Desde el interior del invernadero puede ver a través de los cristales, todas ellas son de cristal y eso le da el aspecto de una jaula de tal material, como cae una fina llovizna y las cimas que le rodean se cubren de espesas masas grises de nubes bajas, que corren de oeste a este. Es otoño, se dice, ya está aquí y de nuevo el calendario marca un hito, cruza una señal, determina una vez más el paso del tiempo. En su mente, como en los calendarios agrícolas, que desde el principio de la cultura agrícola el hombre estableció como norma, señal del tiempo, garantía de futuro, enciclopedia del saber necesario, se muestran las tareas que tiene que hacer para prepararse a las nieves que están por llegar.
La pradera de césped, los árboles que todavía no han perdido la hoja pero empiezan a desteñirse de su olor de estío, los arbustos que han perdido la flor y han sido recortados para fortalecer las yemas cuando apunten y las flores, en matas todavía habitadas de sus colores y agracia arquitectónica, esa geometría en la que la naturaleza muestra el patrón humano que describe todo; los caminos de grava están húmedos y el tono rosado de las piedrecillas adquiere un brillo tímido pero presente. Abandonado por dejado atrás el tiempo de la exaltación, el desmayo otoñal del jardín y del campo penetra por los poros de la mirada y facilita un cierto sosiego, algo dulce y sereno que le hace mirar hacia fuera con cariño y sonrisa complacida.
Hay un tiempo para todo, para el amor y el desamor, la exaltación y el sosiego, la ira y la ternura, el silencio y el grito. Codicioso como es de aquello que impele dentro de sí la felicidad, como una fuerza serena que le invita al reposo, se dedica a preparar esquejes en una función repetitiva que suele ser llenar de turba una maceta, recortar el extremo de una rama, recortar las hojas, cubrir el corte de hormonas de enraizamiento y depositar el tallo bien erguido en la maceta y esta en una bandeja manteniendo todo húmedo y a temperatura adecuada.
Los gestos repetidos se le van antojando como movimientos inscritos en una danza que a fuerza de repetirse va adquiriendo ritmo y compostura. Ayer noche, en medio de un castillo de fuegos artificiales espectacular, acabaron las fiestas. Piensa y sonríe que en esta noche de final de fiesta, bailando hasta la madrugada junto a la enorme hoguera pagana hecha de troncos enteros talados del bosque, de una altura de dos metros, elevándose las llamas a lo alto de la noche, llamas que se abren camino a la oscuridad que por su empuje se retira, el rito del verano se repite y se consuma una comunión con la naturaleza que se repite desde los tiempos de Dióniso. No suenan las flautas sino los altavoces, pero fuego y oscuridad son la misma cosa y cuerpos también. está seguro de que esta noche, durante y al final, bucarán los cuerpos el placer con el ímpetu de la fiesta báquica. ¿En que cima, en que monte, se pregunta, estamos ahora? Mirando hacia el norte ve que se levanta, débil, la columna de humo de los rescoldos últimos de la fiesta, que aspira a disolverse en una altura incierta. Cuando a las seis y media de la mañana ha dejado de sonar la música, se ha levantado para mirar por la ventana y el resplandor rojizo de la hoguera todavía alumbra un final.
Mientras procede a la ceremonia del esquejado siente un fulgor pagano, un impulso que le invita a creer en la existencia de hombre y naturaleza, un ser solitario mirando alrededor al todo en que habita y comprendiendo que siendo el dueño de cuanto ve lo es también de la soledad y del desvarío. Un día, se dice, los hombres perdieron un paganismo vital que dejaba a la voluntad de los dioses dispersa en sus propios asuntos y a los asuntos de los hombres en las manos de la naturaleza. Oh, gran casa del bosque, se dice, que lejos de aquí los asuntos humanos que sin embargo son tan nuestros y tan necesarios, pero ¿que asuntos? ¿Y cual es su necesidad? El diosecillo que un día inventó se ha perdido en las brumas de lo moderno y él querría remontarse a los tiempos primigenios del bosque y los pastores, a las edades de la leche y la miel.
Desestimada la patria, palabra que le parece obscena por lo que tiene de propietaria y absorbente, le queda un rastro de lenguaje; desestimada la juventud por haberla dejado atrás le queda cierta serenidad escéptica; desestimado el quehacer político le queda una mirada ética (o eso cree) sobre una moral que no siempre comparte. La patria era una calle recorrida, piensa, el recoveco que lleva a una plazuela de San Felipe Neri en el barrio Gótico de Barcelona, donde manaba una fuente de piedra y vivía el silencio. La patria se reduce a esto, a escoger un lugar como todos los lugares del mundo y de la vida, y recogerse allí para volver a casa. Acunando en esta memoria que suena y huele, encerrado entre los cristales de un invernadero, sabe que lo importante es hacer bien las funciones del calendario de agricultura que lleva aprendido y las funciones del vivir que no tiene todavía bien aprendidas, pero que se pueden resumir, de alguna manera en: mirar, escuchar, guardar el silencio, dormitar un poco y acabar los esquejes mientras el jardín se abandona hacia el invierno. Apátrida pues, habitante de lengua y de palabras; cerrando años cuando acaba la fiesta y el fuego se apaga; siendo como pretende el menos político de los hombres, defiende su derecho a la memoria y a la vida: esta tarde, después de comer, cogerá un libro ya leído y volverá a enfrascarse en su texto.
