jueves, junio 07, 2007

El sol de Dióniso


Ha bastado que salga el sol, que las nubes que quedan en el cielo sean pequeñas, algodonosas y blancas, que la temperatura suba unos grados, para que todo el paisaje ría, se desperece, bostece de placer y estire sus miembros en busca del verano y la dicha. La puerta de cristal del salón ya permanece abierta todo el día al jardín con lo que parece que todo es uno y las tapizantes recién sembradas en los bordes del seto parece hinchadas, rebosando vida, dispuestas a preñarse flores pequeñitas y de colores. De la ladera de Cabeza Líjar ha desaparecido cualquier rastro de escarcha y por el noroeste oeste la inmensa extensión del cielo que apunta a Finisterre se abre el un papel de inmensa plenitud azul, inacabable. La dicha del verano que se anuncia, el retorno del sueño de una noche de verano, cuando las hadas hacen y deshacen en el reino de Oberon, con los amores y pasiones ciegas de los humanos que se buscan en los claros del bosque, cerca de las fogatas del plenilunio. Las brujas son amables, codiciosas de caricias y arrumacos y la pinaza brinda un mullido sostén al sueño de los cuerpos, inacabado sueño, siempre por empezar. De todos los sueños de noches de verano, la versión de Mankiewitz le deslumbró en la adolescencia de tal manera que todavía recuerda el despliegue del inmenso manto negro de la noche, irisado de estrellas de brillantez intensa y menuda, abriéndose desde la grupa del caballo de Oberon. Pocas veces ha vuelto a comprender el milagro del solsticio recién iniciado, cuando ido el frío invernal recorre las miradas de las gentes un atisbo de plenitud y el ansía de salir, de lanzarse a la fiesta de Dióniso.


Al despertar por la mañana, con la cabeza apoyada en la almohada, puede ver levantando ligeramente la vista el cielo con la luz del sol. Puesto que solamente ve la masa de azul sabe que la luz del sol está ahí fuera por el tono del color que palidece a causa de la descarga de luz. La luz es promesa, la luz del sol es más que eso, es promesa de vida. La mancha azul que enmarca la ventana se abre en extensión inabarcable cuando pone el pié en el suelo y la tiene ante su vista. Le vienen a la memoria las palabras del rey Oberon cuando hace víctima de su hechizo a Titania: "Lo que mires cuando despiertes, eso tendrás por verdadero amor. Ama y languidece por ello" Así pues es la luz, el cielo azul, el sol del verano, la misma última visión poética de Machado: Este cielo azul, este sol de la infancia.


El día que transcurre no suele estar construido por las promesas del dichoso despertar sino por el accidentado acontecer que ni aún tratándolo se puede evitar. Cuando el estallido de la primavera cabalga por los sentidos, es inevitable saber que en lugar de correr al bosque para despojarse de vestiduras y conocimientos, habrá que dar el enterado a una vuelta más de tuerca a la estupidez humana, de la que él mismo es copartícipe, ¿porque si no creería que existe un tiempo de maravillas donde viven los hombres? Escribe Nietzsche en El Nacimiento de la Tragedia "Cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de una comunidad superior: ha desaprendido a andar y hablar y está en camino de echar a volar por los aires bailando. Por sus gestos habla la transformación mágica. Al igual que ahora los animales hablan y la tierra da leche y miel, también en él resuena algo sobrenatural: se siente dios y él mismo camina tan estático y erguido como en sueños veía caminar a los dioses."


Naturalmente es así como se siente cuando sale al jardín y ve que las dos hayas, a las que bromeando llama los Dióscuros, se han cubierto de esa hoja brillante y broncínea cual si fuera un manto de divinidad, cuyos volantes se agitan por efectos de la brisa, cada hoja un movimiento, un aleteo. A menudo piensa en este jardín como en la finca tusculana en la que Cicerón vivió los momentos duros de la muerte de Tulia, su Tuliona, y en la que escribió el único libro que desearía haber leído de él después de leer todo lo demás, el que le falta, imposible, el más preciado: Las Consolaciones. Cuando pensaba en levantarle a la muchacha un altar en el jardín cuando en realidad le había levantado un altar en su corazón, en el que siempre habría de brillar una luz.


