miércoles, noviembre 14, 2007

El otoño avanza seco, sin lluvia, bajando las temperaturas, manteniendo en el bosque y en el prado un sol radiante en un cielo de pocas nubes, frentes escasos que llegan desde el norte y que tienden a dispersarse. Los días son hermosos y lo que los entristece es ese anochecer temprano que el cambio de horario y el acortarse de los días produce, a las seis de la tarde, una noche avanzada, cerrada, que impide ver los detalles del exterior: a lo sumo el corto y limitado alcance de los faroles que bordean las calles.

Goyerri vive en ignorancia del cambio de horario y necesita acomodarse a él por el uso del tiempo que se hace en la casa. Siempre va a despertar al hombre del Prado a las 9,00 de la mañana, con una precisión horario que evidencia que todo animal es afortunado poseedor de un reloj natural de espléndida mecánica y rara exactitud; ocurre sin embargo, que el cambio de horario le deja inerme durante unos días, cuando llega al borde de la cama y sacude el cobertor, a las 8,00, seguro por su parte de que son las 9,00; recibe en general un gruñido, o la caricia de una mano que se dirige a ciegas hacia él para rascarle entre las orejas unos segundos nada más y luego le abandona. Inteligente y sensible como es, nada le molesta más que equivocarse y ser reprendido por ello, 'por lo que de inmediato procede a meterse debajo de la cama y esperar allí a que los movimientos del plano superior le garanticen, que esta vez, sin error, es hora de salir a la vida del día. Necesita unos días para comprender que el reloj personal que en él habita y funciona, debe atrasarse y al fin lo consigue.

El Hombre del Prado, que en estos días lee poco y trabaja mucho en el jardín, se encuentra al caer la tarde y volver a casa del paseo con su amigo el perro, por un exterior frío y oscuro, con la necesidad de ocupar el tiempo en otras actividades. Pues tiene la seguridad de que algo en su vida ha cambiado y que su cultura se ha empobrecida, al haber dejado en el almacén del que últimamente ha hablado una cantidad de conocimientos y seguridades que ya no le interesan, tiene poca seguridad en la atención que pueda ofrecer a la lectura de un buen libro. Porque ya no está seguro de que sea un buen libro aquel, que seleccionándolo de la biblioteca, se lleve a la butaca junto al fuego. Y porque, además, tiene que resituar ahora lo que entraña bondad y lo que por el contrario podría ser una lectura fútil o banal.

Le pasó hace unas semanas con Incerta Gloria, de Joan Sales. Lo empezó a leer con delectación y fué perdiendo velocidad en la medida en que el libro cambiaba de narrador y la historia empezaba a ramificarse saliendo del primer escenario, que consideró y sigue considerando, de indiscutible genialidad. Esa historia del frente de la guerra civil, en un paraje desolado, en un pueblo habitado por almas, que en ocasiones le recordaba a la Comala de Juan Rulfo, ese universo de un surrealismo espeso y montaraz donde las vidas de unos soldados republicanos vienen a dar como con un muelle desierto de oleajes, se alzó ante sus ojos como la metáfora de una guerra, la más real que nunca ha leído. Imaginó una película de esa primera parte, en el secarral del bajo Aragón, donde confluye con Cataluña, donde para nada aparece la política republicana como argumento esencial, y donde por eso parece que el paso de los días y las noches, hacen de la irrealidad una guerra real.

Tal vez fuera, eso no lo sabe, porque en esos días estaba alcanzando el punto máximo de abandono de certezas falsas, ni siquiera incertidumbres, por lo que le pareció que la segunda parte, la historia de Trini, empezaba a flojear al perder el paisaje y la tercera, de Cruells, se le fue de las manos, no al autor, que eso no lo sabe, pero si al lector, que terminó saltándose páginas totalmente desinteresado. Y esa experiencia fue la que le hizo proponerse abandonar la lectura por un tiempo que espera corto. Sabe que debe volver a repasar la biblioteca para liberar espacio, y que debe también volver a leer algunos libros que ahora, desasistido de conceptos fundamentales salvo los que todavía quedan, aunque no podría enumerarlos con exactitud, podrían volver a proponerle una nueva conformación de su cultura: propia, libremente escogida.

En las horas en que la tarde ha caído, ha decidido empezar a ver cine de nuevo, y eso quiere decir volver a ver películas que ya ha visto, que ya vio que en este indefinido "vio" produce la lejana sensación de lo que realmente fueron aquellas sesiones en que aprendió valores. No lo puede evitar, quiere volver a repasar esa Universidad que fue el cine, y en la que cree que su generación, o él por lo menos, que no es nadie para hablar de tanta generalidad y de usar plurales comprometedores, aprendió valores que no se estudiaban en ningún colegio y mucho menos en la Academia Lope de Vega, academia de barrio en la que cursó un bachiller hasta cuarto y reválida, sin asignaturas éticas y sin aprendizaje literario, más allá de las redacciones de los jueves (donde siempre obtenía la máxima calificación) y los versos que mostraban, contando sílabas con los dedos, la medida justa: a-ma-rra-doal-du-ro-ban-co-deu-na-ga-le-ra-tur-que-sa.

