viernes, mayo 12, 2006

La vida es una fiesta

Debo reconocer que teniendo el bosque a mano, en los últimos días no lo piso: el jardín me requiere. Abandonado durante casi mes y medio y en plena eclosión primaveral, le debo una dedicación que me ocupa casi la totalidad del día. Veo, eso si, las cumbres de Cabeza Líjar y de Cueva Valiente como quien dice a mi alcance y por el norte, veo acercarse los nubarrones o aclararse el cielo en azul portentoso. Voy a plantar tomates en el invernadero, lo hice el verano último y el resultado fué espectacular; ya los he pasado de semillero a maceta y andan por los cinco centímetros; me he retrasado, pero otras obligaciones más importantes han sido la causa. El hinojo y la ajedrea están ya muy crecidos, así como un semillero de salvia que preparé hace un mes y que está por salir al borde del camino de grava que linda con el cesped. Y escribo que está por salir porque aquí, en el prado, la primavera es muy tardía y cuando en el llano apuntan los capullos a flores plenas, aquí todavía no asoman la cabeza por causa del frío. De un lilo esplendoroso que ha sobrepasado la cerca de piedra y por debajo de ella ha apuntado ramas enraizadas, he sacado cuatro esquejes con raiz a los que he puesto hormonas de enraizamiento y luego los he colocado en la entrada de casa, en la parte del oeste - norte. Tres han cogido bien y el cuarto parece que va para abajo, con poco ánimo a levantar el aire. Este lilo enorme que rodea una esquina en lo que debiera ser calzada real pero que ya no es nada más que cruce de calle abierta a la linde del bosque ha sido devastado por los caminantes del atardecer, personas que al caer esta se vienen a pasear por el prado y el sendero que lo bordea desde dentro del bosque: se han llevado las flores para adornar sus casas; yo lo he hecho también. Planté semillas de dalia en el invernadero y tengo doce espléndidas matas que darán, ya lo hicieron el verano pasado, unos ejemplares altos y fuertes de flores airosas. Los sacaré a finales de junio, para que el pleno sol les de el brío que necesitan. Estas dalias dan bulbos que se guardan en serrín y al cabo del año vuelven a brotar; los del año pasado se me perdieron en un trasiego de objetos en el invernadero que dieron con ellos en el limbo. Es lo que tienen las ansias de ordenar. Cerezos, ciruelos y manzanos han dado ya su flor y un Castaño Rubio (Briotis) despliega sus hojas con desparpajo. Más tardío es el castaño autóctono. Arces y abedules compiten por mostrar sus hojas y el cedro y la picea se complementan en una esquina: gana el cedro en color y espectacularidad, sus verdes brillantes en dos tonos diferencían la hoja nueva de la vieja. Un nogal que cuando apunte altura me habrá enterrado, abre sus yemas en hojitas tiernas y seguras. Las hayas, tengo dos, son árboles hermosos, de hoja roja, tronco alto y espigado y un aspecto y carácter de bosque castellano con seriedad adusta y elegancia segura; de todos mis árboles, son los preferidos; tengo que pinzarlos porque la vida parece remolonear en la parte más alta. Dos retamas en un rincón empiezan a florecer, una blanca y otra amarilla. Son mis "ginestres" que me recuerdan a los paisajes de Espriu, al mundo de Sinera, la verdad es que no se porque, es una asociación natural o mejor, espontánea. Me vienen a la cabeza unos versos del poeta, los primeros del XXXVI de Semana Santa:

Sóc jo mateix
el meu malson.
No ens destriem,
peró potser
ara refuso
d'esguerdar
els fixos ulls
sentits al fons
de les respostes
del mirall. (1)

He tenido que venir a la biblioteca a buscarlos porque no tengo memoria poética más allá de diez o doce poemas aprendidos de niño o adolescente, pero sí recuerdo bien aquellos que me han impactado en su contenido. Está fuera de contexto, pues la referencia literaria es un libro dedicado a la Semana Santa, pero justamente es sacándolo de contexto cuando yo leo el significado que me place y cuadra.

