miércoles, mayo 17, 2006

Creer y no creer


Malcom Lowry ha escrito algunas de las novelas y narraciones que más me han impactado a lo largo de mis lecturas: "Bajo el Volcán" se ha convertido en un libro de referencia para quien quiera conocer a fondo la peripecia humana de la desgracia construida por uno mismo: el alcohol, los celos y la incertidumbre juegan en un fresco autodestructivo de dificil superación por lo que tiene de ejemplar; cuanto sucede en la novela nos mueve a compasión erigidos en compañeros jueces de un viaje al fondo más oscuro de la noche íntima. Yo no soy crítico literario, me libren los dioses, pero se leer desde niño. Digan lo que digan, entre líneas no hay nada que no sea nuestra percepción de las cosas y percibimos al autor desesperado. Lowry era alcohólico, profundamente alcohólico. "Escúchanos, Oh Señor, desde el cielo, tu morada" tiene, además de un título fascinante dos de los mejores relatos cortos que yo he leido por lo que guardan en su interior de naturalidad, frescura, amor, naturaleza y placidez: "El más valiente de los barcos" y "El camino que lleva a la fuente". Dibujan el mundo naíf de la desesperanza esperanzada; siempre hay un paisaje mejor, una oportunidad de encontrar el jardín del edén (lo escribo en minúsculas con la intención de no darle una importancia indebida), el afán de reencontrar la compañía, que es en lo que se convierte el camino vital de cualquier ser humano, a medida que se va quedando solo. Lowry era alcohólico, no trataba de abandonar la influencia de esa droga que hemos convertido en infernal amigo de una sociedad que necesita estimularse para actuar ( la palabra actuar está escrita aquí intencionadamente dentro y fuera de contexto). Entre el cielo y el infierno de un hombre, entre su paraiso y su degradación, se interpone una botella de wisky, o para ser exacto en la escritura, una botella de wisky tras otra. Lowry murió alcoholizado, pero no convirtió su vida en una tragedia, ni escribió sobre él, por lo menos no de manera directa. Cuando habla del alcohólico no escribe sobre él, pero sabe por él como escribir sobre ello; cuando habla de Yvonne no habla de la mujer que le dejó tras su primer matrimonio, pero sabe cuales son los efectos del abandono. Una vida al servicio de una obra y una obra al servicio de la esperanza de conseguir acabar una Obra que no se puede acabar. Leyó a Ortega y Gasset y le gustó la idea de que el hombre es el novelista de su propia vida. Vagó por el mundo e hizo de la vida el escenario sobre el cual escribiría sus dramas, porque la realidad es que en absoluto narró una línea en tono de comedia. En Lowry no hay, no veo yo, el menor atisbo de autocompasión, seguramente porque entiende que la naturaleza humana está toda ella alcoholizada por diversas sustancias adictivas, desde "la materia con se tejen los sueños" hasta las m´´as destructivas y más demolesdores. Pequeños paraisos atisban por entre sus páginas que parecen nuestros pequeños paraisos atisbados cotidianamente. Hay escritores que practican la autocompasión en su obra, marcadamente autiobrográfica. Lowry no. Una obra no nexiste hasta que no llega al lector, a cada uno de los lectores; en cada caso el torrente de autocompasión se verá recompensada por ríos de piedad; esta catarsis la ignora el escritor pero escribe con la esperanza de que suceda. Independientemente de si la obra es buena (cosa en absoluto subjetiva) él autor es un mal escritor, busca la complicidad, se alivia con la piedad de los demás, en suma y como tantas personas en la vida común, chantajea a su público: "dame piedad y sufriré menos". Y piadosos al fin, y compasivos, acuden los otros a la caricia sin otro objetivo que la autosatisfacción del victimario, que no víctima. Hay una frase en "Balthazar", una de las cuatro novelas que componen "El Cuarteto de Alejandría", de Lawrence Durrell, que me impresionó profundamente y que no he olvidado desde que la leí hace ya un montón de años. A partir de ella cambió mi comportamiento en determinadas cosas de mi aventura humana, en las relaciones con las otras personas y en mis relaciones con mis lecturas y autores favoritos. Acepto la vida como experiencia en las novelas, pero no la autobiografia expiatoria; las autobiografías deben escribirlas los otros. Como escribía, la frase que me encandiló hasta afectar a mi actitud y a mi comportamiento frente a los demás, la pronuncia Melissa, una mujer destrozada por el abandono: "Cuando se fué, el mundo entero desapareció. ¡Pero nadie tiene derecho a ocupar un lugar semejante en la vida de otro, nadie! (1) Una buena novela propicia que le contemos nuestra intimidad, en el silencio dialogado de las palabras escritas y el pensamiento. Entre línea y línea surge una nube que no es del autor, que es nuestra y que deriva nuestra atención hacia hechos cercanos. Pensamos en nosotros conjuntamente con la aventura de los personajes que estamos conociendo. Podemos repasar nuestra existencia al tiempo que asistimos como espectadores a las de los demás y al fin, comparar por comparar, podemos atisbar que en muchas ocasiones no se trata de nuestro infierno sino de nuestro aburrimiento. No existe el Paraiso, eso es cierto, pero hay momentos en que lo tocamos con la mano y eso nos basta. Volvemos al libro. El Consul de "Bajo el Volcán" se consume entre su propia autocompasión y autodestrucción y le miramos como si fuéramos entomólogos; no podemos arrebatarle de su destino, y además, si se tratara de una historia abierta, ¿porqué tuvo que entrar en ella? Coinjeturamos que esta historia acabará mal porque él va a morir, pero no es cierto, acaba bien porque es lo que ha estado buscando durante 400 páginas. Va y se muere y nosotros sorbemos el último dedo de vodka con naranja y hielo.

(1) La cursiva es mía

9 comentarios:

  1. Semejante lugar sólo debería ser ocupado por uno mismo, ahorraría un montón de disgustos.

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  2. Me refiero a la frase en cursiva.
    Ah! otra cosa, si una autobiografía no la escribe uno mismo, sino otro, dejamos el auto en casa, ¿no?

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  3. A lo primero: si. te recomiendo la lectura, si no lo has hecho ya, de El cuarteto de Alejandría.
    A lo segundo: exacto, pero era una forma literaria plena de ironía. No era un gazapo y tampoco uno de mis despistes habituales.

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  4. Corriendo fui por Malcom L. y ya está en espera de que lo abra.

    Pero ya leí a Justine, estoy con Balthazar.

    Cuando te leo me entra la verguenza.
    Qué desesperación, qué dolor...uff

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  5. Una crítica interesante y en prosa muy lograda. Me ha gustado.

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  6. Clarice: Espero que su lectura te plazca. ya sabes que si no, lo mejor que se puede hacer es abandonar el libro. Entre otro día y nunca hay mucho tiempo.

    Gracias, Enrique por tu amabilidad.

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  7. Luis:

    Me ha pasado como a ti... me considero lectora por gozo y entre los libros que he leído existen frases que despiertan emoción e invitan a la reflexión... entre ellos:
    "La Tregua" de Mario Benedetti,
    "La insoportable levedad del Ser" de Milan Kundera y "Rayuela" de Julio Cortazar, cada uno llega en un momento especifico de mi vida y me invita a reaccionar incluso a actuar...

    En el caso del autor que mencionas con gusto lo anoto entre mis lecturas pendientes.

    ¡Saludos!

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  8. Encantado por tu comentario, Piel. De Cortazar, seguramente loc onocerás, existe un cuento asombroso que es "In Memoriam" si no me falla la memoriam, y está dedicado a Charlie Parker. Es asombroso.

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