Es consciente de que coraje, tenacidad, esfuerzo, amor, beso, buenos, malos, mentira, verdad, arrojo, dignidad, violencia justa, malévola inclinación, injusticia, y tantos otros sustantivos que vienen a formar la base del conocimiento del hombre moderno de su edad, estaban en la pantalla en Capitanes Intrépidos, Brigada 21, Scarface, Horizontes Lejanos, Más allá del Missouri, Mujercitas, Música y Lágrimas, Sólo ante el Peligro, El Hombre Tranquilo, Pánico en las calles, Invasión en Birmania y un largo Etcétera que escribe con capital mayúscula en homenaje al cine que vio. Los nombres de los directores los aprendió mucho más tarde, cuando se consideró indispensable intelectualizarse y una película pasó de ser bonita a interesante.

Ahora tiene una buena colecciópn de películas fruto de la perversidad de Internet y de algunas compras puntuales. Los últimos días se ha sentado ante cuatro películas en cuatro tardes seguidas: 42 Pistolas de Samuel Fuller, El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford, The King Lear de Jean Luc Godard y Medea de Pier Paolo Pasolini. Ha acertado, plenamente ha acertado porque las ha visto con nuevos ojos y ha sido lo mismo que acudir a un estreno en aquel maravillosos Cinema Paradiso que para él fue el Cine Gloria, en la Gran Vía de Barcelona, entre las calles Villarroel y Borrell. Cada una de ellas le ha llevado a nuevas reflexiones que no alcanzó en la primera visión, le ha sugerido nuevos territorios de pensamiento, le ha proporcionado el vislumbre de una realidad visible, como diría Benavente, a poca luz y para el más corto de vista.. Probablemente en aquel proceso de deconstrucción que da por terminado, olvidó al cine y a su valor creador de personalidad en el muchacho que se sentaba en la butaca y abría los ojos para ver una historia apasionante o los ojos apasionados por ver una historia.

De como algunas de esas viejas películas inciden en la realidad de hoy, la realidad que acepta como parte influyente en su vida, hablará en los próximos posts. Mientras tanto seguirá viendo cine en compañía de Goyerri y a veces, no siempre de Ana, porque según ella dice, "tiene que planchar". Y de nada sirve que le diga que ya planchará él (ella no le cree) o que lo deje para más tarde (ella no quiere).

15 comentarios:

  1. No hay sitio delante de la tele para planchar? Se nota que tenéis la casa grande! Además las mujeres dicen -y está comprobado personalmente- podemos hacer muchas cosas a la vez.

    Fuera bromas, una hermosa evocación y muchos recuerdos.

    ResponderEliminar
  2. Te imagino muy rodeado de placeres.

    La compañía de Ana (aunque esté planchando). El despertador llamado Goyerri al que hay que acariciar para que deje de sonar (a mi perrita la despertamos más bien nosotros. El trabajo en el jardín. Unas pelis pirateadas io robadas o compradas o lo que sea. El asiento junto a un fuego en el otoño. Las palabras en los libros que puedes dejar en cuanto no te enganchen...

    ResponderEliminar
  3. Julia, lo de la plancha era una referencia al hábito riguroso de Ana, incapaz de dejar para mañana lo que cree que debe de hacer hoy. Y la verdad es que no hay un sitio junto a la tele.

    ResponderEliminar
  4. Celebrador, la verdad es que si. Considero que la vida está llena de pequeños placeres. A veces, uno muy grande puede llegar a parecer excesivo.

    ResponderEliminar
  5. ¿Conoces la peli "El Sirviente"?

    Yo me la vi en época estudiante entre cineclubs y colegios mayores, salí impresionado

    Un sirviente experto en la manipulación emoconal, consigue hacerse de facto el amo de su propio amo finalmente convertido en una piltrafilla suya

    Es lo que hace mi máquina de pensar si le consiento que se extralimite. Imagínate que se metiera a definidora de la felicidad, ¿qué sabrá ella de sentimientos?, zapatero a sus zapatos

    ResponderEliminar
  6. Celebvrador, es una película de Losey, extraordinaria. Si, la tengo, incluso. ¿Cuando no manda el cerebro?

