lunes, octubre 23, 2006

Lluvias de otoño


No quiero olvidar mi pensamiento en torno a la libertad. Llueve y llueve torrencialmente y el jardín se encharca. Goyerri se niega a salir y contiene sus impulsos naturales: el mal tiempo le asusta, o le hastía. Respeto su libertad hasta que juzgo que es un exceso por mi parte: hay límites. Para comer abrimos una botella de vino de los de invierno, espesos, con cuerpo y color y lo acompañamos de migas con huevos fritos y una lonchas de papada de cerdo traido de La Alberca, en Salamanca, debajo de la Peña de Francia y vecino a Las Batuecas. Si se sube a la iglesia de La Peña se ve el llano, enorme, casi ilimitado, aunque cuesta hacerse hoy a la idea de lo que son los límites.

La temperatura exterior, de 12 º nos parece benigna. Lo importante del otoño y del invierno es la escenografía; pienso que en nuestra vida todo es escenografía y cada decorado nos resume una situación que ya hemos visto a modo de guión. En los tiempos sin cine ni televisión e incluso sin lecturas, deberían alimentarse de sueños, pero no puedo averiguar de donde venían, quien era el brujo que contaba las historias con las que soñar; pocas serían y los sueños de toda una comunidad muy limitados.

Hoy, pìenso que de tanto saber hemos olvidado nuestras propias palabras. Tal vez sin historias y sin libros estaríamos empezando una historia más esperanzada, silenciosamente personal, lo que se dice un sueño, un conjunto de anhelos que nos corresponden y podemos reconocer como nuestros porque estamos en ellos. Resulta una realidad invariable que siempre soñamos con nosotros dentro, nunca podemos soñar ensoñaciones de otros: es nuestro castigo. Hoy como ayer repetimos los patrones que nos han sido dados y descubrimos, ocasionalmente la infelicidad. Pero ¿que es la infelicidad? Diría que la falta de contención, la no resignación, la identificación del escenario equivocado en el momento equivocado. La felicidad es, probablemente, el contento, por tiempo limitado, la exaltación de la vida, la íntima y fugaz convicción de que vivir puede ser hermoso. Abderramán III contestó en cierta ocasión, a quien por la felicidad le preguntaba, que en cuarenta años de reinado creía recordar haber sido feliz trece días, y no todos completamente. Las respuestas de los poderosos tienen el efecto de mostrarnos nuestra miseria enfrentada a su sabiduria, pero dan que pensar.

Se me ocurre que no somos protagonistas de nuestra propia historia sino de un modelo de historia que nos ha sido dado. Nos parecemos al tiempo en que vivimos, lo dijo Alí, el yerno del Profeta, y tenía razón. El tiempo en que vivimos podría ser una ratonera si no nos acomodáramos a él e incluso si no pensáramos que es transformable -para bien, naturalmente- aplicando convicción y esfuerzo. ¿No es sabiduría de todos concebir la posibilidad de un futuro mejor, a salvo del mezquino presente? A fuerza de estudiarnos nos desaprendemos, aislando pensamiento y conciencia de la realidad que nos acuna. Se donde estoy mirando por las ventanas, que de no hacerlo podría estar en cualquier sitio. Hace mil años eso sería imposible, no tendría estampas para forjar sobre ellas la imaginación; tal vez los refugios de los sueños tendrían límites humanos: un regazo, un cuerpo bajo una frazada, una cueva morada al abrigo del tiempo inclemente, un campo lleno de mies, unas ovejas y cerdos en el corral, un puchero, el olor de la pitanza o leña fuera de la cabaña para calentar la estancia. Sin referencias no hay sueños, pienso yo, salvo los que tienen a la realidad por asidero. Puede que por esa razón una ínsula prometida a Sancho pudiera parecer de tan buen grado, y esos ya eran tiempos de cordura y de conocimiento para los más cultivados, que los otros debían cointentarse con los sueños de siempre.

Cueva Valiente, el monte de la foto, con dos mil metros de altura sobre el nivel del mar, tiene el beneficio incorporado en nuestra reflexión, de su eternidad comparada con nuestra duración de vida: nuestro tiempo. Hoy la niebla en jirones lo semi oculta y la lluvia torrencial desazona sus laderas: mañana, cuando salga el sol, seguirá estando ahí, por encima de mi vista. ha de seguir ahí el tiempo que le quede de la misma manera que ha estado ahí incluso cuando unos romanos cruzaron el puerto y vieron desde lo alto los llanos aptos para el cereal. Eran gente de su tiempo y cuando llegaron al saliente en el noroeste en que la montaña dió en llamarse - o dieron en llamarla "el final de la tierra" , oyeron al atardecer el crepitar del fuego del sol al apagarse en el horizonte de la mar tenebrosa; cada día llegabn a la costa en forma de nieblas los humos del fenómeno. Como no estuve, no puedo dar fe más que de la historia que me contaron los libros, y que les agradezco. La Historia General de Alfonso X da para mucho imaginar y no se si no sería mejor creerla a pies juntillas. Reconozco que este pesimismo me viene de la desazón y esta de la lluvia persistente.

