domingo, marzo 12, 2006

Cabeza Reina desde la ventana


Cuando subes a Cabeza Reina (puede hacerse en coche con la condición de que este se adapte al camino, que es abrupto y quebrado) te encuentras con una torre de piedras que es observatorio sobre la sierra para prevención de fuegos y con una antena de telefonía. Allá arriba hace frío porque es cruce de vientos y nada te resguarda; aunque sea verano. La cima está, como posición avanzada, en la parte norte de la sierra de Guadarrama, emergiendo del terreno. Esta sierra, que corre de Suroesta a Noreste, tiene por la cara septentrional dos sierras que la hacen de contrafuertes: Malagón y La Mujer Muerta. Hay muchas sierras o montes que se llaman así, no conozco ninguna con denominación del otro género, pienso que es por causa de que en la silueta tumbada se le notan los pechos, lo que es razonable si hablamos de sierras que están formadas por cimas, y la cabellera que suele ser a fin de cuentas una ladera de inclinanción larga y suave.
En elc entro del sistema Cabeza Reina se levanta con placidez. Ni es tan alta como la sierra principal ni siquiera como los contrafuertes, pero está en el centro, entre ambas. De perfil redondeado y suave, se planta con rotundidad en su espacio. Arbolada hasta poco antes de la cima por causa de repoblación con pinar serrano, hoy la adornan las estelas blancas de dos aviones que han pasado hace poco.
Yo la veo desde mi mesa, en la biblioteca, y sus colores ocres y verdes forman, enmarcados por la ventana, un cuadro de pared por el que penetra la luz. Cuando diseñamos esta casa tuvimos buen cuidado de cuidar la orientación de las aberturas para que la vista del exterior complementara el calmo ambiente que pretendíamos conseguir en el interior. Seguimos el modelo de luz japonés en el que la luz de fuera debe llegar matizada para acariciar los objetos que nos acompañan. Hay un librito de Tanizaki, publicado por Siruela, que se llama "El Elogio de la Sombra". Lo recomiendo a quienes aman la pintura, la ejerzan o no. Transcribo un párrafo: "A nosotros nos gusta esa claridad tenue, hecha de luz exterior y de apariencia incierta, atrapada en la superficie de las paredes de color crepuscular y que conserva apenas un último resto de vida. Para nosotros, esa claridad sobre una pared, o más bien, esa penumbra, vale por todos los adornos del mundo y su visión no nos cansa jamás". La luz como objeto. En las casas japonesas, y en los templos espaciosos y amplios, la luz no llega nunca directamente a las aberturas, sino que se detiene y es filtrada por galerías de madera cubiertas, que producen una frontera sombreada que actúan de filtro.
Cabeza Reina está bajo la luz en toda su realidad. No tiene forma de escapar, en su soledad, del sol que gira en torno a ella, de este a oeste, giro que en verano abarca más arco y es más largo. Un atardecer, más bien un crepúsculo, fotografié la antena con la luna; realmente la foto mostraba más, pero compuse el encuadre para producir ese efecto de soledad que a mi se me antoja dramático; el retoque hace mucho, es la verdad, pero el retoque lo llevamos en el ánimo aún sin disponer de las herramientas precisas. Ahí arriba hace frío, todos los fríos del mundo, que no son solamente los de la escala centígrada.
Cabeza Reina es, en toda su amplitud, un mirador universal. Por el norte se ensancha la vista hacia un amplio valle que se convierte ya en meseta. Malagón a la izquierda y La Mujer Muerta a la derecha, encierran con abundante amplitud esa extensión que acabando las sierras, ya sin contenerse se abre como avenida para los vientos norteños, cargados de borrascas y de fríos. Aquí llegan todos, y en el rincón que forman las tres sierras se amontonan nieves, chubascos, nubes y nieblas de todas intensidades y colores. En los mapas meteorógicos, en los programas del tiempo en televisión, toda borrasca que entra por el norte termina aquí. El enclave, se diría, que es punto de destino de tormentas y cabría bien en los paisajes de Tolkien.
A esta zona del norte de la sierra de Guadarrama, se la llamaba en las crónicas guerreras y en los libros de viajes de la Castilla Medieval y Moderna, Antepuertos, que es nombre bonito y sugerente; no es lo mismo vivir antepuertos que paspuertos. Este antepuertos sugiere la frontera entre norte y sur, entre cristianos y musulmanes. Sugiere una natural muralla de Adriano; sugiere la existencia de otro paisaje más allá; la existencia de un camino hacia el sur, luminoso y llano por el que descendemos hacia paraisos por descubrir; sugiere la división entre dos mundos que se unen por los cordones umbilicales de los puertos: cerrados en invierno y expeditos a partir de la primavera. Encastillados entre sierra, viviendo en los fríos llanos de la meseta al norte, la cadena de montañas, es verdad que de no demasiada altura ni abruptidad, forma una natural diferenciación perceptible. Cuando en días nublos y lluviosos, cruzas el puerto desde el norte, la meseta hacia el sur aparece ante tus ojos luminosa y abierta a los aires limpios que pintó Velazquez, del que dicen que "pintaba el aire" y mucha gente repite sin saber lo que quiere decir. De repente, hecha la luz, vuelve el ánimo al que la melancolía lluviosa había dealentado un poco.
Se me antoja que la antena de telefonía, en Cabeza Reina, es un puerto tecnológico que salva las alturas, los inviernos y los veranos, las nieves y las lluvias, las nieblas y el frío. Ahí está, en medio del paisaje.

3 comentarios:

  1. En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra.
    Tanizaki, dixit.

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  2. Si señora. Noi puedo estar más de acuerdo. Sin embargo, cuando veo una pintura de Soroya me afirmo en mi idea de que nada es absoluto. Aún así, pertenezco a los amantes del claroscuro.

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  3. Frío del norte, luz del sur. Cabeza reina, sola, entre ambos dos... Pasando del plano físico-geográfico al interno, a ésta que escribe y vive en la luz del norte (nubes y claros) es el sur quien le produce frío. Cabeza reina, sola, entre ambos dos. Buenas noches.

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