lunes, agosto 14, 2006

El cuarto Templo de Salomón



La terraza sobre la montaña con el Templo en la parte superior. Idea de Juan Bautista de Villalpando

Probablemente todo arrancó en 1539, cuando tenía solamente 12 años de edad y era un muchacho que se preparaba para el ejercicio del buen gobierno, aprendiendo las virtudes del príncipe cristiano y tratando de desoir la voz de las pasiones. Lector voraz compró a esa edad, de su propio pecunio su primer libro: La Historia de la Guerra de los Judios, de Flavio Josefo. Era este un historiador apreciado en el Renacimiento y en esa obra describe el segundo templo de Salomón, arrasado por Tito el emperador, cuyos despojos marcharon hacia Roma.

Ese no era el Templo de Salomón propiamente dicho, que había sido arrasado y cuyas enormes riquezas habían sido trasladadas a la capital del vencedor: el reino de Babilonia. De ese Templo se contienen en la Biblia descripciones suficientes, en Salmnos, Reyes y otros libros.

Quizá tuvo un sueño, de la razón, no de la noche. Probablemente igual que oía a su alrededor que él, sucesor del guerrero, de Carlos el de Mulberg, el emperador coronado en Bolonia por el Papa, el Cesar sobre el Rey de Francia, al que comparaban al David de Israel, sería el mismo Felipe, el Salomón, el hijo de aquel, el hijo del Cesar. Esos sueños, alimentados por las narraciones de los historiadores, se alimentan en la adolescencia y son gloria para quien los tiene.

Fachada de entrada al edificio del Templo según Villalpando

Lo cierto es que empieza su reinado en 1556, con 29 años, con una victoria guerrera a la que asiste con fervor y desgana; no es un Rey guerrero, no le gustan los campamentos ni el ruido de la pólvora. Le gusta el buen gopbierno en Palacio, desmenuzar las cosas, llegar al fondo de toda cuestión, organizar la administración y defeneder sus derechos acrecentando la gloria de su padre y la suya. Se sabe, después de su padre, el iniciador de una etapa de modernidad: Contrareforma, Trento, San Quintín... Es hora de que el prudente y sabio Salomón empiece su reinado. En 1561, cinco años después de haber empezado a gobernar, con su padre el Emperador recluído en Yuste para nunca volver, pone encima de la mesa la idea del Templo.

Estas cosas no salen así como así, no son fruto de la casualidad. Ciertamente ha visto construir sin mesura a su alrededor; incluso el bellísimo palacio de su padre en Granada. Pero él no quiere un palacio; hay una corriente intelectual, moderna, que toma con el Renacimiento todo lo que fué clásico y bello, todo lo que representó la antigüedad clásica.
En 1561 se empieza a buscar el lugar y en 1563, en la ladera desolada de Abantos, junto a un bosque pequeño en que trabajan carbonenros y forjadores, de ahí el nombre de El Escorial, bajo un cielo límpido de azul purísimo, señala una ladera descubierta al sur y dice que es ahí el lugar.
En 1570, comenzadas las obras con un arquitecto que ha estado trabajando con Miguel Angel en el Vaticano, Juan Bautista de Toledo, llega desde Flandes Benito Arias Montano y se junta al Rey en el proyecto.
Conviene ver que este proyecto no es una guerra, una batalla, un empréstito financiero o una ley; este proyecto es el sueño de los intelectuales de su tiempo: la construcción de un símbolo. Eso es lo que han empezado a intuir los que en torno a Felipe trabajan cotidianamente, los que asisten a la explananción del terreno y al ir y venir de trazas y rascuños, muchos hechos de punño y letra del propio Rey, que se sabe constructor y que cree saber lo que quiere.
Grabado del Monasterio de la época
Juan de Herrara está ayudando al arquitecto principal, llegado también de Italia. Tiene tres años menos que Felipe y se entienden; mejor que con Toledo, que tiene serios problemas anímicos, ha perdido a su familia en un naufragio y acaba dejando la obra. En 1567 es ya el arquitecto principal y se nota su impulso, no solo en la técnica de la construcción, sino en que empieza a tomar forma otra fábrica que es fruto de la decisión del Rey y de las largas horas de investigar y ver lo que existe en Europa y acercarse al ideal arquitectónico: la ciudad de Dios, el templo de Salomón. Rey y arquitecto trabajan juntos y se entienden, ambos en la misma modernidad, ambos en el Renancimiento, ambos deornamentando la piedra para darle vida y simbolismo.
Es Arias Montano el primero que, de investigar en la Biblia y en Flavio Josefo, Reyes, Salmos, Exodos, los Paralipomenon...; trazará un primer acercamiento al Templo judío. Da el primer paso. El proyecto es ahora algo más concreto de lo que era al principio: empieza a ser el símbolo de una monarquía, de la suma de reynos, de las dispociciones conciliares de Trento, de la ortodoxia católica y sobre todo del poder en la tierra del príncipe más poderoso y justo, más devoto de Dios, más declarado enemigo de la herejía y del turco. Hoy El Escorial, tal y como lo coinciben, hubieran sido las Torres Gemelas del Woeld Trade Center.
El símbolo en fábrica debe ser una fortaleza del cielo, un baluarte de Dios; empezaron por la Ciudad de Dios de San Agustín y la juntaron con el Templo de Salomón, uniendo argamasas diversas, pero todas ellas cercanas al Dios Creador. Se dispopne ya de trazas que amplían las trazas iniciales, cambían, sitúan y quitan torres, levantan dos pisos donde antes había uno solamente, y se empieza a hablar, no cabe duda, del Templo de Salomón que se está construyendo de nuevo en la tierra. El despliego de medios técnicos tiene a Europa expectante.
Herrera tiene a un buen amigo y discípulo, buen matemático como él, jesuita, de la Compañía que ha entendido el diálogo con Dios y la propagación de la fe como el mismo combate, a las órdenes del poder del Papa, alineados con el poder temporal del Príncipe.
Si los constructores del tiempo eran los frailes jerónimos, a estos jesuitos nuevos, modernos, combativos, hechos a imagen y medida de su fundador, Ignacio de Loyola, entendían un nuevo lenguaje, hijo del Renacimiento: el de la propaganda en el discurso, en la imagen y en la simbología.
Villalpando empieza en 1680, juntamente con Prado, otro jesuita, una obra financiada por Felipe y de la que participa su entorno. Un proyecto simbólico dentro de la monarquía: acomete la tarea de describir el templo de Salomón en todos sus detalles. Fijémonos en un detalle: han pasado 19 años desde el inicio del proyecto en la corte; ya lleva el edificio mucho avanzado, no solamente terraza y cimientos, sino que existen ya lienzos enteros, muros, trazas sobre el terreno. Villalpando vuelca en su trabajo cuanto han resuelto los integrantes del equipo del Rey con este a la cabeza, que debía ser el templo. Sabe lo que quiere él pero sabe también lo que quieren en Palacio; tiene información de Herrera y dineros para reunir en Roma a un grupo de excelentes dibujantes y grabadores.

