domingo, marzo 11, 2007

Diario. Llueve. / A mi, a mi.!


Algunos fragmentos de un libro, como alguna secuencia de una película, han quedado en mi, interiorizados, es decir en mi interior y como cosa mía: son hitos de lo que se absorbe del exterior que además de expandir su contenido como modelo, quedan en su más absoluta literalidad, en la total cadencia de las imágenes; nunca se va a olvidar la frase o las palabras, o la mirada en la pantalla que nos ha prendido. Pienso a menudo que debe ser así, porque de no serlo, ¿a que esa permanencia presencia constante inserta entre los pensamientos?
Son generalmente como deslumbrantes destellos de luz, los flashes que acompañan al acto de producir una fotografía y que parecen ser secuestradores de algo ajeno para convertirlo en propio. Y sirven, creo yo, como lección moral a partir de la cual las cosas, al verlas, son vistas ya de otra manera.
Me refiero a un fragmento de "Esperando a Godot" de Samuel Beckett: los dos personajes de la obra, en su espera angustiada de un Godot del que nunca sabremos quien es o que es, (dios o los bárbaros de Kavafis, o la misma expiación de cada uno, culpable) en un momento de vacío en el diálogo, se enfrentan al silencio y uno de ellos, repentinamente, se dirige a Dios: Dios mío, grita, ayúdame. El otro, vuelto a la realidad reacciona ante la llamada de su compañero, y anteponiendo el cuerpo al del otro, grita más, con más fuerza "a él, no, a mi, a mi".
Acepto esa frase como patrón de la unicidad de cada uno, que es su cualidad de único. Otros podrán llamarlo insolidaridad o egoísmo: no lo creo. Prefiero unicidad que es reconocerse único y nada más, y nadie más. Que absurdo cerrar el paso a Dios a quien también cree necesitarlo, pero esa confianza en que él pueda creer en la posibilidad de anteponer uno a otro por el hecho de gritar más, de ser más perentorio, más rotundo, me atrevería incluso a decir de parecer más desesperado.
Desde que comprendí la frase, aceptando que sacada del contexto de la obra de Beckett la hace aún más terrible, he perdido en los hombres algo que no se que es exactamente: no se si es la fe o la confianza, que no son lo mismo aunque semejantes, las distancian matices. Tener fe es confiar ciegamente. Confiar sin fe procede de acto de razón o de un impulso irracional. El amor y la pasión generan confianza en el otro. La traición y los celos puede resultar el desenlace. O el aburrimiento. Una frase de Sócrates me llamó la atención al leer el Gorgias: ¿no resulta ridículo que un hombre sea valiente por miedo? En los comportamientos origen y resultados pueden perfectamente pertenecer a planos diferentes e incluso contradictorios. Se me antoja que los dos personajes de Beckett sienten miedo, soledad escénica, vació el mundo que les vomita, están espantosamente solos, esperando... Todos su valor, el de uno, es pedir ayuda a Dios, el otro por seguirle le niega, le traiciona. Digamos la verdad, le mataría con tal de anticiparse en el reconocimiento y ayuda de Dios.
Quien de repente recuerda a Dios olvida a su prójimo hasta reducirlo a nada. No le mires, no repares en él, no le tengas en cuenta: a mi, solamente a mi es lo que cuenta. Cuando el hombre acude a Dios para pedirle que se tuerza el hilo natural de las cosas, está mostrando su impotencia humana, la suya, la del único. Cuando se acude a Dios se muestra la propia incapacidad: si es por angustia ante la angustia, si es por miedo ante el miedo. Ser valiente por miedo, además de ridículo, puede ser un acto de desesperación humana en el que Dios no tiene cabida. Pero pedir valor a Dios es reconocer una verdad que brota a gritos: uno es uno y nada. No reconocer a nadie no es nada del otro mundo, antes bien, es de este.
Alguien escribió "los hombres mueren y no son felices". Es una cuestión profunda, sin duda. Podía haber escrito "los hombres nacen y no son felices". El patio de butacas hubiera estado de inmediato de acuerdo, de rotundo acuerdo con él. A la gente le encanta estar de acuerdo en las dificultades de esta vida: las comparte y le angustian, dicen. Pero escribió "mueren" y eso lleva a hacerse una pregunta: ¿que quiere decir? Claro está que el personaje que cita la frase es Calígula y representa la expresión absoluta del nihilismo asesino, el del poderoso para él que todo está permitido. Y el público, cuando está de acuerdo, ¿comprende la paradoja? Mueren y no son felices, no es no son felices y mueren, sino al contrario: primero morir, después la infelicidad.
"Si Dios no existe todo está permitido" exclama un Karamazov. La eternidad y Dios se confunden en los actos de los hombres que acuden a ellos en busca de consuelo. El problema es que es saber que es todo, el todo que ahora ya está permitido. Cabría decirle al personaje que los hombres que no existen, de uno para afuera, le van a permitir aún menos que Dios.
Cuando en la soledad animada del bosque, contemplo pensativo el camino que no voy a emprender porque ya es tarde por hoy, trato de descifrar que es lo que me es tan ajeno, empezando por la necesidad de Dios... Este bosque es real y anochece, conviene volver a casa.

2 comentarios:

  1. Magnífico texto, Luis. Lo he leído un par de veces, para saborearlo despacio.

    Nel mezzo del cammin di nostra vita
    mi ritrovai per una selva oscura,
    ché la diritta via era smarrita.

    Ahi quanto a dir qual era è cosa dura
    esta selva selvaggia e aspra e forte
    che nel pensier rinova la paura!

    Tant' è amara che poco è più morte;
    ma per trattar del ben ch'i' vi trovai,
    dirò de l'altre cose ch'i' v'ho scorte.

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  2. Luri, los 3 versos iniciales de Dante me han parecido siempre sobrecogedores. Te agradezco que los transcribas, debo pensar en ellos un poco más.

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