No sabe de donde sacó la frase, porque la anotó en su cuaderno negro sin relacionar el origen, pero si copió el nombre del autor: Pitágoras. Parece ser que en algún lugar escribió que "la felicidad consiste en saber unir el final con el principio". Es frase de aritmético, o de geómetra, según se proponga uno comprender el desarrollo de una fórmula o tener una visión clara y sintética. Comentando el sentido con dos amigos, coincidieron ambos en que la frase representaba una línea recta: ¿porqué recta? les preguntó. Era evidente, le contestaron, una línea que une dos puntos es una línea recta y final y principio son dos puntos de la vida, los dos únicos puntos que realmente interesan. Sus amigos no estaban por la resolución de un problema aritmético: tal vez tenían razón: la felicidad no debería nunca ser un problema aunque bien podría ser la solución del mismo. Intentó hacerles ver que de ser así conviene aceptar que si la felicidad es la solución el período anterior es de infelicidad
Cuando camina por el bosque acostumbra a zigzaguear tal y como lo hace el camino, en un aparente juego de curvas y revueltas sin sentido que obviamente conducen a algún lugar. Hay lugares de todas clases en un bosque, incluso lugares que no son aquellos que se esperan o que realmente ni siquiera parecen ser lugares. Recuerda a menudo como siendo niño, estando pasando unos días en Montserrat, su padre les llevó a él y a su hermana a un lugar llamado El Plá d'els Ocells. La excursión matinal fué larga por sendas empinadas; tuvieron la impresión de que el adulto se perdía en aquel bosque intrincado y que en un momento, llegando a un claro, cansados de tanto ir y venir, subir y subir, les dijo "hemos llegado" y señaló el pequeño claro, una cuesta ligeramente empinada, con unas rocas en el centro, rodeada por un círculo de árboles. ¿Es aquí? preguntaron. Aquí es, les dijo su padre. Tuvieron la impresión de que aquello no era el lugar al que iban, que ni siquiera era un lugar y que la prisa, el cansancio y la desorientación empujaron a su progenitor a adoptar un aire de triunfo en lugar de apelar al desconsuelo. Un padre, aquellos eran otros tiempos, no debían equivocarse en público ni en privado, que también es un ámbito público cuando se trata de los hijos.
Aquel recuerdo le lleva a desconsiderar que Pitágoras se refiera a una línea recta. ¿Porque tiene que serlo? Geométricamente una línea es un conjunto de puntos cuyo único interés es mantenerse cada uno totalmente pegado al anterior y al posterior, como esos niños de guardería que se cogen del faldón de las batas para cruzar una calle. La forma que los puntos adopten, los recovecos que emprenda la lçinea en su vagar dubitativo, no tienen que ver con la realidad de que se trata de una línea. Así, que de ser línea, la felicidad pitagoriana debería ser curva e incluso quebrada.
Ahora, cuando sigue una senda en el bosque en pos de un lugar determinado, La Peña del Águila, por ejemplo, sabe que al llegar a lo alto se sentirá feliz y fatigado; o fatigado y feliz. Cuanto mayor el esfuerzo, mayor felicidad. Se puede llegar a la peña por sitios diversos, cruzando un arroyo y subiendo después por su margen , el camino más corto y a un tiempo el de mayor pendiente y por ende más fatigoso, o siguiendo una senda ancha, de curvas amplias, que pasa por llanos en el bosque que ofrecen un espectáculo de árboles dispersos por los que el sol derrama su luz en claroscuros, tan brillante paisajista es la naturaleza.
Todo camino se convierte en línea y toda línea, limitada por el tiempo y el espacio, empieza y acaba, es finita. Es o podría ser la vida, o de ella un hecho, un accidente, uno de los innumerables aconteceres que van entrecruzándose para dotar a la vida de contenido. La vida sería, sin duda, otra línea entrecruzada de muchas más, casi escondida en ellas de tal manera, que si se consiguieran borrar no quedaría sobre el papel rastro de trazo alguno. La vida bien podría ser, descontados los hechos que la forman, nada: un tiempo vacío, un espacio sin individuo: una oportunidad perdida En su finitud, la suma de aconteceres acaban por dibujar una biografía, sin ellos no dibuja nada. Se dijo que "el loco es aquel que pierde todo menos la razón" y debe ser cierto: una vida solamente cargada de la razón es una locura, es la locura, es el vacío de un loco.
