lunes, diciembre 04, 2006

ÉL

Él es siempre inalcanzable, huidizo, distante. Puede ser Tú cuando se acerca, pero entonces es un más bien un Tú que se distancia un poco y al cabo vuelve. Si uno se fija Yo y Tú no tienen género, de tan personales que son cabe cualquiera en ellos mientras esté tan cerca que se toquen, pero Él puede ser Ella y en la metamorfosis pierde el acento.
La distancia necesita la precisión del género, pues el neutro es terrible de tan distante, impersonal, lejano. Ello. Nada que ver con la tierna relación o el odio apasionado: este Ello es siempre despectivo.
Él está siempre en movimiento en un campo de ambigüedades que pueden acercarlo hasta saber de quien se tiene memoria o conocimiento, de quien se da razón; la más pura verdad es que Él es cosa entre dos, alejándolo de la complicidad inicial: de Él se habla y se refiere. El problema de Él es cuan engañoso es, puesto que a veces manifiesta ser solamente un pronombre que tiene nombre al que sustituye y cuando se refiere a alguien conocido lo hace por ahorro de expresión; pero las más de las veces Él es una referencia al Otro al que singulariza y ahí, envuelto en desconfianzas, se percibe distante y amenazador, cuna de un plural al que llegaremos en su momento: ellos.
Quien no quiere ser Él lo es, a su pesar, distante y resentido por la distancia. Solo hay un recambio para el pronombre vago y es el nombre completo, la aspiración humana al reconocimiento. El Yo grotesco que es para todos Él, quisiera ser por su nombre y apellidos habitando en la gloria del conocimiento, aún siquiera esos cinco minutos que reclamaba Warhol.
Es un juego de confusiones porque Él está en la indefinición de un enorme plural que no acaba de concretarse y en la cercanía de un singular indefinido. Si mi Yo, no lo es por su nombre y solamente es Él, cuan nada soy, cuan sin sentido, que no accedo al menor reconocimiento. Este ser en la distancia, carente de otro reconocimiento que el número en el grupo, esta sentir coral, ¿que puede hacer para alcanzar cuando menos un Tú que le reconozca? Pugna y pugna por salir del anonimato y para ello salta y gesticula en el escenario de todos, sin éxito: ¿quien es ese que salta? se pregunta quien a su vez es también Él y se le contesta que es Uno, Uno más: más lejos todavía. Es el riesgo del pronombre hundirse en la lejanía hasta alcanzar a ser, deshumanizado, algo distante y diferente, de otro color y lengua, de otra gran incultura, propietario de su propia barbarie. El viene del Sur o del Este y tiene la ventaja de ser reconocible en su individualidad a poco que se mire, pero solamente para quedarse uno con los rasgos y adjudicarle un nombre, que luego volverá a ser Él, ya sabes; porque necesita de inmediato un adjetivo, una nacionalidad, una religión, un sello distintivo de lo coral, la matrícula de ser organizado en un complejo plural de ellos.
Él siempre es Otro, no el Otro todavía, no tan lejano, pero siempre es otro que por más vueltas que le de nunca llegar a ma estar tan cerca como para ser otra cosa. Decir él es acudir al subterfugio de lo innombrable, al mantenimiento de las distancias, a dejar a las cosas en su sitio siempre que este sitio permanezca aislado. Chirría la palabra cuando la usamos para determinar espacio y posición, cuando reconociendo nombre y lugar, y acción cercana, acudimos a un Él que identifica desconocimiento. Pasar de Tú a él, de nombre propio a él, partícula minúscula que conlleva desprecio. Pienso en la canción de moda hace unos años: "¿Y quien es él? ¿En que lugar se enamoró de tí?.

8 comentarios:

  1. Yo he pensado en el gran Raphael y su memorable "Yo soy aquel". ¿Sería alguna vez consciente del profundo problema metafísico que estaba lanzando a través d elas ondas. A ver si va a resultar que el principal responsable de los problemas identitarios hispanos es él.

    ResponderEliminar
  2. Observa, Luri: Rafael afirma que no es él sino "aquel" y Perales se preocupa por saber "quien es él". ¿Será nuestra canción pop ignorada fuente metefísica?

    ResponderEliminar
  3. Esto es importantísimo, Luis, porque Raphael y perales destrozaron el `principal principio de la lógica, el principio de contradicción, sin despeinarse.

    Ahora bien, Russel demostró que si "no-A" y "A" son ambos verdaderos, entonces todo es posible, y se puede deducir legítimamente cualquier conclusión.

    Comienza a tener sentido todo lo que nos pasa.

    Ya lo decía Ortega: Lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa.

    ResponderEliminar
  4. Es exacto, Luri, y esa frase podría ser el inicio de una balada de Gabinete Caligari, para ponernos serios.

    ResponderEliminar
  5. Eres un ocurrente.
    Buenos.

    Abrazo

    PD. te escribi a tu correo pero se me hace que no te llegó pues no me has contestado.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Yo estos días tenía previsto escribir algo que empezaba... Al Él de mi alma le conocí así, como voy a relatar... y todos tus matices encajan en esa definición ... no creo que todavía por desgracia :)

    Besos al círculo íntimo.

    ResponderEliminar
  7. Acabo de dejarte un bis en el café de Don Gregorio, luis...

    Creo que habla un poco también de todo esto de los yoes y los túes y los ellos...

    ResponderEliminar