sábado, mayo 05, 2007

El escribidor solitario

Alguien ha dejado un comentario en esta página y en él habla de una eterna pregunta: ¿porqué, para qué, para quien se escribe? Es una pregunta socorrida, no se puede negar. El hombre que escribe desde la lejanía de si mismo, en el paisaje levantado desde la imaginación a la realidad, que es el bosque, no lo sabe. Pasión, se dice cuando piensa en ella; le parece una expresión muy fuerte, no es hombre de pasiones, si de impulsos: necesidad acuerda luego. Esa es la razón, escribir se necesita como una pulsión vital. Pulsión y pasión son palabras que parecen lo similar, que se acercan en su significado, se mueven en el mismo terreno, el de lo insoportable: la contención.

Son tantas cosas las que puede escribir con respecto a escribir que decide pensar. Cuando las palabras pugnan por salir desde el teclado a la pantalla, tan deprisa que no se pueden contener los errores que tal vez aparenten faltas de ortografía, hay que pensar, pensar, pensar en ello. No hay más, es lo que hay. es todo lo que hay. Pararse a pensar. En este caso pensar es pensarse, acudir al encuentro de uno cuando trenza palabras en frases y estas en párrafos y estos en folios. Pensarse en en el acto mecánico sino en ese espacio de uno que es el cerebro, al que se puede acceder siguiendo el trazo de las palabras, de las huellas que dejan volviendo de afuera a dentro.

Ponerse a escribir, se dice, es fácil, tan fácil le resulta que lo ha hecho toda la vida; todo ese trozo de vida que recuerda (y los recuerdos son esencialmente imágenes, o los pensamientos que estas desencadenan) inclinado sobre un cuaderno, una cuartilla, unos folios, un teclado. Hubo una época en que sus malas notas le condenaban a no escribir y a inclinarse sobre textos que no le decían nada. Es banal abrir un libro sin interés, no aprovecha a nadie, ni a nada. Le controlaban el no escribir, y lo hacía escondiendo cuartillas en blanco en el libro de ejercicios de aritmética; los logaritmos tenían el aroma de los libros leídos por la noche, de las líneas escritas por lo otros, de los que solamente conocía el nombre o a lo sumo la foto en la portada o en la contraportada.

Se dijo muchas veces que escribir era una huida, la marcha hacia un sol lejano, el camino de la tierra de promisión, el encuentro con el Paraíso Perdido. De todas estas posibilidades hizo suya la última: el mismo acto de ponerse a ello, de afrontar la cuartilla con el bolígrafo, de dejar que la mano trazara las palabras que le surgían del pensamiento, dejándose ir en la narración, era ya estar en ese Paraíso que perdido cada día´veces se ha de rencontrar en la mesa de siempre, en la silla de siempre, en la cuartilla en blanco de cada día. El Paraíso no es lo que se escribe, se ha dicho también al profundizar en el pensamiento, sino ponerse a escribir, y en ese caso aquello que queda escrito puede no ser nada, algo sin sentido, de un valor anodino: baladí se diría por ser lo nuestro, que es lo que significa realmente esa palabra, de poco valor porque es lo nuestro.

¿Es un gen despendolado, por decirlo con vulgaridad cordial? Tal vez el que escribe por pulsión, e insiste en este hecho, la pulsión, la pasión, ya sabemos que son palabras que crean las dos juntas un amplio frente de significados, sea un ser programado por una biología ciega: se trata de un error, uno escribe apasionadamente por puro error biológico. Su abuela cartagenera le decía que si tenía un don ganaría mucho dinero: no debía tenerlo, el don, porque lo que ganó lo fué por otras causas.