Puestos a jugar a geómetras, les propuso a sus dos amigos, que a esas alturas estaban acabando una sencilla vuelta al prado por la linde del bosque, un simple camino de unos dos kilómetros de longitud por terreno llano de cómodo piso, les propuso pues que trataran de borrar de sus vidas los momentos felices identificándolos: las bodas de los hijos, el nacimiento de los nietos, su propia boda, un ascenso en el trabajo, algún hecho aislado o un recuerdo casi perdido; fueron coincidiendo en situaciones parecidas o aportando alguna diferenciada. Para A un momento feliz en su vida había sido despertarse junto a una mujer deseada y para B una tarde de lluvia en el porche de su chalet en la costa, cuando solo con un libro en la mano quedó viendo la tormenta, abstraído en ella, viendo como las olas se revolvían contra el cielo y todo el horizonte se poblaba de grises como el plomo. El Hombre del Prado les animaba a recordar y en ese ejercicio iba él también recordando situaciones análogas hasta acabar teniendo frente a ellos no más de veinte ejemplos pertinentes.
Bien, les dijo, y si sacamos de nuestras vidas estos hechos que parece que nos hacen felices a casi todos, o que identificamos con nuestra exaltante felicidad de hombres virtuosos,¿que es aquello que queda?. ¿Tal vez resulte que hemos sido infelices? esperaba oír una negativa rotunda, pero quedó el silencio entre los tres. Les propuso la infelicidad y la negaron. Tal vez la satisfacción: tampoco. La línea de la vida de la que habían empezado a hablar poco antes, era ahora una desnuda fila de hormigas zigzagueando hacia el hormiguero; ellas saben unir el inicio con el final. Cuando se insiste en el silencio es que algo no funciona y además estaban llegando a la casa y se hacía oscuro.
No recuerda cual de ellos habló al fin, pues ahora iban caminando un tanto desperdigados por el camino, desapasionados de la conversación. "Lo que sucede, dijo, es que esta vida es bastante jodida". Y la otra voz asintió enérgicamente: "Muy jodida..." "Pero, añadió el primero, hay buenos momentos, si". Y el otro lo corroboró: "Muy buenos". Pitágoras, pensó el Hombre del Prado, fue demasiado sutil, ciertamente es mejor decir que la felicidad son los buenos momentos de una vida que, por lo general resulta bastante jodida.
Por la noche acudió a uno de esos libros de citas que proporcionan una imagen de lector voraz a quien los usa y buscó la palabra felicidad. Le asombró contar más de doscientas definiciones de personalidades, prácticamente poco o nada coincidentes. En cualquier caso, la de Pitágoras no figuraba entre ellas.
Creo que es en la novela 'El río de la vida', quizá más famosa por la película, actualmente, donde unos hermanos con su padre pasan un feliz día de pesca, se fotografían, y el autor dice, más o menos -cito de memoria- 'pero aquel momento no era una obra de arte y no podía durar siempre'. La felicidad, de forma inexorable, es siempre efímera, como nuestra vida, y por eso, frágil e indefinible. Las fotografías, aunque sean mentales, de nuestros momentos felices, nunca son exactas.
ResponderEliminarVaya, yo tenía en más estima al amigo Pitágoras (pintagorras en el cole)
ResponderEliminarCon el símil geométrico, que en si mismo es muy bueno, palabra, la felicidad se siente o no se siente en cada punto (momento) concreto, porque solo vale en ese punto concreto llamado ahora, con absoluta independencia de que los puntos anteriores o posteriores formen rectas, curvas, o chirimboloides gamusinianos
Pero nada, no hay forma de que el cerebro pase por ahí y se quede en el sitio sintiendo, él piensa en sentir, él piensa que con su pensamiento llega a ello pero nada sabe de esa experiencia en realidad. El salta y saltará por su propio diseño de palabra en palabra, de duda en duda, de planteamiento en planteamiento, de etiqueta en etiqueta, de definición en definición... y así sin solución de continuidad, y por supuesto se puede imaginar (y razonar) que lo hace en rectas o en superficies alabeadas, qué se yo
Luis, creo que Pitágoras acertó en su definición. Hay líneas de puntos suspensivos ........... los espacios en blanco son los jodidos, y tachán, "la felicidad consiste en saber unir el final con el principio".
ResponderEliminarBesos
La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos. Yo creo que esa línea de la felicidad está formada por una serie de momentos de alegría efímera. Prefiero las curvas
ResponderEliminarJulia, los momentos son fulgores, esplendor en la hierba, memoria...
ResponderEliminarreiki: aprecio a mi cerebro con enorme cariño, él me proporciona insondables placeres.
ResponderEliminarBesos, Ana. Y besos para Andrea.
ResponderEliminarO toda ella, Petrus es una línea de sostenida, inmaculada, plácida satissfacción de vivir, felicidad al fin.
ResponderEliminarQué chulo, pero qué chulada que estemos hablando de placeres
ResponderEliminarVasmos bien, por ahí vamos muy bien