El hombre es el sueño de una sombra, escribe Píndaro y al leerlo se siente conmovido, y detiene en el tiempo las palabras que guardará durante años, sintiéndose ser sueño de su propia sombra. Acontece que hay palabras que derrumban cualquier serenidad, encerradas en poesía, apresadas por significados que se escapan, permanecen intemporales: siempre significan algo que se escapa pero que en su propia naturaleza es certidumbre. ¿Cómo habla el poeta? ¿Qué es lo que dice? Desde hace años ha perdido el interés por la poesía que describe la realidad negando a la poesía el sentido oracular; las palabras deben, piensa, en la poesía, esconder el significado de cuanto quieran decir, si es que pretenden algo tan elemental como tratar de significar, y deben dejar que sea quien las recibe el que las abra en canal y descifre los significados que solamente son del alma.
El hombre es el sueño de una sombra y busca entre sus pertenencias a la sombra que le sustenta y sueña. Cuerpo, nombre y sombra, decían los egipcios que eran el hombre, sabedores de que la triada era el todo que no podía dividirse. Hombre condenado a convivir con su propia sombra, silenciosa, cambiante, siempre huidiza, como una conciencia que observa desde la más íntima cercanía. Sombra que es compañera hecha de ausencia de luz y de silencio, apenas sombra, que dicho en castellano ya es en sí metáfora de casi nada, apenas sombra de lo que huye y no se puede apresar, más allá de cuerpo, del otro lado del cuerpo, cubriendo del sol a la carne como escudo de bronce o como ángel, no el Terrible de Rilke, sino el ángel evanescente en que querría convertirse, el hombre del prado.
Yo soy pues, se dice, el sueño de una sombra, de la mía será. Es eso la vida. A tenor viene de un texto bellísimo de Julia en La Panxa del Bou, en el que se habla de la muerte cercana de los seres queridos y de la propia muerte, siempre lejana y a un tiempo presente. Ya escribió, en más de una ocasión, el hombre que ahora escribe, que la muerte es un asunto que considera menor y que la espera sin hacer de esa espera un acto de revuelta. Cabe morir dejando de vivir, dejándose de vivir, soltando la amarra cada vez más tenue de la misma manera que cada noche se abandona la vida por el sueño, se cambia el yo por un él que palpita entre imágenes confusas historias que de haber existido, por la mañana no son ni siquiera recuerdos. El hombre o la vida, sueños de una sombra, un solo sueño, engloban en la memoria perdida y en los recuerdos que permanecen, son recuerdos mientras están y es inevitable que así sea, todas las cosas de una vida que la dibujan, que trazan su perfil, que llenan los espacios vacíos con el color de lo acontecido.
Asaltan dudas sobre lo consistente del sueño de la sombra, evanescente en sí la imagen que las tres palabras evocan. Se trata de todo cuanto vive en lo que uno es y que en realidad le delimita, ¿o sería mejor escribir que le limitan? En su propia medida, cada cual es el contenedor de su propia delimitación sin poder alcanzar a ser lo que no ha sido, a tener lo que no ha sido. ¿Cómo puede ser un héroe este hombre que camina el bosque, él, que tan lejos ha estado de cualquier acto heroico? Héroe es aquel que tiene la actitud de querer ser él, escribió otro y el hombre del prado da por buena esa definición en el buen entender de que ese héroe al que se hace referencia, por querer ser él, voluntariamente se desviste del papel heroico. Querer ser uno mismo es ya de por si un atrevimiento y tal vez el autor de la frase exageraba un poco, aunque al pensar en ella encuentra un cabo de verdad, un hilo frágil que le lleva a concluir que ciertamente querer ser uno mismo exige el esfuerzo de la voluntad y de la delimitación: no hay espejo capaz de tanta finura descriptiva, ni persona ajena que pueda decirnos quienes o qué queremos ser, aún cuando, en la más íntima cercanía, pueda asomarse al interior del otro.
