La casa y el puente que no son lo que parecen en Prado Largo
¿Qué es la realidad? ¿Quien puede describirla ? Toda descripción es metáfora del paisaje que describe, de la acción que narra, así que el intento siempre está condenado al fracaso. La propia visión de uno mismo en el espejo está supeditada al humor, al desencanto, al absurdo de no encontrar la realidad entrevista igual al ideal pensado. Yo no soy como parezco es una frase exculpatoria que tiene una profunda y complicada significación, porque parte de la base de que se parece ante que se es, y no hay correspondencia. Parecer es potestativo del que es, y si no se parece uno a la realidad es que es irreal o por lo menos lo intenta. Todos somos un fraude; al arreglar la cara y la figura para seducir, al mostrar simpatía y don de gentes, al exponer narcisimo o aparentar timidez: "al principio no me gustó, pero poco a poco le fuí conociendo" dice quien manifiesta haber sido engañado. Todos, desde la realidad, envolvemos al otro en un síndnrome de Estocolmo, raptamos al seducir, y seducimos al secuestrar. ¿A quien? Desde el primer engaño hasta el descubrimiento, cuanta congoja. Nos describimos en metéfora, o somos la metafora de la descripción que hacemos. Buscamos que la foto que mostramos nos favorezca y agudizamos el ingenio para mostrarnos ocurrentes y sabios. Y entonces, en medio del esfuerzo alcanzamos a saber quien somos y nos transformamos en el otro.
Paseaba por el bosque, hace un invierno o algo más, y en Prado Largo, que es lugar conocido, entrevista a través de los ramajes del pinar, una casa, la de la foto, le asombró. Miró a su alrededor para asegurarse que estaba en el camino adecuado y que el Prado al que había llegado era el mismo en el que pastaban la primavera anterior las vacas del Gallego, que además de tener vacas vendía leña de encina para lasa chimeneas y que hace ahora un año que lo ha dejado todo, porque está delicado de los huesos, le han dicho. Incluso el camino que antes entraba en el prado con soltura, por el mismo centro, ahora giraba ligeramente a la izquierda y embocaba un puente de tablas frontal a la casa, que en la parte más cercana al camino mostraba una noria gigantesca, un molino de agua y en el otro extremo un palomar enorme, como torre de defensa si se quiere decir así.
La casa, deslumbrante en su vejez, estaba como de vivir, con haces de paja en la puerta del corral y huellas de camión o de coche, rodadas en el barro que empezaban justo al cruzar el puente.Esto no es real, pensó o debió de pensar si el flujo de los pensamientos fuera literario, que no lo es; si era real no era el prado conocido y si era el prado conocido , una semana antes esa casa tan vieja no estaba. Fué avanzar hacia los muros y ver los camiones y la línea de trincheras con alambre de puas y sacos terreros, las tiendas de lona, los parapetos, y las cajas de municionamiento. Bioy Casares hubiera descrito una realidad paralela, una guerra a la que se llegaba al coger un tramo del sendero que inadvertidamente para la geografía y para el caminante, entraba a escondidas en otro mundo igual pero con otro decorado. Pero no era eso y avezado a la modernidad del mundo comprendió que estaba en la película, en el mundo imaginario en el cual no habían llegado los actores, pero si un guarda de seguridad que salió de la casa para confirmarle que ese día rodaban en Zaragoza, pero que al día siguiente estarían allí.
Hoy, acabado el rodaje hace ya más de un año, la casa sigue con el puente, la noria y el palomar. No están ni las trincheras ni los camiones ni las tiendas de lona, el utilaje por llamarlo por su nombre. Lo que era virtual hoy permanece sin uso ni posibilidad de él, porque la casa es de arpillera y resinas, pintadas con esmero hasta dar la realidad que muestra la fotografía. El otro día, al preguntar por un camino alternativo a la Peña del Águila, alguien le indicó que cruzara el "prado de la casa vieja" y comprendió que la irrealidad había empezado a ser metáfora de si misma para alcanzar el grado de realidad.
