domingo, febrero 12, 2006

Las hojas heladas


El camino se interna entre los árboles subiendo. A la derecha, regatos escarchados que forman hoquedades entre raices de árboles y rocas descarnadas; cuelgan carámbanos. A la izquierda la pendiente muestra un plano inclinado de troncos y copas que descienden hacia el valle. Es mañana temprana y el sol ilumina, pero no calienta. Las hojas en el suelo del camino están heladas. cubiertas de una escarcha blanca y azulada que las convierte en aparentes caramelos de azucar. Todo el bosque se convierte en un reducto mágico en el que el frío conserva los sentimientos más hermosos. Es este un lugar de ilusorios griales. Yo camino, asciendo. Sobre la alfombra de hojas que quiebran su frío bajo mis suelas, levito de la realidad hacia un aire suspendido de tiempos.
Abajo ha quedado lo abyecto, lo obsceno sobre lo que me niego a escribir. Formo parte de ello por lo inevitable pero lo niego, cierro los ojos y sostengo las manos frente a ellos. Yo soy un desterrado de los hechos que me angustían, un exilado por mi mismo; unque no tenga patria si nostalgias, y aún a ellas las repudio. De todas ellas me quedo con una, abomino de las demás. Mi única nostalgia: Roma. Nunca he de vivir en ella para no perder, con lo cotidiano el aire del deseo. No hay lugar para mi como Roma, el crater creador del foro romano, el paseo por el borgo, el descubrimiento del Panteón, de improviso monumental entre callejas; Piazza Navona al caer la tarde y la mañana en Campi deu Fiori; asomamdo a las arcadas del Tabulario al caer la tarde o cenando bacalao frito en "Esti, esti, esti" en una calleja de la Vía Nazionale. Y tal vez unido a ello por un corto espacio la bahía de Nápoles en invierno, un paseo por Pompeya, el Toro Farnesio, la dorada fortaleza de piedra sobre el Mediterráneo. Todo tiene su tiempo y este último es la caída de la tarde, el sol que se pone por el oeste, ese tiempo que en Ciutat de Mallorca llaman "es capvespre". Hace treinta años quedaba con amigos en "es Born" al capvespre. Un momento de tiempo poco concreto, inefable y seguro al que nunca se llegaba tarde. El tiempo relativo de caminar pausado, la cita aproximada sin minutaje exacto. No podría quedar a "... y veinticinco" de cualquier momento sabiéndome incapaz de llegar. Tantas paradas, tantos descubrimientos existen en cualquier camino a cualquier cita. Solo los amantes deben correr, acelerar el tiempo para reunirse en el abrazo, trémulos de impaciencia. Si los amantes no corren no se aman, han caido en el hábito, en lo cotidiano. Las habitaciones de hotel se transforman en el mismo lugar en cualquier lugar del mundo. Pudorosos, los amantes, entran solos en el cuarto de baño al inicio de la relación. Volveré de la cita contento, hacia el reposo, pensando en no volver nunca al mismo lugar en el que la hermosura se ha desgastado. Tengo, como todo el mundo, el convencimiento de conocer el mundo, pero estoy trabajando duramente en aprender a desconocer la vida. Cada día más se menos de mi mismo y de los demás, cada día más ignoro más el porqué de las cosas y me sumerjo en una incierta inocencia. Con los ojos abieros como platos veo las cosas y no las comprendo porque me niego a ello, armado con el conocimiento cotidiano, heredado. Insisto en que de todas las nostalgias, solamente una de ellas me basta para llenarme de certidumbres: Roma.
Y piso las hojas heladas en el bosque. No es mi nostalgia sino mi realidad este camino que sube a la Peña del Águila. No hay más razón para estar aquí que el puro deseo de estar en soledad conmigo mismo. Pasaré por Los Corrales y desde allí veré abajo el valle abierto y la nueva autovía que atraviesa la montaña por un triple tunel. Más arriba dejaré a mi izquierda la cañada real y al fin, en quince o veinte minutos más, la Peña me invitará a su cresta, a sentarme allí y a mirar a mi alrededor. A la izquierda me aguarda Cabeza Lijar y a la derecha Cueva Valiente. Del conjunto de sabiduría budista me quedo con un solo concepto: "todo fluye". Ah, mi tiempo y pensamientos, anudados, vuelan ladera arriba. Yo subo más despacio, por lo años.

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