Todo cuanto quiere vivir vive en él, piensa. Esas dalias que semilló en el invernadero y que ahora apuntan ya los botones, pequeños al principio, pero que a final de verano serán de medio metro de altura, anchas, cubiertas de ramas y flores, le prometen llegar a la cita con sus ojos. Allí estarán con sus colores diversos, mientras los crisantemos blancos y amarillos revientan de color y atrevimiento. Toda esta vida es mi vida, piensa, y es mi sangre la que circula por los torrentes venosos de este paisaje perdido en el bosque y en la montaña. nada que exista fuera existe hoy, ninguna maldición ha de alcanzarme, nadie puede negar el anuncio del verano en el solsticio por venir. Hay un día en que se concentra en el aire de uno la magia especial, innombrable de las fiestas báquicas y querría llevar con naturalidad una piel de carnero por toda vestidura y mirarse en los ojos del fuego en el que arde el buey sagrado. Todavía no hay templos, no hay órdenes de arquitectura, ni números; hay dioses y hombres y la exigencia de la carne junto a las ardillas, al zorro, al jabalí y al corzo; es tiempo de oráculo y de poesía y las palabras son lo sagrado: hay si la promesa de la maravilla del hombre que saliendo del bosque y alcanzando la llanura creará la ciudad y con ella la razón y la lógica. Siempre, piensa, en días de tanta magnificencia, podremos volver a empezar como si fuéramos el sol, siempre de vuelta, intentándolo siempre de nuevo...


Es el mismo día en que esto sucede cuando una banda de terroristas anuncia que acabada la tregua, volverán a matar. En otros lugares del mundo, sigue la auto destrucción. Corre la sangre. Es también este el sacrificio de Dióniso, su locura, su brutalidad, su implacable brutalidad.

12 comentarios:

  1. Hermosas imágenes primaverales. El contraste de los días hermosos con la realidad del mundo y de la vida resulta doloroso, siento ser pesimista pero pienso que no veré esa paz universal imaginada en mi juventud, aunque un conflicto acabe -no voy a escribir 'se solucione' porque creo que nunca se soluciona, simplemente, termina por cansancio o por derrota- surge otro, en algún lugar o en muchos, la única esperanza -muy egoísta, evidentemente- es que no nos alcance de forma directa.

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  2. Poco más puedo añadir a lo que dices, Julia.

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  3. Estamos vivos y nuestra primera obligación es afirmarnos como tales. Y en estos días de primavera la gratitud fluye de manera espontánea, casi como la respiración. ¡Como no disfrutar de la luz de las mañanas, levemente azulada y, sobre todo, de la luz pastel de la tarde, en torno a las 8, cuando el sol se sitúa, visto desde Ocata, justo sobre el Tibidabo, y sus rayos caen casi horizontales sobre la superficie del mar! ¡Qué delicia! Uno tiene derecho -yo diría que hasta la obligación moral- de apropiarse plenamente de esos instantes, envolverse en ellos como en un capullo y no pensar en nada más. Renegar por diez minutos de las horas de duermevela y de la épica y dejarse llevar por el gozo gratuito de estar vivo.

    ¡Y a los canallas, que les den!

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  4. Quer lírico, Luri. Y que cierto. Hay que reivindicar la vida cuando fluye.
    Y que les den.

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  5. Si quienes dedican gran parte de su tiempo a fastidiar (en la amplia variedad de lo que se puede entender por fastidio, y de la que son capaces algunos seres de los llamados humanos) fueran capaces de pararse durante dos minutos a contemplar lo que tan bien describes...el mundo sería diferente, bien porque intentarían vender eso que han visto o simplemente porque se lo quedarían para ellos. Ergo, qué bien que todavía podemos disfrutarlo (y que dure)

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  6. Que dure, Ana, aún cuando llegue el invierno, que vuelve la luz, siempre vuelve.

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  7. A cada cual según su naturaleza, ¿qué puede hacer un terrorista?, pueeesssss...

    Otra cosa es preguntar cómo puede alguien apuntarse a una banda de matones, y hay algo evidente, nadie que expperimente un sentimiento de felicidad una vez, y otra, y otra, y otra... lo hará

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  8. Am,igoplantas: no estoy seguro de las razopnes porque alguien llega a ser un terrorista Pienso que se necesita primero una profunda ideologización que justifique un acto antinatural. Los procesos son siempre procesos.

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  9. Tú lo has dicho"y las palabras son lo sagrado" pero los odios de unos pocos humanos las ultrajan. No lo permitamos.
    Un saludo.

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  10. Claro, Petrusdom, no podemos permitirlo cuando aceptamos que la vida nos reclama en todo su esplendor y al mismo tiempo en su inevitable decadencia. Estar ahí es lo que corresponde, y disfrutar de un rayo de sol es nuestro privilegio.

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  11. Tu bosque es siempre un lugar hospitalario, aun en lo más crudo del invierno. Sin embargo ahora, cuando asoman sus naricillas entre los primeros brotes las hadas del verano, tu bosque adquiere una dimensión atemporal y al mismo tiempo humana, aunque suene a paradoja. El goce de la vida es un don solar y una alegría animal. También yo suelo revivir en estas fechas. Besos, querido amigo.

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  12. En estas fechas, Isabel, lo vulgar es revivir y eso es lo mejor a lo que podemos acogernos. Muchos besos.

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