viernes, septiembre 29, 2006

VII - El Islam que yo se. Final


Me gusta escribir el blog, me gusta haerlo cada día al filo de la medíanoche. Algunas veces se me atreviesa y entonces me demoro dos días. Yo empecé a escribirlo porque me apetecía probar a ver como se me daba trabajar en una "columna" diaría en la que pudiera soltar mis reflexiones. Hace muchos años, desde luego mucho antes de llegar al bosque, cuando era un joven en edad militar, trabajé para el periódico de Pepe Tous en Palma de Mallorca: Última Hora. Tous era un tipo liberal y campechano que iba en Rolls Royce y al que siempre acompañaba un boxer. A través de Toni Serra, a la sazón redactor, me brindó la oportunidad de escribir editoriales, críticas de cine y de hacer entrevista para la doble página central. Todo un lujo. Nunca había vuelto ha escribir en público, o sea para el público, y durante muchos años solamente me preocupó saber que era lo que sabía reamente. Hasta aquí. En el bosque me dije que aprovechando que existe la blogosfera, cabía probar.
Trabajando en este blog, al igual que caminando por el bosque o cuidando el jardín o leyendo, siempre leyendo, única gimnasia de la que me declaro devoto, he aprendido mucho. Pensar es bueno, pensar y escribir es mejor. Uno pone letras y palabras y como es de natural poco dado a magias y encantamientos, procura decir cosas que tengan que ver con los estados del alma y de la inteligencia; dice lo que piensa a raiz de ver o mirar y de leer, siempre de leer. Incluso de leer los otros blogs que nos acompañan, que si bien son decisiones narcisistas de pequeños humanos, son también arrebatos de disimulada timidez. Los blogs, como los diarios personales, son síntomas de soledad mal curada y en ellos cada cual ejerce como lo que pretende parecer y a veces es: narcisos, exhibicionistas, mentirosos, vulnerables, lastimosos, ¿que se yo?
Me conozco y me sé unas cuantas virtudes y otros tantos vicios ocultos. Cuando salgo al bosque salgo con todo ello a cuestas; y cuando allí dejó vagar los pensamientos, ensartados en palabras, no en imágines como cuando divago, sino en palabras para concentrar, me doy cuenta de que todo lo que se es nada, porque no hay nada que saber. Siempre he tenido la sospecha de que al final de una obra, colosal en cualquiera de su naturaleza y estilo, de cualquier decorado y escena magnífico, no hay nada más que una vulgaridad o incluso menos, una bagatela.
Eso me vale para todas las cosas, para cuantas investigaciones comienzo; creo que vivo en un siglo en el que está todo tan claro, tanto sabemos de todo, que no vale la pena armar un pensamiento lógico en torno a algo que cualquier ciudadano de occidente sabe perfectamente: todo es relativo. ¿El arte? Si me gusta a mi es arte. ¿La cultura? Todo es cultura. ¿Los buenos? Relativamente. ¿Los malos? Relativamente. Un reino subjetivo, después de todo somos sujetos, que decía Bergamín y no objetos, porque de ser así si podríamos ser objetivos, se extiende a nuestro alcance y ya no necesitamos a nadie que nos lo explique. Si destilo ironía espero que no manche la pantalla.
Me siento a ver el aire que no se ve salvo por sus efectos, y debo así tratar de adivinar como es, porque es y lo siento. Un impulso. Siento el impulso que me acaricia o atropella y que se abre en jirones en torno a mi cuerpo, y sin tratar de apresarlo porque se por intuición que es imposible, lo siento y lo describo y veo sus efectos. Yo soy el solitario en la isla de Ibn Tufayl o el solitario de Avenpace (Ibn Bayya) que encuentra la verdad en el círculo de sí mismo. Naturalmente no danzo en torno a mí como hace el derviche sobre un pie ni abro mis brazos para hacer de mi equilibrio la plataforma para la exaltación del encuentro con lo superior, el inteligente activo, el mismo creador. Yo no creo en eso, pero algo me une a esos dos solitarios que construyen un mundo justo a partir de su propia visión interior.
Hay un puente, una calzada directa, sin atajos, que une este pensamiento con el de los filósofos de los siglos XI y XII en Al Andalus, cuando el pensamiento se redescubrió, como un nuevo Renacimiento que ha pasado desapercibido a ojos de la historia. No se trataba de encontrar a Dios, que si se trataba, sino tambien de averiguar el lugar del hombre, el alcance de su medida, su parte en esta obra de arquitectura que protagonizamos. Pues nos ha tocado estar, estemos. No seamos tan humildes como para desterrarnos al trasmundo de nuestra propia evolución, del pensamiento que nos ha conducido a encontrarnos a cada uno de nosotros, en libertad, miembros de pleno derecho de una comunidad de seres libres. Cuando pienso que a la sutil y mágica filosofía se le cerró el camino hacia oriente para afirmar allí que todo cuanto se escribió el siglo VII es y será verdad por los siglos de los siglos, siento pena por quienes no han podido seguir el canto del espíritu buscando romper las ligaduras que atan al hombre en su presene con un pasado que fué, pasó y sigue siendo presente por los tiempos de lo tiempos.
¿Veis? Cabe reflexionar para no sentir el peso de la historia como una culpa. ¿Como puedo hablar con un hombre que quiere asesinarme con un alfanje, salido de una mala película del retorno de los tiempos? Si mi vida no le importa nada, ¿porque si me importa a mi la suya? Corren en la tierra que vivimos dos relojes que marcan horas diferentes. Yo y mi bosque vivimos con la misma luz y el mismo latido. Ayer sin ir más lejos subí a por leña y bajé con ella, buena leña, de buen color, cortada en primavera y dejada en las laderas para que alguien la recoja. La que pase allí arriba el invierno acabará secándose en primavera y siendo serrín. Yo tengo mi tiempo.
Pocas magias quedan por descubrirnos sus secretos: "Home so i es humana ma mesura" escribía Maragall en el Cant Espiritual. Este versito siempre me ha llevado a Calderón: a Dios hay que hablarle claro para que no nos envuelva con su magnifiencia atronadora y nos aniquile. Y pienso en el islam y repito: a Dios alguien tendría que hablarle claro para que los hombres que le siguen lo entendieran.

4 comentarios:

  1. Al terminar de leerte he enlazado con la imagen inicial. El horror vacui está tan presente en el arte religioso musulmán, como un barroquismo de la filigrana (más que de la forma, como el barroquismo cristiano) que da que pensar. ¿Entenderá dios ese enroscamento de la filigrana de la palabra divina sobre sí misma?

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  2. Cuirosamente no siempre fué así: el primer Islam representaba la figura con libertad. Es la obsesión por no crear y ponerse en el lugar del Dios creador y la añoranza de la foma vegetal, lo que produce esa sutileza de la nada.

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  3. Interesantísimos estos dos comentarios. Si repaso los lugares en donde he sentido mas síndrome de Sthendal encuentro siempre Córdoba y Granada.

    Lola

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  4. Siempre `pienso, dándole vueltas, que Córdoba y Granada son los dos límites de una aventura cuyo objetivo final fué proporvionar al universo cristiano el fundamento clásico. Es como un parñebtesis que empieza en la mezquita y termina en los jardines del generalife.

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