La Historia de Lucrecia de Sandro Botticcelli
Viene esto a cuento de lo irreal que ahora conocemos por virtual. Tiene junto a él un libro que le ha proporcionado muy buenos ratos, y cuyo título y autor son "Construcciones ilusorias. Arquitecturas descritas y arquitecturas pintadas, de Juan Antonio Ramírez" Es un recorrido por la arquitectura irreal que abasta al Templo y al Tabernáculo, a la Torre de Babel, a los urbanismo ilusorios en la pintura del Renaciento hasta los sueños fantásticos de rascacielos en los primeros cincuenta años del siglo XX. Se trata de un mundo ordenado para deleite del alma, de geometria limpia que rompe con la miseria de la realidad, aclara los espacios, cultiva jardines de rara y florida perfección, instala colinas con caminos que serpentean en una línea decidida y valiente hasta la cumbre y edifica en marmol blanco y deslumbrante patios amplios, pronaos orgullosas, arcos y bóvedas de dibujo etéreo, aspirando todo a remedar la vida perfecta en la edad perdida del oro y la sabiduría.En esos espacios las figuras parecen danzar, moverse lentamente, como en un ballet silencioso, en el que ninguna pisada deja huella ni rastro de polvo, ni murmullo de voces. Todo es escenario con afán de verdad, todo quiere ser más que verdadero verosímil, ya que no es posible transnformar la realidad dentro de la propia realidad. Boticcelli, hombre de extrema violencia, limpia la plaza pública y de su pincel surge una geometría que aspira a la divinidad a través de la emoción de lo bello. Otra vez el latido humano y terrible que convive allí dentro. Los mundos irreales, narrados o pintados, atenazan la imaginación para fructificar en ella. Las siete ciudades de Cibola, Eldorado, el reyno del Gran Kan, la Torre de Babel, el pais de las amazonas, la ciudad de metal cercana a Gades en la que nadie habita y a la que arriba Alexandro, la urbe de Ayesha perdida en el Sahara, la misma Petra o el reyno perdido de Palmira (hasta que se les ha encontrado) y la misma Atlántida, no son sino historias de historias de historias que en algún punto de su deambular perdieron los orígenes y se quedaron en el imaginario hasta que un pintor del Renacimiento o un artista de comic (un Hugo Prat, por ejemplo) las sacó del olvido y recreó dejándose llevar por su visionario particular. Hasta que como la casa de la película, pasa a convertirse en realidad y es la casa vieja. Por eso pregunto al inicio de estas líneas: ¿Quien puede describir la realidad?
Tú ya lo respondiste en tu introducción.
ResponderEliminarA estas alturas, ya empiezo a dudar más y más.
La duda es el distintivo de la inteligencia, Clarice.
ResponderEliminar¡Cuánto me gusta esta entrada, Luis!
ResponderEliminar1) Por Hugo Pratt, de quien tengo un dibujo dedicado y lo conservo con la devoción que le dedicaría al Santo Sudario si estuviese en mi poder(quizás exagero un pelín.
2) Porque me recuerdas, de nuevo, a Ortega. Por algún sitio escribe don José (¡sí, en un artículo titulado, creo, "Idea del teatro") que el hombre es un animal metafórico.
3) Porque, efectivamente, respondes a tu pregunta final no con lo que dices explícitamente en el texto, sino con el texto mismo, que muestra lo que haces. No somos lo que parecemos, evidentemente, sino lo que hacemos. Lo cual es fatal para nuestro narcisismo, pero a cambio nos hace responsables (al menos parcialmente responsables) ante nuestra propia biografía.
Amigo Gregorio: de Prat hay un volumen pequeño, un comic titulado "Al oeste del Edén" que he librado de la desamortización de mi biblioteca, porque me parece extraordinario.
