la medida en que la devastación de la agenda personal la hago yo pública. Claro que quedan nombres, pero ¿cuantos se pierden? Creo, pienso que en todas las agendas, pero en esta, que conozco, muchos. Sin dolor, ni asombro.

    Y en cuanqluier te agradezco la discreción de que haces gala.

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  5. A veces, por los rincones ocultos de la vida doméstica, encuentro alguna de esas agendas olvidadas... Parecido ocurre con las fotografías donde a veces se han convertido en desconocidas personas que fueron importantes en su momento o se han desvanecido paisajes de viajes o paseos que vivimos intensamente. No sé si es por eso, pero cada vez hago menos fotos, en el fondo, el peso del pasado parece que contribuye a hacernos valorar más el presente, que es la realidad.

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  6. Julia: ese será el motivo de otro post. Como tú yo ya casi no hago fotografías. Supongo que el tiempo hace superfluoas muchas cosas que parecían necesarias.

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  7. No me gusta guardar ni ver fotografias antiguas, siempre falta alguien.Incluso no me gustaba hacerlas, empecé a aficionarme alsalitr en bicicleta hace un par de años y solo paisajes. En cuanto a la agenda, igual Luís, solo losmjustos e imprescindibles teléfonos del momento. No me gusta la Navidad, desde que tuve uso de razón no me gusta. De hecho y en general no soy muy de celebrar nada, prefiero la rutina del dia a dia.

    Felices Fiestas.

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  8. Arrecia la Navidad, dices bien Luis y al campanazo del jolgorio obligatorio casi nos empujan a mirar nuestra agenda y cuando la reviso me doy cuenta que están los teléfonos necesarios.

    ¡ que seas felíz !

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  9. Yo quiero seguir viva en tu vida.

    Siempre lo mejor en cada día.

    Recibe mi cariño y admiración.

    Abrazos a Ana y Goyerri

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  10. Uno puede buscar el sentirse bien en este instante a través del recuerdo, lo mismo que lo puede intentar a través de la proyección de un futuro imaginado

    Son herramientas, solo herramientas, y nada más que herramientas

    ¿Útiles?

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  11. ¿Herramientas? ¿Útiles? ¿O cualidades? La hherramienta, el útil, tal y como lo pienso lo forma la mano del hombre? La cualidad de la memoría, del análisis sobre ella o en ella, son a mi modo de ver cualidades del ser humano.

    Buena entrada de año en tu terruño, amigo mío.

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  12. No te pierdas en el enrredo de las palabras, que ya estas un poco "mayor" para ese jueguecito ¿no crees?

    Substituye herramienta por "método o metodología practicona para" (si es que te gusta más), y el tema vuelve a ser el mismo: ¿te sirve ese ejercicio de tu capacidad de recordar, llámala cualidad si te place, para sentirte feliz ahora?

    De hecho la única pregunta es: ¿cómo te sientes tú en este preciso momento en el que acabas de tomar otro insustituible aliento más?

    Y es una pregunta para ti mismo, solo para ti mismo y nada más que para ti mismo

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  13. ¡feliz año para vosotros!: Ana, Luis y Goyerri.
    Pilar

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