    ResponderEliminar
  7. Otra vez nos gusta lo mismo

    El cerebro tiene muchísimo "tajo" en hacer lo que es de su competencia, es más, le tengo un profundísimo respeto por ello

    ResponderEliminar
  8. Hablando de Losey, no se si recuerdas una película que interpretaban Jeane Moureau y Stanley Baker: Eva. Para mi una autébtica obra maestra sobre la dpeendencia humana. Un tema similar al de El Sirviente. Si puedes conseguirla, vale la pena.

    ResponderEliminar
  9. la has clavado con Incerta Glória, muy buena la primera parte, flojea la segunda y la tercera se le va un poco de control. Sucede con muchas novelas, a Soldados de Salamina le pasa al revés, la buena es la última parte. Dirk Bogarde era el sirviente, gran película.

    ResponderEliminar
  10. De acuerdo contingo también con Soldados de Salamina, Francesc. Y añadiría que en toda la novela, el personaje del autor me resulta claramente artificial, procedente de los parámetros de la novela negra, un poco hecho al gusto del lector que Cercas imagina. La novela tiene aciertos literarios espléndidos que la película rescata. Y tiene tan claro el director de esta el trema del autor, que lo reconstruye totalmente, dándole mucho mejor juego argumental.

    ResponderEliminar
  11. Luis, yo también pensé en Rulfo, en la primera parte, cuando "Incerta gloria", y estoy de acuerdo en lo que decís Francesc y tú.

    Qué gran placer recuperar películas antiguas y que comprobar que siguen siendo maravillosas. Es como darle en los morros (perdón) al tiempo. De Losey, la revisión de "El sirviente" me falló un poco: demasiado planificada temáticamente, filosóficamente; artificiosa. Pero me apasiona "Accidente". Y luego "El mensajero" ¿no era suya?

    Lola

    ResponderEliminar
  12. Lola: Si, El Mensajero era suya. Y para mi EVA. Losey es una especie de reflejo de Visconti en mentalidad USA-UK. Un manierista, con una visión de la cámara muy precisa y estudiada. Yo recomiendo la visión de EVA, rodada en una Venecia y un Véneto crepusculares y decadentes.

    ResponderEliminar
  13. ¿Y qué me decís de esto?

    UN OSCURO EPISODIO DE LOS “AÑOS DE HIERRO”