Traza de la edición del Padre Martín Estevan, de la Compañía de Jesús, de la planta del templo de Salomón, coincidente con la de Villalpando, publicado en 1615

El trabajo es largo y farragoso y parece que no corre prisa terminarlo para construir la obra. Me llama la atención que no es El Escorial quien se parece al templo de Salomón, sino este último al que los resultados de la tarea de los jesuitas va pareciéndose , cuya construcción le lleva la delantera. Tanto es así, que cuando publica los dos primeros libros de la magna obra, enorme en esfuerzo, vive todavía el Rey, recluído casi permanentemente en el nuevo palacio adjunto al Monasterio, anciano ya, enfermo. Todo el conjunto está prácticamente acabado y en funcionamiento desde hace diez años. Y estos dos libros, el I y el II son la parte de preparación, los de menor calado. Llevan la dedicatoria a Felipe II, pero el tercero ya, publicado en 1603, se ha retrasado cinco años desde la muerte en terrible agonía del Monarca y se dedica a su hijo Don Felipe III.

Herrera no llega a verlo tampoco, muere un año antes que su señor. Ni Arias Montano. Todo el equipo de El Escorial, los hombres que diseñaron el símbolo de la monarquía se han ido marchando y queda, la fábrica de piedra y el simbolismo del libro, que ahora ya se encuentran, ya son hermanos de proyecto, ya han llegado a la coincidencia.

El trabajo de Villalpando alcanzará en su tiempo cotas de enorme influencia: convertirá a Vitrubio en un dogma arquitéctonico despojado del paganismo primigenio al ue le condenaba su romanidad augustea, servirá de plantilla para construir futuras catedrales y ciudades, templos, monasterios y hospitales, pero sobre todo ejercerá una función de propaganda respaldando la presencia de El Escorial: ¿no es este según lo tan esforzadamente estudiado, el nuevo Templo del Rey Sabio en la tierra? ¿No era este jercicio simbólico unos de los objetivos de la obra? La monarquía tiene un símbolo único anclado en la fe y en el poder terrenal. Siempre he pensado que la función propagandista de los jesuitas se movía en tales sutilezas: de los trabajos del Templo de Villalpando salieron organizaciones básicas para las misiones en América del Sur, por ejemplo.

Hace unos años encontré hurgando entre libros viejos una primera edición que me sorprendió: estaba en buen estado y era asequible su precio. Se trataba del "Compendio del Rico Aparato y Hermosa Arquitectura del Templo de Salomón, y de la majestad y grandeza del mismo rey, sacado de la Sagrada Escritura y de la exposición de graves intérpretes, compuesto por el Padre Martín esteban, religioso de la Compañía de Jesús, natural de Cenizeros" . Era el libro de formato pequeño, de sotana o faltriquera, con un solo grabado que aquí reproduzco gracias al escáner, de unas 180 páginas y venía apòyado en observaciones propias y en las de la obra del propio Villalpando,que resultaba que había sido amigo de este segundo autor. Lo compré y hojeándole di en pensar que tal se trataba de una edición de bolsillo para ayudar al conocimiento de la enorme obra primera; se trataba, pensaba yo, en otro jesuita, otro hombre de modernidad. ¿Para qué hacer una descripción pequeña del templo sino para popularizar el concepto? Lo creí así, pero leí el librillo y encontré, en el prólogo, un párrafo al final que me hace pensar; recuerda que el Templo fué destruido por los muchos pecados y desacatos de quienes debían venerarlo "pues a quiense atreva a profanar el Templo de Dios vivo, le costará la lastimosa ruyna de su alma". ¿Corrían otros tiempos? Tal vez no, pero en el interín habían aparecido los libros que describían El Escorial: Sigüenza el primero para ir siguiendo con Ximenez y de los Santos. El primero es conmovedor, los otros más descriptivos. Probablemente pensó la Compañía que al Templo de la Monarquía ya no le hacía falta más simbolismo, pero convenía recordar que los Templos caen por los pecados de los hombres.

2 comentarios:

  1. ¿Donde puede encontrarse esa cantidad de datos? Me gustaría saber más.

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  2. Jose: encantado de que estés aquí. Hay muchos librois sobre El Escorial y por supuesto de historia de los Austrias y de Felipe II en particular. Pero te sugiero que empieces por Wilkipedia, te aportará mucho y verás si realmente te interesa.

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