miércoles, junio 28, 2006

Gente versus Uno

Creer que la gente es buena gente es un ejercicio saludable; es también una declaración de intenciones; cuando uno cree que la gente es buena gente está dispuesto a creer en una sociedad benévola y benefactora. Yo lo creo, no me siento alejado de la gente ni soy capaz de escribir contra la sociedad culpándola de todo lo que sucede, a mi y a todos. Cada vez que escucho "es culpa de la sociedad" o "la vida es injusta" o "todos son unos sinvergüenzas", me siento mal, incómodo, y no digo nada, porque si sé que diría pero entonces se produciría una discusión terrible, si, terrible he escrito, en la que si permaneciera en silencio acrecentaría los gritos de mi oponente y si gritara yo más que él no llegaría a ningún sitio: yo.

La gente, que es palabra que no me gusta nada escribir o decir y que según el diccionario de la RAE quiere decir, en primera acepción "pluralidad de personas", lo que me parece perfecto por otra parte, no es una persona, sino un concepto vago y plural que debería utilizarse en concreto en temas generales y tal vez prácticos de probada pluralidad, pero nunca en conceptos morales de pluralidades varias y diversas. "La gente" es una excusa para acusar y para defenderse, para atacar y para mentir, para frustar y para falsificar. La gente no existe, generalmente; cuando estamos hablando de ella como un todo hablamos de un grupo. Camus le hace decir a Calígula que desearía que el pueblo (aceptemos pueblo como sustituto de gente) tuviera una sola cabeza para cortarla de un solo golpe: la benéfica economía del despotismo ahorra esfuerzos y sufrimiento. En el año 1982, en una gira de rock de MR, que produjo mi compañía, los periodistas se enfrentaban al cantante antes de cada concierto (y escribo se enfrentaban como término que podría generalizar las actitudes) y le espetaban de buenas a primeras preguntas tales como: "La gente dice que no estás cantando como el año pasado" ó "Dicen que estás descontento del patrocinio de la marca que produce tu concierto". MR contestaba invariablemente, después de haber contado hasta diez, "¿Quien lo dice?" ó "¿Quien es esa gente? ¿Cuantos son?". Imposible obtener respuesta. Realmente la pregunta enmascaraba el deseo del periodista de ser agresivo y presionar un posible estallido del cantante en busca de un titular.

No existe la gente que nos odia ni la gente que nos acosa. Existe el hombre furioso e irascible que necesita ampararse en el concepto "la gente" para poner en boca de esa figura irreal su propia furia y su propio odio. Desconfío de las personas, no de la gente, que presume de sincera o de "ir de frente", porque pienso que eso anticipa un estallido de falta de cortesía o de educación. Yo no voy pidiendo a nadie sinceridad si esta va a sobrepasar el nivel de confianza con el que estamos manteniendo una disparidad de criterios. No me gusta que alguien me diga "voy a serte sincero" como preámbulo y he tomamdo la decisión de rogarle, a quienquiera que sea, que por favor, no lo sea en aras de mantener nuestra buena relación. No hace muchos días, un metalista de este pueblo me paraba en la calle para decirme que el presidente del gobierno era "un criminal sanguinario". Sus motivos tendría que puedo imaginar y contaré de aquí unas lineas; probablemente intuía que yo no pensaba así y creyó oportuno intentar molestarme con ese apelativo a una tercera persona, pensando que yo la respetaba, incluso que la votaba políticamente. Su opinión, sincera o no, la verdad es que a mi no me importaba en absoluto; ni a él le importan las mías, está de más que hablemos, sobra que tratemos de llegar a un acuerdo y debo decir que yo creo que es una buena persona de manifiesta grosería. Una cosa no quita a la otra. Pero, ¿de que voy a hablar yo con él sino de las cosas comunes que nos interesan a ambos? El pueblo, el bosque, sus colecciones de monedas, mis libros, su negocio del que quiere retirarse, mi retiro ya logrado, mis viajes a Alicante, la bodega que se ha construído en el chalé en que vive, que se yo, hay tantos temas de importantísima intrascendencia...

