martes, enero 22, 2008

"Erubimericano"

Todo paisaje es pequeño cuando se abarca desde los ojos. En su pequeñez reside lo grandioso, que es lo que emociona. Esa visión llena de tal manera que no hay nada más que pueda, en el momento, compartir la contemplación: nada es inteligente, nada racional, nada está vestido del orgullo de la propiedad o de la satisfacción de la pertenencia y vive y reside en el Hombre del Prado la más viva emoción, cuando sentado en un rincón soleado de la terraza, frente a la piscina cubierta por la lona del invierno, percibe que el paisaje son las figuras que en él se mueven y que las figuras son las hijas del paisaje que se transforma por la contemplación de la vida.

Desciende, desde la balaustrada de la terraza, la vista, por una ladera de casas y vegetación que bajan hacia el río, que de tan minúsculo, no merece ese nombre. Allá abajo se extiende el llano hasta las pendientes grises y azuladas que el sol brillante de un invierno primavera desdibuja. Encima el cielo. ¡Cuán cerca se está de él! El cielo azul no es sino la síntesis del deseo de felicidad que todo lo cubre, el amoroso manto de la magnificencia. ¡Debieran, se dice, existir los dioses, solamente para darles las gracias.

Unos minutos antes ha vuelto al comedor abandonado del interior del chalé y ha tomado en sus manos la copa de cava y la botella medio vacía, aún ligeramente fresca. Quería brindar consigo mismo porque en la terraza soleada del exterior Águeda, Ana, Olga, Noelia y la minúscula Ainara, jugaban al corro de la vida con una pelota que en vano perseguían también Yeico y Gollerry. Los dos perros, minúsculo en segundo y enorme el primero, han querido unirse a lo humano alborozado, terminando por acercarse al Hombre del Prado, que con sus auriculares en los oídos, escucha muy tenue el volumen para no apagar las risas, una recitación del Corán a la manera de El Cairo, recogida por la Unesco. Todo cuanto se junta en un instante produce un desbordamiento de la felicidad, corta, hija del bien estar y del buen sentir. Pues los hombres son felices, se dice, la felicidad existe.

La minúscula Ainara, recoge siempre la pelota desde el centro del corro y la devuelve con gritos de alegría. "Es rugby americano" le dice Ana entre risas y la niña repite con sus casi tres años "erubimericano" llevada por el grito tribal de la alegría. El Hombre del Prado ve a las mujeres, todas mujeres, en una escala generacional que va de abuela a madre y tías, centrando su alegría en el cariño, o es a la inversa, por ese trocito de carne vivo que, recibiendo tanto no podrá sino que amar a la vida, aunque en ella encuentre desazón y miedo. ¿No es este instante de juego un lugar para volver cuando las sombras pueblen fragmentos de su vida? Se pregunta el mirón que sostiene la copa de cava y oye la salmodia oriental, por el paradero de los hombres. No están, el uno en sus frutales, el otro lavando el coche, él mismo en un rincón convertido en dos ojos que ven y sienten? Siempre ha tenido un punto de envidia por esa complicidad que las mujeres practican entre ellas, por esa capacidad de convertir lo intrascendente en íntimo.

Hace solamente unas horas que ha encontrado una curiosa frase en el Libro "El Pronóstico" de los TRatados Hipocráticos. Dice así: En las enfermedades agudas hay que observar atentamente esto: en primer lugar, el rostro del paciente, si es parecido al de las personas sanas y sobre todo si es parecido a sí mismo. . ¿Cuando se parece el hombre a sí mismo? La risa, espuma de la felicidad, en este caso, hace semejantes los rostros de las mujeres y piensa que nunca van a ser más parecidas a si mismas que cuando tanto se vuelcan en dar alegría a la niña que se la reclama. Todo es un juego, se dice, pero la vida es un juego, que de no serlo sería insoportable. Cuando se pierde, piensa, el sentido lúdico de vivir, el vector que convierte el acto natural de nacer y morir con su espacio de tiempo que intermedia entre uno y otro acontecimiento, en un vector de regocijo, la vida se convierte en un absurdo.

Pues, al igual que los perros, dóciles y cansados, no puiede compartir el corro, deberá refugiarse en la mirada, que a través de las figuras que se agitan y corren, se pierde en el paisaje, pequeño, propio, íntimo.

6 comentarios:

  1. Te tomo esa cita hipocrática. El Corpus hipocrático está lleno de sorpresas. Hace tiempo que vengo sospechando que habría que leerlos como el primer tratado de antropología y, por lo tanto, como una obra básica de la historia de la filosofía. Estoy convencido de que Platón elaboró su idea de "idea" a partir de Hipócrates.

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  2. Luri, no puedo decir con exactitud más que mi sorpresa al meterme en él, buscando para mi libro, o lo que sea, descripciones de enfermedades, tratamientos yu del pensamiento que rodea a la vida normal del ciuaddano de Roma del año 33 AC.

    La cita me parece fantástica en el sentido en que se lee, no solamente como descripción de un método, sino como fijación del paradigma de "uno mismo".

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  3. por ese trocito de carne vivo que, recibiendo tanto no podrá sino que amar a la vida, aunque en ella encuentre desazón y miedo. Estoes muy hermoso Luís, aunque lamentablemente luego, no siempre sea así. En cuanto a la cara del enfermo, hablaba Bolaño dels rostro del lector i Jabés de la cara del instante. A veces se cruza uno por la calle con gente que no conoce de nada, que lo refleja todo en su rostro.

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  4. Claro que puede no ser así, Francesc, pero el instante en que uno contempla ese desborde alegría, comprende también cuan mejor es haber recibido alegría, amor, atención, y sobre todo percibirlo.

    ienes razón en la cara de la gente con la que te cruzas, pero ¿se parecen a si mismos en ese momento? Esa es la cuestión, tal vez saber quien es y como es uno mismo. Y sobre todo cuando. Ana me decía esta mañana que es por naturaleza, pesimista y alegre, y eso es cierto, y así es su cara cuando en ella conviven los dos integrantes. El problema es, que además, e irónicamente, muchas veces en vez de poner cara de uno mismo, ponemos cara de personas interesantes.

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  5. La verdad es que a veces he 'notado' o presentido alguna enfermedad grave en alguien muy conocido por ese cambio extraño en el rostro, empezaba a no parecer él o ella, es algo que no se puede explicar, la verdad. A veces la gente mayor decía que alguien llevaba 'la muerte en el rostro', claro que esas percepciones tambien son erróneas a veces, afortunadamente,

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  6. No, JUlia, yo creo que es una percepción real de algo que va a acontecer. Es lo que los médicos griegos sabían: si el rostro cambia, se enfermiza, se pone gris y los labios exangues, es que algo va a pasar.

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