Ya, poco a poco, el sentido oracular del verso de Píndaro, se abre paso entre los pensamientos como una desgarradura de dimensión colosal, una herida por dentro. La sombra del sueño es todo cuanto se es, quedando a un lado lo que se quiera ser, lo que se intente, lo que se alcance. Dentro de cada uno están todos los demás que le han dado forma con sus límites, atrapándole entre figuras de imaginación pura, nada físico, nada que se perciba con claridad, sino todo lo contrario: cada figura es una huella que pierde su nombre al transformarse en forma moldeada sobre la materia. El sueño de la sombra, como un odre, va guardando formas y contiene un mundo. Puede decirse que es un mundo común para los que en el tiempo han compartido un libro, un discurso, una película, una guerra. He ahí que llamaremos generación a la suma de sueños de sombras, un sueño inmenso. Entre el pensar de una tarde plácida de verano, es la tarde soleada la que piensa por él en su abandono, le penetra amándole, le mece en la caricia abandonada de la temperatura, la brisa estival, la luz del sol, la silueta de Cabeza Lijar, el disco de la luna allá en lo alto, unas risas de niños en una lejanía cercana, pues en ese pensar abandonado una idea germina y asoma el tallo, le dice que la muerte de cada uno, el dejar de vivir en su simpleza, terminará un mundo y con el tiempo terminarán todos los mundos de los que en su tiempo le dieron forma y compartieron con él, por poner un ejemplo, los libros de Julio Verne. Germina una idea concreta: ¿quien habrá leído a Julio Verne cuando tú hayas muerto?
aunque a algunos les parezca imposible, el mundo continua cuando ellos ya no estàn.
ResponderEliminarLeí el artículo de Júlia, tengo unas circunstàncias familiares parecidas que me llevan cada semana al pabellón del centenario de donde nadie sale vivo.
Decia Vinyoli "La mort és purament, un canvi més"
I Aute "reivindico el optimismo de intentar ser uno mismo"
Ninguno de los dos era filósofo pero creo que se fijaron.
Buen domingo.
Gràcies por la referència. Sobre la muerte, aunque nos rebelemos, como contra la vejez, nada cambiará. Hay quien dice que se adapta o se resigna. Si aunque fuese pagando se pudiesen cambiar esas cosas, quien sabe, quizá pidiese un crédito.
ResponderEliminarDe forma inevitable, acabo 'pasando' por muchos blogs de 'gent gran', es evidente que la juventud comporta otra dimensión muy distinta, afortunadamente para el mundo.
Parece del todo imposible pensar -meramente pensar- la propia muerte. La hemos visto en los otros o, quizás, lo que hemos visto es el sentido definitivo de su ausencia. ¿Pero como ausentarnos de nosotros de manera tan radical que seamos capaces de entender el significado de "mi" muerte?
ResponderEliminarFrancesc, Julia, Luri: La muerte de uno es el "no estar" y creo que ese es el sentido de la tragedia. La ausencia definitiva de los otros, la ausencia insensible, en suma, quedar convertido en el "sueño de la sombra", nada.
ResponderEliminarLuri: ¿como puedo pensar, siendo, en mí no siendo? Es harto difícil imaginar esa circunstancia.
ResponderEliminar¿certeza, o certidumbre? Pues tal vez lo verdadero no se opone a lo falso, si no a lo verosímil. Y es allí donde nace la otra poesía, no aquella de las canciones de Silvio Rodríguez; la poesía oracular. Sí, aquella que se encuentra justo ahí para señalar.
ResponderEliminarY también, como lo dices, poesía para la muerte, esto es, para la despedida.
pues finalmente no recordar es tener que olvidarse de la parte que en uno mismo estuvo implicado… olvidarse de uno mismo. Eso se llama poesía: tal vez nostagia.
Poesia para la muerte, escribes, Malvisto. Creo que es así. El verso de Píndaro tiene la dulzura de algo casi insustancial: el sueño de una sombra, es la vida, Gracias por tu visita.
ResponderEliminarBuenos días, Sr. Luis,
ResponderEliminarQuizá una buena forma de comprender la muerte es imaginarse que entonces toda la realidad será lo que nos queda a la espalda cuando estamos vivos.
Toma ya con eso de "la sombra que es dueña del hombre", a un servidor le va a costar conciliar el sueño esta noche porque, aunque no entiendo ni castaña de sombras propietarias de nada, acierto a atisbar que de alguna manera es un pensamiento sesudo para seseras bien dotadas (no la mía por cierto)
ResponderEliminarEn fin, mientras que esa sombra de marras no se me presente con las escrituras de propiedad bien diligenciadas... y pasadas por el Registro
Yo a lo mío, sentir felicidad en este preciso momento. Sencillín que es uno.