Frente a frente con sus cuadernos de notas donde duermen ideas, frases, párrafos, de los emás y suyos, desordenados, anotados por orden correlativo, esperando pacientemente que alguien, desaparecido él, los recoja y hojee, y tal vez se prometa leerlo para no hacerlo, piensa que todo este esfuerzo de guardar no tiene la menor importancia. Nada es importante en este asunto de escribir salvo el escribir, enfermo de escritura, podríamos decir. Un día, alguien que le despreciaba le dijo, "tu no eres un escritor, eres un escribidor" y le gustó la palabra. Escribidor es el que escribe sin sentidos por el placer de hacerlo, el que vomita textos que engarzan el sentido porque el pensamiento trata de no dejarlos desasistidos. Se convirtió en escribidor de blocs de tapas negras que se amontonan en un rincón discreto de la biblioteca. A veces los abra y busca en ellos, pasa páginas al tun tun. Le preguntó su hijo, una tarde de domingo, ¿que buscas? y él le dijo la verdad: nada. No buscaba, esperaba que algo de lo escrito le sorprendiera. Ocasionalmente encontraba una frase y se veía a si mismo, se acordaba del momento, del tiempo, tal vez de la ocasión y por ello del día, de la luz, los sonidos: todos ellos origen.

A veces piensa, si algo entre tanto que has escrito, quisiera decir algo, ¿porque no lo has dicho en voz alta? Le sorprende la reflexión, le asombra que su pensamiento le interpele de manera tan directa e inusual. ¿Y porqué voy a gritar en alta voz algo de lo que he escrito? ¿Cómo se yo que quiere decir algo? ¿Cómo adivino que tiene una significación para los demás, que excede a mi propia comprensión de ella. Siempre le ha gustado, del evangelio, aquella frase de "yo soy la voz que clama en el desierto". la encuentra literalmente arrasadora, cargada de la significación de la soledad y de la impotencia, las dos compañías íntimas de los humanos. ¿Para qué, se dice entonces, ser esa voz que clama en él desierto? Y a continuación, bajando al nivel del suelo, prefiere preguntarse a que viene el clamar. Claman los dolientes, los ateridos de frío, las víctimas, y él no es nada de eso, es solamente un escribidor solitario. Y eso le satisface.

8 comentarios:

  1. Siempre he pensado que escribir consiste en formular el pensamiento, y esta posibilidad sirve lo mismo para una lista de la compra que para un poema, un ensayo o una novela. El pensamiento (la memoria, la imaginación) es ininteligible en sí mismo, pero con la escritura podemos enfocarlo, ordenarlo, transformarlo en un huerto.

    También: del mismo modo que a todos los seres humanos nos gusta oír el ruido de la lluvia, el del mar golpeando la playa, el del fuego crepitando en la leña, etcétera, igualmente nos gusta oír el que hace nuestro cerebro, se parezca a una manada de búfalos golpeando el suelo en estampida o a un arroyo cristalino que desciende de la nieve entre las piedras.

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  2. Iba a escribir sobre ese tema también, des de una óptica más simple. Es posible que, en el fondo, sea, como de alguna manera expresa Jesús, para 'oirnos', o quizá para que quede algo, de la misma manera que hacemos una fotografía, vana pretensión de retener el tiempo.

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  3. Jesús, Julia, me parece que ese "oirnos" del que habla Jesús es la respuesta que no doy yo a esa desordenada pulsión que nos hace sentarnos a escribir. Para oirnos, y no para que nos oigan. Si, creo que es una respuesta adecuada a la pregunta. Eso me llevará algún día a otro blog. Gracias a los dos.

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  4. Yo pienso que cuando publicas, por el medio que sea, entregas a otro una parte de tu pensamiento y pierdes todo su control. Lo que aparenta ser un comunicar en el desierto se convierte en una aventura que no participa nadie más que el lector.
    Luis he añadido tu bitácora a mi selección de mis "ríos y montañas" que frecuento.
    Gracias

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  5. Petrusdom: estoy de acuerdo con tu comenbtario. El blog es una manera íntima de publicar entre amigos. Haré lo mismo con tu página, que visito a menudo.

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  6. Después de unos cuantos días ausente del ciberespacio me encuentro con la grata sorpresa de que Don Luis ha lavado la cara de su bosque blogueril, con una nueva "interface". Bienvenidos sean los cambios pues.

    Saludos cordiales.

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  7. Umberto Eco, en su ensayo Seis paseos por el bosque... habla del autor modelo, y del lector modelo. Ese a quien va dirigida la obra, y que debe reunir unas condiciones.

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  8. Manel: Sartre escribe en "¿Que es la literatura?" que realmente un autor escribe para un pçúblico concreto y limitado, al tiempo que escaso, salvo rasa excepciones. Ese es el lector modelo, aquel que trenza una relación con el autor, creo yo.

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