miércoles, enero 25, 2006

El círculo impenetrable



La magia del bosque está en su realidad. Es lo asombroso, lo que no deja lugar a dudas y por eso nos maravilla. No hay que acudir a ensoñaciones, a falsedades, a palabras hechas de azucar. Lo mágico es real y lo real es mágico. Dentro nuestro está el comprenderlo. Allá, en los lindes del prado, los primeros árboles nos muestran su lado más hosco bajo una nevada intensa. No nos quieren. Parecen guerreros sombríos. En su mágica apariencia han soportado una nevada intensa y sus ramas crujen y ceden bajo el peso de masas de nieve. Están cansados, con la fatiga del combate por sobrevivir. Algunas ramas ya han cedido y astillas afiladas muestran sus rotos doloridos. Ahí están, en formación de derrota. Los árboles no huyen, mueren en su lugar, sobre sus raices. En el círculo mágico el viento armoniza un gemido. Viene de lejos y va más lejos todavía. Se gime sin sentido, sin destino, se gime por sentir el dolor en la misma entraña. Y ahí estamos nosotros, queríamos entrar y repentinamente la nieve nos aisla del bosque y nos sitúa en medio de un círculo mágico de viejos sacerdotes vencidos por la historia. Afiladas armas de madera nos aguardan. Detrás está nuestro bosque de cada día.
Sabemos también, sabemos tantas cosas, que si conseguimos cruzar la línea, esa vanguardia intensa, nos ha de acoger una espesura conocida, pero aún sabiéndolo, nos detenemos en el centro del claro. "¿Qué quereis de mis? ¿Qué me haréis si me acerco? ¿tenderéis vuestras ramas para agogerme? ¿Encontraré un abrazo? ¿O será por el contrario una barrera infranqueable? ¿Oiré vuestras voces hostiles exigiendo mi huida?" Preguntamos por preguntar, une nemigo es siempre un enemigo aún cuando no sepamos porqué. Un enemigo es alguien en quien nos reconocemos. En cada ser humano convive el enemigo. ¿Cómo vencerle? Y ¿cómo saber quien de los dos es el bueno? Al cabo, reconoceré en el círculo hostil de árboles nevados a los guerreros de la vida. Les he conocido siempre airados, negandome la sonrisa, ofreciéndome la incomprensión a las palabras. Y solitario sé que somos el mismo grito y la misma amenaza, y que nos vemos igual.
Desanimado en el claro del bosque espero que el círculo de árboles me muestre su lado menos sombrío. Anochece y hoy tampoco será. Volveré sobre mis pasos para abandonar el círculo blanco de frío y soledad. Hoy el bosque no ha sido lo que esperaba. No he encontrado el refugio. Mañana volveré. Seré más convincente. Trataré de decirles que les amo.

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