viernes, noviembre 16, 2007

NO. Cuestión de arrogancia.

Se trata del NO, una cuestión arrogante si se quiere.

Cansa entresacar de la realidad de cada día algo que merezca la pena, no en el sentido de la vida propia, cotidiana, del afecto de cada día con los que están cerca. Se trata de algo que merezca la pena de entre todo eso que rodeándonos parece que va a ser esencial de hoy para mañana y de ahí al infinito. Tiene esta actualidad en que habitamos una urgencia por declararse ante las cosas, por declararlas en un sentido u otro, por afirmarlas, y aún más, por establecerlas como paradigmas definitorios, que produce vértigo. Se trata de un ansia de absoluto. Ante una palabra otra; ante una frase la contraria. La vehemencia es totalidad y en ella se esconde un afán de imposición que niega lo razonable e incluso lo razonando. ¿Cómo aceptar el color de las cosas narradas cuando apenas se han entrevisto? En la negrura de la noche, cuando se abren los ojos y se trata de adivinar el contorno de los objetos, que no por conocidos son asumibles todavía, salidos como estamos del sueño, en el torpor, nadie puede dar un sí categórico: y sin embargo esa es la exigencia. Dí que si nos grita todo, todo menos nosotros que dudamos. Dí que Si y serás mayoría.

Dejar de lado el acto de negar y estar de acuerdo, la sonrisa benévola de quien apoya aquello que se le impone, aún cuando pretenda que quede inconcreta, es un acto cobarde. Pedir tiempo para reflexionar es un acto cobarde. Dudar es cobardía. Aunque en las siguientes veinticuatro horas cambie el tiempo y aparezcan nubarrones donde antes lucía el sol esplendoroso, aquella posición mediatizada por la duda, será recordada como cobardía. ¿Donde estábamos en los días difíciles en que cabía estar con todos? Pero ¿quienes son todos? Mañana, tarde y noche, un largo y prolijo desfile de todos, irrumpe en las salas de la casa, en los espacios vacíos de la intimidad, para echar en cara la cobardía habida. Hasta de uno mismo duda uno, y de su coraje, a tal punto que puede sentir el ridículo de su vacilación. Como si le importara, que ese es el precio de la duda, la inseguridad. No es como Pedro, negar al Maestro hasta tres veces, sino negarse a uno mismo llevado por la mirada escéptica del Otro, una sola vez, una sola negación.

Los paisajes del propio escepticismo cambian, vienen a modificar hasta lo más esencial que uno posee, que es su confianza, no en los demás, sino en su razón débil y temblorosa. Es verdad comprobada que no hay certidumbre que no sufra ante los embates de una verdad colectiva y no se trata de abandonar la morada interior, el ámbito recóndito en que se esconde, con la timidez, la vacilación, y resistir en ella. Vacilo, pues soy. Dudo, pues soy. Esa afirmación personal del NO , simplemente del NO, sin mayor trascendencia (si es que no es esa una trascendencia significativa) acaba arrasando la misma fuente del grito o de la humillada reflexión. Cuanto dije y cuando lo dije era otro momento y otras eran las circunstancias que me rodeaban. Si todos los demás están en contra, ¿quien seré yo para no estar con ellos? Rota toda resistencia, inapelable su razón, queda la rendición y la vergüenza.

Se trata del NO, una cuestión arrogante si se quiere. Se rata de pronunciar el NO y mantenerlo, repetirlo como un eco de propiedad personal, al que nadie más tiene derecho. Este NO es mío, propiamente mío, mi única posesión en nada sujeta a cambios. Es mi NO eterno mientras viva, alcanzado por el tiempo y la razón, o por la misma irreflexión y el impulso vital, por el anhelo, por la misma intuición con que se siente el hambre y la sed. Este No natural, como nota musical, pincelada de color, palabra de lenguaje, gesto de mimo, surge de la profundidad del instinto, como fuente que brota de la tierra y de su hondura. Contra lo que se siente se hostiga, y brota el NO, monosílabo total, en todo manifiestamente más congruente y valeroso que un si de aceptación, o que un tal vez, o un no estoy seguro. El NO es un escenario donde el actor vive su vida y afirmándola se niega. Decía Camus que era el arma del hombre rebelde, aquello que le caracterizaba. Que párrafo tan sencillo y claro, magnífico de exposición, de acierto, de significación: "El hombre rebelde es el que dice No".

Parece que a esta actualidad que nos habita, Si y No le corresponden entidades colectivas. Ante cada cuestión, o se es Si o se es No; y una enorme masa de espectadores en su anonimato alcanzan a formar una mayoría siempre mudable que a uno de los dos condenarán a la falsedad. Por eso mismo NO, como acto de afirmación.

9 comentarios:

  1. Oi?

    Bom dia. Estou aqui via Graciela Barrero, blog que frequento faz tempo. Hoje tem um post sobre você. Gostei muito da forma como você "organiza" as palavras para expor ao mundo as suas idéias, pensamentos. Parabéns. Vou linkar você e te visitar sempre.

    Beijinhos.

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  2. Agora estou através de seu link no meu blog. À propósito, sou jornalista e residente em Belém do Pará - Brasil - Amazônia. Gostaria de falar sobre o seu blog em meu blog para chamar o seu link. Você poderia mandar mais informações sobre você para o meu e-mail? cristmoreno@gmail.com
    E fotos, se possível.

    Perdoa-me o incomodo. É que gostei muito de você.

    Beijos.

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  3. Pues yo cada día dudo más y me cuesta más decir sí o no, no sé si será la edad.

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  4. La actualidad que nos habita... es, quieren que sea, binaria. Y si te quedas entre los dos dígitos el 0 o el 1, te puedes morir electrocutado. Yo más bien pienso que hay que dar un impulso a la duda razonable de todo lo que entra por nuestros sentidos y para ese momento primero, tienes razón, hay que decir NO, aunque te vuelvan la cara una multitud silenciosa.
    Saludos

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  5. Cris Moreno: muchas gracias por sus palabras. No soy ni periodista y escribo solamente por afición, así que no veo que puedo decir de mi salvo lo que escribo en el blog. .

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  6. Julia: Justamente es por la ead que siento que decir No es un ejercicio saludable. No me refiero a un NO trascendente, sino a aquellas cosas en las que uno, por prudencia, suele no expresar algo que interiormente si cree.

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  7. Petrusdom: es así. No, y te quedas tan ancho.

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  8. También es verdad que, con la edad, ya no comulgas con ruedas de molino, como suele pasar en edades más tempranas, sobretodo si las ruedas de molino las reparte alguien en quien tienes fe -intelectual o de la otra-. También se pierde la fe, claro.

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  9. Obrigada, Luis. Vou colocar então um texto seu do blog.

    Beijos.
    Boa semana.

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