miércoles, abril 25, 2007

La sorpresa de que Goyerri empezara a hablar ayer ha venido acompañada de la lluvia, esta vez primaveral, copiosa, persistente, pero dentro de un tiempo que no es frío al que basta asomarse con un cortavientos impermeabilizado y poco más: yo asi lo hago. Me insisto para mi en la mormalidad de que el tiempo en abril sea lluvioso, como dicen el refrán, y y que coincida, finalmente, con las yemas y brotes en plena floración. Ha vuelto la flor de la forsitya a desde que se truncó el proceso natural con el frío de hace una semanas. Esta flor es para mi muy querida: de un intenso amamrillo, que es el color que entre todos prefiero, crece muy junta la una a la otra y deja paso a unas hojas de un verde húmedo e intenso que duran ya todo el verano; su explosión de color es la primera y de repente los húmedos jardines, la pradera que da al sur y el norte ,ás umbrío se encienden, pinceladas de la paleta de la naturaleza en estado puro.

Las espireas, muy cerca empiezan a dar la hoja verde a la que seguirá una flor blanca que doblará la rama en arcos tupidos, como si cayera un paraguas de copos de nieve. En el invernadero, los geranios, enormes y brillantes, rabian por salir igual que las begonias, enormes en sus macetas de toerra. Las guardo ahí durante el invierno porque me horroriza tirar a escombros las plantas por el simple hecho de que el vivero lo recomiende: begonias y geranios conviene recortarlos, enmacearlos si están en suelo, y meterlos en noviembre en cubierto con luz y algo de temperatura, no inferios a 8º.

Ya están aquí los jacintos, los primeros bulbos, seguidos de narcisos y anémonas. Los jacintos son blancos y azules, huelen se mantiene bien con la lluvia. Los narcisos, de vida breve y de hermosura grácil, les respaldan con su color amarillento, suave. Por detrás las copas rojas de los tulipanes están a punto de abrirse: libará el jardín en ellas por los mejores días. He recortado los setos, plantado tapizantes en los bordes y en el ionvernadero preparo dalias enanas iguales a las que están a punto de empezar a aparecer junto al ciprés del este que señala la dirección de la tierra en que nací y viví algo más de la mitad de mi vida.

Esta mañana, al desayunar, Goyerri nos ha hecho compañía como cada día. Yo desayuno fruta por prescripción médica y a él le gusta; no es de recibo, pensamos, tener a un perro amigo que disfruta enormemente con todo tipo de fruta y de verdura, sobre todo con las naranjas y mandarinas. Alarga la pata y me golpea la pierna cuando no le doy parte de la mía y en tal tesitura no queda más remedio. Antes de comer su pienso, que deja para el final, repasa nuestra dieta: pescado y fruta, verduras, el pisto le enloquece, y los garbanzos del cocido. Después del desayuno suele salir al jardín para las primeras necesidades, unos minutos apenas, y después se sitúa alternativamente a mano de Ana y de la mía, para recivir caricias en forma de enérgico masaje en el lomo. Eso le encanta, si no se lo hacemos lo reclama con un gesto enérgico también de su pata.

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