viernes, marzo 23, 2007

La brisa y la hoja de haya

El paisaje en una neblina ligera. Las nubes refulgen por la luz del sol oculto. Las cimas desvanecen sus contornos y el bosque baja la ladera como una masa de grises. Cada oscuridad abraza el lado iluminado de las copas. Las casas se alinean como una flota varada. Inhabitadas las chimeneas. A cal y canto están las ventanas cerradas. Nada en los jardines. Una obra detenida, la llaga abierta del cimiento esperando hormigón para poner los pies sobre la tierra. Terrones sucios y piedras dispersos por el camino por donde marchó la excavadora. Lengua de suciedad terrosa ocultando el asfalto. En el jardín imperceptible el movimiento de las ramas: los manzanos; y las hojas de las hayas: una cae al suelo revoloteando en su agonía, sin voluntad de caer.

El cielo se desploma sobre la cumbre de Cabeza Lijar y deja de refulgir: ya es amenaza. El hombre se sienta a ver y ve. Todo es espaciosidad: generoso vacío. Pensaba el hombre en los días perdidos cuando antes era posible y después la fatalidad. Pensaba en el instante de decir no: mudó el silencio el futuro y todo fue como fue. Entre los árboles de la ladera, una línea oscura señala entre las copas el camino. Es viejo el camino. Fue Cañada Real y ya ¿quien lo recuerda? Lo sigue con la mirada hasta que se pierde entre copas, ahora juntas, desvanecida la línea. Sin líneas de contorno o trazos de camino.

Para que el paisaje esté vivo se necesita brisa: ligera, fecunda en lo apenas perceptible. Una hoja, una rama, un jirón de la nube que se desgaja, o marcha sin velocidad y abre la herida sobre otra nube gris que oculta a otra. Lejana la luz del sol es un estado de ánimo. ¿Quien piensa? ¿Qué piensa? Ya ha pensado el hombre en si mismo y desvanece el recuerdo observando el jardín. La hoja del haya, roja parda, a punto de caer, es la acción. El perro duerme a sus pies. Suena música de ópera que no reconoce. No le presta atención. No la reconoce aún cuando lo hace sin mover la cabeza, solamente prestando atención. La voz de la mujer es la belleza. No quiere moverse.

Sentado tumbado en la butaca frente al ventanal. Estiradas las piernas, los pies cruzados, las manos apoyadas en los brazos del isabelino: madera de caoba, seda ajada. Ayer fue ayer y antes de ayer también. Piensa en nada. Pero piensa. ¿Porqué pero? Porque piensa en nada. Pero piensa. Piensa que piensa en nada porque mira. Ve el jardín, pero ¿lo observa? La hoja de haya ha caído y empieza el juego de la brisa con otra. Piensa en algo: parece galanteo cuando la brisa abraza el talle de la hoja y tira de ella que se resiste e insiste insiste insiste y al fin la hoja cede y se va con la brisa envuelta entre sus brazos. ¿Ves como piensa? Y vuelta a empezar, insaciable la brisa que a lo grande abraza al entero árbol y le seduce. Todas tus hojas serán mías, le dice y el árbol que lo sabe cede, se las da, las abandona a su destino.

El hombre frente al tiempo en la butaca ve el jardín y se abstrae. Ya no hay tiempo. Toda la inmovilidad parece quieta. Pero algo está vivo. Sino sería fotografía. No hay tiempo porque todo es inmóvil y perenne. Solo la eternidad es la quietud. Nada discurre en ella, nada es ella. La música ha sido disuelta y no se oye aún cuando suena. La luz ha sido disuelta. No hay tristeza. Hasta el hombre le llega la orden de abandonar al tiempo. Así será el acabar la vida. Pero eso será en el tiempo y no en esta eternidad en que ahora habita. Otra hoja de haya arrebatada inicia una caída flotando, la puede imaginar con alas desplegadas, dulcemente hasta tocar el suelo de hierba alfombrada de otras hojas de haya como ella. La eternidad se rompe con la acción de la hoja y el hombre comprende que la única medida del tiempo es la acción.

Y entonces compone un haiku:

Nada se mueve,
y la brisa arrebata
una hoja de haya.

6 comentarios:

  1. Lamartine:

    Quand la feuille des bois tombe dans la prairie,
    Le vent du soir se lève et l’arranche aux vallons;
    Et moi je suis semblable à la feuille flétrie:
    Emportez-moi comme elle, orageux Aquilons!

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  2. Precioso poema, Luri.

    Pero en el caso de este espectador, él no se siente como "une feuille flêtrie" sino que comprende fascinado como el tiempo solo existe cuando la hoja cae.

    El es con el paisaje la eternidad consciente, porque en ese momento ni siqueira se siente o se sabe.

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  3. Una belleza de texto.
    Lo siento, ya sé que no te gustan los halagos pero no me reprimas.

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  4. Un texto evocador, muy bonito. Las hayas, árboles de las hadas, son muy hermosas, incluso decir su nombre ya me sugiere un paisaje, un misterio. También en català, faig, fageda. Crean bosques silenciosos, de bellas primaveras y desolados inviernos.

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  5. Si, Julia, en mi jardín tengo dos jóvenes. Es hermoso ver como resisten las hojas todo el invierno mudando el color, que va del rojo al pardo, hasta que empiezan a abrise los brotes en primavera (ahora justamente).
    Y estoy de acuerdo en que el nombre de este árbol, de liínea esbelta, airoso, copn mucho movimiento, le cuadra a la forma.

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  6. Clarice: no te reprimo y agradezco tu halago.

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