martes, noviembre 20, 2007

Un instante junto al mar

Gregorio Luri ha reflexionado en varios posts sobre el instante y una cosa lleva a la otra.

De todo lo visto quedan instantes y el recuerdo de palabras aprendidas. Los instantes nunca fueron cuando era su tiempo, en el mismo momento de crearse, como un fogonazo que no se alcanza a ver hasta tiempo después, como la explosión de una estrella. Lo demás es memoria, que es narración, que viene a ser el resumen de uno en su tiempo pasado. En lo por venir no hay instantes todavía, ni momentos, ni hechos, ni acciones, ni actos, ni siquiera nada real salvo que el futuro, por el simple hecho de poder ser nombrado, sea realidad; lo es, probablemente, en la medida en que sea alcanzable llegar a vivir el tiempo futuro que se espera. El futuro no existe más allá del término de la vida, nada es constatable, ni siquiera significante. ¿Como puede significar algo aquello que aún no es y que es tanto improbable como que sea como probable.

Decía Cicerón que por viejo que uno sea siempre espera vivir un año más. A él no le dejaron hacer realidad esa esperanza. La suya fue una muerte absurda, hija del odio y de la mezquindad: Antonio le odiaba, Octaviano no impuso la vida del político aunque podía hacerlo. Tal vez quiso matar en él todo ejemplo de republicano convencido. Muerto el perro se acabó la rabia, pensaría, y fingiendo querer salvarle la vida la cedió ante el empuje de Antonio: "te cambio a Cicerón por tu tío" le dijo y el otro aceptó. Quería menos al hermano de su madre que odiaba al arpinate. En ese instante Cicerón perdió su vida, su fufuro y el de su familia. Los instantes de Cicerón, aquellos fulgores repentinos que le deslumbran y extraen de él todo el sentimiento posible, están en sus cartas y en los recuerdos de algunos de sus amigos: se refieren a su hija Tulia, delicia de mi alma la llamaba. Acude siempre a las líneas que escribe, un recuerdo tras otro, un sentimiento de anhelo, la irrecuperable pérdida de quien más amó. Le llegaban esos instantes arrebatados de la memoria, cuando en Túsculo escribía por ella las consolaciones y pensaba en edificarle un templo en los jardines.

Instantes que vienen de atrás adelante y adquieren el cuerpo de un pensamiento, sólido inmaterial, tan sólido como que su presencia impone, e inmaterial porque no es sino una imagen guardada en un conjunto de neuronas. Si los instantes fueran perdurables y visibles, el aire estaría lleno de ellas como si se tratara de bandadas de mariposas o una terrible plaga de langostas. Flotarían llevados por las corrientes, aureolados por la luz. Un instante evidencia siempre el fracaso de un acto que llegó a ser sin perdurar, aquello que no se pudo retener. La fotografía tomó de él la palabra instantánea y desveló el instante como una imagen impresa por la química sobre el papel.

El Hombre del Prado piensa en los instantes suyos mientras se acerca al mar, bajo el brillante sol mediterráneo. Dejó el bosque el domingo y mientras recorría en coche los 500 kilómetros que separan sus dos residencias, convocaba a sus instantes: no acudieron tantos como esperaba, seguramente a causa de que uno piensa poseer más instantes de los que realmente atesora. Abierta la caja flotan en el pensamiento tres o cuatro imágenes, no muchas más, y si quiere forzar a la memoria se encontrará con instantes fabricados por el deseo. Siempre la memoria convoca una imagen tras otra y todo lo que puede contener una emoción sublime, o el dolor inmenso, o la paz, la felicidad, el júbilo, acaba convertido en una imagen; causa probable será el tiempo en que se vive y el hábito a leer a partir de fotos que condensan hechos. Detrás de cada imagen una historia puede desvelarse, pero no es necesario, que la imagen es capaz de, al contenerlo todo, provocar todo el sentimiento.

En el capó del coche, al sacar las maletas, una figura pequeña y regordeta, se le ha quedado mirando con cara risueña: el dios menor se ha colado en el viaje al mar, y al final de este, saltando de su incómodo espacio, se ha acercado renqueando por la molesta posición hasta el borde de la terraza desde la que el mar se ofrece a la mirada. ¿Que haces tú aquí? le pregunta mientras ve como Goyerri, camina junto al diosecillo y ambos detenidos en el borde mismo, parecen solazarse por el espectáculo. El perro mueve la cola y el dios abre inmensos los ojos y ensancha las aletas de su nariz respingona, aspirando el olor. ¿Que haces tú aquí? Volver a ver el mar, le contesta el tímido personaje, arrebujado en su blanca y deslucida túnica.

Va a atardecer enseguida, ya el sol por el oeste cae detrás de la sierra. La ciudad aparece dorada como de bronce. ¿Donde queda mi Grecia? le pregunta la figura divina y el hombre del Prado señala hacia el este. Allí. ¿Muy lejos? Bueno, no mucho. Ah, dice el dios menor entrecerrando los ojos que mirando hacia el este tropiezan con los chalés que bordean el cabo, ¡ah!, que tiempos, que instantes pasé allí, dice. Y se ríe para si, socarrón. Goyerri ladra a una gaviota que vuelva bajo hacia la arena de la playa. El Hombre del Prado sabe, de inmediato, que este momento, esta imagen del dios griego y el perrillo, será un instante más en su vida repleto de felicidad. Le vienen al pensamiento las palabras de la Nodriza a Medea, y sin saber a cuento de qué las repite en voz alta: "cual piedra u ola marina oye los consuelos de los amigos" y apresura a todos para volver a la casa y preparar la cena. Por el camino mira a Goyerri severo: ¿sabías que estaba metido ahí todo el viaje? El perro sonrie, pero no ladra nada.

