jueves, mayo 07, 2009

La Nostalgia ya no es lo que era. (Simone Signoret)


"Finalmente, no ha venido la Revolución" le dijo el Joven, sentado relajadamente mirando el mínimo paisaje del jardín.

Junto a él, Goyerri, dormitaba pendiente de la visita, entregándole tiempo y dedicación en un desvergonzado afán de protagonismo. La salud del perrillo no aconseja decirle las cosas claras y señalarle cual es su lugar en la casa, com tampoco es aconsejable someterlo a las emociones del salir y entrar, porque en la emoción del reencuentro tiene colapsos y caer redondo al suelo, deja de respirar, y hay que reanimarlo con caricias y palabras suaves.

En las palabras del Joven intuye el Hombre del Prado una cierta hostilidad, pero ya se sabe que la intuición es algo que surge de uno y por lo tanto puede, más que una percepción, ser un prejuicio. Lo cierto es que tiene razón al decir que no vino la Revolución. Hay aquí un tema semántico que vale la pena matizar, piensa quien escribe. Para uno la Revolución no vino, como si se tratara de un sujeto histórico dotado de andares y personal voluntad. Para otros no la trajeron, asumiendo que eran otros los que tenían que mover el inmenso y pesado edificio de la historia o de la contrahistoria, según se mire.

En el caminar del bosque, muchas veces ha recordado los sueños revolucionarios que le han abandonado ya, cuando los ha examinado a la luz de la melancólica serenidad. Ética y estética, a cual más importante, a cual más a flor de piel, quedaron diluyéndose en un tiempo en que la bandera roja de Bertolucci se sobreponía a la figura de Lenin hablando a los soviets apasionadamente, las manos apoyadas en una barandilla, el cuerpo inclinado hacia delante y su derecha, el blanco y negro ofreciendo los colores de la nostalgia.

Habla el Joven mientras acaricia con la punta de los dedos el lomo de Goyerri, que a estas alturas, es una cubierta de piel sobre un rosario de vértebras. Él se deja, claro. El Hombre del Prado escucha a quien habla al tiempo que oye la voz de Leonard Cohen cantando su versión de la de Ferré, The Partisan. No puede por menos que darle la razón a este chico de treinta años que se explaya explicando uno por uno los males revolucionarios frente a las virtudes públicas de la modernidad democrática. ¡Claro que sí!, se dice, y se exhorta a no caer en la trampa de la dialéctica, ahora que justamente lo que suena es esa maravillosa canción que es Suzanne. El ánimo lo muda una melodía, una voz que narra el sueño imposible. Se dice que también el amor es revolucionario y todo lo trastoca, como la nostalgia.

Asiente con la cabeza a lo que el Joven expone. Lo sabe, y participa de ese saber. Es la hojarasca del bosque, piensa, todo lo que se sabe no es sino la hojarasca que cubre el sendero y lo dora cuando el sol bajo de la tarde atraviesa el espacio entre ramas. No quiere escribir la palabra "pero", que tiene en la punta de los dedos, en la punta de la lengua frente al otro, en la punta de las neuronas. No opondrá el adverbio a la verdad de la historia, pero en silencio recordará a esa inmensa legión de gentes que creyeron que el mundo podía ser mejor cuando era muy malo, y dieron su fe, a fin de cuentas hay que tener fe en algo, a esa hermosa bandera roja que Bertolucci despliega al terminar Novecento, en una secuencia que es, ciertamente lo es, la escenificación del fin de un sueño redentor. A fin de cuentas, frente a la Revolución mastodóntica e imposible existe, renovada permanentemente, la redentora ilusión de los humildes.

3 comentarios:

  1. Llach también dice que la revolución está por hacer, pero fabrica vinos en Porrera una vez retirado de la música. No lo sé Luís, creo que ya hemos llegado tarde y ya no hay revolución posible ni quién la haga, ni es que tengamos muchas ganas de hacerla, serà que estamos cansados o hemos dejado ya de creer en las utopías.

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  2. Yo no creo en ella, sinceramente, Francesc. Pero siento reverencia por los que sufrieron por ella desde su condición de olvidados- ¿Que quieres? Es la nostalgia.

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  3. Si a uno le apetece hacer la revolución, pues ala, p´alante campeón

    Si a uno le apetece no hacer la revolución, pues ala, p´alante campeón

    Si a uno le apetece hacer una revolucioncita, pues ala, p´alante campeón

    ¿Por qué no?

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