Vuelvo al trabajado y trabajoso jardín: romero, menta pipirita, hierbabuena, tomillo salsero, tomillo limón, albahaca, mejorana, lavándula y perejil, despliegan en un parterre situado frente a la salida del salón, el aroma de la cocina y del campo mediterráneo. Sacaré la ajedrea y el hinojo del invernadero para completar la línea. Como en paréntesis andan la especies encerradas entre verónicas de flor menuda y amarilla, que en invierno hiela y hay que trasladar bajo cristales. Igual que las begonias, que en la sombra aguantan bien el verano, pero dormitan un invierno más cómodo en cubierto. Estas que tengo floreciendo, van para tres años en este trajín de poner y sacar, y se mantienen lozanas, junto a unas de bulbo que no se si saldrán aunque ya debieran; por el momento el terreno se muestra en desnudez absoluta. Debo podar cuatro plantas de boj de pirámide, poco, apenas recortarles la forma, que después de un primer año trabajosos han acabado encontrándose bien y se muestran ahora en plenitud y ganas.

Frente a la puerta de entrada de la casa subida en plataforma en lo alto de unas escaleras de piedra blanca de Campaspero, caliza muy blanda en la que cuando nieva y amenaza helar hay que abstenerse de echar sal como se hace con el granito, la piedra de musgo o las berroqueñas, porque la caliza se disuelve con la sal y rompe, o agrieta como mal menor, tengo plantado un árbol de voz bella y sugerente: un "serbal del cazador" cuyo nombre técnico es "sorbus". Es árbol alto y esbelto que da una flor en rácimos rojos cuando arranca el verano que da gloria verlo, en la distancia por las pinceladas de color que los pintores aprecian, y en las cortas por el detalle. Le pasa lo que al laburno, pero este en amarillos. Estos dos, con el castaño, se dan aquí en los járdines de toda la vida y por eso se les llama autóctonos, aunque en su momento serían extraños para los nativos de la zona.

Pienso también en el predio sabino de Horacio, que le regaló Mecenas y en el que habitó hasta su muerte. En medio de las montañas, su pequeña finca producía lo suficiente para vivir y para comerciar y el poeta vivía feliz a caballo de sus Odas y de sus amigos, de sus cántaros de vino y de los corderos bien asados en el horno de leña. Eso es para el invierno, ahora viene el tiempo de chuletitas al fuego y de esqueixades de bacalao, ya se sabe: bacalao desalado en tiras, olivas negras, cebolla cortada, aceite de oliva y un poco de pimentón: gloria puro como entrante frío si además se le acompaña con un blanco fresquito (no frío por favor, que se pierde el sabor) de Rueda o de Penedés, rotundo a ser posible. Hago cada verano para un grupo de amigos y vecinos con los que me llevo bien un plato que me sale decente y apañado: pollo con langosta. Procede del Ampurdán y hay quien lo hace con langostinos, pero por hacerlo una vez al año merece una buena langosta, fresca a ser posible, no congelada, con su sangre y su jugo. Es de cocinar medianamente trabajoso y si sale bien de mucho lucir. Al mediodia, bajo el toldo, con un tinto (el que se prefiera siempre que sepa a bueno para el paladar del que lo elige) y mesa bien puesta y adornada, es comida a recordar que excita la conversación y la lleva de manera natural a otras comidas y otros placeres.

(1) Soy yo mismo
mi pesadilla.
No nos separemos,
pero quizás
ahora me niego
a mirar
los fijos ojos
sentidos en el fondo
de las respuestas
del espejo.

8 comentarios:

  1. Ayssssssssssssss, cómo me he puesto! los dientes, de tan largos, me arrastran por el suelo.
    Mmmmmmmmmmm, pinta muy bien ese panorama. JajAjaa. Buen provecho!!

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  2. Estoy sentada en el pasto - escondida- detrás de un gran ficus, observando como acaricias tu jardin y tus ojos se deleitan en describir los placeres olvidados.

    Regresaré a escondidas y me robaré todos los tomates. Me impregnaré de cada hierba y me convertiré en copa para tu mesa.

    Sólo por el simple hecho de que mis ojos sigan escuchando tus letras.

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  3. Se me olvidó decirte que me gusta mucho el verso.

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  4. Gracias Roma, me ha salido un post elegíaco. la verdad es que lo buscaba. Y la verdad, llevo cinco días de jardinero y estoy molido, así que tenía que adornar un poco la labor del campo.
    Clarice: estás invitada a tomates, y más aún, a "pan con tomate, que es una delicia de mi tierra.

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  5. Precioso jardín. ¿Pollo con langosta? no sabía de esa combinación gastronómica, huele bien.

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  6. Viví casi ocho años en Bañolas. Allí lo cocinaban con cigalas (pollastre amb escamerlans). Es muy típico de aquella zona, platos de mar y montaña, les llaman, y están muy ricos.

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