Pero, ¿cómo imaginar si no estamos? Epicuro decía aquello tan claro: "la muerte no está cuando tú estás y cuando está tú ya no estás". La realidad deja de ser, es el no ser, el no existir, toda la realidad no queda a las espaldas, sino fuera o "en lugar de". A mi, lo que me asombra, es que esa realidad muere con cada uno que muere, porque muere la memoria. De ahgí que Julio Verne, al que creo que hoy lo recordamos los que le leímos, está a punto de alcanzar su segunda muerte, cuando yta nadie le recuerde habiénmdole leído. Esa es la muerte de la realidad. El sueño de la sombra.
ResponderEliminarTumbaito, la frase de Epicuroi es inexacta: "cuanto tú estás la muerte no está, y cuando ella está tú ya no estás.
ResponderEliminarReikiaduo: le has dado la vuelta a la frase de Píndaro, que es "el hombre es el sueño de una sombra" y ahora, con tu versión sobre la propiedad, ya no sé que pensar. haces bien, no pensemos y seamos dueños de la sombra de un pertal, junto a una fuente.
ResponderEliminar... ¿cómo imaginar si no es uno?
ResponderEliminarPero puede ser que baste que otro lo imagine, y ese otro utilice palabras para decirlo.
Al fin y al cabo: cada uno no es TAn distinto del otro.
(y en cuanto a la visita: ahí está, ese uno a veces se vuelve VisIta de otro...)
Malvisto, el problema es la imposibilidad de imaginar lo que es cuando uno ya no lo es. Nuestra incapacidad para aceptar que nos omos permanentes es hija de esa incapacidad de comprender el mundo sin nosotros, el presente sin estar, la incapacidad de ver, juzgar, opinar, sentirnos y percibirnos. Que nos cueste imaginanrlo no quiere decir que no sea la más absoluta realidad. Todos nuestros muertos se han perdido del mundo y ya no son, no están. Ese es el quid, el desgajamiento, comprender que nos poerdemos, como se pierde la sombra al hacerserse la oscuridad.
ResponderEliminarJe, je, si no pensara no me podría ganar la vida con esa cosa de la ingeniería (por un poner), el pensamiento es un excelente servidor y por ello le estoy muy, muy agradecido, palabra, y no me cansaré de repetirlo: Gracias cerebro.
ResponderEliminarLa consciencia del hecho cierto de nuestra muerte es una interesantísima característica humana. Sabemos que vamos a morir, y eso puede ser un gran regalo para priorizar nuestra vida de acuerdo con una escala que nos favorezca. Primero sentir felicidad pero ahora mismito; luego, luego, luego...
Pero mira esto otro, este dato adjunto: objetivamente el mundo sigue incluso cuando no se esté; en cambio subjetivamente, y de algún modo a esto me adhiero, el mundo termina con cada uno.
ResponderEliminarEllo tanto porque solemos ser islas, cuanto: no está mal utilizar la falta de modestia. Porque puede ser que no tan solo la sombra de un sueño: cuanto la sombra sobre el escenario... y todos somos actores.
(No sé si me explico.)
Malvisto, te explicas bien, a trancas, a medida que vas pensando, pero bien. Ese será el tema del próximo post. Y ese era el tema de este pasado, que se tomó, porque estaba confuso, seguramente, como un post sobre la muerte. Era un post sobre el tiempo de cada uno, sobre el mundo de cada uno, sobre lo limitado, como mirar el universo a través de una grieta, viendo casi nada.
ResponderEliminar...el universo a través de una grieta, viendo casi nada.
ResponderEliminarMuy bien: eso siempre se le ha llamado YO. Y he ahí el recurrente problema: cómo siendo yo, puedo ser otro, estar en el lugar del otro.
Y eso siempre me ha parecido una reflexión interesante.
Retomada sobre todo por místicos, poetas, y hombre, por San Agustín (que no deja de sorprederme... empieza sus fabulossas confesiones con una aroma de pregunta!!) y Pascal.
Es que el YO está limitado a un tiempo y un lugar. Esa es la grieta. Lo demás memoria acumulada, dada, explicada.
ResponderEliminarEstoy aquí ...
ResponderEliminar