Vivimos en una constante emisión de paranoía y complejo de culpa, mezclados, proliferando, sustituyendo ya no solamente a las ideologías (eso sería hasta cierto punto racional) sino al simple y necesario punto de vista propio. Quien quiera ver el apocalipsis dueño es, y deberá encontrar la salvación en lo que él quiera teniendo en cuenta que vivimos en una organización social que implica que ninguna salvación debe salvar a los otros, contra su voluntad. Lo que ignoran aquellos que apelan a la gente, para buscar agrupando, pluralidades, es la existencia de "los otros". Estos existen, son, somos, todos somos los otros para los otros a su vez, que también lo son. No somos gente sino una conjunto de individualidades que necesitan sentirse situados en un ámbito social: somos sociables, tendemos a la sociabilidad, tendemos al grupo, a la busca del contacto racional y emocional, a la formación del nucleo familiar, amigable, local. Cuando se diverge no se odia, pero algunos si lo hacen. Cuando se diverge no se mata, pero algunos si lo hacen. Cuando se diverge no se tortura, pero algunos si lo hacen. Y el enorme problema que afrontamos en el albor del siglo XXI y que viene del pleno siglo XX es que siempre estamos dispuestos (están) dispuestos a odiar, torturar y matar. Bastaría una orden, una justificación, un héroe, que se saltara a la torera todos los preceptos comunmente aceptados para convivir para pronunciar aquel simbólico "quieto todo el mundo" envuelto en el eco de un ámbito silencioso. Basta que uno crea que nos puede salvar.

En el lugar más calmo, más tranquilo que he podido encontrar, me espetó a continuación este metalista amigo, "todos los socialistas son unos asesinos que han matado a millones de personas en todo el mundo. Tenían que haberlos matado a todos en 1939". A este hombre terrible que pluraliza con tanta vehemencia sobre cosas terribles, le regalé un día un libro de monedas romanas porque me enteré que coleccionaba monedas antigüas, y en mi biblioteca, en plena desamortización, ese ejemplar demasiado especializado no significaba nada; y también un libro sobre Atapuerca, porque lo tenía repetido y él me manifestó su interés. Era, y es, estoy seguro, un hombre agradable y risueño, cortés y educado. ¿Porque vino a mi con tanta furia para espetarme sus innobles deseos? El día anterior, tal vez sea esa la respuesta, me encontré con su hijo, un joven simpático que trabaja con él, y charlamos muy brevemente sobre el terrible asunto del Estatuto de Cataluña. Poca opinión pública tengo sobre el tema, alguna como catalán pero como ciudadano poca, porque vivo en Castilla. Le dije que en mi opinión el tema acabaría con el olvido y la puesta en marcha administrativa de uno nuevo; el muchacho me dijo, y recuerdo bien su respuesta "yo creo que esto es una cuestión de democracia, lo que vote la mayoría". Pienso que después le contaría a su padre la conversación y este dejó pasar 24 horas, y lleno de indignación vino entonces a verme. Me encontró paseando a Goyerri, él iba en coche, frenó cerca de mi y bajó la ventanilla (era todavía invierno, creo recordar) y con su enorme sonrisa llena de afecto, me pregunto. "¿Tú hablas mucho de política?" Le dije que con desconocidos no, lo cual es cierto. Y fué entonces cuando me dijo lo del presidente del Gobierno, después de empezar por: "la gente dice y yo lo creo que Zapatero es un criminal sanguinario"

No creo en la cobardía moral de mi querido metalista; tal vez su indignación estribaba en que como una madre osa defendiendo a sus oseznos, trataba de apartar a su hijo de opiniones peligrosas y había decidido ir directamente al provocador, yo según él; sin reparar en que el muchacho, muy mayor de edad, es individuo pensante y con opinión formada que por cierto a mi no me preocupa nada. No creo en la maldad intrínsica de mi querido metalista, proque en general me relación con él ha sido siempre entrañable, y es hombre al que aprecio por sus buenas maneras, su afectuosidad. Tampoco en su ignorancia alevosa, ignorancias hay que no lo son, -yo llamo alevosas a aquellas que tienen por objeto machacar al contrario sosteniendo que el máximo nivel de conocimiento socialmente necesario es el nivel de ignorancia de quien opina así- ya que es hombre que colecciona monedas, se interesa por Atapuerca y es sobre todo hombre de profundas convicciones religiosas y cristianas. Ahora, cuando le veo en el pueblo le saludo con cordialidad desde lejos pero no me acerco, porque metalista como es, me hizo mal una puerta de la cerca de entrada a mi casa y tengo que reclamarle una nueva: no querría que pensara que es por causa de haberme disgustado con él. Hay gente que es capaz de pensar cualquier cosa.

2 comentarios:

  1. Me ha parecido muy interesante lo que cuentas y me ha gustado la manera tan plácida de contarlo, precisamente, resulta de ella un contraste muy acertado entre el tema, las palabras, y el tono.

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  2. Roma: lo que me sorprendió es que no me irritó nada. Y pensé que algo estaba ganando.

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