ResponderEliminarPuede que sea orteguiano, es más que sospecha, y desde luego me siento metafórico.
Tus comentarios me empuejan a una nueva reflexión y suelo estar de acuerdo con ellos e incluso ir más allá. No te negaré que algunas entradas surgen después de comentarios sedimentados en el curso de algunos días.
A mí lo que se me ocurre decir, y con algo de miedo porque no estoy segura de entender tu pregunta, es que la única realidad que existe es la que imaginamos.
ResponderEliminarLuego, leo los comentarios y me pierdo de nuevo... Cada uno hace su lectura, imagina lo que imagina, y responde lo que responde: eso sí que se parece a la realidad como una gota de agua a otra.
A mí lo que escribes me parece siempre muy interesante dicho sea esto en la medida de mis posibilidades, de mis entendederas, pues me vas sobrado.
Roma: viendo la realidad imaginamos la realidad que creemos ver. Viéndonos a nosotros se nos imagina ser como se nos ve, lo que esencialmente es algo que hemos adornado para que se nos vea mejor. La realidad se describe de mil maneras, y cada una es una metáfora de la que es realmente, si es que alcanzamos a saber cual es. Leyendo esta entrada uno cree leer algo que probablemente yo no he escrito.
ResponderEliminarRoma: he olvidadop escribir al principio que es justamente lo que dices en tu primer párrafo. Todo es lo que imaginamos o lo que interpretamos.
ResponderEliminarLuís, meditar sobre lo que sea la realidad es tarea inacabable. Si además pretendemos hacerlo en esta extraña 'comunidad virtual' de hiperrealidades... Algunas veces es mejor aquietarnos con las apariencias. En la mayor parte de los casos, apariencia y verdad vendrán a ser lo mismo.
ResponderEliminarSaludos, y gracias por tu estancia en mi 'majao público'.
Joaquín
Apariencia y verdad coincidirán seguramente porque es el juego de tiempos de lo potencial a la acción. En mi siguiente entrada, ahora borrador, pienso en ello.
ResponderEliminarPero la realidad y la irrealidas son otra cosa sujetas a interpretación.
Aunque nuestra tragedia es que para alcanzar la verdad sólo disponemos de apariencias... ¡Toda la realidad es apariencia! Porque realidad, lo que es real, es lo que se nos aparece (y lo que 'nos parece').
ResponderEliminarEso es exactamente, Joaquín. De ahí mi comentario de El hombre como metáfora de si mismo. Todo es apariencia por que lo iunterpretamos y porque parece.Por cierto, gracias por venir a este bosque.
ResponderEliminarLuis
Puede describir la realidad quien, antes, la ha soñado; tiene las dos versiones: la que quería que fuera y la que fue, queriendo o no.
ResponderEliminarSoñar la realidad antes y vivirla después, ¿te refieres a eso? Tal vez, deberán coincidir ambas para reconocerla.
ResponderEliminarHoy, precisamente, leía en el tren una frase de Schoenberg : "hay que vivir lo que se es en lugar de ser lo que se vive" que vendría a ser el reverso de lo que ha escrito Gregorio en su primer comentario. Es decir "hay que hacer lo que somos en lugar de ser lo que hacemos."
ResponderEliminarAmigo espia, solo que si "hacemos lo que somos" "seremos lo que hacemos". Yo creo que en el fondo la realidad es una distorsión de loq ue debiera ser.
ResponderEliminarTienes razón, Luis, pero con ese aforismo Schoenberg hacía referencia al artista y al intelectual. La vida de ambos pasa por el tamiz del conocimiento, así que ya no son seres que sólo viven a través de la sensación, es decir, no son sólo aquello que hacen, sino que viven con consciencia de la vida.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con tu comentario y con el aforismo que citas. Sucede que creo que el conocimiento impregna al "que es" como naturaleza y acaba siendo un elemento integral de la sensación.
ResponderEliminarHe escrito integral en vez de integrante.
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