domingo, julio 09, 2006

Vastedad


Si mira al mar lo ve como un puente imposible. De niño soñó muchas veces con volar; corría por el pasillo de casa y saltaba desde el balcón del salón hasta las ramas de un platanero, que le acogían abrazándole. Este mar necesita un gran vuelo para cruzarlo. Desde el norte lo estámirando y no alcanza a ver la ribera sur, tierra de bereberes. Está en una de las escalas de Levante, pero la configuración del cabo hace que el mar abierto para él esté al sur, en la vertical de la terraza desde la que al desayunar ve entrar los cargueros en el puerto. Vastedad, inmensa vastedad.

Si mira al bosque ve un circo de pinares que le rodean por los tres puntos cardinales y se abren al norte, en dirección a los trigales castellanos. El cielo, inmenso de color y superficie abruma. El cielo castellano fué para él un descubrimiento del cielo, que hasta verlo por vez primera nunca había contemplado en su inmensa vastedad. De niño soñó también volar como un pájaro saltando desde las balaustradas del Palacio nacional de Barcelona y planear sobre la ciudad hasta las azoteas del piso en que vivía en la calle Diputación, esquina Calabría.

Diputación esquina Calabria. De niño, entonces, tenía a su alcance una hilera de libros de su padre en un pequeño mueble del recibidor. Uno de ellos le llamaba la atención por la litografía de la portada: una ciudad isla, o una isla ciudad, medieval, grabada en líneas imprecisas y puntos borrosos: Utopía. En un bar, debajo de su balcón, un camarero llamado Tomás, daba clases de toreo de salón, entre las mesas de la terraza. Acudía a menudo un actor muy conocido, característico: Manolo Morán. Al camarero le dieron dos puñaladas por un ataque de celos.

Cuando entró en el bosque junto al que vive, por vez primera, le pareció una hermosura. Le subyugó el silencio cargado de sonidos. El camino que subía ascendía a una cumbre de la que no sabía el nombre, ni el de la ladera. Luego lo supo: Aguas vertientes, que asciende hasta Cueva Valiente. En primavera caen las aguas en arroyos y regatos y el sonido de ello es música.

En plena nevada bajó por Aguas Vertientes llevando a su amigo perro en los brazos. La nieve le alcanzaba las ingles y silbaba el viento montaraz, lúgubre. Caía la tarde. La pista forestal a la que llegó estaba helada y solitaria. Una capa de hielo blanca, sin rodadas de ningún vehículo, entre los muros de madera de la arboleda cubiertos de nieve blanca dibujando ramajes en curvas morbidas. En el aire flotaban los copos ocupando el espacio. No tuvo miedo, antes bien sintió orgullo de ser el único hombre en el espacio, el único habitante del paraiso. Cogió la pista forestal sin dejar a su amigo perro el el suelo, porque en los piés delicados se le formaban bloques de hielo y cojeaba. Sintió la vastedad de su presencia, infinitamente pequeña entre los copos.

Una noche soñó que a su hijo David, de tres años, le atropellaba un tranvía en su dormitorio y corrió por el pasillo para cerciorarse de que no había sucedido nada. El corredor de su casa estaba desierto, no habían tranvías ni raíles y el niño dormía. Había sentido pánico, por única vez en su vida. Un pánico inmenso, grandioso, vasto como el terror.

Durante un día y una noche no hizo otra cosa que leer Crimen y Castigo. Vivía en una pensión de la calle Zavellá de Palma de Mallorca (Ciutat de Mallorca) y oía los ligeros ronquidos de los huespedes o el arrastrar de las zapatillas camino del baño. Por la mañana los desayunos. No pudo parar de leer hasta la palabra fin. En una de las últimas páginas leyó una frase que le impactó y que nunca ha recordado literalmente: "el miedo a la estética es el signo de la impotencia". La convirtió en su guía. tenía veintiún años. A veces piensa que tal vez la frase no estuviera en ese libro, pero cree que si y además no le importa.

Estuvo mirando el desierto desde la pista asfaltada, más al sur de Asuan, sentado en una piedra mientras cambiaban una rueda del pequeño autobús que les llevaba. Cuando estuvieron para partir tuvieron que sacudirle, se había quedado inmerso en la vastedad del agua y de la arena a través de la mirada. Nada había pasado ante sus ojos, pero el paisaje le había parecido en perpetuo movimiento. Flotaba una calima por la humedad del rio que movía las líneas y los contornos de las cosas y el enorme vacio del espacio vacío, tan vasto como el infinito.

Caminaba entre un millón de personas y miles de banderas por el Paseo de Gracia de Barcelona. David en los hombros, su mujer al lado. Era una fiesta. Vasto el inmenso mar de cabezas, la ola de alegría, el rumor de la calle conquistada. "Somos miles" dijo alguien. "Más de un millón ha dicho la radio" le corrigió otro. Él comprendió entonces que era uno y decidió aportar su alegría a los demás.

"¿Realmente no me quieres?" preguntó a la mujer. "No: si te quiero, no te amo" le corrigió ella. Durante unos meses sintió el más profundo desconsuelo. Vivía con la tristeza, felizmente, agónicamente, todo sentimiento. Y una mañana, repentinamente, la había olvidado. Se dió cuenta al coger un avión para cambiar de ciudad. Se dijo: "entonces, ¿de que estoy huyendo?" Pero tenía el billete y había hecho las maletas.

Una mañana saltó en paracaidas desde dos mil quinietos metros. Bromeando, David le había apuntado. "¿Tienes miedo? le preguntó" No lo tenía. Saltó pensando que al fin iba a caer en las ramas del platanero de la calle Diputación. Dos mil metros en caida libre y el resto con el paracaidas abierto. Estaba en una esfera de cielo a la que encerraba el mar del lado de los pies, el mar centelleante de L'Escala, el dibujo diáfano de la costa. Luego pensó que debía haberse sentido Ícaro, fundidas sus alas de cera, en el confín occidental del mediterráneo.

"En el fondo de toda belleza late algo inhumano". Albert Camus

2 comentarios:

  1. La verdad es que me dejas sin palabras. Y creo que hasta eso te lo he dicho ya, en otra ocasión.
    No conocía la frase de Camus. Me ha impresionado mucho.

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  2. Hola, Roma. Me gusta mucho encontrarte de vez en cuando por esta página. Me halagas y alimentas mi vanidad, eso no está bien, solo de vez en cuando.

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