"... el recoveco que lleva a una plazuela de San Felipe Neri en el barrio Gótico de Barcelona, donde manaba una fuente de piedra y vivía el silencio". Es este uno de mis lugares preferidos de Barcelona. A pesar de que recientemente han abierto un hotel en la plaza, continúa siendo un remando de paz. Hay además, próximos, algunos de los anticuarios más interesantes de la ciudad.
ResponderEliminarLuri, acabas de destrozarme mi paisaje ciudadano preferido, lo que llamo en realidad mi patria. ¿Cómo puede haber un hotel? No la pisaré más, y en su lugar ir´r a tu café a llorar mi pena.
ResponderEliminarPor cierto, en aquella plazuela me hizo ver mi padre, en la fachada, las marcas, entonces evidente, de la metralla hiriendo la piedra. Aalí cayó una bomba, según me dijo.
Lúcido Luis, leí una entrevista de un afamado pintor alemán (A.Kiefer) y decía que para él la patria son sus recuerdos.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Lo siento, don Luis. El hotel, por cierto, no está mal.
ResponderEliminarLa última vez que vi a Gutierrez Diaz fue precisamente allí.
Ya sabes que el ca´fe siempre estará a tu disposición. Y además como soy muy amigo del alcalde socialista de Ocata y del concejal de urbanismo (de Iniciativa per Catalunya), les haré jurar que bajo ningún concepto tocarán un grano de arena de este barrio sin someterlo previamente a referendum de los amigos de El Café de Ocata.
¿Qué le pasa a tu dios menor?
Anda pachucho y triste. Pronto lo sacaré por ahí.
ResponderEliminarPetrusdom, ese fue un descubrimiento totalmente desmitificador.
ResponderEliminarPues ni te cuento lo que ha pasado en la Plaça del Pi...
ResponderEliminarHermoso post, otoñal y evocador.
La bomba mató a unos cincuenta niños que se hallaban refugiados en aquel recinto, por cierto.
Julia, la Plaça del Pí está en mi circuito del Paseo de la nostalgia. Creo recordar que durante la guerra destrozaron el rosetón sobre el portón principal totando de él con sogas
ResponderEliminarA mí me gusta el otoño, el bosque y la montaña se llenan de colores, estación mucho más serena que la primavera donde todo estalla. Al dios menor dale una buena infusión de hierbabuena con menta y miel, no quita la tristeza pero está muy rica :-D
ResponderEliminarBesos cantaderos
Le prepararé la infusión con hierbabuena del jardín, que está invasiva y desmadrada y ya toca cortarla, secar una parte y congelar la otra. Esta tarde se la llevaré al bosque y si lo encuentro le daré un afectuoso beso de tu parte.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo conm Gregorio, el hotel no està mal, y aún conserva la plaza buena parte de su encanto.
ResponderEliminarSoy muy de otoño Luís, como pintor y como fotógrafo, suelo subir cada año al Montseny en otoño a sacar unas cuantas fotos, es una borrachera de ocres, naranjas, amarillos, y de olor, de ese olor profundo y húmedo del bosque,también de soledad i tranquilidad (voy entre semana), no de silencio, porqué en el bosque nunca hay silencio, o quuizás el ruidoso silencio de la naturaleza.
Comentarios agronómicos para ese esquejador que está esquejando
ResponderEliminarEnraizan mejor con hormonas como dices, y también si aprovechas el menguante lunar; no es coña, en la Politécnica nos lo explicaba el cátedro en sus muy serias y leidas y escribidas clases de Fitotecnia. Claro que el de Hidraúlica tenía por hobby personal ser zahorí
Y no hablemos de calendarios "biodinámicos" (que lo que es haberlos, haylos)
Reiki: de biodinámicos no se nada, pero lo lunar si me lo han dicho otros. Una buena amiga dice que los tomates, que esté año han sido tardíos, incluso en el invernadero, maduran con la luna.
ResponderEliminarFrancesc: totalmente de acuerdo. El otoño es la estación que a mi entender le sienta mejor al bosque con ese perder el aliento de la plena vida entre colores que destiñen poco a poco.
ResponderEliminarY en cuanto al silencio, yo hago mía la frase de Compte-Sponville, cuando afirma que el silencio "es el ruído sin sentido", aquello que no apela a nosoptros, que nos interpela para que lo reconozcamos.