13 comentarios:

  1. Hasta los dioses sienten nostalgia por el mar;el del bosque es inmigrante, polizón y melancólico... más peculiar que divino.

    Respecto a los instantes, a mí los que más me gustan son los que se presentan sin ningún tipo de invocación, como ha hecho el dios menor.

    Un abrazo.

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  2. Claro, Ana, es que tú eres muy lista. Harías buena pareja con el diosecillo ese. Un abrazo, guapa.

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  3. Qué Cicerón no pudiese morir de viejo después de haber escrito De Senectute, es muy grave y triste. Me produce mucha pena cuando un anciano o anciana muere de forma violenta, su impacto en la sociedad no es el mismo que cuando matan a una persona joven, la verdad. Sobre los instantes, a veces, con ese destello, llega del pasado un instante extraño, clarísimo, que no se destaca por nada demasiado transcendente, la memoria es muy rara.

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  4. Julia: o muy selectiva. Es una parte sabia que deja en segundo término aquello que la desagrada, que no es sino lo que nos hace daño. La memoria es el gran sedante del dolor y de ahí todo mi respeto. Es la parte más humana de cada uno de nosotros.

    En cuanto a Cicerón, yo le tengo un gran respeto y creo que fué un buen hombre, en el mejor sentido de la palabra. Sus Cartas hablan de sus cosas, de su vida, de su amor por sus hijos, de su ambición, de su miedo... No conocemos a nadie tan en profundidad como a él y sin embargo, tiene una mala prensa.

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  5. Bueno, era humano y tiene sus contradicciones y sus traiciones, a mi también me atrae, incluso por sus defectos. Dicen -escribe- que eran un 'fatxenda', pero, quien sabe... no sé ni como es mi familia ni yo misma.

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  6. Los instantes, como la felicidad, no hay que buscarlos... aparecen.

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  7. Al hilo de lo que dice Francesc Puigcarbó, una vez leí una frase que me gustó mucho, no recuerdo qué poeta la pronunciaba, decía: "La poesía no es un producto, es un fruto". Lo mismo puede decirse de los instantes, sobre todo de los instantes significativos y reveladores: no son un producto, son un fruto de nuestra experiencia.

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  8. Francesc y Jesús: no puedo estar más de acuerdo.

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  9. Por cierto, que historia la de esa joven Tulia, conservada, al parecer, hasta el siglo XV de forma misteriosa... Como los instantes, al abrir el sarcófago su luz se apagó.

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  10. http://64.233.183.104/search?q=cache:UWWQiAWg1mYJ:foros.paralax.com.mx/discus/messages/347/La_Tumba_de_Tulia-78303.doc+Tulia+Cicer%C3%B3n+cad%C3%A1ver&hl=ca&ct=clnk&cd=1&gl=es

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  11. Cuando llegue a mi ese futuro del que hablas, llegará ami como presente

    Cuando recuerdo mi pasado, lo hago en mi presente

    Si elijo volar hacia atrás o hacia delante, estoy eligiendo una forma de ocupar mi presente

    Mi perrita sabe mucho de eso,y seguro que Goyerri es un experto

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  12. El lugar en donde ahora est�s, ce�ido al mar mediterr�neo, un mar tuyo y de tus dioses, me empuja a atreverme a hacerte una petici�n, s�lo por no dejar pasar la oportunidad. Soy consciente del mucho y laborioso trabajo que llevas entre manos y de tu escaso tiempo. Con todo, no iba a hacer contigo una exepci�n, as� que ah� va mi propuesta, aunque puedo entender perfectamente que la declines. Ahora que ha concluido la historia de Dido, voy a hacer una propuesta en mi blog: que cada persona pueda escribir un breve texto sobre su personaje, contando algo acerca de �l: o de su pasado, o de su futuro en la historia, o de sus sentimientos u opiniones acerca de lo ocurrido, de lo que se os ocurra, vamos. Mi intenci�n es, colgar esos textos en mi p�gina, a�adirles fotos si no ten�is alguna propia que os apetezca y, en todo caso, para que no me dig�is que soy una perezosa (aunque es cierto que necesito un peque�o respiro) a�adir�a dos o tres l�neas a esos textos. Tambi�n me parece oportuno que quien quiera colgarlo en su p�gina mejor que en la m�a, lo haga y lo anuncio en mi p�gina; o que lo haga en las dos. En fin, que la opci�n est� abierta. Me encantar�a contar, una vez m�s, con tu participaci�n. El texto me lo puedes enviar a ibarchico@hotmail.com, para colgarlo. Un abrazo y ya dir�s.

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  13. Querida Isabel: dedicaré este próximo fin de semana a lo que me pides, con placer. debo acabar de leer la historia, que dejé hace un tiempo. Un beso.

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