lunes, julio 17, 2006

Treinta y dos; tres y dos cinco; five.

Los hijos son un prétamo de la vida para que en su prolongado aprendizaje estén protejidos. Largo es el tiempo de estar con ellos y crea lazos que cuesta romper, a lo más durante un rato, durante un tiempo de broma, como un mal enfado. Ella llegó seria, reconcentrada, con la boca apretada y los puños igual, y los ojos cerrados frunciendo el entrecejo. Llegó enfadada y aunque se reía después, lo normal, siguió enfadada mucho tiempo hasta que descubrimos que no era eso, que es así, que ese enfado es como la envoltura exterior de un enorme paquete de ternura y cariño. Y ese fué el regalo. Fruncido el entrecejo caminó con su sola compañía hasta que encontró andadores; tardó en aprender a andar pero sin aprender hizo sola kilómetros. Soledades a puñados la volvieron huraña y cariñosa, tozuda y andariega.Cuando quise hacerle un regalo a los 20 años le pregunté que quería (su hermano había pedido un coche) y ella pidió que ese dinero se lo troceáramos en mensualidades para pagar el alquiler de una vivienda en medio de un bosque húmedo, llena de humedad y goterones, en La Floresta de Barcelona, hasta que se acabara el dinero o hasta que ella pudiera salir adelante sola.

Yo he aprendido de mis hijos cuanto se puede aprender, que es mucho, si uno consiente en dejar un día de ser autoridad y adulto y cede el paso a la vehemencia de ellos; no es fácil para mucha gente; para otros si porque se dejan llevar por el deseo irrefrenable de conquistar la paz con uno mismo desandando el camino que se anduvo mal, o de otra manera a como se hubiera querido. Y desandar es lo más sencillo de la vida, basta, sin remilgos ni verguenza, con caminar hacia atrás y recuperar paisaje. Si desando llego a una cara de niña desolada porque ha perdido algo que a lo mejor no tuvo nunca; no es una cara de niña desolada por un capricho del deseo mimoso, sino porque en el fondo de la entraña donde vive el desasosiego le falta el orden para circular por la derecha, para sentarse como las personas mayores, para hablar cuando se debe, para no levantar la voz, para no enfadarse, para comportarse como lo hacen las personas que saben comportarse como deben, para no reirse en medio del silencio, para no hacer el payaso cuando el teatro está vacio, para no llorar a quien nadie hecha ya en falta, para no no ser informal, para no ser formal, para no ser y para ser como es. No es cuestión de desalentarse, ha construido refugios contra todo y ha llorado por la mitad de todo y sobre todo, en su menudo cuerpo, ha levantado una fortaleza resistente de la que siempre abre la puerta para recibir al amigo. Ella es así. Yo soy como soy. Dicen que nos parecemos, pero no me reconozco como no me reconozco cuando me miro a través del espejo, y veo un mimismo con mismismas perplejidades al enarcar las cejas.

Inaguantable como es, es adorable. Trabajamos un tiempo juntos, en mi compañía y un día me dijo: te llamaré luis, papá no, porque no puedo discutir contigo a fondo, cabrearme contigo y terminar diciendo, papá. Tenía razón, yo también me sentí más aliviado. De tu a tu, iguales como éramos, más creativa que yo, más potente, fresca, capaz, veloz, con la idea al alcance del clic, yo tampoco podía llamarla hija mia. Que espantosa ridiculez hubiéramos sentido. Piensa para adentro y piensa para afuera como respiran las ballenas. Podemos estar semanas sin hablar, ni por teléfono ni por correo. ¿Cómo puede ser? Con lo fácil que es poner un correo en el Pc (ella, por llevar la contraria Mac). Si, pero para decir ¿qué? Semanas sin hablar y de repente una llamada y una hora de charla, la puesta al día, a punto, la vehemente charla ¿que te conté la última vez que hablamos?, deberíamos poner un continuará en esas charlas y hacer un resumen al principio con voz de doblaje suramericano. Mis hijos y nosotros, Ana y yo, componemos un paisaje con figuras que es de difícil digestión para la comprensión de los demás. ¿Que hacen tus hijos? me pregunta alguien amablemente, a veces. La verdad, están bien, espero, porque no hablo con ellos hace más de un mes. Pero están bien. Deberíamos sentirnos culpables porque es tan fácil hablar. Pero ¿que nos diríamos tan a menudo? Y nos queremos, no nos cabe la menor duda porque nos emociona vernos, eso se nota en la calidad del abrazo cuando bajan del coche.

Creí que podría escribir un largo post lleno de ternuras y recuerdos, pero no me sale porque hay sensaciones que son de difícil transcripción y dos cumpleaños en un mes son muchos. o tres, porque a Ana le toca el martes 18; a veces la miro seriamente a la cara y le pregunto: ¿cómo pudieste nacer un 18 de julio? No me contesta. Y Ariadna el 17. Y David el 14 de junio.

Ariadna, ya son 32. Ya sabes, cuídate.







Parir es una propiedad de género; querer es una facultad del ser humano.

7 comentarios:

  1. es todo cierto
    y sí que me parezco a ti, y mucho, lo que pasa es que cuando estoy contigo disimulo....jeje...
    un beso fuerte
    y gracias papá
    a

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  2. Perdón por invadir vuestro espacio de confidencias....

    Es un post lleno de ternura y realismo...que voy a releer para ser una madre tan sensata y cercana a mi hijo...¡

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  3. Querida Viuda: la magnífica y tormentosa relación entre Ariadna y yo no es una confidencia, sino una realidad que cada día nos enriquece más.
    Gracias por pasar por aquí. Estoy seguro de que serás la madre quew tu hijo va a necesitar.

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  4. Sigo leyèndote, pero me paro aquí, en un texto que muchas hijas desearíamos que nuestros padres nos escriban algo.

    pero la vida no es perfecta.

    besos a tu hija...

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  5. Es una suerte que padres e hijos se comprendan y se acepten tal como son. Sí, me imagino a Ariadna caminando por un laberinto, pero sin soltar la madeja de hilo. Y no parece que le asusten los monstruos. Mejor, mucho mejor. No es mal asunto nacer con el ceño fruncido. Saludos cordiales.

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  6. Hay muchísima determinación en esta mujer.

    Yo también a veces tardo en dar señales de vida a los míos. Pero siempre llego a ellos en algún momento de algún día :)

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