Si de apetece, o te paice, tienes información de agricultura biodinámica y de su "label" Demeter, en ese undo extraño por demás llamado el "internés" (o algo así)
ResponderEliminarTodo bien amigos?. . La onda es que fui a caminar y a pensar, y estando acostado arriba de las ramas de un árbol muy viejo, vi cómo esas ramas se desplegaban en el cielo. Se ramificaban. Es decir, de una rama superior, se desprendían miles más pequeñas. Y cada vez era más fácil para el árbol estar más y más cerca del Sol. Es decir, se gasta mucho menos energía en desarrollar varias ramas pequeñas, ya que el árbol a través de varias ramas acumula cada vez mas energía. Y crece así más veloz. Es decir, cuanto más viejo, más seguro y firme crece, porque tiene más energía. A lo que voy es a que esas ramas tenían una forma. Forma cilíndrica, para soportar el viento desde cualquier dirección. Espesor fino, para poder soportar su propio peso a tal altura. Las ramas tienen una forma. Y en esa forma se sobreentiende que existe también un límite. ¿Qué es lo que detiene la expansión de un cuerpo hacia el infinito? Digo: qué tal si mi ojo, en vez de tener forma de esfera, no tuviera forma de nada, no tuviera límites. Mi ojo expandido en todo el universo. Cubriendo todo el universo. Las formas limitan a los cuerpos hacia el infinito. Es algo así como si el universo fuese un gran embudo. El final del embudo sería el infinito. Y un tobogán en forma de espiral que deberíamos atravesar a través del embudo serían las formas. Para atravesar el paso por el universo se debe experimentar el todo. En el todo se incluye el tiempo y el espacio. El tiempo y el espacio convergen en las formas.
ResponderEliminarViendo esas ramas pensé de qué estaban construídas. Después de recurrir primero a la biología, luego a la química y, por último a la mecánica cuántica, llegué a la conclusión que eran energía pura. Energía (me gusta definir a la energía pura como el estado esencial de la materia) combinada con el vértigo de la nada. La nada se la puede sentir en el fenómeno de la gravedad descubierto por newton. Los campos gravitatorios son el estado más puro de la nada que conocemos.
Luego, lo que el hombre siempre descubre como Dios, o como éxtasis espiritual no es más que puro vértigo. Vértigo que provoca la nada. Un fenómeno gravitatorio al que solo es sensible el razonamiento del hombre: la verdad.
Nuestra existencia es una caída eterna hacia el infinito, en la que luchamos para no caer para siempre. Este sentimiento de miedo al caer en la nada es un sentimiento animal. Quién encuentra el sentido de la vida en la supervivencia. La nada para el animal es la muerte. Por eso el hombre teme la nada. Pero para el razonamiento humano la nada no se traduce en muerte. La nada se transforma en infinito, en trascendencia. El hombre conoce que todo es un gran ciclo. Y que la partícula que hace posible la existencia del electrón, es idéntica al universo, es infinita. Todo es infinito. Y todo vuelve a comenzar. El sentido de la vida es escaparse de ese círculo en todos los sentidos posibles. COn el cuerpo se hace imposible, la vejez es letal para todos. Pero la mente se puede entrenar para escaparse del círculo de la eternidad. La mente ya conoce la eternidad. Es el mapa a la liberación. El hombre es la virtud más grande que tiene el hombre. El hombre construye en su cerebro una escalera para escaparse de el gran círculo. Unos construyen una escalera para ser abogados y trepar a otro círculo más alto. Otros, algunos maestros, otro médicos, otros profesionales, conocen un pequeño secretito. Una confidencia. Tienen una soga por la que se escapan de su círculo a uno más bajo. Y en el círculo bajo construyen una gran escalera con los huesos de las víctimas que defendieron, y llegan así, al mismo círculo que los abogados. Pero hay otros. Algunos poetas, otros escritores, otros artistas. Que construyen una escalera en su propia mente. Y se escapan del círculo más alto, y se dejan caer hacia la nada. Y mientras están cayendo en la nada, cuando el miedo desaparece, se transforman en búhos aquellos que prefieren la luna; en cóndores, aquellos otros que son amigos del Sol. Y mientras caen volando hacia la nada, cada ave tiene su canto. El canto de la libertad, el grito infinito hacia la nada. Ese que escuchan todos los hombres, y se emocionan cada vez que alguien grita una verdad, cada vez que ve una película que lo hace llorar, cada vez que un futbolista se rompa una pierna poniendo huevos para que su equipo gane. En fin: cada vez que el hombre libre se entrega. El hombre admira la falta de miedo, la entrega, la libertad. Eso es lo que lo emociona.
Por eso pensé en el vértigo del infinito. Y cuando puse vértigo e infinito en google salió este blog. El del bosque.
Un saludo, espero que sea entretenido y poco complicado. Y espero que conteste si le gusta.Me fascina lo infinito. lo circular. EL eterno vértigo. La gravedad. Espero que hasta la´próxima