Quisiera algo imposible, borrar de mi cabeza todos los libros que he leído y de los cuales muchos me acompañan, y tratar de rescatar mi propio aprendizaje. El exceso de estampas, acaba por falsear la verdad de los sueños, pero ¿cómo volver a los primeros? Y ... ¿quiero?

9 comentarios:

  1. Llueve levemente. 6:40 pm. Tarde dominical. Nostalgia. Por quien no está a mi lado. No importa. Están los otros. Estos. Te leo en voz alta. El vecino alcanza escuchar. Movie me contempla. Y los otros, atentamente te leen a través de mi voz. Nos ha gustado. Pensamos. Charlamos.
    Decido robarme tus letras. Tú sabes el camino que elijo para ellas.
    Te abrazo.

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  2. Tratar de rescatar el propio aprendizaje. Algo semejante pensé ayer, en el cine. A mi mujer y a mi nos gusta el cine e intentamos cumplir semanalmente con el rito. Apenas nos encontramos con gente de nuestra edad. Es como si el cine -o al menos las películas a las que nosotros acudimos- fuera para jóvenes. He comprendido, de repente, que algo de eso hay. Ellos , los jóvenes, están viviendo una película, mienras que yo ando, inevitablemente, comparando. Todo parece visto ya mil veces; cada diálogo parece oido otras mil. ¡Qué desastre!

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  3. La perplejidad mayor, Luri, es descubrir que ha desaparecido la gente de mi edad en la vida que me rodea. A mis 62 años me siento un superviviente, y por suerte mi mujer con 54 todavía reconoce alguien caminando por la calle.
    Yo dejé mi actividad laboral, entre otras razones, porque repentinamente todos mis interlocutores parecían mis hijos.
    Lo que no se es donde se ha metido tanta gente como había antes: ¿se tratará como en el cuento de Cortazar de un proceso de selección y eliminación al que asistimos sin darnos cuenta?
    mantengamos el contacto Luri, no sea que unj día nos disolvamos como los militares y los rockeros.

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  4. Clarice: los domingos por la tarde están prohibidos porque se diría que el mundo se acaba. Yo, cuando los vivía como vigilía del lunes, los consideraba días sin horario para nada, comía como un zombie cuando me apetecía y procuraba poner la televisión muy fuerte y con programas anodinos. Hay que embrutecerse: el día del señor, en tui caso de la señora, es el peor día de la semana, y tenemos 52 días al año, para una edad media de 75 años tenemos 3900 días de supervivencia. Ánimo, no es nada!

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  5. Jajaaaa, muy bueno eso que le dices a Clarice, 3900 días de supervivencia! suena bien, incluso muy muy bien.

    Pues yo he pensado mientras leía que qué sería de todos los escenarios (más o menos reales más o menos ensoñados)sin nosotros, sin las personas que los miraron o los soñaron y los recuerdan.
    Que el conocimiento y el pensamiento se producen en el tiempo, en el escenario espacial del tiempo, y que por tanto nuestra historia, la personal, no está separada de su tiempo, el que le ha sido dado, como tú dices.

    Jo! no es una paradoja querer conocer y saber para acabar deseando no conocer ni saber?
    Me ha gustado mucho el texto, y el planteamiento.

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  6. Claro, Roma, esa es la prisión, por llamarla de alguna manera. Todo lo demás es imaginable. Pero como prisión es un límite. Somos lo que conocemos, es un poco la contradicción que indicabas tu hace unos días sobre la libertad.

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  7. ¿Y que me dices de "les jeunes filles en fleur"? Hay que andar con pies de plomo. Se te puede escapar alguna verdad sin saber que es su padre el que tienes delante.
    Nos mantendremos en contacto, Luis.

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  8. Diversos motivos me mantuvieron alejada de la blogosfera pero aquí ando nuevamente leyéndolo... no sé si será posible ponerme al día ya que usted es inmensamente prolífero!!!
    Un abrazo!!!

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  9. vb: que enorme alegría volver a encontrarla. La abrazo desde aquí con enorme gusto.

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