domingo, marzo 04, 2007

La belleza y los dioses

Desde la terraza, a las 10 de la mañana, veo la franja limpida y azul del mar que limita a mi derecha por el brazo del cabo de Santa Pola, que sale en un esfuerzo de titán para abrazar al agua, esfuerzo inútil, como si lo que intentara es encerrarla en una bahía amplísima que a mi izquierda queda limitada en la vista por el Cabo Huertas, una colina apenas de tierra en la que algunos chalés, palmeras y cipreses, ascienden la cuesta hacia el faro. El resto de la colina es parque natural protegido y crece en él el matojo mediterráneo, las aromáticas que los botánicos del ayuntamiento han tenido a bien plantar. A mis pies, unos chalés bajos forman un suelo de tejados, entre los que destacan, azules y transparentes, algunas piscinas, como si se trataran de lagunas que anticiparan la llegada al mar glorioso. Al sur, enfrente mismo, África, la tierra de moros, que no es desdoro decirlo así, la tierra de Mauritania, la Berbería, los penales africanos.

Todavía hace tres días a lo sumo, una buena amiga, sentados en el paseo junto a la playa, ante unas cervezas y un pescadito frito (rindo culto sobre todo a las raciones de calamares rebozados en una harina espesa, crujiente, cobertora) me decía con toda su buena voluntad: "pero Luis, toda esta belleza la tiene que haber hecho alguien, llámalo dios o como quieras". La cortesía y la belleza de su inocencia me impiden saltar sobre ella con mis miserables argumentaciones que distinguen entre el dios creador y los dioses paganos, entre la posibilidad de que Dios exista al no poder demostrar científicamente su no existencia y mi molestia porque, siendo yo ateo reconozca esa posibilidad y los que son creyentes no acepten la posibilidad de la no existencia.

En cierta manera, le digo, nosotros somos los dioses que hacemos al mundo cada día, porque si nosotros no estuviéramos, aquel no existiría. O para ser fieles a la verdad, existiría como una piedra que al no ser percibida no sería. Como el naufrago en la isla, sin los demás no es sino un epitafio en un país lejano. He ahí me digo, dos maneras de ser al mismo tiempo: un muerto recordado entre lágrimas y un vivo aislado en su solitaria identidad, nada o menos que nadie.

Non somos sino los receptores de cuanto nos rodea y de cuanto alcanzamos a ver en lejanías extremas que cada vez más entran en nuestro radio de acción. Ayer noche me asomé para ver un eclipse de luna, que según los especialistas, no se volverá a producir en 22 años. Seguramente ya no viviré cuando eso suceda, y de hacerlo es probable que no lo contemple, absorto como estaré en otras cosas. Podría citarme para entonces, pero no veo la utilidad de volver a mirar la luna ensombrecida por la sombra de nuestro planeta. Algo pensaré al ver la misma luna de nuevo ensombrecida: me apenará la absoluta certeza, inmediata tal vez, de la muerte, ya inminente o por el contrario seré aquello que más temo, un vegetal al que la identidad le abandonó un día.

Entre el dios creador por el imperativo categórico de la necesidad de que exista un constructor a imagen y semejanza nuestra, que me perdonen los filósofos por el uso forzado de la expresión kantiana, y los hombres dioses que revelan al mundo porque existiendo pueden observarlo, me quedo con la inmensa belleza del mar que me embarga como un perfume, como una pasión, como un amor desesperado al que quiero volver siempre.

Recuerdo un poema que escribí hace años tras una de mis visitas romanas y voy a buscarlo entre mis papeles virtuales: aquí está, lo encuentro, lo tomo, lo leo y lo encuentro apropiado y lo copio, ya se sabe "copypaste" para terminar el artículo.

en las ruinas del templo de venus

los dioses de espaldas a los hombres
reían entre sí y disponían
sin burlarse de aquellos.
Simplemente,
en su magnificencia
jugaban con las cosas.
eran otros los tiempos.

levantaban su voz con artificio
para justificar sus infantiles juegos:
un ternero parido con dos cabezas
o en capua una caída de piedra desde el cielo.
las víctimas mayores son su precio.
¿quién piensa en las víctimas mayores?


“si los dioses existen no se ocupan de los hombres”
declamaba lucano con fastidio
pero livio vehemente le contesta “los dioses
sí se ocupan de los hombres”
Las víctimas mayores son su precio.

algo sucedió que pasados los años
aquellos pobres dioses disimulan
porque se sienten sólos y están avergonzados
ya que son los hombres los que les han abandonado
y han ocupado el templo sin decoro
y les hablan de tú, a gritos y sin el menor
respeto.
“los hombres existen, si,
y ya no se ocupan de los dioses”

8 comentarios:

  1. Magnífico poema, Luis, me lo copio y me lo guardo en mis archivos particulares, con tu permiso (o sin él).

    ResponderEliminar
  2. Con todo el permiso que necesites, o sea, poco de mi parte.

    ResponderEliminar
  3. me ha encantado el pequeño poema, un saludo desde bogota, colombia,

    campuzano

    ResponderEliminar
  4. Gracias, campuzano. te devuelvo el saludo desde españa a bogotá.

    ResponderEliminar
  5. Recuerdo haber leído este poema entre tus papeles informáticos y ya entonces me gustó. Me vuelve a gustar ahora. Creo que los dioses son una invención de los hombres y, por eso, me gustan. Los dioses de la antigüedad, sobre todo, porque se constituían como un espejo de nuestros propios males y no como un modelo. Esos dioses servían para explicar el mundo, más o menos. En cambio, el dios dinero que es el de mayor imperio en nuestros tiempos sólo se explica y se alimenta a sí mismo.
    Gracias por el esfuerzo que hiciste de leer tantos capítulos seguidos de la historia de Dido. Espero que sigas tan productivo como me contabas no hace mucho y pueda yo ver el fruto. Besos, querido amigo.

    ResponderEliminar
  6. Gracias Isabel. El poema es para mi uno de mis preferidos en mis composiciones romanas. Sigo leyéndote: ahora ya me he enganchado, y sigo productivo, pero de una manera caótica, a veces con orden y a ves sin. Ya te contaré muy pronto.

    ResponderEliminar
  7. Un hermoso texto. Sobre creyentes y no creyentes, los primeros siempre suponen que un día veremos la luz, sólo que olvidan que la fe es ciega.

    Felicidades por el blog, que leo cuando puedo.

    ResponderEliminar
  8. Julia, la importancia de los dioses, creo yo, que está siempre en los hombres. Con o sin fe. Y eso me lleva al tema del blog siguiente, que viene a cuento de ste. ¿Porqué "fé" es un concepto positivo y su contrario no?

    ResponderEliminar