martes, junio 26, 2007

Mirando el infinito y Nadie

El infinito es siempre uno más: por eso no estremece su vastedad, la que nunca se ve. El infinito, de existir, es un día más, otro ciclo, una primavera, un poco de barba cerrada por la que pasar la máquina, una arruga y un kilo de más, otro amanecer, un plato de comida, páginas de libros y el mismo paisaje adormecido, el mismo paisaje que retorna; nunca el mismo paisaje, mudando el color, asomando la hierba, acariciando el viento la copa del árbol que siempre es otra copa, una y mil copas del mismo árbol a lo largo del día. Decir del infinito cualquier cosa es no decir verdad, seguro equivocarse. No se puede abarcar, dicen: y es mentira. Imaginarlo es imposible, dicen: y es mentira. Para imaginar el infinito basta cerrar los ojos y dejarse ir al territorio interior del pensamiento, culebreando a su antojo entre los pliegues de un cerebro que imagina lo inimaginable: el infinito es una música hecha de un silencio soportable, percibida, si, pero irrepetible. ¿Cómo decir de ella que se ha oído, si no se puede convertir en medida humana? Ese es el problema de infinito: la medida. Que cada cual se talle y calce a su medida, dice el clásico, y muestra un apéndice del infinito que es el hombre, mirando perplejo la caverna en que se aloja, tan grande y sobrecogedora que no osa darle el nombre de hogar: es el universo, se dice. Y encoge la cabeza asustado, no vaya todo el espacio sin luz a hacerse un hueco en él. Infinito, se dice, o piensa, y desesperación, son casi la misma cosa; a la medida de dios el primero y del hombre el segundo. Pero el dios no es sino el hombre que se mira al espejo, al agua rumorosa del río que cruza el terreno que pisa y le devuelve su congoja. Así pues, lo que no alcanzo a medir, ni siquiera a imaginar, ni siquiera a saber, aquello que en realidad no es mientras yo no lo haga ser, es infinito: infinito o nada, esa es la medida por la que debe tomar una decisión. En la tarde de junio, opta por nada. Entre ser y no ser, soy yo cuando podía, realmente no ser. O no ser todo, es decir nada. He ahí una idea de infinito fundamentada en la nada, no se trata de un vacío, que sería de ser eso algo, un vacío, sino de nada. Y en la nada nadie. Pero Nadie es el hombre que entra en la caverna del monstruo de un solo ojo y así le dice su nombre: Nadie. ¿Cómo puede caer en la trampa la estupidez, siempre, de tal manera? Le dice Nadie y no entiende que le tiende la trampa del no ser.

Una tarde de lunes descubre que hace días que no escribe su comentario y se sorprende: ¿qué ha hecho en todo este tiempo? Nada. Nada es el infinito hacia atrás, un restar uno menos cada vez hasta seguir restando, horadando en lo vasto e improbable lo hondo, profundo e incierto. ¿Cómo hacer un agujero en la nada? Pero es así, sentado en el paisaje o caminando por el jardín viendo como se arruina el rosal por una plaga y crece la hierba donde no debiera cuando oye noticias que le aburren: desasosiego es saber que el presente es como siempre ha sido: miserable. ¿Será solamente él quien siente la lucidez y por tanto la fatiga? Sabe que no, que los hombres que se angustian son legión y por ello están condenados a la soledad. En el bosque, cuando el emboscado se refugia, sabe, es seguro y cierto, que cada comentario que escriba y cada pensamiento que tome forma, lo harán en un vasto desierto de infinitud, es decir: de soledad. Todo hombre lúcido, o está solo o disimula compañía. No se puede ser lúcido y permanecer en la fiesta. Infinito es el gesto que cada día se repite, la lucidez con la que uno desea volver a la caverna, pedir una butaca de platea y entarse entre amigos a disfrutar de las sombras de sí mismo. Ha escrito un poema, hace unas horas, y no se resiste a copiarlo.

Maté a los niños de caballos blancos
y supe que el templo era de carne:
todo de carne el pórtico, mi carne
y una vez que hubieron mis palabras
despedazadas en sus manos, ido,
me acogieron sombras y silencios
bajo el pórtico frente al mar.

Allí quedé, absorto, para el juicio de los dioses.


12 comentarios:

  1. Creo que alguna vez te he comentado que tengo un problema en el oído interno (una cloqueopatía laberíntica) que me produce una tinitis incordiante y permanente (y fluctuante en cuanto a su volumen) y, de vez en cuando, marero sy vértigos. La experiencia de un vértigo absoluto es la del infinito. Te lo aseguro. Mi otorrino me dice que para combatir la atracción fatal del infinito debo abrir bien los ojos y fijar la mirada en un punto, y mantenerme allí, resistiendo, como Ulises a las sirenas.
    Poco a poco voy dominando al infinito.
    Un abrazo.

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  2. Creo yo que caer en la contemplaciónd el infinito, alcanzarlo a intuirlo, debe llevar al horro del vacio. Del infinito hay que despertar, o dominarlo como bien dices. Te devuelvo el abrazo.

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  3. Infinito debe parecer a muchos de los que pululan por la blogosfera tu bello texto.

    Con un poquito de edición enriquecida se facilitaría su lectura.

    Por cierto, lo reseñé horas antes:

    Nauscopio Scipiorum «Al infinito y ¡más allá!» ¿BuzzLightyear? No, Luis Rivera

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  4. Gracias Maty por tu edición en tu página, que cada día me asombra más. ¿Que quieres decir con edición enriquecida? Un abrazo agradecido.

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  5. Luis: Ponte en manos de Maty, que obran milagros.

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  6. Maty, ¿me pongo en tus manos? Luri lo recomienda. Me pongo.

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  7. Quizás el infinito no sea más que una ilusión, la nada no deja de ser lo que no hemos conseguido entender. O quizás el infinito sea la mirada larga en la mañana buscando el horizonte por donde sale el sol.

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  8. No se si lo es, Francesc, pero está en esa mirada hacia el lugar del sol: seguro que si.

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  9. Somos partículas del infinito que nos atrevemos a nombrarlo (nominándolo)para no sucumbir a la nada.
    Un cordial saludo.

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  10. Petrusdom: hay quien sostiene que el hombre es un apéndice de la naturaleza, una especie de tentáculo que surge de ella, vive y muere para reproducirse de manera permanente.

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  11. Creo que, como dice Gregorio, vértigo y infinito tienen mucha relación.

    Sobre la contemplación, me parece muy gráfica la palabra catalana 'badar', recuerdo que un político inteligente manifestó una vez que era su ocupación preferida, cuando le preguntaron.

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  12. Si, Julia, badar es una ocupación magnífica a la que dedico algún tiempo, por principio.

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