    Uno de los sucesos más interesantes y reveladores de los años 40 fueron los movimientos monárquicos y de los Aliados para derrocar a Franco. En 1945, cuando los acuerdos de Yalta parecían determinar la liquidación del Caudillo, según expone Luis María Ansón, se urdió un plan de los monárquicos antifranquistas y de los servicios secretos useños para explotar el maquis comunista: con ese pretexto se denunciaría la “inestabilidad de España”, “peligro para Europa”, los tanques aliados invadirían el país y -- pensaban algo ingenuamente-- eliminarían con suma facilidad al vencedor de la guerra civil e impondrían la monarquía. El plan fue diseñado por Allen Dulles, el jefe de la OSS, precursora de la CIA, y acogido de buena gana por Sainz Rodríguez y otros. Don Juan, por su parte, explicará a Ansón: “Quiero que te quede completamente claro que yo no acepté el plan, y, claro, mucho menos lo estimulé (…). Debo decir que no me opuse. Escuché lo que me decían y sanseacabó”. Es decir, sí lo aceptó, aunque poniendo cara de póker. De hecho Dulles no proponía, daba instrucciones a los juanistas como si fueran empleados suyos, y no parece haber habido mucha repugnancia en los monárquicos antifranquistas –que eran solo una fracción de los monárquicos, aunque muy influyente— ante la perspectiva de ocupar el poder con tales métodos. La maniobra está en la base del célebre Manifiesto de Lausana, con el cual creyó Don Juan abrir su camino al trono, y en realidad se lo cerró para siempre. Intriga, pues, típicamente maquiavélica, pero también mal calculada, en otro artículo explicaré por qué.
    “Mientras tanto, los comunistas ignoraban el papel de peones inconscientes diseñado para ellos, y no pensaban por el momento repetir una aventura como la del valle de Arán. Coincidían todos en la idea de utilizar las guerrillas para provocar la intervención aliada, pero el PCE quería crear su propia fuerza armada a fin de tener el papel decisivo en el posfranquismo. Por ello continuaba introduciendo en el país cuadros probados en el maquis francés y hasta en la lucha partisana soviética, coordinando políticamente a los grupos de huidos dispersos, y fundando otros nuevos. Hallaban pocas simpatías entre la población, como ya habían comprobado el otoño pasado, y ello dificultaba su tarea. En Rusia, los partisanos se habían implantado sembrando el terror entre la población civil desafecta, ante la indiferencia de los alemanes, para en una segunda fase concentrarse sobre la Wehrmacht. Pero en España la policía no iba a permanecer indiferente. Los guerrilleros esperaban superar estos obstáculos con algo de tiempo y la intensificación progresiva de las acciones.
    Entre tanto, debían correr serios riesgos para conseguir armas, apoyos seguros -- siempre escasos--, montar “estafetas” para el correo y los suministros, etc. Las estafetas solían instalarse en huecos de árboles o bajo piedras de cierto tamaño, cerca del chozo de algún pastor o la casa de algún campesino que servían de enlaces. De este modo no necesitaban verse ni concertar citas entre unos y otros. Los guerrilleros debían vigilar el lugar antes de acercarse, pues, como ocurriría a veces, la Guardia Civil podía haberlo descubierto y preparado una emboscada. Otros problemas surgían de las querellas dentro de las partidas, la desigual formación política o la tendencia al bandidaje.
    No menor era la dificultad de encontrar atención médica para las heridas o las enfermedades, fáciles de contraer en tan ardua existencia. A veces obligaban a atenderles a médicos normales, a punta de pistola, un método peligroso. La agrupación guerrillera de la zona centro insistía a la dirección, a finales de 1944: “La urgencia del médico para nosotros es de carácter inmediato, esperamos que esto no se demore”. El médico debía estar entrenado para “largas marchas y con peso encima, como es el equipo y la comida, pues de no ser así, como comprenderéis, nosotros no tenemos retaguardia y corre peligro de caer en manos del enemigo”. Y debía ser un guerrillero más, pues “una de las mayores dificultades que tenemos es que aquí existe demasiado personal inútil: mujeres, viejos y niños; en fin, muy pocos para dar la cara y lo peor es que todos comen”. El informante exageraba, pues los viejos y las mujeres contribuían a la lucha en alguna medida, y niños apenas habría alguno.
    Por fin consiguieron un médico, “camarada joven y decidido”, Manuel Tabernero Antona, con los apodos Lyon y Robert, que se incorporó al grupo a finales de 1944 o principios del 45. Una carta suya a la chica que le servía de enlace con Madrid revela otras facetas de aquella vida: “Simpática camarada Flor: el día 3 por la noche bajé en compañía de unos guerrilleros a recibir las cosas que nos mandabas, y cuando regresé al campamento eran las tres de la madrugada. Como podrás imaginarte, todos estaban profundamente dormidos, porque el mismo día, precisamente, Carlos y Ángel habían regresado de un largo viaje; pero los llamé y les dije: “Camaradas, traigo carta de Flor”. Inmediatamente se incorporaron, rebosando de alegría. Tuve que encender el candil y, mientras se recreaban con la lectura de tu misiva, entre carcajadas y alborozos, a mí me correspondió ser la víctima, tuve que prepararles el café en la forma tan poética que tú sabes, machacado con una piedra y colado con un calcetín. ¡Y qué paladar más exquisito tiene! Estoy seguro de que te gustaría. A mí los primeros días estas cosas me causaron cierto efecto raro, pero ha desaparecido toda clase de escrúpulos. Referente a tu preocupación por sus vidas, ¡tranquilízate!, velaré por ellas”.
    La carrera de Lyon sería breve. Llegó a dirigir la agrupación guerrillera de Gredos, pero el 13 de septiembre de 1946 caería junto con otros jefes del maquis en una emboscada de la policía, en la huerta del “tío Matapulgas”, cerca de Talavera de la Reina. Se habían reunido allí para resolver asuntos internos. La “catástrofe de Talavera” traería desarticulaciones en Madrid y Toledo, y el descubrimiento del cuartel general del “Ejército Guerrillero” en un chalé del barrio madrileño de Ciudad Lineal, provisto de una emisora manejada por un militante llegado de la URSS” (transcribo de Años de hierro)
    El doble e imbricado episodio de los monárquicos, el OSS y los maquis podría dar lugar a una buena película o novela y se presta, desde luego, a muchas reflexiones. Por ejemplo cómo, a veces, gente con talante de héroes defiende las peores causas, mientras causas superiores son representadas por personas de gran bajeza. El mito de Adán y Eva, mucho más profundo que las simplezas morales de Dawkins o Pinker, lo indica: comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal esperando ser como dioses, y accedieron a la esfera del mal y del bien, en efecto, perdiendo la inocencia de los animales. Pero nunca lograron dominar aquella ciencia.
    Pío Moa, en libertaddigital.com

    ResponderEliminar
  14. ¿Puedo ir con Movie y llevar las palomitas? me encargaré de convencer a Ana, vas a ver.
    Cada día envidio un poquitín a mi hermanito porque estuvo contigo.

    Recuerdas "Hay y No hay"? En casa.

    Beso.

    ResponderEliminar
  15. Clarice: esta es tu casa. Te recibiremos con total y absoluta alegría. Y a Movie le recibiremos con un hueso de colores. A ver si te decides.

    ResponderEliminar